Leo Bassi se ató ayer la mitra a la cabeza para presentar la primera capilla dedicada al patolicismo.
Fue en Lavapiés, a pocos metros del Nuevo Café Barbieri. Allí el cómico
proclamó la religión de la que se ha erigido sumo pontífice y que
promulga el pensamiento crítico y el humor como mandamiento. Sus fieles
se declaran "hijos de la Ilustración y defensores de la duda como escudo
contra los oscurantismos, totalitarismos o las supersticiones". Quienes
no lo acepten y les insulten no recibirán castigo divino, ya que el
dogma es que no hay dogma. Eso sí, serán considerados unos anti-páticos.
La elección de un patito de goma como Dios es para Bassi "una manera
de evitar caer en la idolatría o la intolerancia, pecados de todas las
religiones". En una crítica a la retirada de Educación para la
Ciudadanía de las aulas y a los coqueteos del PP con el clero, en el
patolicismo ofrecen educar a los niños en los ideales ilustrados,
empezando por el ateísmo. Su particular capilla, decorada con retratos
de brillantes pensadores de los últimos tiempos, se ofrece como templo
para casar a todos aquellos que demuestren lo más importante: que hay
amor de por medio. También se ofrecen a realizar el rito del bautismo
patológico, aunque solo a mayores de 18 años. "Consideramos el bautismo
de niños como anti-pático", reza su página web.
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