01 agosto 2025

Una foto que es el espejo de nuestra vergüenza

La historia detrás de una foto que simboliza el hambre en Gaza: “La tomé mientras yo mismo pasaba hambre”

El fotógrafo gazatí Ahmed al Arini relata el dolor y el agotamiento con los que lidia a diario para documentar la catástrofe humanitaria que azota el enclave

Fotografía hambre en Gaza

Ahmed al Arini tuvo que caminar un buen rato con la cámara al hombro para llegar a la tienda de campaña donde malvive el pequeño Mohamed con su familia. Una más en medio de un océano de lonas que abarrotan el campo de desplazados situado al este de Ciudad de Gaza. Mohamed Zakariya Ayyoub al Matouq tiene un año y medio y pesa apenas seis kilos. La imagen de su cuerpo esquelético, en los brazos de su madre, ha dado la vuelta al mundo como símbolo de la catástrofe humanitaria que asola la Franja tras más de cuatro meses de bloqueo impuesto por Israel a la entrada de ayuda humanitaria y más de 60.200 muertos.

Lleva una bolsa de plástico negra en lugar del pañal, un producto que escasea y que ya se ha convertido en un lujo inalcanzable para la mayoría de los gazatíes, ya que uno de ellos puede llegar a costar 10 shekels, alrededor de tres dólares. Las familias se ven así obligadas a suplirlos como pueden, con viejos trapos o bolsas de plástico.

Al Arini retrató al pequeño Mohamed para mostrar al resto del mundo el hambre extremo que afecta a los niños gazatíes. Entre un disparo y otro, tenía que parar y respirar profundamente. “Lo fotografié en el interior de una tienda de campaña para familias desplazadas, en medio del hambre, el dolor y una grave escasez de leche de fórmula y pañales”, recuerda este fotógrafo de 25 años. “Decidí documentar su historia —y la de otros niños— porque los signos del hambre eran claramente visibles en él. Había visto sus fotos anteriores, cuando estaba sano y lleno de vida, y luego vi el desgarrador estado en el que se encuentra ahora”, añade en conversación con este periódico a través de un servicio de mensajería instantánea. Mohamed había pasado de nueve a seis kilos, alrededor de la mitad de lo que suele pesar un niño de su edad. “Me sobrecogió el dolor al ver lo demacrado que estaba. Hice estas fotos mientras yo mismo pasaba hambre”, explica.
El fotógrafo gazatí Ahmed Jihad Ibrahim Al Arini, el 25 de julio.

La historia de Mohamed no es un caso aislado. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estima que más de 320.000 menores de cinco años en Gaza se enfrentan al riesgo de desnutrición aguda. Alrededor de 90 menores han fallecido por esta causa desde el 7 de octubre de 2023, según el Ministerio de Sanidad gazatí, controlado por Hamás.

Gaza vive, actualmente, el peor escenario posible de hambruna. Así lo alertó el pasado martes la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés), el principal sistema internacional para monitorear el hambre. Los últimos datos, recopilados por la organización a través de entrevistas telefónicas en julio, evidencian que el 81% de los hogares atravesaban días en los que no tenían ningún alimento que comer. Un 96% de los hogares encuestados, además, declararon haber pasado hambre varias veces al día en el último mes. Nueve de cada 10 hogares, incluso, asumieron riesgos para obtener alimentos o los buscaban entre la basura. “El acceso de la población a los alimentos en toda Gaza es ahora alarmantemente irregular y extremadamente peligroso”, dice el IPC en un documento de alerta difundido en su página web. De acuerdo con sus cifras, entre abril y mediados de julio, más de 20.000 niños han sido ingresados para recibir tratamiento por desnutrición. La única solución, advierte el IPC, es un cese de hostilidades que permita el acceso sostenido y seguro de ayuda humanitaria.

El ejército israelí anunció el domingo algunas medidas para garantizar un mínimo alivio del bloqueo y permitir más entrada de ayuda a través de “rutas seguras”. Naciones Unidas, sin embargo, sigue insistiendo en que es insuficiente para evitar una hambruna y una crisis sanitaria catastrófica y denuncia obstáculos “burocráticos y de seguridad” al ingreso de suministros por parte de Israel.

“La gente vive en condiciones desesperadas, en tiendas improvisadas instaladas en las calles y entre los escombros de sus casas destruidas. Se enfrentan a una grave crisis. Los precios están por las nubes, faltan todos los alimentos y suministros básicos, no hay gas para cocinar”, enumera el fotógrafo.

