12 marzo 2024

¡Nos queda Portugal!

Por Víctor Lapuente

El País, 12 de marzo de 2024

Los progresistas españoles solían recurrir al “menos mal que nos queda Portugal”. Pues era lo más parecido al ideal: una república (no monarquía) ibérica con mayoría absoluta (no relativa) de los socialistas y una extrema derecha arrinconada. Las elecciones del domingo han cambiado el panorama, pero nuestro país vecino lleva tiempo emitiendo señales que deberíamos escuchar. Portugal es el mejor maestro para España, y viceversa, simplemente por nuestra cercanía, que es una variable que despreciamos al buscar ejemplos con quienes compararnos. Preferimos mirar a naciones más al Norte, obviando las múltiples diferencias histórico-geográficas que nos separan. El mejor modelo a seguir en la vida es una hermana o un primo, no los lejanos Elon Musk o Taylor Swift.

La pareja España-Portugal me recuerda a Suecia-Noruega. El Goliat peninsular que es superado por el diminuto David: Noruega adelantó en renta per cápita a Suecia hace unos cuantos años y, según la OCDE, Portugal lo hará con España en unas décadas. Esos sorpassos entre vecinos son, en parte, el resultado de que la nación pequeña aprende de la grande (para empezar, su idioma; pero, luego, sus políticas exitosas) mientras esta, vanidosa, le da la espalda y mira a las “potencias europeas”. Y, sobre todo, a su propio ombligo.

En política, Portugal nos ofrece dos lecciones importantes. La primera es que el lenguaje hiperbólico palidece ante un desempeño económico sensato. Hace una década, la derecha portuguesa trató de desprestigiar el acuerdo entre los socialistas y la izquierda radical (el Bloque de Izquierda y los comunistas) calificándolo de geringonça (galimatías). En teoría, el país se encaminaba al desastre porque el Gobierno pactaba con formaciones antisistema que hablaban de salir de la OTAN, dejar el euro o no pagar la deuda. Pero, en lugar del apocalipsis, resulta que el Gobierno de Costa manejó bien los retos económicos y la ciudadanía se lo agradeció con una mayoría absoluta en 2022 —que fue tan sorprendente para la opinión pública  portuguesa como la victoria de facto de Sánchez el 23-J—. La gestión se impone a la exageración. Señor Feijóo, tome nota.

La segunda es que la gente puede perdonar casos esporádicos de corrupción, pero castiga a un Gobierno en el que, aunque su máximo dirigente no se haya enriquecido personalmente, se reproducen conductas irregulares en varios puntos y no se explica con transparencia qué mecanismos sistemáticos permitieron esa podredumbre y cómo limpiarla. Señor Sánchez, tome nota.


Elogio de lo pequeño

Por ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS
El País, 1 de marzo de 1999

El otro día, un lector amistoso y con curiosidad por el funcionamiento de las tripas ocultas del cine, me preguntó si sabía por qué las películas de Hollywood parecen fotografiadas en celuloide mucho más limpio y brillante que el de las europeas. No encuentro otro medio de decirle lo que presumo que invitarle a que cuente, cuando una película termina, los nombres que abarcan los títulos de crédito, la extensión de la nómina del equipo de filmación. Descubrirá que en un filme californiano esta nómina es mucho mayor que en cualquier otro, proceda de donde proceda. En un rodaje de Hollywood, si hace falta iluminar medio kilómetro de una calle, para que toda ella aparezca con rebuscamiento de tiralíneas en la pantalla y sea cada esquina perceptible de forma tan pulida como una imagen de revista de glamour impresa en papel cuché, pues se hace, por irreal o relamida que sea una imagen que busca ante todo la explicitud, lo que en cine es una ambición casi siempre encubridora de mediocridad, pues además de desterrar el misterio, la bruma, los fondos granulados y eludir el juego con el tenebrismo, encarece mucho la imagen. En Hollywood ya no se hacen películas baratas, por barata que sea su enjundia. Se hacen, como chorizos, pequeñeces a lo grande y a lo caro, y así se entra en una espiral de ricos amaneramientos visuales paradójicamente empobrecedores, pues esa lujosa fotografía tan espectacular y refitolera es casi siempre artísticamente inútil e insignificante. Entra con facilidad en las oquedades del estómago televisivo, se vende bien, como todo lo hortera, y de eso se trata: envoltura de solomillo para una hamburguesa de plástico sin sustancia; aspecto lujurioso para una sosería que haga parecer apetitoso a lo intragable. Es una de las reglas de oro del cine considerado como mentira. Y, en este sentido, Hollywood es un enorme Patio de Monipodio donde la moneda de cambio es la imagen cosmética, la arruga y la roña endomingadas, la verdad sepultada bajo una capa de imágenes huecas.

¿Por qué Woody Allen termina su Celebrity pidiendo socorro en un espolique que nada tiene aparentemente que ver con la película? Digo aparentemente, porque en la trastienda del filme sí tiene sentido, y mucho, la llamada de auxilio. Celebrity encontró serias dificultades para terminarse. Los tentáculos de Hollywood comienzan a imponer su juego a las pequeñas producciones, con objeto de ahogarlas, cuando creen ver en ellas un rival peligroso en su dominio colonial de los mercados audiovisuales exteriores, y exigen a la producción casera que se atenga a los pactos gremiales y alarguen hasta el delirio los títulos de crédito, con el consiguiente encarecimiento del rodaje. No quieren películas pequeñas, a no ser que se disfracen de grandes. Si se observa cualquier película de Allen, salta de la pantalla que su imagen desmiente el sistema estándar hollywoodense. Parece una película europea, en la que la cámara se desentiende de la primacía del envoltorio y de las superficies inútiles, tramposas y encarecedoras. En el recién acabado festival de Berlín vimos media docena de películas con gran inteligencia fotográfica. Una es la norteamericana, fuera de norma, A Thin Red Line (Una delgada línea roja); el resto fueron la bellísima luminosidad de Ça commence aujourd'hui (Hoy comienza todo), del francés Tavernier; la penetrante oscuridad de la alemana Nachtgestalten (Encuentros nocturnos); la fastuosa indagación en la risa negra de Mifune, filme danés hecho a la manera de Lars von Trier, cuya premeditada tosquedad en Los idiotas es, en realidad, un prodigio de finura fotográfica; la mínima película vietnamita Tres estaciones, que más que fotografiada parece bordada; y la precisión casi documental de la española Solas, cuya pegada tiene una inmediatez que entusiasmó al público berlinés, tal vez el que mejor y con más sutileza sabe ver cine de toda Europa.

