26 diciembre 2016

La pintura de Aurora Romera


Prefiere su jardín

Aurora Romera vive en plena selva, al sol y con la mar cercana. La selva la cobija, envuelve y no sólo la acaricia sino que la violó de niña, la penetró por todos los resquicios, anidó en sus entrañas y permanece en ella. La dejó para siempre anegada de adelfas, buganvillas, helechos, celindas, hibiscus, petunias, azaleas, lagartijas y pájaros. Aurora mira los caracoles que pasean por las hojas de la hiedra como miramos los pintores, con los ojos entornados a modo de persianas al sol.

Sin embargo, igual que si estuviera ante un espejo, la selva que prefiere pintar es la que lleva dentro. Por eso cuando pinta no es que observe sino que pare, que da a luz, que inventa.

Prestidigitadora, se saca de la manga tonos de terciopelo gastado para los filodendros o morados de «Las Siete Palabras».

Parece que prefiere su jardín interior porque conserva mejor que los de fuera la humedad del rocío, el temblor, el olor de la yerba, o esa cosa inefable que tienen los tapices de floresta cuando se nos vienen encima. Aurora sabe mucho de esto y lo cuenta muy bien.

Es gacela con el olfato fino y la sabiduría vieja de las gentes del sur. Por eso, en la aparente dulzura de sus cuadros hay siempre un hilo de amargura.  Santiago del Campo


La artista se describe

Nací en Alcalá de Guadaíra, Sevilla, en una familia de artistas. Me gusta pintar lo que me sale del alma. Soy autodidacta, pinto desde 1980 expresionismo y abstracción. Me gusta el color y la forma, vivo en el campo, me gusta pintar cuadros grandes, la medida que sea.

Me preguntan por qué pinto con un estilo expresionista y abstracto. Para mí, el arte abstracto surgió como una necesidad de prescindir de todos los elementos figurativos, para así concentrar la fuerza expresiva en formas y colores sin ninguna relación con la realidad visual. Mi maestro y amigo Santiago del Campo es mi crítico y mi estímulo.

Sorprende el dibujo, imprescindible en todas las pinturas, igualmente en la abstracción. Las formas, la colocación de colores, la fuerza que quieres imponer, los sentimientos, al fin, la sensibilidad.

Siento a veces deseos de expresar las formas que tiene una hoja, un pez con sus movimientos y el color. La esencia del color, no sé si lo conseguiré, es un factor importante en mi pintura. He estudiado a muchos pintores. Hay un cuadro de Goya que me cautiva -pintura negra-, se llama Perro semihundido, es maravilloso y hermético. La pintura es para mí una forma de ver y sentir, de vivir, de entender la vida y lo que me rodea.  
Aurora Romera Ojeda (Alcalá de Guadaira, 1937-Sevilla 2017) 


Obra pictórica
Exposición antológica, Alcalá de Guadaira, 2010
Vídeo de la artista en Grecia


La pintora retratada junto a uno de sus cuadros en junio de 2016.





1 comentario:

Marina Díaz dijo...

Al escribir sobre Aurora, al ver su obra, al recordar su dilatada vida artística, como contrapunto de su breve trayectoria profesional, pienso que ella ha hecho arte desde siempre. La pintura no es algo colateral a ella. Recuerdo sus primeros cuadros, tiernos, vacilantes, con pálpito de vida, su postura reverencial hacia el arte y su sensibilidad en la creación de espacios al decorar sus casas: la distribución de objetos, el juego de la luz y el limonero pintado sobre fondo azul en el cuarto de baño.
Aurora pinta el sentimiento, no el objeto, extiende su brazo sobre el lienzo y se proyecta ella. Va desgranando en cada pincelada su propia vida, su desbordante vitalidad, su ternura, su dolor, como una autobiografía. La imagino rodeada de vivencias, de su mundo de fantasía, como Mauricio, el personaje de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, que, al entrar en una estancia, ésta se llenaba de mariposas amarillas.