27 junio 2016

Desintoxicación Digital / Digital Detox

Aparque su móvil y recójalo al salir

Un campamento de verano para adultos, con actividades, talleres, baile… y sin ningún dispositivo a mano. Cada vez surgen más propuestas para desintoxicarnos de lo digital. Al menos por un rato.

Por EVA CATALÁN

Nada más llegar a Camp Grounded (algo así como Campamento para castigados), un conjunto de cabañas en el bosque de Mendocino, a 250 kilómetros al norte de San Francisco, un puesto de desintoxicación tecnológica recibe a los visitantes. Allí, dos personas vestidas con un mono blanco "confiscan" móviles y dispositivos varios. Desprovistos de aparatos electrónicos, sin poder decir su nombre real o hablar de sus profesiones, los campistas se encuentran con una increíble variedad de actividades analógicas con las que pasar los cuatro días de estancia, por los que han pagado 600 dólares. Talleres de origami, tiro con arco, fabricación de velas, bordado, lecciones de hip-hop o baile de salón, cuerda floja, ukelele… Camp Grounded es una especie de paraíso hippy en el que olvidarse del continuo ruido de las redes sociales, los correos electrónicos y los mensajes instantáneos, donde desconectarse para reconectar, como reza su lema. O una pesadilla para los aquejados de mapa, individuos con miedo a perderse algo en las redes (FOMO en inglés, Fear Of Missing Out). 

 
Zona libre de dispositivos

"La idea no es sólo dejar la tecnología por unos días, sino aprender a estar en el momento. No puedes usar el móvil para rellenar un silencio incómodo, o hablar de tu trabajo, o dar tu nombre, porque no queremos que el campamento se use para relacionarse o trabajar en la red. Tampoco se puede beber alcohol ni consumir drogas," explica Kelsey Freeman, de Digital Detox, la organización que pone estos campamentos en marcha. "Puedes estar hablando con el presidente de una compañía, o con un artista… y no lo sabes. Puedes ser tú mismo, sin muletas de ningún tipo."

Mark Koberg, productor televisivo de Los Angeles en la treintena, descubrió su dependencia de esas muletas hace siete años. Atravesaba un momento tan intenso en su trabajo que perdió la vista en un ojo. Para rebajar el estrés, acudió a un retiro de meditación que exigía prescindir de todo dispositivo. "Me ayudó a percibir ese impulso, totalmente involuntario, de mirar a mi pantalla, a reflexionar sobre por qué lo hacía y por qué me sentía tan mal sin poder hacerlo. La mayoría de la gente no es consciente de lo que nos hace la tecnología hasta que no se da cuenta de cómo la echa de menos." Gracias a la meditación, Mark se recuperó del ojo. Hoy da clases de Medios Digitales en la Universidad del Sur de California, y a sus alumnos les propone todos los años un "ayuno" de dispositivos de cinco horas. "Muchos no son capaces de cumplir el plazo," asegura.

"Yo ya había hecho mi propio proceso de desintoxicación, eliminando todas las aplicaciones de redes sociales por un tiempo," explica Katie Scoggins, terapeuta de San Diego de 25 años. Acudió a Camp Grounded con ganas de unas vacaciones divertidas y se encontró con "la experiencia curativa más intensa de mi vida." Lo de no poder usar el móvil fue lo de menos. "Había tanta actividades y gente por conocer que casi ni me acordé del teléfono." Solo en un par de ocasiones sintió el impulso de buscar algo en Google. "estamos tan acostumbrados a tenerlo en la palma de la mano que es realmente extraño tener que acortarte de algo por ti mismo," coincide Christopher Williamson, un profesor de informática de 46 años que participó en Camp Grounded el otoño pasado. "Como no hay relojes ni horarios, a veces es complicado organizarte", explica. Aunque no se considera adicto ("soy una de esas personas que tarda un día en contestar un mensaje de texto"), le apetecía estar rodeado de personas que estuvieran totalmente presentes. "No soporto la gente que es incapaz de tener una conversación sin mirar el móvil. Tengo una hija de 15 años y a veces es muy frustrante competir con el aparato por su atención."
Tanto ha aumentado la demanda de desconexión, de una vida más lenta, y tan difícil es poder hacerlo durante el día a día, que cada vez más, nuestros destinos vacacionales usan como reclamo no tener cobertura. Existen buscadores específicos de lugares sin internet, como digitaldetoxholidays.com. La oferta es amplia: desde aventuras en velero por la costa de Maine hasta cabañas en el desierto de Arizona, desde establecimientos de cuidada arquitectura y oferta gastronómica hasta refugios más rústicos y espirituales.

