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Admitiendo mi ancestral deleite hacia esa cosa llamada fútbol (solo
los habitantes del limbo siguen creyendo que es un juego y entiendes que
los que dirigen ese negocio salvaje se partan de risa con la angelical
definición de juego o deporte), desde hace bastante tiempo la sobredosis
que ha implantado el mercado empieza a provocarme náuseas, vértigo,
hastío, vergüenza. No existe un solo día en el fútbol español sin
partidos, es imposible encender la televisión o la radio sin que te
lleguen machacantes e ininterrumpidas noticias de él.
El estratégico y planificado enloquecimiento es universal. La noticia
de que el principal informativo de la televisión colombiana ha dedicado
45 minutos de su metraje a la lamentable pero no apocalíptica lesión de
Falcao, bastante más tiempo del que dedicaron a la firma de la paz
entre el Gobierno y las FARC, puede provocar el escalofrío y el estupor
en cualquier persona mínimamente racional, en posesión de más de dos
neuronas, ligeramente civilizada.
También resulta entre escandaloso y vomitivo, aunque muy consecuente
si te molestas en buscar la coherencia, la petición de indulto para José
María del Nido que han formulado una treintena de presidentes de clubes
de fútbol españoles, a partir de la solidaria y conmovedora iniciativa
de Villar y Javier Tebas, los peces gordos del gran tinglado, esos
hombres épicos que pierden el sueño por engrandecer la marca España
gracias al fútbol. Tiene sentido. Los hombres de honor nunca dejan
tirado al colega en apuros, aunque le hayan condenado por delitos ajenos
al fútbol.
CARLOS BOYERO, El País, 25 de enero de 2014
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