Todas ellas son películas pobres, incluso muy pobres. Por ejemplo, Solas ha costado algo más de 600.000 euros, aproximadamente lo que cuestan dos días de rodaje en celuloide de papel cuché de cualquier hollymemez de Bruce Willis y compañía. Pero esta pequeñez española dio un baño de verdad fotográfica a algunas opulentas intrusas del escaparate berlinés, que el público de esta ciudad ignoró, cuando no abucheó. Porque lo que está haciendo esa reluciente fotografía encarecedora es desterrar del cine la vieja mirada amiga, veraz, borrosa unas veces, imprecisa otras, pero humana siempre, por una mirada infalible de robot de laboratorio, nacida muerta.

Diamantes en la salchichería

Por ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS 
El País, 13.11.2000

Hace un par de viernes conté otra vez (hago ese ritual de dedo idiota de vez en cuando, porque su idiotez es esclarecedora) las películas que se estrenaron aquí ese día. Fueron nada menos que 11, y en ese chaparrón, o en otro diluvio similar, parece que quiere instalarse la ración de celuloide adocenado de los viernes del otoño. Y de la primavera, el invierno y, más cada vez, el verano. La pantalla de los fines de semana sufre así, a plazo fijo, entre brumas o sudores, un baño de charcutería cinematográfica a granel, casi todo procedente de fábricas californianas. 

¿Tan mal va el cine, tan zafios y desquiciados son los desajustes entre lo que puede darnos y lo que nos da que hace de la creación fabricación, del taller cadena y del estudio salchichería de filmes embutidos en serie o (con un endurecedor giro hacia lo hediondo) en ristra? Es así, aunque no lo sea, y no hay irrealidad en esta paradoja. La estomagante oferta de celuloide informe (ese que los mercaderes mercadean en y por horas, como quienes compran libros en y por metros de estantería), de un arte que como el cine sólo se entiende como fruto del encaje y la alquimia de la armonía y de las puras formas, es hoy en volúmenes abrumadores lo que a rajatabla dicta el graznido, la lógica de la ristra, del buitre que, sin tener ni idea de cómo se hace cine y cuál es el secreto tinglado de su naturaleza, se lo merienda a doble carrillo y así lo convierte en carroña. 
Pero la aplastante oferta de cine de salchichería no sólo no está acabando con el destello del diamante cinematográfico, sino que, por la maña de un efecto de rechazo, ha generado en él lo que nunca tuvo, espíritu de resistencia. Y el arte del cine, que de pronto se siente una vieja tarea secular, empuja con terca energía hacia la recuperación de su antigua invulnerable identidad. Lo vemos quienes seguimos el año a año del cine del mundo, con la nuca contra el día a día del consumo cinematográfico casero y cotidiano. Y nos llevamos alegremente las manos a la cabeza de esa paradoja tan viva y veraz a que antes me referí. 

En lo que va de año, mientras la indiferencia se traga crudas centenares y centenares de salchichas cinematográficas, unos pocos no hemos perdido el nudo que enlaza la modernidad con el celuloide de diamante recién tallado. Ningún mérito hay en ello, es un simple privilegio del oficio de cronistas errantes por las rutas de las pantallas del mundo. Ahora, la gente de la Academia Europea del Cine estamos recibiendo el papeleo y los vídeos de la última votación destinada a abrir camino al Premio Europa. Y de títulos y nombres que han saltado las primeras cribas salen chispas del viejo fuego sagrado

Nos vemos en la odiosa necesidad de elegir sólo una entre varias maravillas finalistas: la sueca Infiel, la danesa Bailar en la oscuridad, la francesa Para todos los gustos, las británicas Billy Elliot (prodigio desvelado en el Festival de Valladolid) y Chicken Run. Y, tras ellas, el sobresalto de nombres de intérpretes como la sueca Lena Endre, la británica Julie Walters, la alemana Bibiana Beglau, la islandesa Björk, el alemán Bruno Ganz, el español Sergi López, el británico Jamie Bell; y el guionista español Rafael Azcona y el dúo francés Agnes Jaoui y Jean-Pierre Bacri. Y filmes lejanos como los asombrosos In the Mood for Love, del hongkonés Won Kar-Wai, y Yi Yi , del taiwanés Edward Yang. Hace poco se hizo recuento de los votos con que críticos y especialistas de toda Europa designaron la mejor película del año: ganó el enorme diamante americano Magnolia, que Paul Thomas Anderson ha hecho contra vientos y mareas. Y quedaron tras ella El viento nos llevará , del iraní Abbas Kiarostami, y Bailar en la oscuridad, del danés Lars von Trier. Palabras mayores. 

Y esto sólo para entendernos. Se hace, y cada vez más, cine de puro diamante. Ahora están por ahí dos películas españolas, Leo y La espalda del mundo, que son puro universo. Hay que mimarlas, porque en el cine el genio está indefenso, es una orfebrería íntima cercada por fábricas de bisutería blindadas por el vendaval de la mercadotecnia y del copo de los mercados

09 marzo 2024

All Of Us Orphans

Desconocidos, el sexto sentido ‘queer’ y la orfandad homosexual

Por ÁLEX VICENTE

El País, 9 de marzo de 2024

Es difícil abrir una novela decimonónica sin encontrarse con un huérfano. Charles Dickens, George Eliot o las hermanas Brontë llenaron sus páginas de decenas de niños desdichados que malvivían en un Londres manchado de hollín, o bien de sus versiones adultas, sometidas a la misma infelicidad crónica, damnificadas por la sociología de la época y gravemente impedidas cuando llegaba la hora de amar. De Oliver Twist a Jane Eyre, la literatura victoriana y luego la eduardiana escogieron al joven desamparado como emblema y alegoría, hasta el punto de que algunos teóricos de la literatura han definido el XIX como "el siglo del huérfano". De todos los ejemplos, que son muchos, David Copperfield se lleva la palma: además del protagonista, hemos contado con hasta ocho huérfanos más entre su elenco. 