Trabajar como fotoperiodista en este contexto me llena de dolor y me agota
Ahmed al Arini, fotógrafo gazatí

Los periodistas gazatíes son los únicos narradores de lo que ocurre en la Franja, ya que el Gobierno de Benjamín Netanyahu ha vetado la entrada a la prensa internacional desde el comienzo de la ofensiva. Desde entonces, más de 230 informadores han fallecido a manos del ejército israelí, según el Sindicato de Periodistas Palestinos.

Al Arini, quien actualmente colabora con varias agencias de noticias internacionales, tuvo que huir de Yabalia, en el norte del enclave, después de que el hogar de su familia resultara destruido como consecuencia de un ataque israelí. Desde entonces, vive en la capital, Ciudad de Gaza. “Trabajar como fotoperiodista en este contexto me llena de dolor y me agota. Cubres la guerra y el asedio mientras estás hambriento, agotado e incapaz de proporcionar alimentos a tu propia familia e hijos. Quizá el mundo se haya acostumbrado a estas escenas. Llevamos casi dos años conviviendo con la muerte, la destrucción y el asedio. A nadie parece importarle lo que están soportando los civiles y la gente inocente de Gaza”, lamenta. Sin embargo, sigue esperando que esas imágenes “puedan ayudar a detener el genocidio y a poner fin a esta dolorosa guerra”.

30 julio 2025

Iñaki Williams, un hombre valiente contra el racismo de la ultraderecha


El discurso de Iñaki Williams tras su nombramiento como capitán del Athletic calló muchas bocas.

Durante la rueda de prensa, el futbolista denunció los discursos de odio y reivindicó su origen humilde.

"Supone mucho [ser capitán del Athletic]. Parece casualidad cuando mi madre y mi padre me parieron en Bilbao hace ya 31 años. Al final, el destino es el destino. Si no fuese por mis padres, yo no estaría aquí, ni Nico tampoco", comentó.

Luego, Iñaki Williams añadió: "Tenemos la suerte de poder representar a mucha gente que viene desde fuera para ganarse el pan de cada día y de ser una de las referencias a nivel ya no solo en Euskadi, sino en España. Es importante para nosotros".

"Tanto Nico como yo, como los chicos jóvenes que vienen (Adama, Álvaro, Adu) somos gente de familia muy humilde y el poder exponer de esta manera lo que viene a hacer aquí la gente es bueno para todos", insistió el delantero del Athletic.

Y, a continuación, comentó: "Parece que está de moda la ultraderecha, [pero] los que tenemos voz intentaremos seguir trabajando, seguir callando bocas y seguir tirando barreras".

22 julio 2025

El Festival de Eurovisión como espacio de homosocialización

Por CARLOS MARTÍN GAEBLER

Muchos se preguntan/nos preguntamos dónde reside la fascinación que el Festival de Eurovisión ejerce sobre una gran mayoría del colectivo LGTB, un fenómeno cultural a debate, especialmente en la sociedad gay, sobre el que merece la pena reflexionar y aportar algunas claves.

Se trata de un evento simpático, banal, emocionante, hiperbólico a ratos, como lo puede ser un partido de fútbol para los heteros, que es la excusa perfecta para echar unas risas y pasarlo bomba con un grupo de amigos en casa de alguno de ellos; en definitiva, un espacio doméstico de homosocialización cara a cara. En este sentido, ambas experiencias comparten un formato similar de visualización: una quedada en torno a una pantalla de televisión, con libertad para interactuar con los demás en tiempo real y hacer comentarios apasionados en voz alta, tumbados en un sofá saboreando unas birras fresquitas y picando delicias varias. Es más, ambos eventos televisados destacan por el elemento nacionalista/identitario que evidencian las banderitas de los países favoritos que adornan la sala o las bufandas al cuello del equipo o selección a la que animar.

Este ambiente de euforia está lejos del contexto propio de cualquier evento de lo que se conoce como la alta cultura (una obra de teatro, un concierto en una sala sinfónica, una película en una sala de cine, un ballet, etc.), cuando el espectador permanece sentado en una butaca de pago, en silencio contemplativo, con el móvil silenciado, en una sala a oscuras e insonorizada, sin interactuar con los demás asistentes hasta el intermedio o hasta después de la función. 

En cada festival eurovisivo se suceden canciones o actuaciones memorables, estrambóticas o simplemente monótonas acompañadas de un alarde de espectaculares escenografías semi operísticas y coreografías electrónicas casi circenses. Una estética a menudo afectada, reminiscente de la estética drag o transformista de, por ejemplo, el Carnaval de Tenerife. 

