24 junio 2025

La vigorexia, un trastorno disfrazado de salud y éxito

El auge de los influencers de 'fitness' que idealizan el cuerpo musculoso ha hecho aumentar los trastornos de dismorfia muscular, una conducta obsesiva por lograr un aspecto perfecto mediante el deporte y que afecta sobre todo a hombres jóvenes.

Por MARIONA JEREZ

elDiario.es, 23 de junio de 2025

“Empecé a hacer 25 kilómetros diarios en bicicleta, menos un día a la semana que hacía 50”, explica Mars, estudiante de auxiliar de veterinaria. “Era completamente una obsesión, pensaba que, si no terminaba la rutina, me iba a convertir en una bola”. Mars, que se define como persona no binaria, explica que por el acoso que recibió en el instituto, empezó a hacer ejercicio de manera compulsiva.

Desde maratones en bicicleta estática hasta retos de redes sociales como “30 días de sentadillas” que acababan con más de un centenar de repeticiones diarias. No le puso nombre a lo que le pasaba hasta que en un hospital de día, en el que ingresó por sintomatología depresiva e ideación suicida, una enfermera sugirió que podría padecer vigorexia.

Este trastorno, también conocido como complejo de Adonis, es una dolencia que en España podría afectar a 700.000 personas y que provoca una alteración de la autopercepción física, como la anorexia o la bulimia. Pero, al contrario que estas, la vigorexia -que principalmente afecta a hombres jóvenes- deriva en la obsesión por desarrollar mucha musculatura. 

Mars, con tiempo, y gracias a ponerle un nombre, consiguió salir de la obsesión con el ejercicio. “Antes me veía asquerosamente mal, miraba al espejo y lloraba”, recuerda. “Ahora peso lo mismo, o incluso más, pero me veo divino”. Actualmente, sigue haciendo deporte y quiere probar disciplinas nuevas que tengan un componente más lúdico y vayan más allá del gimnasio. Todo para enfocar el ejercicio desde una perspectiva diferente porque es consciente de que una recaída en la vigorexia es fácil para quienes ya la han padecido.

Este trastorno es difícil de detectar porque a primera vista puede parecer una práctica sana, pero el deporte en exceso y de forma obsesiva puede conllevar efectos perjudiciales. “Dedicar muchísimo tiempo al deporte, hacer dietas muy restrictivas o incluso ingerir esteroides es algo que va aislando socialmente de la familia, amigos y de otras actividades gratificantes, haciendo que, a la larga, se puedan tener problemas relacionados con sintomatologías depresivas”, explica el psicólogo sanitario Álex Melic.

La diferencia entre la práctica deportiva común y la que obsesiona al que padece un trastorno de dismorfia muscular es la autoexigencia, normalmente derivada de una baja autoestima. Por ello, este experto explica que se ponen objetivos poco realistas y que se encuentran con que su autoestima no mejora con la adquisición de masa muscular.

Los nuevos modelos: los influencers de fitness

“La vigorexia suele empezar a partir de la comparación con personas del entorno de las redes sociales o de los medios de comunicación”, explica Melic, que apunta al riesgo de querer parecerse a los modelos estéticos y de conducta en los que se han convertido los influencers que relacionan el hecho de tener una apariencia considerada como “ideal” con conseguir más aceptación social.

Un ejemplo de esto se encuentra en las cuentas de influencers como Llados, quien se autodefine como “profesional del fitness” y se hizo viral por un vídeo en el que criticaba a “mileuristas” con sus “fucking panzas”, frase que le hizo famoso y con la cual se han llegado a comercializar camisetas.

Llados vende la imagen de hombre millonario y exitoso a través de sus redes sociales, donde aparece rodeado de mujeres, casas y coches de lujo y llega a relacionar el éxito con su apariencia física. De hecho, es conocido por promover los burpees, una rutina de ejercicio para desarrollar un cuerpo musculado, lo que según él es clave para alejarse de una estética de “perdedor” y “mileurista”.

El peso de los influencers, sobre todo entre las personas más jóvenes, va en aumento. En 2024 se llegó a la cifra total de 207.000 en España. Entre ellos destacan los que se dedican al fitness, que es la cuarta categoría con más visualizaciones en Tiktok, cuyo contenido se centra en la práctica deportiva con videos de ejercicios, retos y tutoriales.

Su alcance se cuenta en millones de personas y su contenido se puede encontrar en plataformas de vídeo como YouTube, pero también en redes sociales como Instagram o Tiktok. Dentro de esta categoría hay dos tipos de creadores de contenidos: por un lado, gente como Patry Jordán o Sergio Peinado, influencers que despegaron durante la pandemia y que se basan en su experiencia como entrenadores o atletas para promover la práctica deportiva.

Pero, por otro lado, hay usuarios como Amadeo Llados o Rafa Martín, que alaban una imagen musculosa como muestra del éxito social. El contenido de estos creadores, que abogan por la imagen del hombre proveedor, dominante y conquistador, es compartido entre la manosfera (sitios de Internet en los que se promueve la masculinidad enfatizada y en los que proliferan tesis misóginas, homófobas y xenófobas).

En los foros de la manosfera se idolatra cada vez más el cuerpo hipermusculado y se llegan a promover tendencias como el lookmaxxing, que consiste en prácticas para conseguir una imagen más masculina. Sus contenidos van desde ejercicios para desarrollar la mandíbula (mewing), a consejos de cuidado e higiene personal o rutinas de gimnasio, pasando por la cirugía estética, el uso de anabolizantes o prácticas desaconsejables como el starvemaxxing, que consiste en no comer para conseguir una imagen más definida.  

“Yo me he obsesionado con los entrenos. Me paso el día mirando el reloj para ver cuánto he dormido y las calorías que he quemado, si soy capaz de aumentar la frecuencia cardíaca en los entrenos... Es como competir con uno mismo”, dice un usuario de redes sociales en la sección de comentarios de un vídeo sobre ejercicios. “Tanto ver [publicaciones sobre] abdomen plano, glúteos perfectos... Tanto mensaje te hace quererlo y se mete en tu subconsciente”, añade.

“Entre los hombres se dan luchas de poder conscientes o inconscientes”, explica Melic, “cuanto más fuerte eres, cuanto mejor cuerpo tienes, más subes dentro del ámbito grupal y más te acercas al liderazgo”. Este experto añade que todos estos estímulos son los que pueden llevar a que las personas con baja autoestima se pongan unas metas muy exigentes para poder destacar en el grupo y acaben cayendo en las garras de la vigorexia. 

Charlie, entrenador personal y técnico de sala del Club Natació Rubí, alerta de los peligros que pueden tener los vídeos y contenidos de los influencers de fitness. “Nosotros, los entrenadores oficiales, estamos preparados, hemos estudiado”, afirma. “Muchos clientes vienen queriendo replicar vídeos de Instagram y puede que al influencer esa rutina le vaya bien porque tiene una buena condición física, pero para alguien que acaba de empezar no es la mejor opción”.

Débora Doña, jefa del departamento físico del mismo club y encargada de la sala de fitness, explica que este perfil se ve sobre todo en adolescentes. Destaca que hay una tendencia en estas edades a ir al gimnasio durante más horas de las necesarias. “Quieren una inmediatez, pero eso no se puede conseguir en el deporte. Se tiene que ir progresivamente”, afirma.

