05 junio 2019

Los años felices (guión)

Entre los años 1966 y 1971, mi padre rodó numerosas películas de nuestra familia en Súper 8mm. Un día tuvo la feliz idea de pasarlas todas a formato VHS, lo que ha permitido que llegaran en buen estado hasta nuestros días. El resultado son 120 minutos que muestran a mis hermanas Marta, Olga y Macarena bailando sevillanas en la Feria de Abril, en la azotea del piso de mi abuela Librada, en la calle, o actuando en la fiesta de fin de curso del Colegio Alemán; a Olga aprendiendo a montar a caballo en Tablada; a Carlos pedaleando en su primera bicicleta, una BH plegable, en Artola; a nuestros tíos tocando la guitarra y cantando, y a nosotros jugando a nuestras anchas en la inmensidad de la finca arrocera de nuestro tío Carlos en Isla Mayor; a la gran familia Gaebler Ojeda de excursión en los Lagos del Serrano; a mi madre sonriendo siempre y luciendo estupenda la moda de los años 60; las despedidas en el viejo y rudimentario aeródromo sevillano antes de partir, a bordo de un avión DC-9 de Iberia, rumbo al internado del Deutsches Kinderheim en Casteldefells, Barcelona; a mis hermanas de excursión con nuestros vecinos y amigos María, Pablo y Álvaro González Taltabul en el castillo de dicha localidad; a mi hermana Marta, a mis padres y a mí visitando Córdoba; a mis padres paseando entre pirámides casi desiertas en Chichen-Itza, México; a mi adorable padrino Carlos Kirn (de quien heredé el nombre) junto a sus dos sobrinitas mejicanas en la Plaza de las Tres Culturas de DF; a mis padres de viaje por Baviera; a Carlos junto a los Kiessling, la familia alemana con la que conviví en Puchheim, Munich, durante el verano de 1971; las fabulosas autopistas alemanas grabadas desde un vehículo en movimiento; nuestros primeros ritos de iniciación a una religión con la que más tarde muchos dejaríamos de comulgar; imágenes veladas de mis padres en su solemne visita a la tumba del soldado desconocido en el cementerio de Arlington, Washington, DC, que con tanta emoción nos narraron al volver a finales de 1968; a todos jugando con los regalos de Reyes junto a mi abuela María (mi adorada yaya) en la espléndida terraza del añorado piso de la calle Virgen de la Antigua de Sevilla; a mis hermanas y a mí nadando en la alberca de Los Patios; a nosotros ya de niños comiendo en la vajilla Duralex, que ha llegado en perfecto estado hasta nuestros días; el interior mágico de la primera decoración de la casa de la playa; el paisaje natural sin urbanizar de la Costa del Sol, antes del brutal desarrollismo, y consiguiente sobrepoblación, que se inició a partir de los años 70; la sencillez captada de las distracciones de aquel tiempo (como un manojo de simples globos de colores, carentes de la sofisticación actual); a mi padre grabado por mi madre y a mi madre saludando con gracejo a la cámara; y besos, muchos besos entre todos en aquellos años felices. Gracias, papá, por filmarlos con tanto cariño y por dejarnos este legado ahora digitalizado. cmg2014

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