24 abril 2023

La crisis de lectura entre los jóvenes explicada

Por IGNACIO ZAFRA

El País, 13 de marzo de 2022


“Tenemos que leer muchos libros de época medieval, y que sean siempre tan antiguos echa para atrás”, dice Rubén, de 16 años, sentado en la biblioteca del instituto público Serpis, en Valencia. “Y como son obligatorios, hay compañeros que llegan a odiar la lectura. Dicen: ‘No me gustan los libros”.

Los datos muestran que la afición por la lectura sufre una grave crisis entre los 15 y los 18 años. El porcentaje de lectores frecuentes cae 24 puntos en esa franja de edad respecto a la población de 10 a 14 años, pasando del 77% al 53%, según el promedio de los barómetros publicados por la Federación de Gremios de Editores de España en el último lustro. Y pocos de los que dejan de leer en esa etapa vuelven a hacerlo después. 

El abandono se atribuye normalmente a la dinámica vital de la adolescencia, a la competencia que de un tiempo a esta parte representan los móviles, y a la exigencia académica de la secundaria, que les deja menos tiempo libre. El estudio Jóvenes y Lectura 2022, elaborado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, basado en la opinión de adolescentes, profesores y bibliotecarios, añade una hipótesis inquietante: que la educación que reciben en los institutos no solo no mitiga el proceso, sino que lo acelera por la forma en que se enseña la literatura.

Así lo creen Rubén y su compañero de instituto Álex, de 14. Y es una de las conclusiones principales de las entrevistas con 88 adolescentes que plantea el informe de la fundación: “Los participantes han repetido, una y otra vez, manifestaciones sobre su distancia ‘sideral’ respecto a las propuestas curriculares en cuanto a la literatura de ficción”. Y agrega: “En lo que respecta a la lectura propuesta desde la escuela, es decir, el catálogo de lecturas pertenecientes a la escritura clásica y, por lo tanto, al canon literario establecido por nuestro sistema educativo, la visión es hipercrítica: se le atribuye la capacidad de disuadir de la práctica de la lectura." 

Es una preocupación compartida por Guadalupe Jover y Rosa Linares tras trabajar décadas en las aulas como profesoras de lengua: “Tememos que, cuando menos, la escuela no ayuda. En primer lugar, porque la selección de los textos con que se pretende enseñar a leer literatura, aquellos prescritos en los currículos, no suelen ser adecuados a la experiencia vital, lectora y cultural de los adolescentes. Seguimos siendo rehenes del índice de la historia literaria nacional, en vez de abrirnos a los clásicos universales y a la literatura juvenil actual de calidad”, afirman.

Jover y Linares son coautoras del nuevo currículo de Lengua Castellana y Literatura, es decir, de la norma que regula cómo se aprende y se evalúa la asignatura, que empezará a implantarse en los institutos en septiembre. Ambas publicaron el jueves una tribuna en EL PAÍS en la que explicaban el giro que ha dado Francia en este terreno en la última década. La enseñanza de la literatura para el alumnado de 12 a 15 años se plantea en el país vecino mediante itinerarios temáticos, que suelen estar compuestos por obras de distintas épocas, géneros y contextos culturales, combinadas con otras expresiones artísticas. Los estudiantes tienen varios de estos itinerarios a lo largo de la etapa. Y los profesores tienen un amplio margen para diseñarlos en función de su alumnado. Uno de estos itinerarios franceses, señalaban Jover y Linares, podría titularse “Al otro lado del espejo” e incluir obras como Alicia en el País de las maravillasPeter PanCoraline, la saga de Harry Potter, la película El viaje de Chihiro y pinturas de El Bosco o Dalí.

En España, el currículo de secundaria aún vigente, aprobado tras la ley Wert, está centrado, en cambio, en “las obras más representativas de la literatura española de la Edad Media al Siglo de Oro”. Y, aunque muchos profesores subvierten desde hace tiempo el catálogo oficial, no es raro que un docente elija como lecturas obligatorias para la etapa el Cantar de mío Cid, el Libro de buen amorLa CelestinaEl Quijote y La Dama boba. O, como también permite la normativa, fragmentos de los mismos.