“Es positivo que la gente joven comience a hacer ejercicio, pero hay un envenenamiento. Un niño de 15 años no debería estar en un gimnasio”, cuenta Doña, que asegura que deberían hacer otro tipo de prácticas de equipo o al aire libre, más centradas en el bienestar y la activación física que no en el cultivo de la musculatura. “Hay una línea muy fina que, si no se controla, es fácil cruzar y acabar padeciendo un trastorno”, asegura.

Dificultades para la detección y el tratamiento

La vigorexia es un trastorno que puede pasar desapercibido y es más desconocido que los trastornos de conducta alimentaria (TCA), tal como apuntan los expertos. De hecho, la vigorexia suele acabar derivando en alteraciones en las pautas a la hora de comer y es entonces cuando se hace visible a las personas del entorno. Pero si se ha llegado a este punto, es que el trastorno ha llegado ya muy lejos.

“Los pacientes o sus familias suelen pedir ayuda por el trastorno de conducta alimentaria y no por la vigorexia en sí. Es ahí cuando el profesional, si está formado, puede percatarse de que existe un trastorno dismórfico corporal”, asegura Melic.

“Si iba a comer a un restaurante, antes de ojear la carta, me dirigía al cuarto de baño, me quitaba la camiseta y, en función de mi aspecto físico (distorsionado, por supuesto), me disponía a pedir un tipo u otro de comida”, sostiene un usuario de redes sociales en un post que alerta sobre los riesgos de la vigorexia.

“Compensaba los excesos para lucir un cuerpo de playa los 365 días del año. Mi valía era mi aspecto físico porque reflejaba una serie de hábitos supuestamente valiosos. Y cómo no normalizarlo si las personas que conforman tu círculo social más cercano refuerzan este tipo de comportamientos con un: qué bien te veo, estás más fuerte”, añade.

Ante este tipo de mensajes, el psicólogo Álex Melic destaca que la vigorexia está vinculada al perfeccionismo y debe abordarse desde esa perspectiva. El problema es que, aunque el tratamiento es posible y efectivo, es difícil encontrar profesionales que conozcan este trastorno.

“Tengo una psicóloga y podría pedirle ayuda, pero no sé si sabe exactamente como tratar ese tema”, explica Mars. Muchos pacientes se encuentran en situaciones similares, pues la vigorexia raramente se estudia durante la formación de los profesionales. “Los pacientes tienen que buscar especialistas muy concretos, no es un trastorno estudiado generalmente en las universidades, lo cual es una pena porque afecta cada vez a más personas”, añade Melic.

“Es como una secta, te pilla vulnerable”: los fans arrepentidos de Llados que desmontan el discurso del pseudogurú financiero

La falta de profesionales supone un riesgo añadido a la hora de dejar este trastorno sin resolver. Melic explica que su sintomatología puede acabar coincidiendo con la de un trastorno depresivo y que, aunque se trate ese trastorno, sin abordar la causa e incidir en el perfeccionismo del ámbito deportivo y físico de las personas que sufren vigorexia, a la larga, se repite la sintomatología. “Es un trastorno que se puede confundir con una salud física un tanto restrictiva y que el profesional no vea el diagnóstico”, declara el psicólogo.

22 junio 2025

La Iglesia católica española toma partido por las Derechas

Carta íntegra enviada por Félix Bolaños, ministro de Justicia del Gobierno de España, al Presidente de la Conferencia Episcopal Española:

"Su Excelencia Reverendísima:

He escuchado con atención y sorpresa las declaraciones que ha realizado, en su nombre y en el del resto de obispos españoles, el portavoz de la Conferencia Episcopal. En esas declaraciones piden la convocatoria de elecciones anticipadas y afirman que esta petición la realizan "por encima de intereses de partido".

Vaya por delante, estimado presidente, el máximo respeto a sus preferencias políticas personales, así como a las del resto de los obispos españoles. No obstante, sí quiero transmitirle mi extrañeza por la afirmación de que esta petición la realizan al margen de intereses partidistas mientras reproducen de forma exacta las peticiones y argumentos de los dos principales partidos de la oposición.

Entiendo que no es en absoluto ajeno a esta circunstancia, ya que recientemente participó en un acto con el líder político de la ultraderecha española en el que ambos formularon idénticas críticas al Gobierno de España a la vez que coincidieron en promulgar una agenda que promueve la supresión de derechos de las mujeres, de los artistas o del colectivo LGTBI.

Es cierto que no es la primera vez en nuestra historia reciente en la que se produce una comunión espiritual y política entre la organización que preside y los partidos políticos de la derecha y la ultraderecha. Basta recordar el papel preponderante de algunos de sus predecesores, junto a estos partidos, en la organización de manifestaciones contra la aprobación de derechos como el matrimonio igualitario o la interrupción voluntaria del embarazo.

Esta comunión fue tan intensa que imagino que a la Conferencia Episcopal le resultó imposible pronunciarse de algún modo sobre los casos de corrupción que afectaron al partido junto al que se manifestaron. En todo caso, quiero transmitirle un elemento de tranquilidad: en el caso sobre el que sí se han pronunciado se han asumido responsabilidades políticas desde el principio, se ha apartado a las personas sobre las que recaen graves indicios y estamos trabajando para evitar que se reproduzcan estos hechos en lugar de en intentar ocultarlos a la sociedad o a la Justicia.

Puedo entender también que la Conferencia Episcopal desee un cambio de Gobierno con el fin de que los debates sobre la reparación a las víctimas de abusos en el seno de la Iglesia o la tipificación como delito de las llamadas "terapias de conversión" sean más fáciles de abordar para ustedes o no se aborden en absoluto. Le transmito otro elemento de tranquilidad: aunque hayan decidido apartarse de la neutralidad política y partidista e incluso del más elemental respeto institucional, el Gobierno seguirá abordando la relación entre Iglesia y Estado con pleno respeto, aunque, lógicamente, defendiendo nuestras posiciones y, sobre todo, el interés general y el de las personas más vulnerables, sobre todo en lo referente a las víctimas de abusos dentro de la Iglesia.

Sin otro particular, le envío un cordial saludo, le agradecería que se comprometieran con la neutralidad política y partidista y le reitero nuestra más firme voluntad de diálogo sobre los asuntos que tenemos pendientes y que abordaremos a lo largo de los dos años que quedan de esta legislatura.

Un cordial saludo,

Félix Bolaños".

18 junio 2025

Bésale, bésale mucho

Por CARLOS MARTÍN GAEBLER

Dicen que los españoles nos besamos y tocamos tanto en público que es una alegría. Debe ser el lado tierno de la marca España. Recuerdo que, ya en el añorado 1992 del olímpico 
Amics per sempre, lo resaltaba la escritora Rosa Montero en un artículo titulado Besos y otras cosas. Hasta nuestros waterpolistas se besan en los morros cuando conquistan un título de relumbrón. Pero no todos los hombres se sienten libres para besar o acariciar a sus novios, maridos o amigos en público. Un original anuncio publicitario australiano anima a las parejas del mismo sexo a cogerse de la mano, estén donde estén.

La visibilidad es un derecho orgullosamente conquistado. Fruto de la lucha por la igualdad son las bodas entre personas del mismo sexo, cuya difusión mediática ha contribuido a normalizar la visión que los heteros tienen de nosotros. Sin embargo, cada uno de nosotros puede hacer más por esa normalización, porque la visibilidad sí que importa, como nos recuerda este exquisito vídeo noruego¿Te vas a perder la incomparable sensación de libertad que da ir cogido de la mano de tu amado/a por la calle? Échale valor, y disfruta de la vida ahí fuera (del armario). Si escondes la mano y sucumbes al miedo, les haces el juego a los homófobos, a los machistas, y ganan ellos. Que no nos dé miedo el amor. 