Que a lo largo de los años hayan triunfado o participado en Eurovisión artistas trans (como la israelí Dana), travestidos (como la austriaca Conchita Wurst), no binarios (como el suizo Nemo), o abiertamente gays (como el italiano Marco Mengoni, éste blandiendo la bandera arcoíris en el escenario) constituye obviamente un atractivo por su carácter reivindicativo, pues ayuda a extender (a veces vía televoto) la lucha por los derechos humanos de las personas LGTB, perseguidas aún, no lo olvidemos, en muchas partes del mundo (incluso en países de la UE que participan en el certamen, léase Hungría), a muchos rincones del planeta donde la homofobia está institucionalizada desde el aparato del Estado.

El gran cortometrajista canario Roberto Pérez Toledo logró alumbrar un corto hilarante, “Eurofán,” sobre la adicción a la que puede llegar un fanático de Eurovisión cualquiera, una ficción que recomiendo ver y que puede encontrarse en su sitio póstumo @mividarueda, que ofrece, en abierto, toda su obra humanista en torno a la ternura y a las relaciones personales.

Por otro lado, puede que los gays fanáticos del festival de la Unión Europea de Radiodifusión sientan que el hecho de que un evento tan marica suscite también el interés de una audiencia millonaria y un público mayoritariamente hetero es un elemento de orgullo y/o satisfacción. 

De broma suelo decir que los gays disidentes que no formamos parte de esta hinchada eurovisiva debemos tener el gen marica atrofiado, jaja, pero es indudable que este fenómeno televisivo, asentado en melodías comerciales, es parte consustancial de la cultura popular de nuestro tiempo. Sea como fuere, reunirse para disfrutar de un espectáculo global, polémico donde los haya (ya se organizan boicots por la participación del Israel mientras este Estado sigue masacrando al pueblo palestino en Gaza) y para todos los gustos, es una oportunidad única de hacer vida social sin pantallas de móviles de por medio. cmg2025 

Publicado en elDiario.es el 22 de julio de 2025

21 julio 2025

Grindr, ¿privilegio o condena?

Por LUISGÉ MARTÍN
SE LEE EN 3 MINUTOS


Hace unos días, un amigo gay veinteañero volvió a manifestarme su desasosiego por el modo de vida Grindr. Mi amigo usa la aplicación con el propósito –sincero– de encontrar un novio, pero solo encuentra sexo libertino y abundante.

No se queja solo de los demás, sino de sí mismo. “Es tan fácil y tan fantástico follar”, dice con gesto melancólico, “que uno no tiene fuerzas para dejar de hacerlo. Luego sientes arrepentimiento y dices que a partir de mañana vas a sentar cabeza, pero al día siguiente se ha esfumando el arrepentimiento y Grindr en cambio sigue allí, en el teléfono móvil”.

Mi amigo es resultón, pero no es un modelo de pasarela. Tampoco es un chico fácil: es exigente con sus amantes, los selecciona. Es decir, su ritmo frenético no tiene que ver con la belleza ni con la docilidad, sino con el sistema mismo. Este amigo ya me había contado antes sus penalidades sentimentales, pero no ha sido ni mucho menos el único.

A varios gays de entre veinte y cuarenta años les he escuchado reiteradamente contar lo mucho que necesitan el amor y lo complicado que les resulta conseguirlo en tiempos de Grindr por su propia incontinencia. Yo, que estoy ya cómodo en mi papel de anciano precoz, reacciono primero con una cierta indignación y luego, ya calmado, me pongo a filosofar.

La indignación tiene que ver con la historia de mi generación. Me pasa cuando me cuentan esto como le pasaba a mi abuelo cuando yo dejaba en el plato las verduras o el pescado que no me gustaba. “Con el hambre que pasé yo en la guerra”, me decía. Y eso les digo yo a mis amigos: “Con el hambre que pasé yo en la adolescencia, ¿cómo os podéis quejar de follar mucho?”.

Internet –y sus chats– empezaron a funcionar, de forma muy rudimentaria, cuando yo tenía treinta años. En aquellos tiempos, si chateabas se cortaba la línea telefónica: o usabas datos o usabas voz. Antes de eso, solo estaba el desierto: anuncios por palabras en revistas, a los que había que contestar por correo postal, o bares de ambiente. Los teléfonos inteligentes y las aplicaciones nacieron mucho después.

Grindr cumple en este mes de marzo [de 2019] diez años, y su función consistió en hacerlo todo mucho más fácil. Rápido, inmediato, cercano. En tu barrio o en la ciudad más remota del mundo, si viajas. A las tres de la tarde o a las cinco de la madrugada. A mí me daba rabia no haber tenido Grindr en mis noches juveniles de soledad. Sentía envidia de esa simplicidad con la que se puede llegar al sexo feliz, pero también a la compañía, a la aventura, a la tentación.

