Por CARLOS MARTÍN GAEBLER
Se nos dice a menudo que
nuestros jóvenes son la generación mejor formada de la historia de nuestro país.
Como educador, yo añadiría una matización importante: la generación mejor
preparada tecnológicamente. Quienes me conocen saben sobradamente que no
soy ningún tecnófobo, pero, a ver, ¿saben los nativos digitales distinguir
entre “haber” y “a ver”, entre “sino” y “si no”? ¿Saben quienes están
constantemente conectados a la red acentuar palabras, usar comas y puntos, y
deletrear correctamente su propio idioma? ¿Leen textos elaborados? ¿Conocen el
rico vocabulario de su lengua materna? ¿Saben los nativos digitales elaborar
una opinión o un pensamiento con más de 140 caracteres? ¿Saben discernir entre
información e infoxicación? ¿Han leído algún poema de Lorca o algún capítulo de
El Quijote? ¿Han estado siquiera cinco minutos delante del Guernica o
de Las meninas mirándolos al natural? ¿Saben mirar un cuadro, y no
simplemente fotografiarlo? ¿Han escuchado a Camarón o a Golpes Bajos? ¿Conocen
los nombres de las plantas y de los árboles de su pueblo o de su ciudad?
Inmersos como están en la cultura audiovisual imperante, ¿les suena el nombre
de Luis Buñuel? ¿Saben distinguir entre telebasura y televisión de calidad?
¿Entre Sálvame y Salvados?
Cabría también hacer
preguntas de otra índole. ¿Saben los nativos tecnológicos mantener la mirada
cuando hablan con su interlocutor? ¿Saben atender al otro cuando les hablan, ya
sea un profesor, un paciente, un cliente o su propia pareja? ¿Saben decir buenos
días, gracias o por favor cuando interactúan oralmente con otro humano (y no
con una pantalla)? ¿Saben prestar atención durante una conversación sin sentir
la necesidad de chequear su móvil a cada rato? ¿Saben ver una película en el
cine sin encender repetidamente la pantalla lumínica de su teléfono? ¿Saben ponerse
en el lugar del otro y respetar los momentos cuando no hay que activar un
dispositivo electrónico? ¿Saben disfrutar de un paseo en
bicicleta sin que les asalte el miedo a perderse algo (MAPA) en su red de
contactos o a verse sin móvil (nomofobia)? ¿Saben conducir un vehículo sin
desviar la mirada de la carretera para mirar o teclear simultáneamente un
mensaje en su regazo? ¿Saben simplemente levantar la mirada de la pantalla para ver la vida pasar?
Por otro lado, ¿asesoran
los padres y madres a sus hijos e hijas hipertecnologizados sobre cuándo estar
conectados y cuándo no? ¿Saben moverse por el mundo físico sin confiar
ciegamente en un GPS que no siempre es fiable? ¿Saben preguntar por una
dirección a otro humano por la calle? ¿Saben disfrutar de una comida sin estar
empantallados (feliz expresión de la escritora Elvira Lindo), sin mirar constantemente
una pantalla? ¿Saben los nativos digitales salir del nuevo armario que para
algunos es el ciberespacio? ¿Saben quién fue, qué hizo y que dejó de hacer
Franco? ¿Saben los nativos digitales cómo superar su pánico a sentirse
desconectados por un rato? ¿Saben los nativos digitales, esclavos mudos de la dictadura de las pantallas hasta en la cama, prescindir de la tecnología, cuando toca
hacerlo? Y, por último, ¿saben esperar?
Me hago esta última
pregunta porque, hoy en día, en estos tiempos líquidos que nos ha tocado vivir,
que diría Zygmunt Bauman, la velocidad del mensaje parece importar
más que el mensaje mismo. La incesante proliferación de informaciones sin
contrastar que circulan por la red es cada vez más preocupante. Una reciente
viñeta de El Roto muestra a un individuo mirando pasmado informaciones en una
pantalla destelleante. La leyenda que acompaña a la viñeta reza: “Todas son mentiras, ¡pero son gratis!”
Estamos ante un circulo vicioso que es necesario romper: no se lee con sosiego
porque se ha perdido la paciencia para esperar, y no se sabe esperar porque no
se sabe leer de forma sosegada. En otro ámbito, los modales interpersonales de los veinteañeros digitales, ya sea por su comportamiento en red como presencial, dejan mucho que desear.