Para que los heteros aprendan a mirarnos con naturalidad debemos comportarnos con la naturalidad que proporciona la ternura, también en la vía pública, en las playas, en un restaurante, en el cine, en la universidad, en el metro. Muchos gays y lesbianas deben aún guardarse la mano en el bolsillo cuando pasean junto a su pareja por la calle. No nos reprimamos nunca cuando queramos acariciar o besar a nuestro chico o chica, o nos apetezca ir cogidos de la mano, por miedo a fascistas homófobos. Mostrando nuestro amor podemos parar su odio. Pásalo. cmg2019

08 junio 2025

La internacional grosera

Cuando Donald y Elon comenzaron su apasionado romance a la vista de todo el planeta algunos escribimos que tan gigantescos egos no tenían cabida en la misma jaula. Ya lo decía la canción de Cole Porter, todo calentón tiene el peligro de enfriarse. Pero aun habiendo estado en boca de todos la certeza de que aquella desatada calentura estaba condenada al fracaso no dejan de sorprendernos las formas. A pesar de haber asistido a sus grotescas demostraciones de complicidad (Elon con el pequeño X Æ A-Xii en el despacho oval, Donald promocionando coches de Elon, Elon siendo llamando tío Elon) su ruptura encarnizada asombra.

Siempre he pensado que hay algo en la devoción ciega que algunos machos sienten por otros que hace sospechar que su relación con las mujeres es puramente funcionarial, porque la auténtica pasión testosterónica la experimentan con sus pares. Hay hombres embriagados por otros hombres y les encanta que las mujeres presencien ese cortejo: la manera en que se escuchan, comparan su potencial, por decirlo finamente, y muestran una camaradería tan arrebatada que si de pronto interrumpiéramos el embeleso y preguntáramos, “vosotros, ¿estáis enamorados?”, responderían con asombro e indignación.

Hay hoy en el mundo hombres que se sienten inspirados por la hombría gorilesca de otros, a veces se dan palmadotas amistosas en la espalda, otras, como varones pasionales que son, enfurecen, embisten al homólogo por rencor o celos y se llevan por delante, sin mala conciencia alguna, a pueblos enteros. Si algo les llena de orgullo es carecer de modales, gustan de hacer alarde de grosería, y no les importa provocar situaciones incómodas. Las buscan. No es que carezcan de habilidad diplomática, es que piensan que la violencia es el motor que hace girar el mundo. El espectáculo que más les excita es el de la humillación, por eso quieren representarlo ante los ojos de una audiencia planetaria. Tienen afán por demostrar que carecen de escrúpulos, y ajustan su grosería al historial del invitado: si es alemán se le recuerda el pasado nazi, si se enfrentan a un negro sudafricano se le cuenta el bulo del linchamiento a los blancos, si de un ucraniano bajo la zarpa rusa se trata lo ridiculizan como al mugriento que va a pedir limosna.

En este sistema de individualismo extremo los groseros juegan con ventaja. Libres de remordimientos, palabra absurdamente denostada por considerarse religiosa, pero esencial para el reconocimiento del daño causado, los líderes celebrados por haber hecho de la grosería un estilo político actúan sin reparar en daños y no les pesa enturbiar la convivencia, muy al contrario, son conscientes de que su éxito depende de la confrontación. Su falta de modales es contagiosa y esa parte del pueblo que los apoya se siente invitada a actuar con agresividad.

El día del apagón contemplé una escena desagradable en la calle: pasaba un periodista, Jesús Maraña, delante de mi portal, seguramente camino del Pirulí. Un joven trajeado le gritó algo que yo no entendí. Maraña se volvió y dijo, “¿qué, has dicho que te doy asco?”, y el tipo le contestó, “he dicho que me estoy poniendo los cascos”. Cuando quise acercarme a Maraña éste ya corría calle abajo. Es obvio que el insulto estaba calcado del ya mítico “hijo de puta” de Ayuso.

La mala educación es contagiosa, y gracias a la inmediatez de la comunicación se respira hoy una grosería sin fronteras. De momento, funciona. Ayuso consiguió que algo tan naturalizado como el uso de lenguas cooficiales en un acto institucional se convirtiera en una afrenta. ¿Conseguirá gobernar esta España con semejante rechazo? El aturdido Feijóo la sigue sin resuello en la actual carrera de malotes. Dirán ustedes que Ayuso es mujer y que yo sostengo que la internacional de la mala educación es masculina. No se contradice: se trata de un sistema testosterónico y a veces algunas mujeres quieren ser una más entre los chicos, the first guy in the pool.

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01 junio 2025

Curtis Yarvin, el profeta de la nueva reacción

El bloguero Curtis Yarvin es el referente de un Gobierno de ejecutivos y ‘chatbots’ que anhelan “hacer a Estados Unidos grande otra vez” mientras aplican a los asuntos públicos el tecnodogma de “romper cosas.” Así se abre paso el tecnofascismo actual.


Por Naief Yehya 
Publicado en ctxt (Contexto y Acción) 30/05/2025

Desde hace varios años, se viene fermentando una nueva derecha en el mapa político planetario que de muchas formas es similar a las antiguas derechas en el sentido de que su principal objetivo es el regreso a viejos sistemas de privilegios y segregación, pero a la vez está sobreacelerada debido a su carga tecnológica. El neorreaccionarismo estadounidense (abreviado en adelante como NRx) se funda en el deseo de reinstalar un orden pasado donde las clases altas más conservadoras vuelvan a dominar a la sociedad al eliminar a las élites progresistas contemporáneas, a las que en esencia perciben como una aristocracia decadente, producto de la educación de las universidades de la Ivy League y otras instituciones de prestigio que han sido infectadas con los virus del idealismo en materia de justicia social y de un discurso liberal prodiversidad (aunque sea meramente performativo). Uno de los intelectuales responsables de la proliferación de esta ideología es Curtis Yarvin, un ex niño prodigio matemático. Sus padres eran judíos inmigrantes en Brooklyn, estalinistas, con doctorados y trabajaban para el Gobierno Federal. Cuando él era joven lo llevaron a viajar por el mundo. En 1992 Yarvin se graduó como ingeniero de software en la Universidad Brown, saltándose tres años (no es difícil imaginar el bullying del que fue víctima), y más tarde abandonó sus estudios de doctorado en Berkeley. Actualmente, a los 52 años, este bloguero y fundador del movimiento Dark Enlightenment (‘Ilustración oscura’) ha alcanzado gran influencia en la Casa Blanca, al seducir con sus ideas al vicepresidente J.D. Vance, entre otros miembros, asesores y cortesanos del gabinete.

Este ideólogo piensa que “un gobierno es tan sólo una corporación que es dueña de un país”, y ve legítimo utilizar el “poder popular” para presionar, amenazar, demandar y extorsionar a los jueces, a los medios de comunicación y al Congreso para obligarlos a aceptar las decisiones del líder supremo. La nueva reacción es la ilusión de que millonarios, oligarcas y la clase corporativa impongan a un monarca o CEO (director ejecutivo en jefe) que elimine ese adefesio ruinoso y decadente que es la democracia y se deshaga de la onerosa y caótica necesidad de buscar el consenso popular mediante políticas inclusionistas, socialistas y globalistas. El alcance del discurso de esta derecha radical, que hasta hace poco se limitaba a la blogosfera, los sitios de la extrema derecha en línea y el fétido alt right, se ha extendido a nuevos dominios, dispuesto como está a roer la cultura popular y, lo más importante, a conquistar el oído de líderes como Donald Trump y otros populistas.