Cuando me pongo a filosofar, las confesiones de mis amigos me hacen dudar de si Grindr –o Scruff, o Wapo, o Hornet, o Tinder– son un privilegio o una condena. El arquitecto Mies van der Rohe acuñó una sentencia muy sabia que a veces es difícil de aceptar: “Menos es más”. Él hablaba de edificios, de minimalismo, de sencillez estética, pero vale para casi cualquier orden de la vida. Cuando las cosas son exuberantes, cuando son extremadamente fáciles, se pierde el placer de conseguirlas y hasta el goce jubiloso que proporcionan. Y esa es la penalidad mayor del ser humano: lo que es fácil, lo disfrutamos menos; lo que es difícil, en cambio, nos parece una delicia. Somos seres enfermos, no cabe duda.

Mi amigo veinteañero y yo estuvimos buscando soluciones a este desafío. Y encontramos una solución casi estalinista, pero seguramente eficaz. Los gobiernos, a nuestro juicio, deberían legislar para que las aplicaciones tuvieran un único mes de validez y luego un año entero de barbecho. Es decir, durante un mes puedes usarla libremente, pero al final de ese plazo empieza una cuarentena larga.

De ese modo, los que buscan promiscuidad perderían derechos civiles, sin duda, pero los que buscan amor tendrían por fin la oportunidad de encontrarlo. Yo, por si las dudas, y por si la reencarnación existe, prefiero tener Grindr a los veinte años. Es probable que la felicidad no mejore todo lo que uno es capaz de imaginar, pero el funcionamiento hormonal será sin duda mucho más saludable.

Publicado en la revista Shangay nº 507, el 22 de febrero de 2019

18 julio 2025

El cine como arma para no olvidar: las películas sobre la Guerra Civil que la derecha no quiere ver

Para no olvidar lo que ocurrió el 18 de julio de 1936 y evitar que se repita la barbarie que desencadenó, el cine recuerda aquellos tiempos negros con magníficas películas.

Por BEGOÑA PIÑA

Público, 15 de julio de 2025

La derecha se desgañita indignada cada vez que en este país se anuncia el estreno de una película sobre la Guerra Civil. "Otra de la Guerra Civil" es la aburrida coletilla que se escucha sin descanso. Y, sin embargo, siempre que el cine dedica una historia a esta guerra, que fue salvaje y sangrienta y que abrió la puerta a décadas de una feroz dictadura, el público responde y la recibe con los brazos abiertos. Estos días no hay un nuevo título sobre el tema que llegue a las salas, pero los que aterrizan en ellas lo hacen el 18 de julio. Así que aprovechamos el aniversario de esta fecha nefasta, para disgusto y rabieta de los ultras que quedan en España, para recordar las mejores películas que se han hecho sobre la Guerra Civil.

Probablemente, estos reaccionarios sigan pensando que los hombres y mujeres que combatieron contra las tropas franquistas y lucharon [por la democracia] contra la dictadura fueron unos monstruos. Engendros como el Frankenstein que servía de extraordinaria metáfora a Víctor Erice en su inmensa El espíritu de la colmena (1973), que reflejaba el miedo de una sociedad empobrecida y desgarrada por la guerra. Fascinante y hermosa, es una de las más grandes películas del cine español, que se mereció la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián y que encumbró a su creador para siempre.

Fernando, el padre apicultor que pasaba las noches escribiendo un pasaje de La vida de las abejas, de Maurice Maeterlinck -que describía "ese espíritu todopoderoso, enigmático y paradójico al que las abejas parecen obedecer, y que la razón de los hombres jamás ha llegado a comprender"-, estaba en manos del portentoso Fernando Fernán-Gómez, que volvería a enriquecer con su trabajo otras películas sobre la guerra y la dictadura.

Fernando Fernán-Gómez

"Si conseguimos que una generación crezca libre en España, nadie les podrá arrancar nunca la libertad, nadie les podrá robar ese tesoro", decía el maestro Don Gregorio (Fernán-Gómez) en La lengua de las mariposas, una película hermosa, ambientada en un pueblo de Galicia en el invierno del 36, y en la que se reunieron unos cuantos nombres ilustres. Adaptación de un cuento del libro ¿Qué me quieres amor? de Manuel Rivas, el guionista fue Rafael Azcona (ganador del Goya por este trabajo), José Luis Cuerda dirigía, Javier Salmones hizo la fotografía y Alejandro Amenábar firmó la banda sonora.