En la emocionante videocarta que el joven
profesor sevillano de Enseñanza Secundaria Pablo Poó Gallardo ha publicado recientemente en
YouTube (y que no tardó en hacerse viral) éste les decía a sus alumnos
suspendidos que una mente cerrada es muy fácil de manipular porque sólo tiene
una puerta, y les reprochaba su desinterés por ilustrarse y que carecieran de
referentes culturales para comprender el mundo en el que viven, lo que lastra,
entre otras, su capacidad de comprensión lectora. Las nuevas tecnologías de la
telecomunicación que tenemos a nuestro alcance son herramientas maravillosas,
pero la tecnodependencia adictiva está demostrando ser un factor
de desculturización creciente. cmg2017
29 comentarios:
Gran artículo, además va muy en línea con el último programa de Salvados sobre la adicción al móvil. Siempre me ha molestado eso de que digan que somos la generación mejor preparada de la historia. Preparada ¿para qué?, ¿para hacer el ridículo? Tener un título universitario no es indicativo, ni de lejos, de que una persona sea culta. A la vista están los datos sobre hábitos y frecuencia de lectura en este país.
Me ha gustado mucho el artículo. Refleja la dura realidad de lo que le espera a nuestros hijos. Es muy amplio de hablar, pero tienes toda la razón. Enhorabuena por tu escrito y por haberlo podido publicar en prensa.
Bravo y A.M.E.N. Has captado perfectamente lo que llevo diciendo de los mismos desde hace algunos años. Yo también tengo mi tecnodependencia, pero nuestra formación es tan diferente que sabemos hacer malabarismos entre las dos generaciones, entre el mundo digital y el mundo analógico. Yo se lo digo a mis alumnos, que su problema es generacional, y me aterra que esto va a peor. Voy a compartir tu artículo. Fantástico.
He leiedo tu asombroso e cierto articulo muy bien elaborado y escrito, dejando constancia la realidad en la que hoy en dia vivimos no solo a la tecnología, si no tambien las personas qu hoy en dia hace utlizacion de ella. No solo de navegación e informacion, si no tambien de las aplicaciones que falicitan al uso del telefomovil o la tablet. En cierto que no en dia las perosnas pegadas a la pantalla, no disfrutan del mundo que les alredea o simplemente disfrutar una buen cuadro en alguna exposción; cuando van algún museo no solo ven las exposiciones; sino que tambien les sirve para dejar constancia de que han estaso presentes en aquell museo y subirlo a usus redes sociales.
Hay un rapero español llamado, Tote King, compuso una canción criticando como la sociedad hace uso de las redes soaciales no solo para lucir, si no para que sus "seguidores" sepan donde ha estado. En una de las estrofas dice lo siguiente "un solo clik y entrada a otro mundo" no solo esta estrofa si no tambien la sguiente cita "yo no se donde veis donde esta la diversión
de enseñar a todos tu careto ante la exhibición". Y es verdad que hoy en dia nadie puede apartar la vista del movil para mirar sus redes sociales o tambien el caso polemico que habido este verano gracias al Pokémon Go; para ser honesto y sincero, soy admirador de pokémon desde mi tierna inflancia he tenigo y sigo teniendo juegos, peliculas y cromos. También me pongo en la piel de aquellos que siempre han fantaseado por estar en el mundo pokémon y, capturar aquellos animales que nos gustaban de pequeño, pero tiendo en cuenta los problemas causados gracias a la aplicación, no se si ese sueño es realidad o una pesadilla.
Tengo que recalcar, la cancionde Tote King "redes sociales" estan escrita en 2010, ya que antes del uso de instagram o snapchat, los jovenes españoles usabamos mas la antigua y obsoleta red social "Tuenti", hay una frase dicha en la canción, se me ha olvidado a anotar y es un cierto e necesario para aquellas perosnas que no pueden vivir ni dos segundos apartos de su telefomovil, y es la siguiente "clínicas de desintoxicación pa' Internet por favor, rápido,urgentemente". Estoy seguro y covencido que las nuevas genraciones, no sabran reglaselas solos si un dispositovo digital les ayude en nada; ya que mumuchos hacen uso de internet para hacer sus propios trabajos escolare o universitarios. Tambien tengo que vencionar que internet es la cuasa por la cual muchas casa de editoriales cierran o no pueden hacer frente a internet a la hora de querer adquirir un libro, de forma gratuita, no solo les pasa a las editoriales sino tambien al cine, poco a poco la gente deja de ir al cine, obtando por descargar la pelicula y no disfrutar del olor a palomitas y el sonido directo de la película en la salas de cine.