Yarvin comenzó a hacer públicas sus ideas en 2007, en un blog, Unqualified Reservations, que pretendía divulgar “la mentalidad de la ingeniería moderna y el gran legado histórico del pensamiento predemocrático antiguo, clásico y victoriano”. Yarvin y sus seguidores no tienen el menor pudor al reconocer que los ideales de su ‘Ilustración oscura’ –autoritarismo, segregación y simple crueldad– representan lo opuesto que los de la Ilustración francesa: libertad, igualdad y solidaridad. Desde 2012, Yarvin ha estado promoviendo el desmantelamiento del Estado y, ahora que su influencia es apabullante, Trump y su séquito repiten sus declaraciones provocadoras y están llevando a cabo las acciones que él venía proponiendo para el proceso de demolición del estado de bienestar, la seguridad social, la economía, el Departamento de Justicia y las agencias de ayuda internacional, entre otros blancos que la exestrella del reality show ‘El Aprendiz’ y su patrocinador favorito del momento, Elon Musk, desprecian. Yarvin cultiva un odio particular a las instituciones educativas. En 2021 escribió: “Es absolutamente esencial para el éxito de cualquier cambio de régimen que todas las universidades acreditadas sean liquidadas física y económicamente”. Este mensaje ha tenido especial resonancia en el vicepresidente Vance, quien se refiere a la educación superior como “el corazón de la bestia”. 

El talento de Yarvin, quien comenzó a difundir sus ideas bajo el seudónimo Mencius Moldbug, radica en su capacidad de troleo y en saber vender sus ideas a los tecnócratas de Silicon Valley y a una generación educada políticamente en Reddit y 4Chan, que se describe a sí misma como libertaria e incluso anarquista (en el sentido de abolir al Estado para poder explotar recursos sin pagar impuestos, sueldos justos o respetar los derechos e intereses de los menos afortunados). La Ilustración oscura es una especie de versión contemporánea del manifiesto futurista de Filippo Tommaso Marinetti. Ambos comparten la fascinación por la tecnología, el desprecio por la cultura, la obsesión con los monarcas todopoderosos que no tienen que responder al pueblo ni al Congreso ni a nadie, y adoran la guerra. Probablemente, la única diferencia es que Marinetti, aunque era irritante, sabía al menos escribir.

Uno de los alegatos más conocidos de Yarvin fue comparar a Anders Behring Breivik, el multihomicida noruego que asesinó a 77 personas en un campamento de jóvenes, con Nelson Mandela, señalando que ambos eran terroristas. Así la lucha desquiciada de un ultraderechista contra el Gobierno “comunista” noruego es equivalente, en la mente de Yarvin, a la batalla contra el apartheid. Este presunto conocedor de la historia no parece entender lo ridículo de su comparación ni reconocer el flagrante racismo de este disparate, que intenta ver paralelos entre un gobierno escandinavo de centro izquierda y la brutalidad del despojo de tierras, riquezas naturales y poder político de la población nativa que llevó a cabo la minoría afrikáner que llegó a Sudáfrica en 1652. Yarvin escribió: “Si me pides que condene a Anders Breivik pero adore a Nelson Mandela, tal vez es que tienes una madre a la que te gustaría follarte”. Pero una afirmación semejante no sorprende en alguien que escribió en 2009 al respecto de los programas sociales para ayudar a minorías étnicas: “Cuando se aplican a poblaciones con una ascendencia reciente de cazadores-recolectores y sin una gran reputación de sólida fibra moral, tales iniciativas son una receta para la producción de absoluta basura humana”. Hoy Yarvin dice que esa afirmación tenía algo de paródica, pero es perfectamente coherente con sus escritos más recientes, que son ligeramente más cautelosos. Como buen provocador, sabe que la repetición de estas bufonadas agresivas es esencial para consolidar su personaje.

Sus dogmas giran en torno a la presunta amenaza que representan las ideas liberales impuestas por burócratas corruptos, “que nadie eligió”, para dictar los destinos de la nación. Para él la retórica liberal tan sólo sirve para enmascarar la forma en que la izquierda (y por izquierda este hombre entiende cualquier cosa) oculta su egoísmo para mantener y expandir su poder. La perspectiva de combatir la corrupción e ineficiencia de los burócratas reemplazándolos con otras élites igualmente egoístas muestra la pobreza de su razonamiento. La enfebrecida campaña de Musk y sus diletantes del DOGE (Departamento de Eficiencia Gubernamental) para llevar a cabo grandes purgas de trabajadores del Estado está inspirada en la estrategia que Yarvin llamó RAGE (Retire All Government Employees: ‘Retirar a todos los trabajadores del Gobierno’). En sus delirios, la eliminación de estos estorbosos burócratas que están contaminados con la perfidia liberal dará lugar a una nueva clase de empleados tecnologizados y orientados hacia la optimización de los sistemas de control y administración con mecanismos y herramientas tecnológicas (léase inteligencia artificial). Y si bien Yarvin debería celebrar que sus planes estén siendo llevados a cabo por Musk y sus subalternos, quienes se han lanzado a saquear información en su beneficio, a despedir a trabajadores masivamente (más de 30.000 de momento), a eliminar departamentos y a destruir agencias gubernamentales, ha optado por distanciarse, criticando estas acciones como si se tratara de “una orquesta de chimpancés tratando de tocar Wagner” (difícil no percatarse de la elección del compositor favorito de Hitler para la metáfora).

El DOGE es demasiado agresivo y a la vez no lo suficiente, según Yarvin. Sus acciones son “suficientemente grandes para ser disruptivas pero realmente no tienen ningún sentido de propósito profundo y constructivo detrás”. Parte de los elementos que rechaza de la estrategia de Musk ha sido la ofensiva anticientífica (es interesante el odio a la ciencia que pueden tener los tecnócratas más rabiosos) que ha llevado a recortes brutales de presupuesto, despidos y cancelaciones de proyectos. Esto se ha hecho con una clara obsesión de venganza ideológica que se ofrece a las bases MAGA como una guerra de clases, considerando que los científicos, como la mayor parte de los universitarios, son elitistas, progresistas y a menudo demócratas. Es claro, en cualquier caso, que Yarvin busca distanciarse del DOGE para protegerse de las inevitables consecuencias que tendrán estas acciones.

La propuesta yarviniana es un “cesarismo autocrático”, el gobierno de un solo hombre, un sistema “entre la monarquía y la tiranía” que se quiere definir como una especie de dictadura amable, que viene a rescatar a la república que ha perdido la dirección y voluntad para gobernarse a sí misma. Para Yarvin, el problema de “elegir a un dictador benevolente es un problema de ingeniería”. El despotismo corporativo garantizaría, según él y sus correligionarios, estabilidad y continuidad. Por supuesto que Yarvin tiene razón al dictaminar que la democracia estadounidense es profundamente deficiente. Sin embargo, el problema no radica en la “corrección política”, la “epidemia woke”, la inmigración ni en el sufragio popular y la pluralidad que implica, sino en la forma en que el sistema bipartidista depende de poderosos donantes. Estados Unidos no padece de una debilidad causada por su democracia sino de un capitalismo primitivo galopante (que hace de la salud y la educación un negocio cruel), de una explotación indiscriminada de recursos, de corrupción, de hipocresía e inconsistencia al aplicar la ley y de un desproporcionado dispendio en armas, guerras e intervencionismo.