El nuevo currículo español dará mayor libertad a los profesores españoles. Y acabará con el enfoque “historicista” con el que recuerda haber estudiado Ángela García, que acabó hace cinco años el Bachillerato y hace ahora las prácticas del máster para ser profesora de secundaria. “Estudiábamos movimientos literarios, características básicas, nombres de obras y nombres de autores... Y hoy no recuerdo casi nada de aquello”, comenta. Las lecturas se realizaban casi siempre en casa y se evaluaban con un examen, prosigue García, describiendo con su experiencia lo que sigue pasando en muchas aulas.

“Lo que no es normal”, opina Noelia Isidoro, profesora de Lengua castellana y literatura en un instituto en Fuenlabrada (Madrid), “es que siendo una de las asignaturas que más horas tiene, no se lea más en clase”. Ella dedica los 10 primeros minutos de las suyas en primero de la ESO a leerles una novela en voz alta; “nos puede durar un mes o mes y medio”. Y los alumnos pasan otra hora semanal leyendo el mismo libro, que luego comentan como en un club de lectura. “El problema es que muchas veces”, añade, “se les plantea la lectura como un ejercicio de gramática, no como lo que es leer. Unas veces placer, otras dolor o contradicción; y otras, ver la luz y pensar: esto es justo lo que me está pasando a mí.”

Los chavales piensan que leer los aísla

El obstáculo más grave a la hora de conseguir que los adolescentes no dejen de leer es, probablemente, que tienden a asociar la lectura con el aislamiento, en una etapa vital en que las relaciones sociales tienen una importancia capital, señala el informe Jóvenes y lectura 2022. Y el principal rasgo positivo que, según el mismo estudio, los chavales atribuyen a la lectura está en parte relacionado con dicha flaqueza, y es la idea de que leer los relaja (al menos, a los que se declaran lectores) y les proporciona un refugio frente al “agobio” que les produce el “estado de conexión” digital permanente.

La identificación de la lectura y el aislamiento puede contrarrestarse en parte desde el aula convirtiéndola en una actividad “colectiva” y participativa, señala Pilar García, que es profesora en el instituto Serpis y en la Universidad de Valencia, en la que los alumnos opinen y debatan sobre lo que leen. Para ello hace falta disponer de un tiempo, prosigue, que el actual currículo, sobrecargado de contenidos, hacía complicado tener y que la nueva normativa puede facilitar.

García cree que también a los alumnos les falta tiempo porque están “cargados de trabajo”. “No solo del instituto, sino de las actividades complementarias. Hacen deporte, van a clase de inglés, de música… Les ofrecemos muchas cosas porque queremos que sean mejores y aprendan más, pero están muy saturados. Y cuando tienen tiempo libre, puestos a elegir, se quedan con las redes sociales y los videojuegos”.

Dos de los problemas que los adolescentes suelen atribuir a los libros que les mandan en el instituto son la complejidad del vocabulario y las “descripciones prolijas”, señala el estudio de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Unas opiniones que comparten Rubén y Álex. “Yo creo que es normal”, dice la profesora Noelia Isidoro, “que las descripciones largas les aburran, porque a la mayoría de la sociedad lo largo le aburre. No conectamos con ello. No creo que sea un problema de la adolescencia”.