Sin duda invitas a la reflexión, Carlos. Es una lectura rápida, muy clara. Yo me he sentido como en una entrevista exprés y no estoy del todo contento con mis respuestas. Espero que sigas abriéndonos los ojos así.
Me ha gustado mucho la forma en la que afirmas preguntando. Creas una tensión en el lector que sólo puede resolverse continuando la lectura.
Estoy de acuerdo. Ese recurso es muy atractivo. Te veo futuro en el periodismo, Carlos. Y me encanta la rotundidad del final: "la tecnodependencia como factor desculturizante." Eso suena a título de una tesis interesante.
El sistema educativo se ha degenerado mucho, no por culpa de los profesores sino por los padres, que han hecho dejación de sus funciones de su obligación de educar. Los profesores son unas víctimas del sistema y hasta que las familias no retomen sus obligaciones la educación en España no va a ir bien.
Coincido plenamente con el diagnóstico que hace el escritor Luis Eslava Galán. Por fin alguien lo dice alto y claro.
El mundo está cambiando, cada vez somos capaces de tener más información. Pero debemos distinguir entre información y conocimiento, porque la información es pasajera y el conocimiento permanece. Normalmente, el conocimiento se obtiene gracias a un trabajo realizado, la información la podemos obtener en cuestión de segundos gracias al 4G. Los más jóvenes nos hemos acostumbrado a la brevedad, a tener la información de forma directa a golpe de clic. Esto anula casi por completo nuestra paciencia en cuanto a la búsqueda de detalles. De hecho, los pocos libros que se leen en la actualidad por la inmensa mayoría de jóvenes carecen de descripciones. A la mayoría de jóvenes no nos interesa la habitación en la que asesinan a alguien, somos capaces de prescindir de ello, pues nuestra impaciencia, provocada por el teléfono móvil, nos lleva a buscar directamente quién ha matado a un personaje. Únicamente nos interesa la acción. Esto nos lleva a despreciar mucha literatura, de hecho me atrevería a decir que la mejor, pues bien conozco que como de verdad se disfruta un historia es sumergiéndose en ella. En definitiva, los que nacimos con el wifi en casa debemos saber decir basta, coger un libro y aprender a disfrutar con la literatura de toda la vida.
"El descenso de los hábitos de lectura de un pueblo implica un auténtico retroceso mental de la sociedad. Disminuye su imaginación creadora, su inteligencia y su sensibilidad". La frase es de Ibáñez Langloise, un poeta chileno con el que estoy totalmente de acuerdo. Como educador constato que los alumnos aficionados a leer encuentran menos dificultades en sus estudios, sacan mejores notas y suelen ser más maduros. Es lógico; la lectura mejora la ortografía, el vocabulario, la expresión escrita y la oral, proporciona cultura y ayuda a pensar. Y quien piensa es capaz de interiorizar valores. Además, puede contribuir al conocimiento de la verdad, la consecución del bien y a la apreciación de la belleza, todo lo cual nos ayuda a perfeccionarnos como seres humanos. Por otro lado, la lectura es el mejor antídoto contra el aburrimiento. Uno de los retos más apasionantes que tenemos los padres y los educadores es el de fomentar la lectura en nuestros hijos y alumnos. ¿Cómo? Leyendo más nosotros mismos; es el ejemplo el que arrastra, pues sólo se transmite lo que se vive.
El auge de los medios sociales como blogs y redes sociales ha creado un nuevo perfil de personalidad influyente: el “influencer” Los “likes” condicionan cada vez más las vidas de las personas en las redes sociales. Se han convertido en algo cotidiano y, de alguna forma, todos nos sentimos esclavizados por el éxito de lo que publicamos. Lo buscamos sin darnos cuenta. Ello ha dado lugar a la aparición de “influencers”, cuyo único mérito, en algunos casos, es tener un gran número de seguidores que le dan “likes” a sus publicaciones. Se han convertido en un modelo a seguir para muchos jóvenes, al convertirse de la noche a la mañana en personajes públicos. Mientras antes alguien era un modelo a seguir tras años de esfuerzos y sacrificios hasta conseguir situarse en el arte, la música, la ciencia, la empresa,… Ahora todo debe suceder rápido y en muchos casos sin esfuerzo. En este entorno tecnológico, a veces es difícil educar a los hijos en la cultura del esfuerzo continuado para conseguir las metas y en la resiliencia para superar las dificultades. Todo debe suceder con rapidez y gustar a muchas personas. Y si acaba de repente es difícil de gestionar. ¿Qué hacer si tu hijo te dice que de mayor quiere ser “influencer”?