Morir joven era más habitual hace un par de siglos que en la actualidad, pero esta sobrerrepresentación literaria parece demográficamente exagerada. Se podría buscar otra explicación: la industrialización galopante, la nueva cultura urbana, los avances científicos y los conflictos religiosos habían dejado a los súbditos del Imperio desdibujados en la vida moderna, sin los puntos de referencia que en otro tiempo los guiaron, desorientados en un siglo para el que ya no tenían ningún mapa. Decía Charles Péguy, en forma de chiste no del todo desprovisto de razón, que el mundo cambió más entre 1880 y 1914 que desde los tiempos de la Antigua Roma.

Un nuevo huérfano ha llegado en la cartelera: Adam, el protagonista de Desconocidos, tan británico y desconsolado como sus predecesores. Aunque su indigencia no sea material como afectiva: sus padres murieron en un accidente cuando tenía 11 años, sus amigos se han casado, hipotecado y exiliado en las afueras, y él se ha quedado solo, viviendo con la única compañía de sus recuerdos en un Londres contemporáneo, pero tan desangelado como el de Dickens. Igual que sus homólogos del siglo XIX, Adam parece encontrarse en una encrucijada, paralizado por el miedo al VIH que le legó la generación anterior --cuando follar equivalía a morir, como reza un diálogo de la película--, pero también por la cultura del consumo sexual desaforado que han alentado las aplicaciones. Es niño y adulto a la vez, víctima de un desarrollo detenido, preadolescente eterno como lo fue otro huérfano como Peter Pan, en un triple salto mortal interpretativo que borda Andrew Scott, conocido como el hot priest de Fleabag y escandalosamente ausente de las nominaciones a los Oscar que se entregan mañana. 

También es huérfano su vecino, Harry, aunque sus padres no hayan muerto. Tiene 15 años menos que Adam y la suerte de no haber crecido con la misma homofobia en el ambiente: sus padres no le echaron de casa cuando les dijo que era gay, aunque siempre se haya sentido "como un extraño" en su propia familia. Salir del armario no hizo más que evidenciar esa anomalía: terminó con toda ambigüedad respecto a la aberración que él representaba en un espacio donde lo queer brillaba por su ausencia y lo condenó para siempre a una incómoda alteridad. A Adam le aterra la intimidad, mientras que Harry la regala gratis a los desconocidos. Pero los dos experimentan una soledad para la que tal vez no exista remedio; algo parecido a una orfandad radical. Son los Heathcliff y Catherine Earnshaw de este relato, dos huérfanos en una misma novela, obligados a aliarse y a quererse para sobrevivir.

Desconocidos no juzga el libertinaje gay como algo nocivo y lo recoge en varias secuencias, pero también se preocupa de representar la cultura homosexual como otra cosa: como una comunidad de huérfanos que se buscan unos a otros y se cuidan para salir adelante, igual que aquellos niños abandonados que protagonizaban variaciones de la survival literature en el XIX, cuando muchos autores se pusieron a firmar facsímiles de Robinson Crusoe en clave infantil. La película está emparentada con la soledad del esteta gay que desprenden las obras de Christopher Isherwood o Allan Hollinghurst (o, en España, Álvaro Pombo o Rafael Chirbes), pero tambien con la nueva literatura queer, llena de huérfanos literales (Ocean Vuong) o figurados (Édouard Louis) que deben valerse por sí mismos en un mundo cruel. El escritor Abdelá Taia recuerda cómo los jóvenes de su pueblo acudieron al exterior de su casa cuando tenía 11 años, la edad de Adam cuando murieron sus padres, y lo amenazaron a gritos con violarlo. Su familia no hizo nada. "Ahí me di cuenta de que nadie podía protegerme, ni siquiera mis padres", escribió el autor marroquí. Al enfrentarse a la figura espectral de su progenitor, Adam dice algo parecido: "¿Por qué no entraste en mi habitación cuando me escuchabas llorar?".

No ha gustado, sobre todo a voces del colectivo, que la película reduzca la homosexualidad a la identidad trágica, al camino de cruces sin fin, a una cadena perpetua a base de vergüenza y soledad. Es una crítica legítima --y comprensible en un mundo que prefiere las narrativas ascendentes-- , aunque la película insinúe, en realidad, una idea bastante más compleja: que uno hereda, lo quiera o no, los traumas de quienes le han precedido. Esta es, después de todo, una historia de fantasmas. Se echa de menos, en ciertas críticas, una pequeña dosis de empatía hacia los que sí crecieron, para su desgracia con ese sentimiento de monstruosidad. O hacia quienes no tuvieron la suerte de protagonizar una reconciliación tan bella como la que Adam vive con su madre, cuando esta le canta Always On My Mind, en la versión de Pet Shop Boys: "If I Made You Feel Second Best,/ I Am Sorry, I Was Blind".

05 marzo 2024

PD (Marica)_mediometraje


Formidable mediometraje francés dirigido por Olivier Lallart en 2019. Interpretado por Paul Gomerieux y Jacques Lepesqueur. Realizado antes de la pandemia, ha sido premiado en 53 festivales de cine y visionado 5 millones de veces en la red. En francés con subtítulos en inglés. 31 min.

Thomas, un estudiante de 16 años, descubre su atracción por Esteban, otro chico de su instituto. El rumor acerca de su homosexualidad se extiendo rápido y Thomas empieza a sufrir el peso de la mirada ajena.