"He hecho una película sobre la libertad, la dignidad y la supervivencia", dijo Cuerda en una presentación de la película, una historia que rendía homenaje a las maestras y maestros de la II República, represaliados brutalmente por el franquismo, y con la que denunciaba el rencor, el miedo y el enfrentamiento que la guerra había instalado en España.

Era también Fernando Fernán-Gómez el protagonista de Vida en sombras (1948), película de Llorenç Llobet-Gràcia, que fue censurada y que se recuperó y restauró en 2012, y en la que el actor daba vida a un fotógrafo y operador de cámara que, al estallar el conflicto, se convertía en reportero de guerra. Una película extraordinaria, olvidada durante demasiados años. Y, por supuesto, Fernán-Gómez era en Mambrú se fue a la guerra (1986), dirigida por él mismo, Emiliano, el ‘topo’ que, tras 40 años escondido en el sótano de su casa, a la muerte de Franco seguía oculto para que su mujer siguiera cobrando la pensión.

Escrita por él también, aunque para el teatro, Las bicicletas son para el verano es otro título a recordar. Dirigida por Jaime Chávarri, esta adaptación estaba protagonizada por Amparo Soler Leal, Agustín González, Victoria Abril y Gabino Diego, y en ella se contaba una historia que arrancaba al mismo tiempo que la guerra y que mostraba las miserias de ésta a través de lo cotidiano en la vida de una familia, de la criada y de los vecinos del edificio.

Fantástico y comedia

El mexicano Guillermo del Toro conquistó nada menos que tres Oscar con El laberinto del fauno (2006), una película de género fantástico, ambientada en 1944, en plena posguerra, que exhibía la aberración del franquismo y que, además del reconocimiento en Hollywood, ganó siete Goyas, tres premios de la Academia de Cine Británica, nueve premios Ariel y unos cuantos reconocimientos más. Para muchos, es la mejor película del director.

Geniales Carmela y Paulino (Carmen Maura y Andrés Pajares), los cómicos de ¡Ay, Carmela! (1990), de Carlos Saura, con guion escrito junto a Azcona sobre una obra de Sanchís Sinisterra. Cargada también de galardones (13 premios Goya), es una conmovedora, aunque amarga, comedia. Y unas risas menos ásperas eran las que despertaba Luis García Berlanga con La vaquilla (1985), también con guion de Azcona, y protagonizada por Alfredo Landa, y en la que unos soldados republicanos decidían robar la vaquilla a un pueblo vecino y fastidiarles la corrida de la fiesta. Agustí Villaronga exploró, esta vez muy lejos de la comedia, la conciencia moral de la España de la posguerra en la estupenda Pa negre (2010), adaptación de la novela de Emili Teixidor.

Brigadas internacionales

No han sido solo los creadores españoles los que han acudido al cine para contar la Guerra Civil. Algunos importantes títulos sobre estos años oscuros de la historia de España los han firmado cineastas extranjeros. El maestro Ken Loach es uno de ellos, que en 1995 estrenó Tierra y libertad, una historia protagonizada por un voluntario en las Brigadas Internacionales y una anarquista española, que compitió en Cannes, donde ganó el premio de la prensa internacional y el del Jurado Ecuménico. Preciosa y emotiva, es una celebración de la resistencia.

"Ocupando cada callejuela llena de escombros como si ella misma hubiera hecho la guerra, el humo invadía metro por metro las posiciones republicanas. Los sitiadores estaban ahora alejados unos de otros: la mina había hecho saltar las posiciones más avanzadas de los fascistas, pero no los subterráneos", escribió André Malraux en la novela La esperanza. El escritor, que combatió en la Guerra Civil como aviador del ejército republicano, quiso también llevar al cine esta historia y lo hizo en Sierra de Teruel (1949).

Codirigida junto a Boris Peskine, con guion de Antonio del Amo, Denis Marion, Peskine y Max Aub (que fue ayudante de dirección y traductor del guion al español), la película contaba un episodio de los inicios del conflicto, cuando uno de los aviones de una escuadrilla aérea de las Brigadas Internacionales fue derribado y cayó sobre Valdelinares (Teruel). El rodaje se terminó en Francia, por la llegada de las tropas franquistas, y se estrenó en París. Franco la prohibió en España, donde no se pudo ver hasta 1978.

Tal vez estas películas estén hoy en la lista negra de algunos herederos del franquismo, probablemente porque saben, como sabía David Carr (Ian Hart), el protagonista de la película de Loach, que "las revoluciones son contagiosas".