PD: Podría decirse que, por regla general, los nativos digitales, tecnológicamente sofisticados, son individuos culturalmente primitivos.
Ahora los alumnos leen muy poco. Fuera de lo que es obligatorio, no saben nada. Pasan mucho tiempo dedicados al móvil y no les queda casi nada para leer… Soy sobre todo lector y todo lo que he escrito tiene que ver más con mis lecturas y menos con mis experiencias personales. Para mí, leer es entrar en un mundo de horizontes casi diría que infinitos. Y donde hay figuras dramáticas y situaciones y épocas que son mucho más interesantes que mi propio contexto. Quien no lee está limitado a sus circunstancias más próximas: los vecinos, la tele, los juegos.
Mando a mis alumnos de español un trabajo para casa, que, con su nivel, les llevará como máximo una tarde, igual dos si tienden a procrastinar. Les doy 2 semanas para hacerlo, ofreciéndome para contestar a cualquier pregunta que tengan por e-mail. Llega el día de presentar los trabajos y yo, inocente de mí, les espero en el aula sonriente e impaciente por ver lo que han ideado. De los 10 alumnos: 2 de ellos no están (en realidad, lo raro es que vengan a clase), 4 de los 8 que sí están no han hecho absolutamente nada, y de los 4 que sí han "trabajado", 2 han optado por el 'copia-pega' de rigor y se limitan a leer un papel (sin tan siquiera saber lo que están diciendo) y los otros 2 presentan solamente (y mal) la mitad del trabajo.
Como profesora, me piden crear clases divertidas y amenas, sacando el máximo partido a las TIC y haciendo las sesiones lo más comunicativas e interesantes posible. Y yo, ¿puedo pedir un mínimo de trabajo y de implicación por parte de mis alumnos o quizás es demasiado para ellos? ¿Soy muy exigente mandando algo que puede que les produzca cansancio y hasta les obligue a esforzarse y a...pensar? ¿Por qué TODO tiene que ser divertido y en forma de juego, cuando aprender una lengua implica esfuerzo y dedicación?
Dar y no recibir, decepción total :(
A los gobernantes no parece importarles un planeta lleno de analfabetos virtuales y de ignorantes profundos. Al contrario, lo propician por todos los medios, con unos planes de educación cada vez más “lúdicos” y más lelos, en los que se prima lo estrictamente contemporáneo, es decir, lo efímero y fugaz, lo obligatoriamente sin peso ni poso, lo forzosamente necio y superficial. Hace ya décadas que se crean sujetos para los que el mundo empieza con su nacimiento, a los que les trae sin cuidado saber por qué somos como somos y qué nos ha traído hasta aquí; qué hicieron nuestros antepasados y qué pensaron las mejores mentes que nos precedieron. Para colmo, se ha convencido a estos cerebros de conejo de que son “la generación mejor preparada de la historia”, cuando probablemente constituyan la peor, con frecuencia primitivos atiborrados de información superflua y sólo práctica.
No todo se consigue con más clases de Lengua, sino con un prestigio social de la buena expresión y la buena escritura. Y el problema viene de que la gente joven, sobre todo, y en redes sociales, escribe voluntariamente mal porque si no le mira mal el entorno. Si no manejas los instrumentos de la expresión, terminas empobreciendo tu pensamiento o al menos su transmisión. Escribir y hablar bien sirve para expresar mejor tus ideas, no es un capricho.
Hasta un 12% de los alumnos tienen problemas de atención. El uso de móviles está dificultando la atención voluntaria. Al mirarlo y volver a la tarea podemos perder hasta el 40% de la información que manejábamos. Es una especie de hacer y deshacer. Un síndrome compulsivo, si no miran la pantalla cada tres o cuatro minutos empiezan a sentir una especie de angustia. Eso es un disparate completo. Ese trajín puede ser de 300 o 400 veces al día. Hay mucha gente que no es nativa digital y empieza ahora por el móvil a tener dificultades para leer un texto medianamente largo. Eso es un empobrecimiento intelectual absoluto y dramático.