A self-effacing teenager is outed after he admits to kissing another guy at a party and liking it. You know who else liked it, though? The guy he kissed! However, he's not going to admit that in a hurry. 

16 febrero 2024

Cine español y plurilingüismo


Por Carlos Martín Gaebler

Las películas o series españolas bilingües me devuelven un poco la confianza en este raro y crispado país. La riqueza idiomática de nuestro cine, no siempre apreciada, ya forma parte de la marca España por todo el mundo. Un ejemplo: adentrarse en la excepcional serie “Merlí” y su sequela “Sapere Aude” (Atrévete a saber) nos regala la sensación de vivir y escuchar la Barcelona de nuestro tiempo, moderna, bilingüe y cosmopolita. Una ficción sobre la diversidad humana, escrita, dirigida e interpretada con inteligencia natural, que no artificial.

Todo debió empezar con la elegancia donostiarra de Edurne Ormazabal presentando en tres lenguas el Festival Internacional de San Sebastián/Zinemaldia, hábito que se fue repitiendo después año tras año. Continuó la costumbre multilingüe la espléndida Sardá presentando los Goya desde Barcelona. Y debió ser a partir de entonces cuando empezamos a oír a presentadores y a artistas premiados utilizar las cuatro lenguas españolas para saludar o agradecer los galardones: Boas noites, bona nit, gabon, buenas noches, moltes gracies, eskerrik asko, grazas, muchas gracias. 

Los títulos de películas relevantes de nuestro cine (también los nombres propios) nos permiten aprender, casi sin darnos cuenta, sustantivos, adjetivos, artículos o fonemas de otras lenguas españolas. Así, logramos incorporar a nuestro vocabulario las flores (Loreak), el pan negro (Pa negre), el verano (Estiu 93), la luna y la conjunción “y” en catalán (La teta i la lluna), el hermano y el posesivo masculino catalán (Pau i el seu germà), un gigante (Handia), la luna roja (Lúa vermella), las bestias y el artículo plural femenino gallego (As bestas), la desinencia de plural en vasco (Loreak), o la pronunciación de una consonante seguida de “s” en final de sílaba (Els dies que vindran), del sonido /ks/ al final de palabra (Unax), o el sonido fricativo /sh/ (kaixo, caixa, Xavi), similar al del inglés (she), como lo es también el sonido de la “s” sonora /z/ en catalán (De nens). Y no se rompe España por ello, sino que se vertebra.

Reconforta observar que cada vez son más los españoles que gustan de oír películas o series en otras lenguas, y en su versión original subtitulada, lo que está contribuyendo a ampliar su reducido abanico fonético (el castellano apenas cuenta con 24 fonemas o sonidos) y a mejorar su pronunciación de otros idiomas. 

Como sentenció Javier Calvo en la reciente ceremonia vallisoletana de los Goya: “Amar el cine español es una de las formas más bonitas de amar nuestro país porque habla de nuestra cultura, de nuestra gente, de nuestros problemas y en nuestros idiomas.” Los españoles deberíamos mirarnos en el espejo de nuestros vecinos franceses y entender nuestra industria del cine como un asunto de Estado. Agur a tots. cmg2024

07 febrero 2024

All Of Us Strangers_film


All of Us Strangers (Desconocidos), es sencillamente una brillante e intrincada reflexión sobre el poder del amor, interpretada magistralmente por un Andrew Scott (Black Mirror, Fleabag) y un Paul Mescal (Normal People, Aftersun) en estado de gracia. El británico Andrew Haigh (quien también dirigió las muy notables 45 Years y Lean on Pete, y que ha adaptado esta historia que se mueve en el tiempo y en el espacio a partir de una novela del japonés Taichi Yamada) es uno de los mejores creadores, si no el mejor en mi opinión, de ficciones entre hombres, desde que sorprendió con su primer largo Weekend y su serie LookingEscribe sobre la complejidad de ser gay en nuestro mundo contemporáneo desde una lucidez inusual. Surge química entre Scott y Mescal, quien demuestra ser capaz de interpretar con la misma credibilidad a hombres hetero o a hombres homo enamorados, pero siempre desde la ternura, que es seña de identidad de la nueva masculinidad. Este irlandés es un portento actoral con tan solo 28 años recién cumplidos. Cine de muchos quilates, de mucha autenticidad. Prepárate a gozar de una banda sonora de lujo y de la música atmosférica que envuelve a esta historia londinense de ensoñaciones sobre la condición humana. Un filme, casi, casi tan bueno como Brokeback Mountain, que ya es decir. 

06 febrero 2024

¿Y qué hace ahí esa cruz?

Nada más arribar a Cáceres, el viajero recibe una bofetada en forma de cruz a los caídos erigida en una plaza céntrica, supuestamente a los muertos católicos en la Cruzada contra el estado democrático de 1936. Una cruz de ominoso granito se alza en medio de una glorieta muy transitada, desafiando la vigente Ley de Memoria Democrática, que prohibe cualquier monumento que enaltezca el golpismo y el régimen nacional-católico surgido del golpe de estado franquista. Esa ley fue aprobada por la mayoría del parlamento de la nación y es de obligado cumplimiento en cualquier ciudad o pueblo de España, incluido Cáceres. Si con dicha cruz pretenden homenajear también a los no creyentes, que dieron su vida por la democracia y por las libertades (incluida la de culto), entonces la falta de respeto a su memoria es indecente. En otras ciudades sí existe un monumento a TODAS las personas que dieron su vida por España, pero no es una cruz sino un monolito neutro y aconfesional, como el situado junto a una llama eterna en el Paseo del Prado. Al preguntar a los lugareños por este monumento, obtuve reacciones contrastadas: los varones respondían de forma visceral y furibunda: “cruces así las hay en todos los pueblos, es un símbolo de Cáceres”; sin embargo, cuando les comenté mi desconcierto y estupor a varias mujeres, éstas se mostraron más conciliadoras y comprensivas. Esa cruz rancia y vetusta me parece una puñalada a cualquier español de bien porque atenta contra la reconciliación (contaminó mi visita a la ciudad extremeña), y espero que pronto la retiren o trasladen a otro lugar, como un cementerio católico, por ejemplo, aunque, según me contaron, ningún alcalde se haya atrevido a ello aún. Deberían hacérselo mirar. cmg2024

29 enero 2024

Los placeres de viajar llegada la jubilación: tres trotamundos nos lo cuentan

Las personas entre 65 y 85 años aumentan en interés para la industria turística por su capacidad de romper con la estacionalidad y por su creciente número. Los destinos se adaptan para atraer a esta población que tiene tiempo y dinero.