Begoña Piña es redactora-crítica de cine en Público. Escribe en Librújula, Archiletras, Best Movie y La Gran Ilusión. Periodista, ha publicado en Diario 16, La Vanguardia, Fotogramas, Caimán. Cuadernos de cine... Premio Comunicación Alfonso Sánchez 2018 de la Academia de Cine y Mención a la Labor Periodística en el Zinemaldia/Festival de Cine de San Sebastián de 2024.

05 julio 2025

Gracias, Portugal, por descansarnos de España

Por IGNACIO PEYRÓ

El País, 5 de julio de 2025


Quienes nacimos en el lado difícil de los Pirineos siempre hemos tenido Portugal para aliviarnos de ese trabajo suplementario que ser español aporta a la vida. Portugal nos da el mejor de los mundos: lo familiar con lo distinto. Algunos comentan: “En Portugal no me siento en otro país”. Por el contrario, es pasar la raya y —en cuestión de metros— han cambiado las huertas y los bares, cambia la sentimentalidad y cambian los horarios. Somos distintos: hace ocho siglos que nuestras fronteras son tenaces. Cuando Ramalho Ortigão sube al tren en Portugal, el revisor dice: “¿Los señores quieren quedar en tierra?”. Cuando sube en España, los revisores gritan: “¡Viajeros al tren!”. Somos distintos.

A Portugal no le hemos dado nuestro perfil bueno. Tenemos la inercia de quedarnos Iberia —como nos quedamos Hispania— para nosotros. A cada poco nos referimos a Portugal como “país mediterráneo”. Los mismos españoles que entran en Francia con la cabeza gacha parecen manejarse en Portugal como si entraran a caballo. Y es mejor no preguntarse cuántos entre nosotros saben que Aljubarrota es una batalla y no una sopa regional. Con todo, quizá ha sido peor nuestro afecto que nuestra arrogancia. Lisboa sobrevivió a un terremoto pero por poco no sobrevive a nuestros poetas: el amor a Portugal se ha resentido de tantas veces como hemos pronunciado la palabra saudade en vano. Así, igual que de cuando en cuando dejamos de pescar anchoa para que se recuperen los bancos, quizá estaría bien una moratoria pessoana y suspender por cinco años la venta del Libro del desasosiego. Entre apegos y desapegos, como fuere, el escepticismo del portugués es sólido: en otros siglos, algunos bajaban la persiana de la carroza hasta la frontera con Francia; en este, siempre ceñidos a los transportes, evitan el AVE Lisboa-Madrid.

Lo llamativo es lo bien que le ha ido de esta manera a Portugal. Siempre “alcanzó el favor del cielo sereno”, según Camoes, en sus pugnas con nosotros. España era un paria internacional mientras Portugal fundaba la OTAN. Magallanes fue el personaje más odioso del siglo de los conquistadores, pero ¿quién ha oído hablar mal de Magallanes? A ojos anglosajones, el imperio español consistió en saquear el oro mientras el portugués enseñaba al mundo comercio y ciencia: el hecho de mantener colonias hasta los años setenta no se ha explicado por rapiña imperialista, sino con el argumento de que algo bueno harían para durar tanto. Tuvieron la revolución más telegénica del siglo XX, mientras que Franco murió en un hospital adecuadamente llamado La Paz. Hoy manda un portugués en la UE, otro en la ONU, y hasta hace poco mandaba un tercero en la Champions.

Durante años he pensado que la lusofilia española era una manera de no estar donde tenemos que estar. A veces, una vanidad: el amor a un objeto que nos devuelve nuestro reflejo mejorado. Otras veces, una condescendencia: tenemos una molesta tendencia a que los portugueses nos parezcan muy monos. Y, en casi todos los casos, una trola. Por supuesto, en Portugal siempre había una redención estética: quizá la fraternidad nos deje fríos, pero por la fraternidade entran ganas de hacer una revolución. Como país, es un destino manifiesto para cuantos amamos la hiedra con la piedra. Permite la ensoñación estética de los palacios que se pierden entre la niebla —Buçaco— y de los que se encuentran —tanta arquitectura de veraneio— junto al mar. Portugal, en fin, ha sido reino del ocaso para tantos exiliados, que a nosotros al menos nos podrá ofrecer una rua da misericórdia, un sorbo de bucelas viejo, e incluso, si alguno fuma todavía, uno de los pitillos con el nombre más hermoso de la tierra: Português suave.

Durante años, sí, uno creyó que la lusofilia era una pasión que racionarse. Pero los años lo que hacen es pasar y al final uno se replantea las cosas. Quién tuvo más suerte. Quién lo hizo mejor. Quién cayó del lado bueno de la Península. En Portugal están preocupados: la política, el partido Chega!, etcétera. Pero, dada la situación de España, a veces tienta pensar que la solución no está en la unión sino —directamente— en la subordinación ibérica: ser un Estado títere de Portugal. Es la única solución que no probamos, cuando a saber si la clave para desbloquear el laberinto español no será una mente paternal en Lisboa que piense por nosotros y que llene de cilantro hasta nuestra vida pública. Es, claro, una broma. Pero por momentos uno quisiera que, al menos, fuera un sueño.