Para cualquiera con una ligera noción o recuerdo de las consecuencias dejadas por los regímenes dictatoriales, la idea de entregar a la nación a una “estricta jerarquía liderada por un monarca o un CEO” parece burda y casi cómica, por lo que resulta difícil tomarla en serio. Pero es claro que las ideas de Yarvin se han extendido desde las cúpulas corporativas de Silicon Valley hacia las bases resentidas del movimiento MAGA y la Casa Blanca. En sus primeros cien días en el poder, Trump ha seguido ese guión al pie de la letra e incluso ha ido más lejos, al atacar a los despachos de abogados que lo ofendieron en el pasado.

Otro de los profetas reaccionarios cibernéticos, el filósofo británico Nick Land, imagina un futuro en que inteligencia artificial y capitalismo se fusionarán para crear nuevos sistemas que harán obsoleta a la democracia. La filósofa Mckenzie Wark lo define como “la antena de la cultura que lo rodea. Uno lo lee para conocer los síntomas de nuestro tiempo”. Land, un misántropo nihilista con la firme creencia de que nuestra especie no tiene futuro si no es mediante algoritmos, inteligencia artificial y hombres fuertes sin escrúpulos en el poder, desprecia profundamente a los proletarios y es uno de los representantes más notables del tecnoaceleracionismo. El aceleracionismo, aparentemente, deriva de la noción marxista de que las contradicciones del capitalismo llevadas al extremo detonarán la revolución proletaria. El tecnoaceleracionismo de estos nuevos reaccionarios consiste, en cambio, en precipitar la destrucción del orden existente para crear uno tecnologizado, corporativo y jerárquico. En palabras del filósofo Mark Carrigan, el ideal de Land es “la alianza de conveniencia entre la élite tecnológica y la intransigente política de identidad blanca” y “empieza a parecerse mucho a la coalición nazi entre industriales alemanes y una clase media en decadencia”.

Este es el tecnofascismo o tecnofeudalismo del que se nos ofrece amablemente ser vasallos. En esta lógica el ciudadano se convierte en usuario o cliente y las elites en accionistas. La historiadora Janis Mimura, autora del libro Planning for Empire (Cornell University Press, 2011), propone que al invadir Manchuria el imperio japonés experimentó con la aplicación de un tecnofascismo en forma de un desarrollo forzado basado en la explotación de la población local. El control recaía en oficiales que no tenían que rendir cuentas a sus superiores. Los nazis tenían su propio tecnofascismo, que fue fundamental en su genocidio, ya que emplearon los avances de la tecnología para optimizar el Holocausto, desde el empleo de computadoras IBM para identificar a la población judía hasta la maquinaria necesaria para asesinar masivamente y deshacerse de los restos humanos. Algo semejante sucede con el Estado de Israel, que ha empujado su industria hacia la tecnología de punta bélica, de información y de espionaje. Así han convertido Gaza en un laboratorio de armas para su industria, han empleado herramientas de inteligencia artificial, drones y robótica para masacrar civiles y llevar a cabo un genocidio que ellos mismos han transmitido en streaming en redes sociales como entretenimiento.

Las ideas de Yarvin no tienen originalidad alguna, derivan del viejo nacionalismo blanco, sobrecargado por la autovictimación, paranoia y nostalgia por el viejo orden; consideran la esclavitud “una relación humana natural, semejante a la de patrón y cliente”, y apoyan abiertamente el apartheid y la más feroz islamofobia. Su “filosofía” es una colección de regurgitaciones y viejos dogmas simplistas que disimulan mal fantasías autoritarias y delirios adolescentes de venganza, que son el cimiento de algo que podemos llamar la oligarquía de la hermandad de los tecnócratas o tech broligarchy. Buena parte del empuje que han tenido sus ideas en la política de la derecha se debe al apoyo del financiero Peter Thiel, cofundador de PayPal y de Palantir (término tomado de El señor de los anillos que se refiere a poderosas esferas de cristal indestructibles usadas para la adivinación y las comunicaciones telepáticas), quien ha declarado que “la democracia y la libertad han dejado de ser compatibles”. También al apoyo del multimillonario Marc Andreesen, coautor del navegador Mosaic y cofundador de Netscape. Otro aliado es Alexander Karp, el CEO de la mencionada Palantir, la empresa que crea herramientas de espionaje para ejércitos y agencias de inteligencia. Sin olvidar a Steve Bannon, quien no está a favor de la tecnologización del poder pero apoya a Yarvin.

La transgresión política y radical de Yarvin es un berrinche patético con citas culteranas, lastimero incelismo (la cultura misógina en línea del resentimiento de aquellos que se sienten incapaces de tener una vida romántica y que culpan a las mujeres por su rechazo) conspiratorio con pretensiones de intelectualismo político. Sus referencias son selecciones convenientes de textos diversos (su autor favorito, a quien compara con Shakespeare, es Scot Thomas Carlyle, famoso también por su apología de la esclavitud), apabullantes distorsiones y simplificaciones, comparaciones exóticas, citas de J.R.R. Tolkien, Frank Herbert y George Lucas, así como una descontrolada reverencia por The Matrix, de las hermanas Wachowski (con su concepto de la píldora roja). Asimismo, Yarvin tiene una necia obsesión por querer ver a ciertos gobiernos del pasado y presente como si se tratara de start-ups (o empresas emergentes) que tomaban riesgos poco ortodoxos y sin precedentes en beneficio de sus ciudadanos/inversionistas.

Yarvin es hoy el profeta de un Gobierno de ejecutivos y chatbots que, por un lado, anhelan melancólicamente “hacer a Estados Unidos grande otra vez”, y a la vez aplican a los asuntos públicos el tecnodogma de “moverse rápidamente y romper cosas”. Aunque resulta un poco difícil de entender, los neorreacionarios han lanzado una era esencialmente contradictoria de progreso frenético conservador. Los nuevos reaccionarios están llevando a cabo su revolución, su toma de la Bastilla y su era de terror. Rodarán más cabezas.

Bienvenidos a la tecnoutopía.

Naief Yehya es ensayista y narrador. @nyehya

29 mayo 2025

El ascenso de la ultraderecha explicado

Algo hemos hecho mal para que ascienda la ultraderecha

El extremismo no habría llegado a una posición tan relevante si la forma en que se hace política no le fuera tan favorable

Tribuna Innerarity 29/05/25

En la política se producen a veces constelaciones que favorecen a un actor que no ha hecho nada para merecerlo. No es posible que la ultraderecha haya conquistado una posición tan relevante si no fuera porque las condiciones en las que se practica hoy la política le han resultado muy favorables. Algo hemos tenido que hacer los demás para que los autoritarios hayan alcanzado una posición política que ellos mismos eran incapaces de conseguir. Si en buena parte del espacio público ha terminado por imponerse el marco de la extrema derecha, su modo de concebir los asuntos políticos, sus disposiciones emocionales, no es por su capacidad estratégica, ni porque hayan formulado unas ideas especialmente atractivas sino por desidia o torpeza de los demás.