Por SANDRA NAVARRO y GALO MARTÍN APARICIO

El País Viajero, 28 de enero de 2024

El tren que las iba a llevar del palentino pueblo de Espinosa de Villagonzalo a Santander tuvo que parar en Reinosa por una avería. Era de noche y hacía frío. A pesar de tener móvil, ninguna avisó a sus respectivas familias. Estaban bien, de camino a donde querían ir, y se tenían la una a la otra. Domitila Calvo tiene casi 90 años, y María del Carmen Polo, 71. Que no llamaran abrió los ojos al resto de los familiares cuando nos enteramos del percance. Nos ayudó a entenderlas y a no envejecerlas con nuestras miradas. Para nosotros no había razón para hacer aquel viaje, para ellas era tan necesario como emocionante subirse a aquel tren. Era su manera de decir que se sienten bien y un acto romántico, como lo es El caminante sobre el mar de nubes (1817), un cuadro de Caspar David Friedrich en el que se ve a un hombre de pie en una cumbre rocosa y dando la espalda a quien lo mira. Frente a ese hombre, un precipicio se extiende hacia un horizonte de cimas escarpadas que parecen resistirse a que la niebla las vuelva invisibles. Condición que experimentan socialmente las personas, más las mujeres, a partir de cierta edad.

El envejecimiento de la población es una combinación del incremento de la esperanza media de vida y el descenso de la natalidad. Un problema social y fiscal que requiere de soluciones creativas. Japón, junto a Corea del Sur y Hong Kong, es el país más longevo, su esperanza media de vida supera los 84 años. La de España es de 82. En ese contexto, el segmento de personas entre los 65 y 85 años cada vez genera más interés a la industria del turismo por su capacidad de romper con la estacionalidad a la hora de viajar y por su número. Según las perspectivas de la población mundial de 2019 de la ONU, en 2050, de los 9.700 millones de personas que se estima que haya, 1.552 millones, algo más que la población de China, tendrán más de 65 años. Ahora hay unos 720 millones. Y la Organización Mundial del Turismo calcula que la población mayor de 60 años supondrá más de 2.000 millones de viajes para 2060. Un dato suculento.

La croata Sania Jelic tiene 67 años y desde que se jubiló, después de una trayectoria profesional en el sector turístico, ha realizado un viaje en solitario de cinco meses por Sudamérica y ahora está recorriendo parte de África. Todavía no ha regresado y ya tiene en mente viajar a Asia y a la Polinesia Francesa. A los que no les queda lejos la jubilación, Sania les adelanta: “Con un poco de suerte la mayoría de las personas llegarán a los 65 años en buena forma física y mental. Con la capacidad de disfrutar plenamente de por lo menos 10 años más de vida activa”. Ella es parte de los jubilados muy activos, segmento generacional entre otros dos; el de los mayores de 50 años y hasta los 65, y el de los adultos mayores, a partir de los 80 años, más o menos. Juan Carlos Alcaide, profesor de ESIC Business & Marketing School, explica que las personas como Sania, que gozan de buena salud, disponen de tiempo y tienen poder adquisitivo (pensión, ahorros o a una herencia), buscan vivir nuevas experiencias en destinos naturales, históricos y culturales: “Les gusta la integración con el paisaje y el paisanaje. El aprendizaje y la vivencia en el eje de la actividad hace que el turismo que practican sea mucho más activo que el que hacían antes las personas de su edad”.

A Isabel Martínez Higueras (68 años) la pandemia le coincidió con su jubilación como psicóloga clínica, lo que la obligó a posponer su viaje a Japón. Fue en otoño de 2023, y pasó dos meses en calidad de visitante, que es como ella denomina su perfil en ese país. Isabel asegura que la jubilación es una ventana de oportunidades para redirigirla hacia cosas que le interesan y no requieren una necesidad económica. En una cafetería de Pozuelo (Madrid), vestida con una chaqueta roja de tejido de quimono, cuenta: “Fui a Japón a sentirme yo allí”. Según ella, lo suyo no es un viaje turístico, sino experiencial. Lo hizo sola, aunque conocía y conoció a japoneses durante su estancia. “No voy a sitios en los que no conozco a nadie. Me atrae ir a ver a gente y ver qué surge”. Para conocer gente hace uso de Couchsurfing, una aplicación que sirve para contactar con lugareños que ofrecen su tiempo, compañía y hasta su casa. Para buscar alojamiento recurre a contactos previos y a la plataforma Homestay, una red mundial de hospitalidad y alojamiento en familia.

Las personas a las que llamamos mayores, veteranas o viejas tienen conocimientos y habilidades que no se les presupone no por su edad, sino por ideas preconcebidas por los de 40, 30 y 20 años. Sania cuenta sus viajes en Instagram con fotos, vídeos, reels y directos. Conoció a Isabel a través de esta red, que ella también usó para contar su día a día en Japón. El contenido que crea Sania durante su periplo africano se lo envía a Isabel y ella lo cuelga. Isabel, a diferencia de Sania, dice que no quiere ser modelo de nadie, pero si hay alguien a quien le interesa lo que hace, que mire @japonconcanas: “Comparto vivencias que otras personas no pueden tener, aunque mi objetivo primordial es experimentar, aprender y conectar”. Lo que sí hacen las dos, además de publicar en español e inglés, es viajar ligeras; maleta de cabina con ruedas y mochila.