La compañía Digital Detox, que que empezó con grupos de 10 personas, organiza ya campamentos en cuatro estados norteamericanos, California, Tejas, Carolina del Norte y Nueva York, que reúnen a unos 300 participantes de media. Mark está a punto de marcharse a uno de ellos; todos los años dedica unos días a desintoxicarse. Christopher piensa repetir. Ninguno pretende deshacerse definitivamente de sus teléfonos, pero estas curas intermitentes les ayudan a llevarse mejor con ellos. "Realmente te animan a ser más humano", reflexiona Katie, que ya va por su tercer campamento. Desconectarse para reconectar: la gran paradoja de nuestro tiempo.
El País Tentaciones, nº 14, julio 2016
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16 junio 2016

Peligro: Homofobia

El atentado de Orlando es la expresión de un odio al que muchos contribuyen

El terrible asesinato de 49 personas en un club gay en Orlando (Estados Unidos) ha puesto de manifiesto hasta qué punto el colectivo homosexual se encuentra amenazado incluso en sociedades que se consideran avanzadas en materia de libertades y derechos civiles. Aunque en los últimos años se han producido progresos importantes, con el reconocimiento del matrimonio homosexual en varios países y la aprobación de leyes que castigan las conductas discriminatorias, el colectivo formado por gais, lesbianas, transexuales y bisexuales vive todavía en muchos lugares bajo la amenaza de la homofobia, que lejos de retroceder cobra ahora nuevos bríos con el impulso del radicalismo islamista.

Cualquiera que fuera la motivación íntima que llevó a Omar Mateen a disparar, no hay ninguna duda de que la salvaje matanza, reivindicada por el Estado Islámico, forma parte de la batalla que el islamismo radical mantiene por imponer su retrógrada visión del mundo. Esta manifestación extrema de odio y homofobia forma parte de una realidad en la que aún hay 74 países en el mundo que castigan las relaciones homosexuales con penas de prisión y 13 con la pena de muerte por imposición de la sharía o ley islámica.

El Estado Islámico se ha mostrado especialmente cruel y ha convertido la homofobia en arma propagandística. Pero conviene no olvidar la responsabilidad que en este estado de cosas tiene un país como Arabia Saudí, con el que Occidente mantiene excelentes relaciones, como financiador y difusor de la corriente más rigorista del islam que promueve este tipo de persecuciones. Hay también otros países, como Rusia, en los que no se llega a ese extremo, pero donde los homosexuales viven aterrorizados bajo un régimen de desprecio y rechazo alentado por las propias instituciones. El conjunto dibuja un panorama desolador.

Tampoco las sociedades occidentales avanzadas están libres de culpa. En ellas aparecen comportamientos y mensajes que alimentan la homofobia y contribuyen a expandirla como una conducta normalizada y hasta legítima. Cuando el Vaticano, a pesar del discurso aperturista del Papa, rechaza al embajador que había propuesto Francia por ser homosexual, contribuye a la homofobia. Y también lo hace el Gobierno de François Hollande cuando acepta este veto sin oponer resistencia. El cardenal Cañizares es libre de defender cuanto quiera a la familia tradicional católica, pero cuando culpa del asedio que en su opinión sufre a “la acción del imperio gay”, está alimentando sentimientos homofóbicos. Este tipo de manifestaciones forma el sustrato que más tarde se manifiesta en forma de agresiones a homosexuales como las que se han vivido recientemente en Madrid.

No es cuestión de tradiciones culturales o mentalidades retrógradas. Tampoco de tolerancia: se tolera lo que no se acaba de aceptar. Es cuestión de derechos individuales. Si un ciudadano se siente perseguido, no puede decirse que sea libre. Algunos parlamentos autonómicos han aprobado leyes de diferente alcance contra la homofobia. Sería bueno que el próximo Gobierno promoviera una legislación estatal que proteja a este colectivo.
El País, jueves 16 de junio de 2016
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05 junio 2016

La publicidad española, en español.

La RAE alerta sobre la rendición de la publicidad en España a los anglicismos con una magnífica campaña




La experiencia es un grado. Y eso todo el mundo lo sabe. Por eso la campaña que ha lanzado la Real Academia Española de la Lengua en colaboración con la Academia de la Publicidad debería calar muy hondo. Por varias razones: porque, como bien bien recuerda en el vídeo, la RAE, no es una start-up y tiene más de 3 siglos de experiencia, y de grados; porque el argumentario de la campaña, que sostiene la tesis de que el uso del inglés en la publicidad esta ahogando al español, es sólido como las aspas de un molino de Catilla-La Mancha; y sobre todo porque el español no tiene nada que envidiarle al inglés.


Eco-friendly, light o cleaning power. Son solo algunos de los anglicismos más utilizados en la publicidad como reclamo para los consumidores. La RAE y la Academia de la Publicidad se han propuesto luchar contra su uso excesivo mediante un anuncio propio, que evidencia la profusión del léxico procedente del inglés en los anuncios publicitarios. Un coche con direct-assist no se desliza mejor que uno con dirección asistida. Entregar un report en el trabajo no es más productivo que entregar un informe. O una crema anti-age no rejuvenece más que una antiedad. Bueno, quizás en este caso tanto uno como otro no cumplen su enunciado a rajatabla. Una lavadora con detergente new formula no lavará mejor que uno con nueva fórmula. Pero sobre todo, unas gafas de sol blind effect, por muy bonito y elegante que suene el apodo, no sirven para nada. Sí, la permeabilidad de las lenguas siempre ha existido de forma natural en cualquier idioma, pero hace falta darse cuenta de que el español es nuestro patrimonio y nuestra lengua materna. Y “lengua madre no hay más que una”.
PD: Y a una tableta no hay que llamarla table.