El ruido en torno a las extremas derechas les ha favorecido y puede seguir haciéndolo si no actuamos con inteligencia. Nuestro griterío coincide con su silencio porque mientras callan no hacemos otra cosa que hablar de ellos. Se ha producido la paradoja de que cuando mejor les va es cuando callan, y que obtienen su peor valoración cuando tienen que hacer explícito su programa de gobierno, por ejemplo, tras la esperpéntica moción de censura de Tamames. Les viene bien el silencio y el modo incógnito, esa supuesta novedad que aparentan representar. El hecho de que se hayan colocado en el centro del debate sin que se les interrogue sobre sus propuestas concretas es debido, sobre todo, a errores ajenos. Tal vez yo contribuya a alimentar esa contradicción, pero lo hago para hablar de nosotros y no tanto de ellos.


 

Diversas circunstancias han provocado una perturbación de las coordinadas políticas que ha favorecido a la extrema derecha. Se han producido algunos cambios asombrosos que confieren una cierta credibilidad, por ejemplo, que ultrarricos resulten fiables cuando hablan en nombre de los trabajadores, que una parte de la casta lidere el combate contra la casta, que el reproche a las élites improductivas haya pasado de la izquierda a la derecha y ahora sea esta quien parece representar mejor la crítica a los parásitos. Especialmente inaudita es la apelación a la democracia por parte de la ultraderecha, hasta el punto de presentarse a sí mismos como el partido de la evidencia democrática. Que la extrema derecha hable en nombre de la democracia no es algo nuevo, pero sí que esa apropiación sea tan ampliamente aceptada. Podemos interpretarlo como pura demagogia, pero también como el resultado de haberse beneficiado de la desnaturalización del concepto y la práctica democrática. Más allá de la capacidad de la extrema derecha para hacerse con la lengua del adversario, habría que interrogarse sobre la manera como ha evolucionado la política contemporánea y hasta qué punto esa evolución desvela nuestra propia inconsistencia. La atención de los medios (no solo de las redes o los pseudomedios) a la polémica y el choque es el espacio que requieren provocadores como Donald Trump, cuyo histrionismo gozaría de mucha menos atención si la información no tuviera ese carácter de confrontación adictiva. La extrema derecha es una ideología que se alimenta del desprecio hacia la política, de manera que no solo el hecho de que la política se haga mal sino la descripción dramatizada de sus deficiencias favorece a quienes viven de su descrédito.

Para explicar por qué sobre ciertos temas la extrema derecha ha impuesto su manera de concebirlos es inevitable hablar sobre nuestra involuntaria colaboración, tanto en la derecha como en la izquierda. Este favor no pretendido puede realizarse adoptando el marco de los extremistas con la intención de neutralizar su empleo y lo que se consigue es que el marco se imponga sin perjudicar a quienes viven de él. Lo paradójico es que también sus más encarnizados antagonistas les presten inestimables servicios cuando plantean una forma de combate que corresponde exactamente con lo que más les conviene, extremista, sin transacciones posibles, de tosca contraposición.

La cuestión de la migración es el terreno que les proporciona las mayores ventajas, sobre todo cuando lo presentamos como un “problema” o aceptamos el discurso de “una inmigración ordenada” y damos así a entender que el interior de nuestras sociedades está perfectamente ordenado y solo se perturba por lo que proviene del exterior; quien habla de “integración” suele tener una idea demasiado homogénea de la sociedad e infravalora el pluralismo interior. El modo de hablar de la inmigración (también el de quienes no son abiertamente xenófobos) tiene un efecto sobre los miedos y la hostilidad que se despliegan en la sociedad. La categoría de “extranjeros” beatifica a quienes no lo son, que quedan así eximidos de responsabilidad en materia de inseguridad. La fijación en los delitos pequeños cometidos por los inmigrantes invisibiliza los más grandes, que suelen ser cometidos por los de aquí. Con todo ese campo de cultivo no era difícil que la extrema derecha consiguiera convencer a buena parte de las clases medias de que las evoluciones del capitalismo contemporáneo no son las causas determinantes de su empobrecimiento ni de su malestar identitario, sino los migrantes.

El actual feudalismo tecnológico ha sido preparado por el culto a la eficacia, el pragmatismo despolitizado y la asepsia ideológica, que se ofrecen como soluciones a los fracasos burocráticos. Al prestigio del tecnosolucionismo contribuye un espacio público cuyas narrativas catastrofistas preparan el terreno para la justificación de formas de gobierno autoritarias, de urgencia sin deliberación, y confieren una atención inmerecida a quienes dramatizan el malestar, se ofrecen para proteger a cualquier precio, anuncian soluciones al margen de los procedimientos democráticos y sin respetar las instituciones. Este es el terreno en el que resulta creíble el autoritarismo tecnológico.

El viejo combate entre la izquierda y la derecha ha adoptado hoy un giro inesperado y lo que ahora se confronta es la prisa y la lentitud, el cohete contra la conversación, la rapidez contra la deliberación, el descontrol frente a la regulación. El Estado, los procedimientos y la misma democracia se presentan como instituciones de la lentitud. Se ha extendido aquella convicción de Peter Thiel, el libertario que fundó PayPal con Elon Musk, de que los problemas del mundo contemporáneo no se pueden resolver en el marco de los valores y los procedimientos democráticos. Los autoritarios ya no aparecen como los defensores del pasado sino como quienes prometen un futuro transhumano y posdemocrático. Impera en algunos países un exhibicionismo tecnológico que dice querer superar la pereza burocrática, pero en realidad desprecia los procedimientos democráticos. Si se presenta como democrático es porque considera que la gente quiere eficacia, rendimiento y soluciones inmediatas, algo que la política democrática parece haber dejado de proporcionar. El tecnosolucionismo desafía la reflexión y la rendición de cuentas; configura un entorno político sin un debate significativo ni oportunidades de impugnación. Ha impuesto un ritmo a la política tan rápido porque no pierde el tiempo en tomar en consideración sus efectos sociales y medioambientales. El mantra de que la regulación impide la creatividad es el discurso que necesita para una explotación oportunista de los vacíos legislativos; esa supuesta innovación actúa en el tiempo que discurre entre el descubrimiento de un método para hacer dinero y el momento en el que el Estado consigue elaborar una ley al respecto. Si el aceleracionismo ofrece resultados inmediatos es porque, a diferencia de la deliberación democrática, no pierde el tiempo en recabar la opinión de los afectados por sus decisiones; sin reflexión, debates e inclusión, podemos llegar muy rápido a un sitio despolitizado en el que es seguro que no estaremos todos, especialmente aquellos cuyos intereses no tienen otro medio de hacerse valer.

17 mayo 2025

Iconos que un joven (gay) cosmopolita debe conocer

Por CARLOS MARTÍN GAEBLER

El gay contemporáneo, el homosexual salido del armario, vive, le guste o no, en una sociedad globalizada, no sólo en lo económico sino también en lo cultural. Si en nuestra era digital la cultura es un fenómeno internacionalizado, para el hombre gay moderno lo es aún más pues éste se construye a sí mismo sobre la obra o el legado de figuras mundiales cuya contribución a la libertad de las personas gays les ha convertido en iconos que aquél debe conocer. En este hipertexto me propongo presentar al lector personas eminentes y logros artísticos que han moldeado la vida y la cultura occidentales a partir de 1969, el año en el que algunos armarios empezaron a abrirse de par en par.