Artículo relacionado: Las redes sociales empeoran la ortografía de niños y adolescentes

14 abril 2023

Porque la República está en la naturaleza de las cosas


Por Vicente Verdú + El Roto

La República se ha convertido en un parque natural de la política española. Se trata de un espacio de la memoria colectiva, que habría que preservar como se hace con un paisaje muy singular o con las especies biológicas en peligro de extinción. Puede que los ciudadanos que vivieron aquel episodio nacional lo recuerden con la nostalgia de un sueño de libertad, igualdad y fraternidad o con el horror de un mal parto, que terminó en la tragedia de una guerra civil. Para muchos españoles que no conocimos aquel tiempo sino a través de libros y relatos melancólicos o envenenados, más allá de los tópicos en que ha llegado hasta nosotros, la República es ese futuro irreal e incontaminado al que, de momento, solo se puede llegar por el camino del romanticismo. Los más profundos poemas de amor se deben a poetas que han experimentado amores frustrados o prohibidos. Las mejores novelas de aventuras han sido escritas en la mesa camilla imaginando piratas en el ventanuco del patio de luces y, por supuesto, las pasiones más morbosas suelen proceder de escritores de vida funcionarial, muy ordenada. Probablemente la República hoy sería otra cosa si se hubiera proclamado un día de invierno con niebla, pero llegó un 14 de abril bajo la flor de las acacias y en el sentimiento popular está asociada a la primavera y a la Niña Bonita, el número mágico en la rueda de la fortuna. En las manifestaciones de protesta en la calle se ve crecer cada vez más alta la marea de banderas republicanas enarboladas por jóvenes, que sueñan con una primavera política, que limpie la suciedad de estos tiempos en que vivimos. La crisis económica unida a la basura de la corrupción, cuyo hedor no cesa de apoderarse de la sociedad, sin respetar siquiera la escalinata de la casa real, hace que, en medio del aire irrespirable, la República se haya convertido en ese parque natural que es necesario proteger, aunque solo sea para purificar la mente de los ciudadanos. No todo está perdido. En medio de la frustración, cada año, cuando se acerca el 14 de abril, muchos españoles divisan un espacio limpio por donde asoma el gorro frigio de aquella Niña Bonita con un mensaje de armonía y libertad. Tal vez se trata solo de un sentimiento, pero ahí está, creciendo más cada día. El País


Dibujo realizado por alumnos de un colegio público para su profesor como despedida del curso.

In memoriam: Días sin Verdú.

10 abril 2023

Extrema derecha y vergüenza homosexual

Por Carlos Martín Gaebler

SE LEE EN 2 MINUTOS

La extrema derecha, que intoxica todo aquello que toca, se empeña, cual martillo pilón, en querer demostrar lo imposible: que la homosexualidad obedece a un constructo ideológico, cuando simplemente es un hecho biológico. Parece mentira que en 2023 tengamos que seguir explicando lo obvio. 

La estigmatización que esta aberración provoca va calando últimamente en ciertos hombres homosexuales que, agazapados en el tóxico ciberarmario, transitan por este mundo avergonzados de serlo. En la actualidad, la prevalencia de la vergüenza homosexual, y el consiguiente miedo escénico a la visibilidad, están muy ligadas al auge de la extrema derecha y del pensamiento reaccionario.

Esta vergüenza, y la consiguiente inseguridad que les provoca, les lleva a experimentar un pánico escénico que les fuerza a invisibilizarse, a no cogerse de la mano, a no besar a un amigo por la calle, a hacerlo a oscuras, a no acudir al Orgullo, etc. para intentar pasar por heteros. Vox los quiere discretos, y ahora son legión quienes necesitan pasar desapercibidos.

Cada vez te encuentras con más hombres con cara de cabreados en lugares de ligoteo, en aplicaciones de citas (aquí directamente descabezados), y en bares, saunas o gimnasios. Hay tres rasgos de su lenguaje corporal que los dejan en evidencia: no sonríen, no besan y no saben dar un apretón de manos. Un postureo machista que dista mucho de la nueva masculinidad.

Los maricas armarizados viven su homosexualidad con vergüenza, como Vox demanda que lo hagan, escondidos y de puertas para dentro. Sus votantes arremeten contra el orgullo de la visibilidad porque no desean tener que ver (y, por tanto, respetar) a los maricas en las calles. cmg2023