Nuestros estudiantes son incapaces de interpretar y valorar la información más básica. Van ciegos y perdidos bajo el diluvio de datos en el que vivimos, un guirigay gritón y confuso que aturde al más templado y que puede desarbolar por completo a quienes están tan mal preparados como ellos. Eso sí que es un fracaso educativo. Un fracaso que se veía venir, porque estamos hablando de quinceañeros, pero hay muchos adultos con la cabeza igualmente llena de serrín. No sólo debería crearse una nueva asignatura en los colegios que enseñara a los niños y niñas a discriminar las falsedades, a desarrollar espíritu crítico y moverse por la selva de noticias falsas, sino que también habría que poner clases nocturnas de repesca para mayores.
Nuria Oliver, de la Real Academia de Ingeniería y una autoridad mundial en inteligencia artificial, señala en un capítulo del libro colectivo Los nativos digitales no existen que las multitareas, como por ejemplo "chatear o navegar por internet mientras se ve la televisión o se escucha música", nos están fosfatinando literalmente el cerebro. Un estudio del University College de Londres sobre la influencia de la multitarea en la estructura del cerebro descubrió que juguetear con el móvil mientras se realiza otra actividad nos afecta físicamente la sesera; y, así, cuanto más tiempo se pasa chateando y viendo televisión, por ejemplo, menor densidad de materia gris se tiene en el córtex del cíngulo anterior, un rincón del cerebro de máxima importancia porque es esencial para el procesamiento de la información, así como en la detección de errores y conflictos.
Hay que invertir en educación, en inteligencia y en creación. La escuela pública no es un gasto, es una inversión de futuro. Hay que pagar bien a los profesores, y enseñar al alumno a respetarlos. Si creemos que los ordenadores y las tabletas van a arreglar todos los problemas, cometemos un grave error. El profesor es imprescindible. Hay que formar a los jóvenes de manera que sean más adaptables, con menos miedo a los cambios, y enseñarles a expresarse, y a razonar, porque el ordenador no lo va a hacer por ellos. Así habrá menos frustración. Y muy importante: hay que otorgar mucha más importancia al arte y a la cultura. ¡Si no, solo nos quedará el centro comercial!
Vivimos en un mundo enfermo de amnesia. Nos movemos sin levantar la cabeza de los móviles. Solo habitamos el presente, olvidamos la Historia. La mitad de la gente de menos de treinta años no sabe qué es el Holocausto.
Siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia siempre se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida, de no importarle nada que pueda oler levemente a cultura, o que exija una inteligencia mínimamente superior a la del primate. Los analfabetos de hoy son los peores porque, en la mayoría de los casos, han tenido acceso a la educación. Saben leer y escribir, pero no ejercen. Cada día son más y cada día el mercado los cuida más y piensa más en ellos. La televisión cada vez se hace más a su medida. Las parrillas de los distintos canales compiten por ofrecer programas pensados para una gente que no lee, que no entiende, que pasa de la cultura, que quiere que la diviertan o que la distraigan, aunque sea con los crímenes más brutales o con los más sucios trapos de portera. El mundo entero se está creando a la medida de esta nueva mayoría. Todo es superficial, frívolo, elemental, primario, para que ellos puedan entenderlo y digerirlo. Esos son socialmente la nueva clase dominante, aunque siempre será la clase dominada, precisamente por su analfabetismo y su incultura. La que impone su falta de gusto y sus morbosas reglas. Y así nos va a los que no nos conformamos con tan poco. A los que aspiramos a un poco más de profundidad.
"Los 'nativos digitales' son los primeros niños con un coeficiente intelectual más bajo que sus padres". A esta conclusión llega el neurocientífico francés Michel Desmurget (Lyon, 1965), director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud de Francia. En su reciente libro La fábrica de cretinos digitales cuenta con datos duros y en forma contundente cómo los dispositivos digitales están afectando gravemente, y para mal, al desarrollo neuronal de niños y jóvenes.
"Simplemente no hay excusa para lo que les estamos haciendo a nuestros hijos y cómo estamos poniendo en peligro su futuro y desarrollo", advierte en entrevista con BBC Mundo el experto, que tiene a sus espaldas una vasta obra científica y de divulgación y ha pasado por reconocidos centros de investigación como el Massachusetts Institute of Technology (MIT) o la Universidad de California.