Empezar por Harvey Milk no es sino hacer justicia al primer cargo público electo en EEUU abiertamente gay. Su valentía para defender la causa de la igualdad de derechos le costó la vida, pues murió asesinado por un homófobo ultra tras ganar el escaño de concejal por San Francisco. Activistas como él inauguraron la lucha política contra las legislaciones homófobas. Fue él precisamente quien en 1978 le encargó al artista Gilbert Baker el diseño de la bandera arcoíris. Su vida fue llevada al cine en la excelente cinta Milk, protagonizada por Sean Penn.
Si Marilyn Monroe se erigió en el símbolo sexual femenino para el hombre hetero de la segunda mitad del siglo XX, el actor Joe D’Allesandro fue sin duda el primer mito erótico occidental para generaciones de gays a partir de los años 70. Su participación en la trilogía fílmica del alternativo Paul Morrissey (Flesh, Trash y Heat) catapultó a este joven italo-americano como el primer chulazo de la historia del cine. Su rubia naturalidad y su generosidad epidérmica ante la cámara (desnudos integrales incluidos) siguen hoy cautivando a todo aquel ávido de contemplar la hermosura viril. Joe era el canon de belleza masculina sin necesidad de musculación, depilaciones ni demás marikonadas, con perdón.

El artista neoyorquino Keith Haring revolucionó el diseño gráfico en la década de los 80. Su obra, pletórica de alegría y colorido, parecía ilustrar aquel mantra del “Gay Is Good,” y su estilo particular creó escuela por doquier. Fue un creador comprometido con la denuncia de las injusticias sociales desde el apartheid hasta la homofobia, y sus grafismos, copiados hasta el infinito, forman hoy parte del imaginario de la sociedad globalizada.

En Europa la obra de los franceses Pierre et Gilles representa la apoteosis del kitsch como objeto estético y jovial.  Como resulta patente en su célebre retrato pacifista “Un monde parfait,” contribuyeron a crear un mundo idealizado pero posible, al menos en la imaginación del espectador. Sus barrocas fotografías retocadas son una de las más importantes aportaciones a la cultura popular de nuestro tiempo. Por otro lado, la obra fotográfica del norteamericano Robert Mapplethorpe ha sido fuente de inspiración para generaciones de artistas plásticos. Sus retratos, desnudos y bodegones son una celebración de la vida en blanco y negro y forman parte del acervo cultural del siglo XX. Mapplethorpe fue el pionero en retratar al hombre negro en todo su esplendor, más allá de rancias controversias moralizantes. Su legado hedonista pertenece por derecho propio al imaginario contemporáneo.

En la que podríamos denominar prehistoria gay hay que situar al brillante científico británico Alan Turing, el matemático e informático homosexual que durante la Segunda Guerra Mundial fue capaz de descifrar los códigos secretos de la aviación nazi, salvando así miles de vidas humanas. Imaginó la inteligencia artificial y creó una máquina precursora de los ordenadores actuales. Más tarde fue condenado a la exclusión social y denostado públicamente por su condición sexual. Las autoridades de su tiempo le aplicaron un “tratamiento” profundamente agresivo para “curar” su homosexualidad que acabó provocándole la muerte.

Beautiful Thing es la película que todos hubiéramos deseado y necesitado ver cuando éramos unos adolescentes invadidos por dudas y temores. Esta cinta británica de 1996 es hoy de obligado visionado para jóvenes en formación, pues ilustra el logro de la visibilidad pública y la belleza de la valentía gay. Otra historia de amor imprescindible es la magistralmente narrada por Ang Lee en Brokeback Mountain (2006): los vaqueros Jack Twist y Ennis del Mar son ya iconos del cine universal. Probablemente la mejor historia de amor entre hombres jamás filmada, Brokeback Mountain ayudó a cambiar la vida de muchos hombres armarizados en todo el mundo. La excelente película británica God's Own Country (2017), deudora de la anterior, ofrece un novedosa reflexión sobre la nueva masculinidad basada en la empatía, la ternura y la inteligencia emocional, en un historia situada en Europa medio siglo después de la ambientada en la America profunda de 1963.

La cultura pop arranca con la música electrónica de club que los británicos Pet Shop Boys empezaron a tocar allá por los años 80, cuando su primer éxito, West End Girls, les catapultó al estrellato. Con el tiempo, y con su casi himno gay Go West, el dúo formado por Chris Lowe y Neil Tennant, se han convertido en uno de los iconos musicales de la sociedad global, igual que le ocurrió al cantante George Michael, el blanco que bailaba como los negros, convertido en luchador institucional contra la homofobia en el Tercer Mundo. Sus vídeos hedonistas y rompedores contribuyeron a engrosar la imaginería visual de la cultura pop internacional.

Debo hacer mención de dos novelas imprescindibles en el imaginario homosexual: The Swimming Pool Library, del escritor británico Allan Hollinghurst, y The Lost Language of Cranes, del novelista norteamericano David Leavitt, quizás dos de los textos mejor narrados y más cautivadores que ha producido la literatura occidental de temática gay. Incluso traducidos, son dos títulos para disfrutar de la lectura en estos aciagos tiempos de prisas y gratificación inmediata. Los amantes de la belleza más intimista deben leer los sublimes Sonetos del amor oscuro, de Federico García Lorca, cumbre de la poesía homoerótica en lengua española.

En el terreno del deporte, es de justicia mencionar a varios deportistas que hoy en día son un referente de tesón y lucha para los jóvenes de todo el mundo: el saltador Greg Louganis, el deportista gay más laureado de la historia olímpica, y la tenista Martina Navratilova, la más grande de todos los tiempos, ganadora de 18 títulos (individuales y mixtos) en Wimbledon. Ambos tuvieron que luchar denodadamente contra la homofobia y el machismo enquistados en el deporte de alta competición y en al actualidad son un modelo a seguir por muchos y muchas atletas gays y lesbianas en su esfuerzo por visibilizarse y salir del armario. Ellos abrieron la puerta para que grandes deportistas contemporáneos dieran la cara transmitiendo valores como el respeto por la diversidad y facilitar así la visibilidad de deportistas gays, como hicieron el waterpolista español Víctor Gutiérrez o el saltador británico Tom Daley (saliendo del armario mediante un vídeo en YouTube).

La contemporaneidad nos ofrece compañías de danza tan innovadoras como la neoyorquina Madboots Dance, una compañía de hombres que celebran la identidad masculina en todos sus bailes. Fragmentos de sus hermosísimas piezas de danza contemporánea se pueden visionar en su sitio web. Puro gozo.

The Boys in the Band (Los chicos de la banda), la obra teatral de Mart Crowley y la posterior película de William Friedkin, es una obra seminal dentro de la ficción sobre la homosexualidad, pues plantea una catarsis colectiva, al estilo de la tragedia griega, que pone al espectador frente a distintos prototipos humanos que pululan por la sociedad homosexual: el católico atormentado por la culpa, el judío cínico, el afeminado ingenioso, el gay normal, el negro gay, el chulazo ignorante, la pareja de amantes en crisis, y el homosexual reprimido que se cree heterosexual. Esta pieza teatral se estrenó en 1968, tan solo meses antes del estallido de Stonewall, que inauguró el movimiento de liberación de gays y lesbianas en junio de 1969, y medio siglo después mantiene toda su vigencia. The Boys in the Band es una ficción para ser apreciada especialmente por personas leídas y cultas, capaces de mantener la atención durante dos horas sin sucumbir a distracciones tecnológicas. Verla es redescubrir un clásico del cine y del teatro norteamericanos del pasado siglo.

