22 julio 2025

El Festival de Eurovisión como espacio de homosocialización

Por CARLOS MARTÍN GAEBLER

Muchos se preguntan/nos preguntamos dónde reside la fascinación que el Festival de Eurovisión ejerce sobre una gran mayoría del colectivo LGTB, un fenómeno cultural a debate, especialmente en la sociedad gay, sobre el que merece la pena reflexionar y aportar algunas claves.

Se trata de un evento simpático, banal, emocionante, hiperbólico a ratos, como lo puede ser un partido de fútbol para los heteros, que es la excusa perfecta para echar unas risas y pasarlo bomba con un grupo de amigos en casa de alguno de ellos; en definitiva, un espacio doméstico de homosocialización cara a cara. En este sentido, ambas experiencias comparten un formato similar de visualización: una quedada en torno a una pantalla de televisión, con libertad para interactuar con los demás en tiempo real y hacer comentarios apasionados en voz alta, tumbados en un sofá saboreando unas birras fresquitas y picando delicias varias. Es más, ambos eventos televisados destacan por el elemento nacionalista/identitario que evidencian las banderitas de los países favoritos que adornan la sala o las bufandas al cuello del equipo o selección a la que animar.

Este ambiente de euforia está lejos del contexto propio de cualquier evento de lo que se conoce como la alta cultura (una obra de teatro, un concierto en una sala sinfónica, una película en una sala de cine, un ballet, etc.), cuando el espectador permanece sentado en una butaca de pago, en silencio contemplativo, con el móvil silenciado, en una sala a oscuras e insonorizada, sin interactuar con los demás asistentes hasta el intermedio o hasta después de la función. 

En cada festival eurovisivo se suceden canciones o actuaciones memorables, estrambóticas o simplemente monótonas acompañadas de un alarde de espectaculares escenografías semi operísticas y coreografías electrónicas casi circenses. Una estética a menudo afectada, reminiscente de la estética drag o transformista de, por ejemplo, el Carnaval de Tenerife. 

Que a lo largo de los años hayan triunfado o participado en Eurovisión artistas trans (como la israelí Dana), travestidos (como la austriaca Conchita Wurst), no binarios (como el suizo Nemo), o abiertamente gays (como el italiano Marco Mengoni, éste blandiendo la bandera arcoíris en el escenario) constituye obviamente un atractivo por su carácter reivindicativo, pues ayuda a extender (a veces vía televoto) la lucha por los derechos humanos de las personas LGTB, perseguidas aún, no lo olvidemos, en muchas partes del mundo (incluso en países de la UE que participan en el certamen, léase Hungría), a muchos rincones del planeta donde la homofobia está institucionalizada desde el aparato del Estado.

El gran cortometrajista canario Roberto Pérez Toledo logró alumbrar un corto hilarante, “Eurofán,” sobre la adicción a la que puede llegar un fanático de Eurovisión cualquiera, una ficción que recomiendo ver y que puede encontrarse en su sitio póstumo @mividarueda, que ofrece, en abierto, toda su obra humanista en torno a la ternura y a las relaciones personales.

Por otro lado, puede que los gays fanáticos del festival de la Unión Europea de Radiodifusión sientan que el hecho de que un evento tan marica suscite también el interés de una audiencia millonaria y un público mayoritariamente hetero es un elemento de orgullo y/o satisfacción. 

De broma suelo decir que los gays disidentes que no formamos parte de esta hinchada eurovisiva debemos tener el gen marica atrofiado, jaja, pero es indudable que este fenómeno televisivo, asentado en melodías comerciales, es parte consustancial de la cultura popular de nuestro tiempo. Sea como fuere, reunirse para disfrutar de un espectáculo global, polémico donde los haya (ya se organizan boicots por la participación del Israel mientras este Estado sigue masacrando al pueblo palestino en Gaza) y para todos los gustos, es una oportunidad única de hacer vida social sin pantallas de móviles de por medio. cmg2025 

Publicado en elDiario.es el 22 de julio de 2025

2 comentarios:

Lola Cáceres dijo...

Curiosa reflexión e interesante el vídeo que acabo de ver también. Yo soy de las personas que no ven Eurovisión y que no entienden la fascinación que sienten otras por este evento, tampoco por el fútbol, debo ser un poco cuadrícula 😂 como la chica del vídeo que no me gusta nada.

IGNACIO dijo...

Muy bien hecho y documentado. Una pena que en la edición de este año prohibieran las banderas arcoíris en el festival.