29 marzo 2008

Fernando Savater sobre religión y democracia

Un reportaje de SANTIAGO BELAUSTEGUIGOITIA
El País Andalucía, 29/03/2008

"El laicismo no es antirreligioso". Las palabras del escritor y filósofo Fernando Savater (San Sebastián, 1947) resonaron ayer ante un público que abarrotaba un aula de la Universidad de Sevilla. El autor de La infancia recuperada habló sobre Religión y laicismo en la democracia actual ante cerca de 200 personas. No todas pudieron sentarse en los bancos del aula. Decenas de ellas se quedaron de pie o se sentaron en el suelo. 
"Hoy, el laicismo no sólo consiste en mantener la separación entre la Iglesia y el Estado. Quien niega el laicismo niega la libertad de conciencia", comentó Savater. "Es verdad que la sociedad en la que vivimos no tiene más fundamento que la voluntad de los seres humanos. De ahí viene la importancia de una educación que fomente los caracteres capaces de razonar, de hacer demandas inteligibles socialmente fundadas y de comprender las demandas de los demás. Sin eso no sale la democracia", explicó el autor de Ética para Amador.
"La educación pública tiene que ser laica a todos los niveles. Dentro de una educación pública laica sólo se pueden transmitir conocimientos científicos y principios constitucionales", resumió el pensador. Savater defendió la educación como pilar esencial de las democracias. "Una democracia tiene que ser educativa", recalcó.
Savater remontó el concepto de separación entre la Iglesia y el Estado a las propias raíces del cristianismo. "Hace unos años, con motivo de la frustrada Constitución europea, se planteó si se debía hacer una mención específica a las raíces cristianas de Europa en esa Constitución. Parecía que era una pretensión que podría ser inmanejable y engañosa. Yo veía algo tramposo en ella porque, precisamente, lo que aporta el cristianismo es una separación entre el Estado y la religión entendida como legitimación del poder, las instituciones y el emperador. Ello convierte a la religión en algo que está al margen del Estado", detalló el escritor donostiarra.
"La verdadera raíz cristiana es la separación de la Iglesia y el Estado. La aportación del cristianismo es la separación entre el Estado y la religión. Las raíces cristianas de Europa son el laicismo. Eso es lo que no existe en el mundo musulmán, donde no ha existido nunca una separación entre el Estado y la religión", agregó Savater. El filósofo recordó, además, que "la expresión más sencilla y comprensible del laicismo está en el Evangelio: 'Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
Savater hizo un repaso histórico del rechazo de la Iglesia católica a la democracia y la libertad de conciencia a lo largo de los siglos XVIII, XIX y parte del XX. El Concilio Vaticano rompió con esta tendencia. "A partir del Concilio Vaticano se acepta la libertad de conciencia como parte de la libertad humana", señaló Savater. "Como decía Voltaire en una de sus cartas, 'Cada inglés va al cielo o al infierno por el camino que prefiera. Ésa es la libertad de conciencia", añadió el escritor.
Savater hizo un elogio de la libertad de conciencia y de sus consecuencias. Esa libertad supone, a su juicio, que "se respeten todas las posturas sabiendo que eso implica que a uno le molesten muchas de las cosas que oye y muchas de las conductas que ve". "El verdadero laicismo es el reconocimiento de esta situación y que todos nos acostumbremos a que tenemos que convivir con aspectos ideológicos que no nos agradan", afirmó el filósofo.
Savater, que defendió la asignatura de Educación para la Ciudadanía, hizo hincapié en que las expresiones públicas de la religión "tienen que ser a título privado y no se pueden convertir en obligatorias para todo el mundo". Sobre la obligatoriedad de la religión en el ámbito privado de las personas contó una anécdota pavorosa. El protagonista de esta historia fue Casanova, el aventurero y escritor italiano del siglo XVIII. Cuenta Casanova en sus memorias que cuando llegó a Madrid, sintió un primer motivo de asombro al ver que en la habitación de su pensión no había pestillo. La posadera le explicó que el pestillo estaba en la parte exterior de la puerta. Y le dijo que cerraban la puerta por fuera por si venían los sabuesos de la Inquisición a comprobar con quién dormía cada huésped. "Esto ha existido hasta ahora. En Europa ha habido integrismo hasta hace poco. No es algo que les pase exclusivamente a los islámicos", recordó Savater.
El filósofo insistió en su defensa de la libertad de conciencia. "La religión o la irreligión es un derecho de cada cual. Lo malo es que para el verdadero creyente la religión no es un derecho, sino un deber para él y para los demás", concluyó el pensador.