04 julio 2025

Lo que nos jugamos

Por Nicolás Sartorius 

elDiario.es, 3 de julio de 2025

No es fácil en los tumultuosos y oscurecidos tiempos que corren discernir lo que, en realidad, está en juego. El caos, el ruido y la furia se han convertido en el hábitat omnipresente que todo lo abarca, lo engulle y lo acaba expulsando, como el mar los detritus, hacia las aturdidas mentes del personal sufridor. No es nada sencillo que la realidad real o la verdad verdadera se abran camino ante tanta manipulación, ante el imperio de lo virtual, de la falsificación o, sencillamente, de la mentira. El mundo está inmerso en peligrosas guerras de momento locales en Ucrania, en Oriente Medio –el genocidio de Netanyahu en Gaza, la guerra contra Irán–, todo ello apoyado por los EEUU de Trump y aquí, por lo visto, lo que más interesa es hablar de Koldo, de Ábalos y de Cerdán.

¿Es que alguien se cree que la potencia americana, con el concurso de Europa, no podría acabar con estos conflictos si de verdad se lo propusiesen? ¿Por qué Netanyahu, al frente de un país de diez millones de habitantes, se permite cometer los crímenes de Gaza, bombardear Teherán y lo que se ponga por delante –sin una sola sanción–, si no es porque cuenta con el apoyo incondicional de Trump y de la pasividad de buena parte de los países europeos, que mientras han impuesto, con razón, multitud de sanciones a la Rusia de Putin, aquí están agarrotados por extraños complejos del pasado o intereses del presente?

Y ahora vienen el preboste de la OTAN y su fiel escudero Mark Rutte a ordenar que tenemos que gastar la estrambótica cifra del 5% del PIB –más de 80 mil millones de dólares en cifras de 2024–, lo que supondría un golpe durísimo a nuestros derechos sociales en sanidad, educación, etc. Un diktat o ukase escandaloso e inútil al que se ha opuesto, únicamente, ese presidente español al que hay que abatir por todos los medios. Sabemos lo que sucedería si gobernasen las derechas: pues que aceptarían sin rechistar como han hecho siempre ante los requerimientos del “amigo americano”.

Desde luego no es suficiente para mover voluntades con exclamar “que viene la ultraderecha”, sin embargo, lo que irrumpe no es sólo eso, sino la ola más reaccionaria, antisocial, antieuropea y antidemocrática desde la IIª Guerra Mundial. Con un presidente de los EEUU a la cabeza de la contrarreforma, atrabiliario e imprevisible; una Unión Europea en la que solo tres países tienen gobiernos progresistas, donde en grandes naciones como Alemania, Francia e Italia la derecha radical es la segunda fuerza o gobiernan partidos euro incrédulos o descreídos. En una palabra, lo que está en juego es la democracia social –el modelo europeo–, la propia integración de la UE, los derechos civiles de las minorías, aparte de la fumigación de los emigrantes. En el fondo un sistema más parecido al de Trump que al que conocemos los europeos.

¿Por qué creen ustedes que existe esa ansia, avidez o impaciencia por acabar como sea con este Gobierno y el odio enfermizo que suscita su presidente? Pues porque España es el único país relevante que cuenta con un ejecutivo de coalición de izquierda, que ha aliviado algo las faltriqueras de los pudientes –lo que llaman “el infierno fiscal”–; ha normalizado totalmente la situación en Cataluña con una amnistía plenamente constitucional, como defendí en el origen de los tiempos; se han producido avances en derechos sociales y civiles, la economía es la que mejor funciona de Europa y la política exterior es, por lo menos, la más decente de las que circulan, al reconocer, este Gobierno, al Estado palestino, oponerse al atraco del 5% del PIB en armas, aumentar la ayuda al desarrollo o avanzar en el tema de Gibraltar. Todo ello sostenido por una mayoría parlamentaria en la que hay, por lo visto, “comunistas”, “separatistas” y “terroristas”. Algo realmente insoportable para los poderes tradicionales y sus corifeos mediáticos, que se han dedicado toda su vida a esquilmar al personal sufridor.