En solitario o en grupo

Katrin Dams (71 años, @katrindams2) es una belga afincada en Hondarribia para quien hacer una maleta pequeña es su gran trauma. “Siempre llevo demasiadas cosas”, cuenta por teléfono. Los primeros viajes los hacía en vacaciones, cuando aparcaba su trabajo como traductora, monitora de aeróbic y como propietaria del pequeño hotel en el que convirtió su casa al divorciarse. Cumplió los 70, se jubiló y siguió viajando. No le sorprende que sus nietas de 19 años le digan que no es como las abuelas de sus amigas, ni tampoco que sus hijos no sepan ni adónde va ni de dónde viene. En 2023 ha estado en Angola, Congo, Sudán, en el norte de Nigeria, Chad, Mauritania y Senegal. En 2024, de momento, tiene previsto ir a Pakistán y Afganistán. Es consciente de que para viajar como lo hace ella hace falta dinero, también voluntad. Viaja más que Tintín y lo hace sola y a lugares conflictivos, con el apoyo que le brinda la agencia Last Places.

Cuando viaja en grupo, la edad del resto no le importa, lo que no le gusta es hacerlo con parejas. Parejas que cada vez se animan más a viajar en grupo por una cuestión práctica y económica, como Eva Sanz Arévalo (50 años, economista), quien fue a Islandia con su marido. Lo hizo al abrigo de Huna, turoperador del grupo Huakai orientado a personas entre los 40 y 60 años, a las que acompaña una líder de grupo, encargada de coordinarlo, gestionar la logística y ayudar en caso de necesidad. Las personas que han viajado con Katrin, aunque sean más jóvenes, le piden que vuelvan a viajar juntos, su familia le pide que haga lo que hacen las personas normales. A sus nietas, que siempre le dicen el miedo que les da que se vaya, les responde que ya ha vivido su vida, que quiere morirse haciendo lo que quiera en ese momento y mientras pueda, aunque quiere vivir todo lo posible para disfrutar de ellas: “Nuestra vida nos pertenece a nosotras, no a los demás”, concluye Katrin, quien añade que Benidorm no es para ella, todavía. Ella no es parte de esos 30 millones de turistas extranjeros de más de 50 años que visitan España y se gastan de media 1.100 euros por persona.

Mayor oferta

Benidorm, Levante, Canarias y Baleares son la geografía por excelencia de los destinos de los jubilados (en 2019 los séniores aportaron a la industria turística española, según estimaciones del Libro Blanco de la Silver Economy, casi 9.000 millones de euros, el 28% del total), aunque José de Juan Saboya, director general de Silver Economy Group, cuenta: “Cada vez hay más destinos que se esfuerzan por ofrecer una propuesta atractiva para este segmento; adaptando la oferta en destino y trabajando la comunicación y la comercialización. En los últimos años ha ido surgiendo una oferta mayor, comercializada por agencias de viaje especializadas en los turistas séniores, que dan respuesta a las nuevas necesidades y expectativas de este público, que ya no espera lo mismo que hace 10 o 20 años”. Que se lo pregunten a Domitila y a María del Carmen, dos veteranas con ánimo para seguir haciendo escapadas.

28 enero 2024

Hoy 28 de enero celebramos el Día del Bibliobús

Desde hace varios años, el 28 de enero se viene celebrando en nuestro país el Día del Bibliobús. Esta conmemoración es una iniciativa de la Asociación profesional española independiente para la defensa y la difusión de los servicios bibliotecarios móviles (ACLEBIM), junto con la Federación Española de Sociedades de Archivística, Biblioteconomía, Documentación y Museística (FESABID).

El bibliobús, tal y como su nombre indica, es un autobús o furgoneta, en general de grandes dimensiones, reacondicionado como biblioteca pública. Su objetivo es acercar la lectura de libros y revistas, materiales audiovisuales (las baldas de las furgonetas están divididas en público infantil, novelas, biografías, fondo local, cómic, poesía y teatro, además de películas y series), incluso puntos de acceso a internet a zonas rurales o de difícil acceso que no cuentan entre sus instalaciones locales con un edificio permanente de biblioteca pública.

El lema elegido para el Día del Bibliobús es: “Los bibliobuses facilitan la vida de nuestros pueblos”. Este lema destaca la relevancia de las bibliotecas móviles como agentes dinamizadores de la cultura, el conocimiento, la cooperación y la animación a la lectura en las zonas rurales más pequeñas y alejadas de los núcleos urbanos.

Además, este servicio de biblioteca pública, al proveer a los niños y adultos de estas zonas de productos culturales de forma continuada, es un gran aliado en la actual lucha contra la despoblación rural y permite contrarrestar la creciente adicción a las pantallas.


La Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, a través de la Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria, se suma a esta iniciativa un año más para visibilizar, apoyar y destacar la imprescindible labor llevada a cabo por todos los profesionales de los bibliobuses españoles, una actividad que sin duda entronca con la que desarrollaron los maestros y maestras de las Misiones Pedagógicas llevadas a cabo por la República Española para llevar la cultura a las zonas más aisladas del país.

Según los últimos datos extraídos del informe Bibliotecas públicas españolas en cifras, en España circulan un total de 75 bibliobuses que recorren diferentes puntos de la geografía española. (En las fotografías, el bibliobús que recorre los pueblos apartados de Cantabria.)

Los 75 bibliobuses activos en 2019 recorrieron 2.008 municipios, con 3.167 paradas, y dieron servicio a una población de 11.327.019 habitantes, que representan el 24% del total de la población, cifra que pone de manifiesto lo imprescindible de este servicio público.

En el portal de Bibliotecas públicas españolas en cifras se pueden consultar todos los datos detallados por Comunidades Autónomas o Bibliobuses.