Al respecto, no debemos olvidar que los mileniales son la primera generación cuyo origen cultural es Internet.
Como experto en alfabetización digital, sostengo que hay que darle un móvil a un niño o a una niña antes de cumplir los 13 años, pues es una edad en la que aún se deja aconsejar. Es esencial enseñarle a usar pronto la tecnología para prevenir su mala utilización.
Dicen que los jóvenes de hoy en día pertenecemos a la generación más formada de la historia, académicamente hablando. Somos muchísimos en España los que tenemos una carrera, un máster, un título de idiomas. ¿Pero qué aprendimos realmente? ¿Cuántas cosas recordamos entre todas aquellas que nos enseñaron en el colegio, en el instituto o en la universidad? ¿Quiénes son realmente capaces de mantener una conversación con dignidad en inglés, por mucho B2 que tengan acreditado? Los jóvenes sabemos las respuestas a estas preguntas, y nos preocupan. Hemos invertido miles y miles de horas estudiando y, de pronto, nos encontramos con que apenas hemos aprendido dos cosas contadas. Tenemos títulos huecos -y muy caros, por cierto-. Y parece que eso es lo único que el mundo espera de nosotros. ¿Porque a quién le sigue importando la calidad?
“¿Vamos mañana a ver una exposición o a un museo? Mis amigos me dirían: "Ni de coña, ¿por qué vamos a hacer eso?”.
Hay un elemento que tiene que ver con un factor de riesgo para los adolescentes digitales y es que el acceso a redes sociales como Tik Tok favorece una identidad de género en la cual se prima el culto al cuerpo, la imagen, la importancia de la imagen corporal, etc. Y ese es un contexto nuevo donde no se da ese discurso de igualdad que, por ejemplo, tenemos metido dentro de la escuela o dentro de contextos normativos. Surgen nuevos escenarios que los educadores o los padres y medres no controlamos y que influyen también en los adolescentes. A veces esos nuevos escenarios son igualitarios, son sensibles al planeta. O no. Se abren todas las opciones, para bien y para mal.
Kate Julian, redactora de The Atlantic, señala que vivimos inmersos en “la gran recesión sexual” y lo resume de manera descarnada: “El porcentaje de menores de 30 años que tiene una vida sexual activa no deja de descender en Estados Unidos desde 1991″. Los alumnos de instituto (entre 14 y 18 años) que ya habían tenido relaciones sexuales completas suponían por entonces el 54% del total hace 30 años y hoy son apenas el 40%.
Julian se pregunta por qué esta pérdida de precocidad y de actividad sexual asidua se está produciendo precisamente ahora, en un periodo en que las sociedades occidentales “disponen de medidas anticonceptivas gratuitas y más eficaces que nunca, toleran con naturalidad creciente el sexo informal y recreativo, han reducido la incidencia de las enfermedades de transmisión sexual (empezando por la más dramática, el VIH/SIDA), consumen volúmenes crecientes de pornografía, disponen de plataformas online y redes en las que el contenido sexual es hegemónico…”. En otras palabras, que el sexo ha colonizado múltiples espacios y derribado la mayoría de las barreras tradicionales que obstaculizaban su práctica. Y, pese a todo, cada vez se practica menos.
Jean M. Twenge, psicóloga de la Universidad de San Diego, atribuye esta paradoja a múltiples razones, pero una muy en particular: “Las relaciones entre seres humanos se están virtualizando a marchas forzadas”. Ya en 2016, argumenta Twenge, “se constató que la de los nacidos entre 1980 y 1990 se estaba convirtiendo en una de las generaciones más célibes de la historia, con cifras de abstinencia sexual pasados los 18 años mucho más altas que las que presentaban los llamados baby boomers a su edad”.
La mía es una generación súper preparada, muy inteligente, muy leída, consciente, pero por otro lado estamos todos muy dormidos con las pantallas, no nos movemos como antes. Si hay un problema no vamos a hablarlo con los amigos, ni nos movilizamos, ni estamos en asociaciones. Creo que realmente como sociedad nos falta mucho anclaje. Estamos muy separados, muy individualizados, y eso no ayuda a construir una memoria histórica fuerte ni a ser conscientes de lo que pasó [durante la Guerra Civil].
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