Claro que el asunto Cerdán, Ábalos, Koldo puede ser aberrante y exige que se tomen medidas rápidas y contundentes de naturaleza orgánica y política, con el fin de acabar de una vez con el cáncer de la corrupción. Y claro es que si informaciones fehacientes involucrasen a la presidencia o a la financiación ilegal del partido socialista la situación se haría, prácticamente, insostenible. Pero, en todo caso, un gobierno democrático no puede caer, de ninguna manera, por informes de la Guardia Civil o de cualquier policía. Aceptar esto sería terriblemente peligroso, pues hay que recordar que la costalada del Gobierno de Rajoy, que estaba de corrupción hasta las cejas, se debió a una sentencia de la Audiencia Nacional y no a informes policiales. En el caso actual se pretende que salte todo por los aires, la presunción de inocencia y lo que haga falta. Y estas agónicas ansias por fulminar a Sánchez tienen varias causas: la cercanía de juicios durísimos contra el PP por los manejos de la llamada “policía patriótica” y otras trapacerías; porque piensan que de celebrarse de inmediato elecciones arrasarían, mientras que dentro de dos años ya veríamos y, tercero, porque, tal y como va de bien la economía y las posibilidades muy reales de llegar al pleno empleo, es una pera en dulce lo que esta izquierda de nuestros pecados les dejaríamos en herencia.

Así que en el caso de España nos jugamos que regrese la tensión en Cataluña, con una derecha que no entiende, ni ha entendido nunca, la naturaleza plural de nuestro Estado, con presidentas de CCAA que se ausentan cuando alguien se expresa en catalán o vasco, idiomas que hablan millones de españoles en diferentes nacionalidades.

Nos jugamos el creciente deterioro de los servicios públicos fundamentales como la sanidad, la educación, las universidades o la ciencia, con el aumento desaforado de las privatizaciones, como ya está sucediendo en las CCAA que gobierna la derecha. No olvidemos que el eje central del programa de las derechas es bajar impuestos, es decir, deteriorar el Estado de bienestar y acrecentar el de malestar de la mayoría. Con una advertencia: toda política ultraliberal de recortes sociales sólo es factible imponiendo formas de represión. La presidenta de la CCAA de Madrid ya lo ha advertido ante las movilizaciones en la Universidad. Tomemos nota de lo que está sucediendo en EEUU, Argentina, Hungría, etc.

Nos jugamos el que no se practique una política razonable con la emigración, que es una de las bases de nuestra prosperidad y de una convivencia humana digna, a diferencia de lo que se hace en Italia, Hungría o incluso Gran Bretaña.

Nos jugamos que se regrese a actitudes y decisiones restrictivas en materia de derechos civiles como el aborto, la eutanasia y todo lo que hace referencia a los movimientos LGTBIQ.

Nos jugamos el que se haga inviable la reducción de la jornada laboral, pues las derechas están en contra, como se ha visto en el Parlamento, en el tema de las 37,5 horas. Proponen sustituir dicha rebaja, deseada por la generalidad de la ciudadanía, por una mayor “flexibilidad”, es decir, por la realización de millones de horas extras no pagadas. En este sentido, nos jugamos que se recorten derechos sindicales, reduciendo la representación de los trabajadores en los comités de empresa y en el diálogo social, como ya sucedió en CCAA gobernadas por el PP/VOX.

En una palabra, nos jugamos la democracia social, con libertades y derechos, el modelo europeo que los Trump y Putin, desde fuera, y sus socios desde dentro quieren laminar a toda costa.

Nos jugamos a que regresemos a la pérdida de la Memoria Democrática, que nos ha costado tanto ir recobrando, pues lo primero que harán las derechas, como ya están haciendo donde pueden, es derogar la ley homónima, base de una cultura democrática digna.

Nos jugamos el retroceso a la jungla del pelotazo urbanístico del pasado ante la concepción propia de las derechas en el sentido de que la vivienda es un negocio goloso y no una necesidad vital del ser humano.

Nos jugamos que la justicia siga en manos de jueces y magistrados que se concentran y hacen huelga, sin cobertura legal, cuando las leyes del Parlamento no les gustan.

Nos jugamos la reculada a los tiempos de una especie de nacional-catolicismo, ante la insólita imagen de que una parte preponderante de la jerarquía de la Iglesia católica proponga la celebración inmediata de elecciones generales con el fin de terminar con el actual gobierno democrático, al que quedan dos años de la actual legislatura.

No olvidemos, por favor, todo lo que nos jugamos, porque si nos despistamos o nos lían, si no nos organizamos y movilizamos, nos arrepentiremos… pero ya será tarde.

“La puta cámara grabando el concierto todo el puto rato”

Bunbury para un concierto por el uso del móvil de un fan: “La puta cámara grabando todo el puto rato.”