10 marzo 2008

Fascismo

MANUEL VICENT
EL País, 09/03/2008

Con una pistola de mierda y cinco balas, la mínima inversión posible, si se descarta la negra hiel, un terrorista de ETA ha irrumpido en el proceso electoral una vez más en el momento preciso y ha erigido a la muerte en protagonista de la política en medio de la fiesta de la democracia. Cinco tiros de un fanático han sido suficientes para que todas las cámaras y micrófonos dieran la espalda al fervor de los mítines, a las banderas de los partidos, a las promesas de sus líderes y se fueran en busca de un cadáver ensangrentado en medio de la calle. Se dice que matar así es muy fácil. No lo creo. Disparar a traición, contra un hombre confiado y desprotegido es, sin duda, una villanía, que no comporta riesgo alguno, pero no todo es tan sencillo. Detrás de este crimen hay un idealismo ya podrido pero largamente alimentado, que asume la violencia como una parte de la gloria. Se necesita mucha dedicación para fabricar a un fanático de este tipo: además de hacerle creer que aprieta el gatillo en nombre de todo un pueblo hay que elegirlo con el cerebro cerrado para que no discierna su futuro carcelario a tres metros de su ceño y con el estómago preparado para que no vomite después de matar a un inocente. No es tan fácil encontrar a un iluminado que se sienta dueño de la vida y de la muerte. Ante el terrorismo todas las palabras están ya gastadas. El terror tiene una connotación telúrica, pseudo religiosa. En cambio, el miedo es un sentimiento muy humano, pero más paralizante y pestífero. Ante el terror se impone la huida. Frente al miedo solo cabe ser un héroe para vencerlo. Quienes no vivimos en el País Vasco lo tenemos muy fácil. Votar masivamente debería ser la respuesta natural contra el desafío de las pistolas. En cambio, si la ETA ha dado orden explícita de no votar, hay que ponerse en la piel de la gente corriente de los pueblos de Euskadi, donde todo el mundo se conoce, para admirar el heroísmo de los que hoy, sintiéndose vigilados desde las esquinas, crucen las calles, lleguen al pie de la urna, elijan libremente la papeleta y voten en secreto sin mirar a los lados. El miedo es la peste moderna. En ella arraiga siempre el fascismo. El miedo es el único enemigo en el País Vasco.

08 marzo 2008

Ciudadanos

Por LUIS GARCÍA MONTERO

Parece que los seres humanos descienden del mono. Es verdad que la ciencia lleva muchos años afirmándolo, pero también es muy posible que un ponente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía me replique que tal vez fue Dios quien creó al hombre con un poco de barro y que después le quitó una costilla para crear a la mujer. Parece que los seres humanos se encargan ellos mismos de reproducirse a través de la cópula sexual, aunque tal vez un ponente del Tribunal Superior de Andalucía sentencie que es posible quedarse embarazada sin mantener relaciones sexuales, como ocurrió hace ya más de 2000 años en esa extraña familia que escogió Dios para hacerse hombre. Vete a saber, yo no niego nada por disparatado que parezca, respeto el derecho de cada uno a creer lo que quiera, incluso que tres personas distintas forman un solo Dios verdadero, y que Dios es a la vez padre, niño y paloma. Que cada uno piense en su casa lo que le dé la gana, faltaría más. En mi casa voy siempre junto a la pared izquierda del pasillo y enciendo o apago la luz cuando me apetece. Soy del Granada Club de Fútbol y del Real Madrid, me gustan Quique González e Ismael Serrano, y disfruto comiendo huevos fritos con patatas. Cuando salgo a la calle, sin embargo, debo reprimirme para no atropellar a nadie. No rompo las bombillas del alumbrado público, saludo a los partidarios del Granada 74 y del Barcelona, y no me empeño en que se cierren las hamburgueserías de la ciudad. Conduzco por la derecha y me paro en los semáforos. Organizar una sociedad es un asunto complicado, porque los individuos necesitan salir de sus casas y relacionarse entre sí.

Por eso se inventó la figura del ciudadano. Cada ser humano que desciende del mono borra las curiosidades de su propia identidad y se convierte en un personaje abstracto, igual en derechos y deberes al resto de los individuos. La operación no siempre es fácil, confieso que a mí, por ejemplo, me cuesta trabajo borrar mi identidad hasta el punto de respetar a los partidarios del Fútbol Club Barcelona y de la Conferencia Episcopal. A otros les cuesta mucho trabajo borrar un poco sus condición de trabajadores explotados, homosexuales humillados o mujeres ninguneadas por el machismo. Pero todos hacemos un esfuerzo para convivir y mejorar. A la hora de defender la objeción de conciencia, se trata de saber hasta dónde puedo llegar yo y hasta dónde puede llegar la sociedad cuando se defienden y se borran identidades en la elaboración de ese personaje abstracto que se llama ciudadano, y que no desciende del mono sino de la política. No está creado para comer, reproducirse y morir, sino para convivir con los demás. La cuestión no siempre resulta sencilla, no conviene echar las campanas al vuelo a la hora de criticar las objeciones de conciencia. ¿Qué sería de mí si un día el partido en el gobierno decretase la afiliación obligatoria al Barcelona? Pero sí podemos aspirar a definir con claridad un campo de juego, y merece la pena poner en claro algunas cosas. En primer lugar, los espacios públicos deben ser neutros para que todo el mundo quepa en ellos. En segundo lugar, una Constitución no es un libro sagrado, sino un texto cívico, por lo que no conviene que los credos particulares se adueñen de ella a su antojo con interpretaciones sesgadas. En tercer lugar, los profesores públicos y los jueces deben respetar las leyes aprobadas por gobiernos democráticos siempre que no atenten contra la dignidad humana. En cuarto lugar, una asignatura de educación para la ciudadanía no atenta contra la dignidad humana cuando enseña que todos los ciudadanos merecen respeto, sea cual sea su condición sexual, económica, religiosa, política o racial. En quinto lugar, una sociedad no puede permitirse que su Tribunal Superior de Justicia caiga en manos de una organización religiosa parademocrática. 
El País Andalucía, 08/03/2008