Man in an Orange Shirt (El hombre de la camisa naranja) es una de las ficciones más elegantes y hermosas que he visto jamás en una pantalla. Escrita por el novelista británico Patrick Gale, narra (en sendos episodios de una hora producidos por la BBC) dos historias de amor entre hombres en dos tiempos, que permanecerán en la memoria imaginaria del espectador de por vida. Disponible en Filmin. De obligado visionado es también la cinta 
de 2015 Stonewall, que narra, a través de un joven forzado al sexilio, los acontecimientos que desembocaron en la histórica revuelta en el Greenwich Village neoyorquino el 28 de junio de 1969, cuando un grupo de homosexuales se cansaron de sufrir las constantes humillaciones y redadas de la policía y devolvieron el golpe, dando origen al movimiento de liberación gay.

La miniserie norteamericana FELLOW TRAVELERS (Compañeros de viaje), narra de forma minuciosa y sobrecogedora la persecución de homosexuales y comunistas instigada por el funesto senador McCarthy, quien promovió una caza de brujas institucionalizada durante los años 50 en EEUU. Contemplamos un friso de la política norteamericana, y en concreto de este periodo negro de su historia, precursor, sin duda, del neofascismo actual de medio país, y por la historia de gays y lesbianas desde 1952 hasta 1986. A lo largo de más de tres décadas, la serie navega entre amoríos clandestinos, Vietnam, los Kennedy, el catolicismo, la hipocresía sexual, el periodismo de investigación, los derechos civiles recién conquistados, el asesinato de Harvey Milk, el hedonismo de la cultura disco setentera, Fire Island, y la crisis del sida. Enormemente instructiva para las jóvenes generaciones. CMG

14 mayo 2025

¿Merece la pena aprender a hacer una cosa que una máquina puede hacer por ti?

Por ELIA BARCELÓ

eldiario.es 12 de mayo de 2025

¿Merece la pena aprender a hacer una cosa que una máquina puede hacer por ti? Se trata de una pregunta que nos puede llevar a una reflexión importante. Estamos en el punto de tomar decisiones que van a tener una poderosa influencia sobre nuestro futuro y el de las siguientes generaciones.

Por ejemplo, leí hace poco que en la mayor parte de los países europeos está bajando mucho la cantidad de personas que se inscriben en una autoescuela y hacen los exámenes del carnet de conducir. Las razones que se barajaban eran que cada vez hay más gente que vive en ciudades, donde hay una buena red de transportes públicos; comprar un coche es caro y tenerlo acarrea muchos gastos de seguro, aparcamiento, reparaciones, combustible, etc.; muchos jóvenes deciden conscientemente no circular más que en transporte público por cuestiones medioambientales. Dentro de poco tendremos también coches autónomos que no necesitarán conductor. En esas circunstancias, parece que tiene sentido no aprender a conducir vehículos de motor.

En los últimos tiempos he observado también que los mapas y planos de papel han quedado anticuados, si no obsoletos. Todo el mundo utiliza Apps para llegar a los sitios que buscan, tanto si van en coche como si van a pie. Cuando alguien tiene que venir a tu casa y tratas de explicarle cómo llegar, no tiene la paciencia de escucharte. “Mándame la ubicación”, te dicen. “Pero… si es muy fácil. Escucha…”. “No, no; mándame la ubicación”. Luego siguen religiosamente la voz incorpórea que los guía y nunca tienen una idea amplia de la ciudad por la que se están moviendo; incluso en muchos casos no saben ni siquiera dónde están el norte y el sur ni saben reconocerlos por el sol. “¿Para qué quiero yo saber eso?”, me han llegado a decir.

Recuerdo que, cuando aprendíamos un idioma, una de las primeras lecciones básicas era preguntar cómo llegar al mercado, a correos, a la estación… a los lugares que se consideraban necesarios para la vida. Era también una manera de entablar conversación con desconocidos y de practicar la lengua que uno aprendía.

Ahora lo de hablar con desconocidos ya no se lleva. ¿Se han dado cuenta de la cara de horror que se les pone a algunos –sobre todo de generaciones jóvenes– cuando alguien trata de dirigirse a ellos para lo que sea?

En este contexto de aprendizaje de lenguas, una de las cosas que más me preocupan es, precisamente, que, desde que existen los sistemas de traducción automática por IA, muchísima gente piensa que ya no hace falta aprender idiomas. ¿Para qué? Suponen que si quieres una cerveza y la máquina, o tu mismo móvil, puede decirlo en alemán, en japonés o en suahili, lo importante es que te den la cerveza que querías. Sin embargo, el aprender lenguas es mucho, muchísimo más que conseguir una cerveza, reservar una mesa en un restaurante o contratar una habitación de hotel. Esas cosas las hacemos ya en línea sin tener que hablar con nadie.

Aprender una lengua es entrar en otro mundo, ir descubriendo un paisaje mental desconocido, darnos cuenta de cómo categoriza otra sociedad la realidad en la que vive, cómo piensan otras personas, cómo sienten, qué las caracteriza… Es entrar en otra cultura, otro sentido del humor, otra forma de ver la vida.

Si dejamos de aprender las lenguas de los demás, nuestro mundo se empequeñece, vamos perdiendo la empatía y dejamos de poder relacionarnos con ellos porque no los comprendemos y no sabemos lo que les parece correcto y adecuado y lo que no.

Yo he vivido casi toda mi vida en otras lenguas que no eran la mía y he enseñado español a personas de otras nacionalidades. No se trata –más que en las primeras lecciones– de aprender o enseñar equivalencias de palabras –“mesa” es “table”, es “Tisch”– sino que, en cuanto subes mínimamente de nivel, tienes que saber cómo dirigirte a las personas, cuándo usar el tú o el usted, por ejemplo (algo que en alemán es fundamental, y que en España lo fue y se está perdiendo), cómo terminar una conversación, cómo saludar a cada hora del día, cómo responder a un cumplido… mil cosas que no funcionan con una traducción automática y que nos estamos perdiendo si no nos tomamos el tiempo y el esfuerzo de aprender un idioma para entender cómo piensa otra cultura.

Mis estudiantes austriacos, al volver de España después de un Erasmus, siempre me contaban, enormemente sorprendidos, que cuando los invitaban a comer o a tomar café en alguna casa, la anfitriona les llenaba el plato constantemente aunque ellos ya hubieran dicho que tenían bastante. Descubrimos el porqué. En Austria se enseña a los niños a comerse todo lo que hay en el plato, hasta la última miga, especialmente si uno no está en su propia casa. Mis estudiantes, haciendo gala de buena educación, rebañaban el plato que les habían puesto, de manera que la señora de la casa, pensando que se habían quedado con hambre y que no querían confesarlo por educación (la española), les servía otra vez. Y los pobres austríacos se lo comían todo para no ofender y porque iba en contra de sus buenas maneras el dejarse un par de trozos en el plato. Y así sucesivamente. (...)

Estos modales se aprenden al estudiar una lengua nueva, una mentalidad, una sociedad distinta a la propia. Los idiomas aumentan la empatía, abren la mente y te permiten descubrir otras formas de ver el mundo que son igual de tontas o igual de válidas que la tuya.

Si seguimos por el camino de no aprender lo que una app puede hacer en tu lugar acabaremos convertidos en idiotas profundos y, lo que es peor, en gente encerrada en una burbuja, convencida de que lo único que vale es lo que piensa, siente y desea uno mismo. Porque sí. Por pura ignorancia.