Manuel Chaves Nogales es un filón inagotable: ahora se presentan un
documental y reediciones de nuevo material narrativo y periodístico. Por Tereixa Constenla, Babelia, 4
mayo 2013
Cada vez se
saben más cosas de Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres,
1944). Que escribía en una Underwood. Que fumaba cigarrillos sin filtro. Que
los domingos llevaba a su hija Pilar al Retiro. Que siempre estaba allí, donde
había que estar: la Rusia comunista, el desierto africano, la sombra de
Belmonte, la Francia ocupada o el Londres bombardeado por los alemanes. Desde
que María Isabel Cintas se sumergió en la investigación de la biografía de este
hombre como si su propia vida dependiese de ello se ha ido descorriendo un velo
tras otro. Se han reeditado sus obras. Se han rastreado sus pasos. Se le han
rendido honores. Escritores y periodistas contemporáneos como Andrés
Trapiello, Antonio Muñoz Molina, Ana R. Cañil, Arcadi
Espada, Félix de Azúa o Elvira
Lindo han caído a sus pies y —lo que es más importante— lo han
pregonado a los cuatro vientos. En las últimas dos décadas, el chavesnogalismo
se ha convertido en una corriente que recorre el espinazo cultural español,
aunque resultaría frívolo tildarlo de moda. Demasiados títulos notables harían
difícil ahora un giro histórico que lo barriese otros cincuenta años. Hasta
donde podemos leer, ha llegado para quedarse.
Chaves, que
murió lejos, enfermo e incomprendido por sus compatriotas —estuvieran en el
exilio o en España—, ha revivido gracias a una cohorte de entusiastas que
piensan que le deben algo. Como si de alguna manera ajustaran las cuentas con
todos aquellos que le vilipendiaron o, peor aún, le enterraron en amnesia. A la
cabeza de ellos está María Isabel Cintas, su biógrafa, que lleva dos décadas
reconstruyendo su trazo, pero la lista se ensancha cada año. Dos
incorporaciones recientes son Daniel Suberviola (Madrid, 1975) y Luis Felipe
Torrente (Albany, Estados Unidos, 1967), que han producido, escrito y dirigido El
hombre que estaba allí, su tercer documental cultural tras los
dedicados a Gonzalo Torrente Ballester (GTB×GTB) y
la Biblioteca Nacional
(La memoria del mañana).
Por amor al
arte. A excepción de un patrocinio de 3.000 euros de la Junta de Andalucía —que
aún no han recibido—, su cinta sobre la vida del periodista sevillano ha salido
por arte de birlibirloque. Sin dinero. Con horas gratis y devoción sincera. El
documental, de 29 minutos (aspira a participar en festivales en la categoría de
cortometrajes), intercala la narración biográfica del personaje con las
intervenciones de quienes le conocieron (su hija, Pilar Chaves Jones), quienes,
sin conocerle, le admiran (Muñoz Molina, Trapiello, Martínez Reverte) y quienes
le conocen más que si le hubiesen conocido (María Isabel Cintas). El origen es,
como acostumbra, una pasión. Hace 15 años, cuando Suberviola concluyó El
maestro Juan Martínez que estaba allí pensó que había leído una obra
genial. Así comenzó a seguir al autor allá por donde podía y, dado su perfil
audiovisual, especular con una película era natural. “Quería saldar una deuda.
Chaves es un personaje magnético. Su vida parece casi de ficción. Si te subes a
un avión en 1920, como hizo él, dejas de ser un periodista para convertirte en
un aventurero. Aunque no lo fuera”, señala Suberviola.
El documental,
que se estrenó ayer en la Feria del Libro de Sevilla, después de la
presentación de la reedición de la Obra periodística, publicada por la
Diputación de Sevilla, descubrirá algo nuevo. A Luis Felipe Torrente le
obsesionaba ver a Chaves en movimiento. Visionó cintas y cintas hasta dar con
una grabación inesperada realizada por una cadena estadounidense el día de la
toma de posesión de Niceto Alcalá Zamora como presidente de la
Segunda República en 1931. En ella, tal vez en una rara ocasión en su vida,
Chaves se hace una concesión a sí mismo. Durante unos segundos, aplaude
entusiasmado al nuevo jefe del Estado. El ciudadano se impone al periodista. Un
aliado de la República, de principio a fin. Como él mismo confesó en el prólogo
que escribió a comienzos de 1937 para A
sangre y fuego: “Cuando el Gobierno de la República abandonó su
puesto y se marchó a Valencia, abandoné yo el mío. Ni una hora antes, ni una
hora después. Mi condición de ciudadano de la República española no me obligaba
a más ni a menos”.
El clásico libro
de cuentos sobre la Guerra Civil acaba de ser reeditado por Renacimiento con
dos nuevos relatos, Hospital de sangre y El refugio, localizados en dos
publicaciones de México e Inglaterra por María Isabel Cintas, responsable de la
edición, que incluye un prólogo de Trapiello. Simultáneamente sale a la calle
la nueva versión de la Obra periodística —la primera es de 2001— en tres
tomos, que incluye numeroso material desconocido. “Hay artículos publicados en
periódicos ingleses, franceses, estadounidenses y latinoamericanos. En la
revista cubana Bohemia, para la que trabajaba de corresponsal, se
publican sus crónicas de la II Guerra Mundial, que llegan hasta 1944, el año de
su muerte. Era una visión del periodista internacional que nos faltaba”,
observa su biógrafa.
Porque Chaves
Nogales, en su destierro tras la Guerra Civil, se convirtió en un cronista
global. “Aunque estaba exiliado, se sentía orgulloso de trabajar en el centro
neurálgico de la información mundial. Desde Londres enviaba crónicas sobre el
conflicto para medios de numerosos países”, afirma Cintas. Desde que ella
comenzó su tesis, la presencia editorial de Chaves ha pasado de un escuálido
título (Juan Belmonte) a una galería de escritos
narrativos y periodísticos, comercializados por distintos sellos (Renacimiento,
Espasa, Libros
del Asteroide, Almuzara…)
y una institución, la Diputación de Sevilla, la primera que le dio tratamiento
de hombre de Estado con la difusión en 1993 de su Obra narrativa. ¿Habrá
nuevas entregas en el futuro? Su biógrafa da “casi por concluida” su
investigación, aunque admite que “es difícil dejarlo porque he establecido
muchas conexiones y es un personaje apasionante”. El proceso de recuperación
incluso ha desbordado el cauce editorial: su ciudad natal, Sevilla, le ha
dedicado una calle. Chaves Nogales es al fin el maestro que está aquí.
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