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De ruta con el Bibliobús: “Hay gente que viene y te dice que la lectura le ha salvado la vida”

27 enero 2024

Plan B para aficionados a sustancias tóxicas

Por Carlos Martín Gaebler

Tras ver el documental británico sobre la epidemia de sexo químico Chemsex (Filmin), que advierte de una bomba de relojería en ciernes, se me ocurren algunas ideas para gestionar la soledad sin tóxicos, y de modo saludable.

Suelta el móvil de las manos por un rato y coge un libro (de Almudena Grandes o de García Márquez, por ejemplo); siempre se ha dicho que leer enseña a vivir. Métete una buena serie por los ojos (tipo Breaking Bad), o una película en versión original por los oídos (tipo Perfect Days). Hazte unos largos en la piscina, o suda levantando pesas en el gimnasio, y verás qué subidón de endorfinas. Inyéctate a los Rolling Stones o a Prince por vena (son eternos). 

Siéntete libre bañándote en bolas en el mar. Únete a una sesión de senderismo por el monte con la peña. Organiza una quedada en bicicleta con tus colegas (sin dopaje previo). O, si eres una persona de posibles, móntate en unos esquíes y date un chute de adrenalina lanzándote montaña abajo. Inféctate de emociones fuertes. ¿Has probado a cerrar los ojos al despegar o aterrizar en un avión? 

Si eres aficionado al poliamor, cómete a tu chica, o a tu chico, o ambos, de arriba abajo. El sexo lento y sin drogas proporciona placeres indescriptibles. Métete sustancias recreativas por boca que producen un gran placer, no tienen efectos nocivos sobre la salud y no destruyen neuronas irremplazables: chocolate negro, jamón de pata negra, unas gambitas, unos berberechos, un sorbete de limón al cava, una copa de rioja o de champán, y, a vivir, que son dos días. 

Protégete a ti mismo y a tus parejas sexuales; conseguirás no reinfectarte una y otra vez y contribuirás a no saturar el servicio público de salud. PD: Las Autoridades Sanitarias advierten de que EL TABACO MATA. Y el chemsex también. cmg2024

Esta columna fue publicada originalmente en elDiario.es. Puedes leerla aquí.

19 enero 2024

Iconos que un joven (gay) cosmopolita debe conocer

Por Carlos Martín Gaebler
SE LEE EN 9 MINUTOS

El gay contemporáneo, el homosexual salido del armario, vive, le guste o no, en una sociedad globalizada, no sólo en lo económico sino también en lo cultural. Si en nuestra era digital la cultura es un fenómeno internacionalizado, para el hombre gay moderno lo es aún más pues éste se construye a sí mismo sobre la obra o el legado de figuras mundiales cuya contribución a la libertad de las personas gays les ha convertido en iconos que aquél debe conocer. En este hipertexto me propongo presentar al lector personas eminentes y logros artísticos que han moldeado la vida y la cultura occidentales a partir de 1969, el año en el que algunos armarios empezaron a abrirse de par en par.

Empezar por Harvey Milk no es sino hacer justicia al primer cargo público electo en EEUU abiertamente gay. Su valentía para defender la causa de la igualdad de derechos le costó la vida, pues murió asesinado por un homófobo ultra tras ganar el escaño de concejal por San Francisco. Activistas como él inauguraron la lucha política contra las legislaciones homófobas. Su vida fue llevada al cine en la excelente cinta Milk, protagonizada por Sean Penn.
Si Marilyn Monroe se erigió en el símbolo sexual femenino para el hombre hetero de la segunda mitad del siglo XX, el actor Joe D’Allesandro fue sin duda el primer mito erótico occidental para generaciones de gays a partir de los años 70. Su participación en la trilogía fílmica del alternativo Paul Morrissey (Flesh, Trash y Heat) catapultó a este joven italo-americano como el primer chulazo de la historia del cine. Su rubia naturalidad y su generosidad epidérmica ante la cámara (desnudos integrales incluidos) siguen hoy cautivando a todo aquel ávido de contemplar la hermosura viril. Joe era el canon de belleza masculina sin necesidad de musculación, depilaciones ni demás marikonadas, con perdón.

El artista neoyorquino Keith Haring revolucionó el diseño gráfico en la década de los 80. Su obra, pletórica de alegría y colorido, parecía ilustrar aquel mantra del “Gay Is Good,” y su estilo particular creó escuela por doquier. Fue un creador comprometido con la denuncia de las injusticias sociales desde el apartheid hasta la homofobia, y sus grafismos, copiados hasta el infinito, forman hoy parte del imaginario de la sociedad globalizada.

En Europa la obra de los franceses Pierre et Gilles representa la apoteosis del kitsch como objeto estético y jovial.  Como resulta patente en su célebre retrato pacifista “Un monde parfait,” contribuyeron a crear un mundo idealizado pero posible, al menos en la imaginación del espectador. Sus barrocas fotografías retocadas son una de las más importantes aportaciones a la cultura popular de nuestro tiempo. Por otro lado, la obra fotográfica del norteamericano Robert Mapplethorpe ha sido fuente de inspiración para generaciones de artistas plásticos. Sus retratos, desnudos y bodegones son una celebración de la vida en blanco y negro y forman parte del acervo cultural del siglo XX. Mapplethorpe fue el pionero en retratar al hombre negro en todo su esplendor, más allá de rancias controversias moralizantes. Su legado hedonista pertenece por derecho propio al imaginario contemporáneo.

En la que podríamos denominar prehistoria gay hay que situar al brillante científico británico Alan Turing, el matemático e informático homosexual que durante la Segunda Guerra Mundial fue capaz de descifrar los códigos secretos de la aviación nazi, salvando así miles de vidas humanas. Imaginó la inteligencia artificial y creó una máquina precursora de los ordenadores actuales. Más tarde fue condenado a la exclusión social y denostado públicamente por su condición sexual. Las autoridades de su tiempo le aplicaron un “tratamiento” profundamente agresivo para “curar” su homosexualidad que acabó provocándole la muerte.

