Por Carlos Martín Gaebler
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La extrema derecha, que intoxica todo aquello que toca, se empeña, cual martillo pilón, en querer demostrar lo imposible: que la homosexualidad obedece a un constructo ideológico, cuando simplemente es un hecho biológico. Parece mentira que en 2023 tengamos que seguir explicando lo obvio.
La estigmatización que esta aberración provoca va calando últimamente en ciertos hombres homosexuales que, agazapados en el tóxico ciberarmario, transitan por este mundo avergonzados de serlo. En la actualidad, la prevalencia de la vergüenza homosexual, y el consiguiente miedo escénico a la visibilidad, están muy ligadas al auge de la extrema derecha y del pensamiento reaccionario.
Esta vergüenza, y la consiguiente inseguridad que les provoca, les lleva a experimentar un pánico escénico que les fuerza a invisibilizarse, a no cogerse de la mano, a no besar a un amigo por la calle, a hacerlo a oscuras, a no acudir al Orgullo, etc. para intentar pasar por heteros. Vox los quiere discretos, y ahora son legión quienes necesitan pasar desapercibidos.
Cada vez te encuentras con más hombres con cara de cabreados en lugares de ligoteo, en aplicaciones de citas (aquí directamente descabezados), y en bares, saunas o gimnasios. Hay tres rasgos de su lenguaje corporal que los dejan en evidencia: no sonríen, no besan y no saben dar un apretón de manos. Un postureo machista que dista mucho de la nueva masculinidad.
Los maricas armarizados viven su homosexualidad con vergüenza, como Vox demanda que lo hagan, escondidos y de puertas para dentro. Sus votantes arremeten contra el orgullo de la visibilidad porque no desean tener que ver (y, por tanto, respetar) a los maricas en las calles. cmg2023
3 comentarios:
Carlos, he leído tu artículo. Muy de acuerdo contigo. Yo creo también que la única razón por la que ahora es más visible la ciudadanía LGTB no es porque haya una moda, como dicen los ultras, sino porque existe menos presión social para salir del armario que antes.
Una excelente película reciente sobre la vergüenza homosexual de los discretos es la francesa Arrête avec tes mesonges (Deja ya de mentir), dirigida por Olivier Peyon a partir de una novela de Philippe Besson. Magníficamente interpretada por Guillaume de Tonquédec y un bellísimo Victor Belmondo (sí, el nieto del mismísimo Jean Paul Belmondo, de quien sin duda ha heredado sus dotes interpretativas, presencia escénica y un rostro varonil de estrella de cine), la historia apunta a la cobardía de quienes viven toda una vida a escondidas porque no logran superar la vergüenza de amar a otros hombres. Después de que siempre les digan que es incorrecto, inmoral o antinatural, algunos terminan creyéndoselo y resuelven sobrevivir mintiendo y con el miedo estampado en la cara… Puede verse en lacajalgbt.site
¡Qué asco de derecha homófoba! ¿Habrá más homosexuales que en sus filas? Militares, curas, monjas, politicastros repeinados y con gomina del chino, rocieros y cofrades de pacotilla, patrioteros baratos de banderita roja y gualda comprada en el MORO y MADE IN CHINA.
Se comportan como hordas incongruentes llenas de inconsistencias y contradicciones. Inteligencia limítrofe. Odian nuestra felicidad, como los nazis odiaban el bienestar de los judíos.
Los gays somos su mayor pesadilla. Aborrecen nuestra libertad porque NO TIENEN COJONES DE ASUMIR NUESTRA MISMA HOMOSEXUALIDAD. Ellos son SUPERHIPERMEGAMACHOS. Pero se agachan en bares de cruising a chupar pollas como cualquier otro hijo de vecino, y son incapaces de asumir su propia homosexualidad, que es la MISMA que la tuya y que la mía. Y mientras, los votantes del PP callan y miran para otro lado.
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