Por CARLOS MARTÍN GAEBLER
Una de las prácticas más nefastas de la dictadura franquista era el doblaje de películas extranjeras, lo que ayudaba a censurar convenientemente cualquier diálogo considerado incorrecto por el régimen nacionalcatólico. La consecuencia de este hábito inculto produjo un empobrecimiento idiomático progresivo en los españoles, circunstancia que tristemente hemos arrastrado hasta la actualidad. Y así, mientras nuestros vecinos portugueses se manejan con soltura en inglés o en francés, los españoles que pretenden hablar un idioma distinto al suyo materno se han de enfrentar a una desventaja de partida: no tienen hecho el oído a escuchar lenguas extranjeras porque ni las televisiones ni la mayoría de los cines respetan la versión original de las películas de ficción. Sólo en los últimos años se ha extendido la buena costumbre de ver y escuchar películas en VO (subtituladas en español) en diversas ciudades españolas, privilegio hace no mucho únicamente de Madrid y Barcelona. Una generación de cinéfilos reclama su derecho a disfrutar del cine como un acto de cultura humanista.
Pero hay más consideraciones que hacer. Escuchar una película doblada es equiparable a escuchar una sinfonía de Beethoven interpretada por una orquesta de música ligera, o leer un poema de Lorca traducido a otro idioma. La voz humana es una riqueza en sí misma; suplantarla es como dejar que el espectador simplemente vea el filme pero no lo oiga como fue originalmente creado. Este flagrante atentado contra la obra artística priva al espectador del placer de la palabra dicha, de la interpretación completa (acto + texto) de los actores y actrices del celuloide y ahora del soporte digital. Gozar con las voces de otros nos enriquece como personas. Si bello es escuchar recitar un poema con duende, igualmente gozoso es oír la cadencia de una escena cinematográfica emotiva. Y a mi memoria vienen las voces llenas de matices y de empaque de Joan Crawford, Marlon Brando, Gerard Depardieu, Marcello Mastroianni, Emma Thompson, Juliette Binoche, Javier Bardem o Paco Rabal, por citar sólo a algunos.
Hoy en día, la técnica del subtitulado simultáneo permite seguir los diálogos de cualquier película sin demasiado menoscabo de la experiencia fílmica. El espectador poco habituado a leer mientras ve tardará poco en poder simultanear ambos actos; y, casi sin darse cuenta, empezará a disfrutar de la autenticidad de las voces originales, que, no olvidemos, representan el 50% de toda película hablada. Una vez despertado el gusanillo, se preguntará cómo pudo alguna vez escuchar películas dobladas. ¡Pasen y oigan la voz humana original!
Postdata para españoles nacionalistas: Escuchar películas españolas que han sido rodadas en catalán, vasco o gallego dobladas al castellano denota incultura, genera desafección y alimenta, lógicamente, el sentimiento secesionista. Es un hábito torpe que no respeta la riqueza idiomática de un país con cuatro lenguas vivas que son patrimonio de todos. Negarse a oír estas películas españolas en su lengua vernácula, con subtítulos en castellano, revela pobreza cultural y estrechez mental. Es como pegarse un tiro en el pie. cmg2005
Postdata para españoles nacionalistas: Escuchar películas españolas que han sido rodadas en catalán, vasco o gallego dobladas al castellano denota incultura, genera desafección y alimenta, lógicamente, el sentimiento secesionista. Es un hábito torpe que no respeta la riqueza idiomática de un país con cuatro lenguas vivas que son patrimonio de todos. Negarse a oír estas películas españolas en su lengua vernácula, con subtítulos en castellano, revela pobreza cultural y estrechez mental. Es como pegarse un tiro en el pie. cmg2005
4 comentarios:
Hace unos días los medios decían que España suspende en inglés. Y cómo no, si no hay manera de practicarlo. Todas las películas están dobladas, excepto en algún cine de las grandes ciudades, que las proyectan en versión original. Pero lo que más me impacta es que a veces ni los mismos periodistas pronuncian bien cuando dicen alguna palabra en ese idioma. Si queremos avanzar, nos tendremos que poner las pilas con el inglés.
En una Eurocopa, Portugal eliminó a Inglaterra en Lisboa. La BBC entrevistó a la salida del estadio a decenas de jóvenes portugueses. Todos hablaban inglés. El milagro económico irlandés se debe en gran parte a la llave del inglés. Nos reímos del esfuerzo de Aznar en hablarlo, pero el camino hacia el futuro es a través de esa lengua.
España es una comunidad afortunada. En un mismo territorio conviven cuatro lenguas. 500 millones de personas hablan castellano. Esa riqueza no se ha visto reforzada con el aprendizaje masivo del inglés.
Cometemos el error de ver el cine doblado, empezar a estudiarlo a edad muy avanzada y creer que sin esa lengua se puede competir o entablar relaciones políticas o económicas. Es una herramienta básica en la red, para crecer culturalmente.
Potenciemos nuestras lenguas, pero garanticemos el aprendizaje de este idioma universal a las nuevas generaciones.
Es tan agradable ver en los cines que ofrecen películas en VO la promiscuidad con la que nació este séptimo arte. Espectadores que acuden, sin prescindir de la masticación de palomitas, a ver películas de éxito para oír las voces inimitables de las estrellas que adoran, y a pocos metros, llevados por otro tipo de cinefilia, quienes buscan descubrir nuevos nombres y geografías fílmicas, leyendo antes de entrar las hojas de información sobre cada película estrenada, regalo generoso que en ningún otro país se practica.
Según el EF English Proficiency English (EPI) de 2023, España ocupa el puesto 35 de 113 países y regiones repartidas por todo el mundo. Una posición que se corresponde con una competencia lingüística intermedia que, sin embargo, resulta engañosa, ya que la mayoría de naciones europeas se sitúan por delante de España: en Europa, nos quedamos en el puesto 25 entre 34 de un ranking que lideran Países Bajos, Singapur, Austria, Dinamarca y Noruega. De los primeros 10 países, ocho son europeos, y Portugal, sin ir más lejos, lleva años cómodamente asentado en el Top Ten (octavo puesto en 2023). La pregunta, inevitable, es: ¿por qué tanta diferencia con nuestros vecinos ibéricos?
Los motivos son variados y están, en gran medida, relacionados con nuestras costumbres: desde un sistema educativo que tradicionalmente ha priorizado la gramática sobre la práctica oral y auditiva, a la prevalencia del doblaje en los medios audiovisuales. “Esto es mucho más importante de lo que se pueda pensar... La industria de doblaje española es la más fuerte del mundo, pero lo es porque hemos normalizado que las películas en España se oigan en español traducido. Cambia mucho que un niño vea u oiga las películas en español respecto a no verlas. Y si en el cine lo ve/oye en español, en casa también quiere hacerlo”, reflexiona Xavier Martí, director de EF Education First en España. La solución, apunta, pasa por echarle valentía y, por ejemplo, “no doblar más películas de un día para otro. Así, radicalmente, para que la gente se acostumbre a ver/oír películas, series y dibujos animados en inglés”. En Portugal, las películas se muestran en versión original subtitulada.
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