Beautiful Thing es la película que todos hubiéramos deseado y necesitado ver cuando éramos unos adolescentes invadidos por dudas y temores. Esta cinta británica de 1996 es hoy de obligado visionado para jóvenes en formación, pues ilustra el logro de la visibilidad pública y la belleza de la valentía gay. Otra historia de amor imprescindible es la magistralmente narrada por Ang Lee en Brokeback Mountain (2006): los vaqueros Jack Twist y Ennis del Mar son ya iconos del cine universal. Probablemente la mejor historia de amor entre hombres jamás filmada, Brokeback Mountain ayudó a cambiar la vida de muchos hombres armarizados en todo el mundo. La excelente película británica God's Own Country (2017), deudora de la anterior, ofrece un novedosa reflexión sobre la nueva masculinidad basada en la empatía, la ternura y la inteligencia emocional, en un historia situada medio siglo después de la ambientada en la America profunda de 1963.

La cultura pop arranca con la música electrónica de club que los británicos Pet Shop Boys empezaron a tocar allá por los años 80, cuando su primer éxito, West End Girls, les catapultó al estrellato. Con el tiempo, y con su casi himno gay Go West, el dúo formado por Chris Lowe y Neil Tennant, se han convertido en uno de los iconos musicales de la sociedad global, igual que le ocurrió al cantante George Michael, el blanco que bailaba como los negros, convertido en luchador institucional contra la homofobia en el Tercer Mundo. Sus vídeos hedonistas y rompedores contribuyeron a engrosar la imaginería visual de la cultura pop internacional.

Finalmente, debo mencionar dos novelas imprescindibles en el imaginario homosexual: The Swimming Pool Library, del escritor británico Allan Hollinghurst, y The Lost Language of Cranes, del novelista norteamericano David Leavitt, quizás dos de los textos mejor narrados y más cautivadores que ha producido la literatura occidental de temática gay. Incluso traducidos, son dos títulos para disfrutar de la lectura en estos aciagos tiempos de prisas y gratificación inmediata. Los amantes de la belleza más intimista deben leer los sublimes Sonetos del amor oscuro, de Federico García Lorca, cumbre de la poesía homoerótica en lengua española.

Y como guindas deportivas sobre el pastel, deseo mencionar a varios deportistas que hoy en día son un referente de tesón y lucha para los jóvenes de todo el mundo: el saltador Greg Louganis, el deportista gay más laureado de la historia olímpica, y la tenista Martina Navratilova, la más grande de todos los tiempos, ganadora de 18 títulos (individuales y mixtos) en Wimbledon. Ambos tuvieron que luchar denodadamente contra la homofobia y el machismo enquistados en el deporte de alta competición y en al actualidad son un modelo a seguir por muchos y muchas atletas gays y lesbianas en su esfuerzo por visibilizarse y salir del armario. Ellos abrieron la puerta para que grandes deportistas contemporáneos dieran la cara transmitiendo valores como el respeto por la diversidad y facilitar así la visibilidad de deportistas gays, como hicieron el waterpolista español Víctor Gutiérrez o el saltador británico Tom Daley (saliendo del armario mediante un vídeo en YouTube).

La contemporaneidad nos ofrece compañías de danza tan innovadoras como la neoyorquina Madboots Dance, una compañía de hombres que celebran la identidad masculina en todos sus bailes. Fragmentos de sus hermosísimas piezas de danza contemporánea se pueden visionar en su sitio web. Puro gozo.

The Boys in the Band (Los chicos de la banda), la obra teatral de Mart Crowley y la posterior película de William Friedkin, es una obra seminal dentro de la ficción sobre la homosexualidad, pues plantea una catarsis colectiva, al estilo de la tragedia griega, que pone al espectador frente a distintos prototipos humanos que pululan por la sociedad homosexual: el católico atormentado por la culpa, el judío cínico, el afeminado ingenioso, el gay normal, el negro gay, el chulazo ignorante, la pareja de amantes en crisis, y el homosexual reprimido que se cree heterosexual. La pieza teatral de 1968 se estrenó tan solo meses antes del estallido de Stonewall, que inauguró el movimiento de liberación de gays y lesbianas en junio de 1969, y medio siglo después mantiene toda su vigencia. The Boys in the Band es una ficción para ser apreciada especialmente por personas leídas y cultas, capaces de mantener la atención durante dos horas sin sucumbir a distracciones tecnológicas. Verla es redescubrir un clásico del cine y del teatro norteamericanos del pasado siglo.

Man in an Orange Shirt (El hombre de la camisa naranja) es una de las ficciones más elegantes y hermosas que he visto jamás en una pantalla. Escrita por el novelista británico Patrick Gale, narra (en sendos episodios de una hora producidos por la BBC) dos historias de amor entre hombres en dos tiempos, que permanecerán en la memoria imaginaria del espectador de por vida. Disponible en Filmin. 
Es imprescindible ver la película de 2015 Stonewall, que narra, a través de un joven forzado al sexilio, los acontecimientos que desembocaron en la histórica revuelta en el Greenwich Village neoyorquino el 28 de junio de 1969, cuando un grupo de homosexuales se cansaron de sufrir las constantes humillaciones y redadas de la policía y devolvieron el golpe, dando origen al movimiento de liberación gay. 

La miniserie norteamericana FELLOW TRAVELERS (Compañeros de viaje), narra de forma minuciosa y sobrecogedora la persecución de homosexuales y comunistas instigada por el funesto senador McCarthy, quien promovió una caza de brujas institucionalizada durante los años 50 en EEUU. Contemplamos un friso de la política norteamericana, y en concreto de este periodo negro de su historia, precursor, sin duda, del neofascismo actual de medio país, y por la historia de gays y lesbianas desde 1952 hasta 1986. A lo largo de más de tres décadas, la serie navega entre amoríos clandestinos, Vietnam, los Kennedy, el catolicismo, la hipocresía sexual, el periodismo de investigación, los derechos civiles recién conquistados, el asesinato de Harvey Milk, el hedonismo de la cultura disco setentera, Fire Island, y la crisis del sida. Enormemente instructiva para las jóvenes generaciones. CMG