19 noviembre 2025

¿50 años no es nada?


Por MARTA NEBOT

Diario Público, 12 de enero de 2025




15 noviembre 2025

50 años sin Franco

La democracia española no solo tiene el derecho sino la obligación de explicar a los jóvenes qué fue el franquismo



Este miércoles el Gobierno pone en marcha el programa de actos destinado a conmemorar los 50 años de la muerte de Francisco Franco en noviembre de 1975 y el reestreno de las libertades en nuestro país. Acertarán los organizadores si las actividades conmemorativas ponen en valor la trascendencia de nuestra democracia y la desgraciada condición histórica previa: la desaparición de un general del Ejército que ejerció el poder dictatorial hasta el final, incluidas cinco penas de muerte firmadas dos meses antes de morir. Errarán si los actos del aniversario se utilizan para la lucha partidista o para acrecentar la polarización.


Desde la victoria en la Guerra Civil, en 1939, Franco mantuvo bajo sus manos la dirección del poder ejecutivo, legislativo y judicial ajeno a cualquier forma de control político o democrático de las instituciones del Estado: una dictadura unipersonal con la existencia de un único partido tolerado, el de los vencedores de la guerra: primero Falange, después renombrado como Movimiento Nacional. Esa fue toda la libertad política de la que disfrutaron los españoles durante las cuatro décadas del franquismo. Un régimen que aprendió a adaptarse a las circunstancias históricas cambiantes y apenas se vio dañado por las actividades clandestinas de los distintos grupos de la oposición política y el exilio, pese a la perseverancia en la lucha de muchos de ellos a lo largo de décadas, sin rendirse ante la persecución sufrida con el ensañamiento propio de dictaduras militares y con una prensa literalmente amordazada.


Recordar medio siglo después de la muerte del dictador cosas tan obvias no es una redundancia ni debería provocar división alguna entre los españoles, que son hoy, muy mayoritaria y felizmente, conscientes de su ciudadanía democrática. Recordarlo constituye un deber democrático en particular hacia aquellas generaciones que ni conocieron ni tienen por qué conocer el origen complejísimo de la democracia que hoy habitan. Los inquietantes datos de las últimas encuestas, tanto del CIS como la de 40dB., muestran una creciente tolerancia de los jóvenes a regímenes autoritarios —como lo fue la dictadura aquí— y una cierta banalización de lo que significó el franquismo.


Entre los jóvenes, más del 20% tiene como opción preferible a Vox, un partido político que definió en las Cortes al franquismo como una etapa de progreso y reconciliación. El régimen que impuso Franco a partir 1939 y hasta su muerte en 1975 extinguió la libertad de prensa y la libertad de expresión —prohibidas por ley—, situó a la mujer en un lugar subsidiario en la sociedad, asfixió cultural y lingüísticamente a las comunidades con una lengua distinta del español, persiguió con ferocidad cualquier alternativa a la heterosexualidad, canceló la vida civil y profesional de los derrotados que sobrevivieron a la victoria franquista en el interior y mantuvo en el exilio a decenas de miles de españoles bajo la acusación de ser antiespañoles, mientras la enseñanza estuvo monopolizada por el catolicismo más preilustrado de la Europa contemporánea.


Ante la corriente autoritaria que vuelve a recorrer el mundo occidental usando las reglas de la democracia para dinamitarla desde dentro, es una obligación propiamente democrática la explicación veraz de las condiciones de existencia bajo la dictadura franquista. La añoranza que expresan los líderes de Vox o el blanqueamiento tentativo que otras derechas operan sobre el franquismo constituye una carcoma civil que desdibuja a un régimen que puso por encima de cualquier cosa su perpetuación a través de la persecución, el encarcelamiento y el asesinato de quienes aspiraban a restituir en España unas libertades homologables con la Europa que surgió de la posguerra mundial y como las que hoy disfrutamos.


Las críticas iracundas a una conmemoración tan redonda en cifra, y tan desgraciadamente necesaria dado el contexto global, son puro oportunismo partidista. Recordar el franquismo les viene mal ahora a los aspirantes a La Moncloa y a sus sherpas mediáticos porque los resultados electorales y todas las encuestas anticipan que el PP necesitará de Vox para gobernar, y Vox no condena el franquismo. Editorial de El País, miércoles 8 de enero de 2024


Ilustración de Pedro Vera en el libro “Francofacts” (Pasado & Presente, 2025)


12 noviembre 2025

Por qué la cocaína favorece la violencia sexual

Por GUILLERMO LAHERA

El País, 8 de noviembre de 2024

La cocaína desata los instintos primarios, de la mano de la verborrea, la grandiosidad y el deseo de dominancia. Prevenir su consumo reduciría la exposición a experiencias traumáticas que son un factor de riesgo de graves trastornos mentales.


Es un clásico de las guardias hospitalarias de fin de semana: el paciente es llevado de madrugada por sus compañeros de farra, algunos asustados y otros infantilmente risueños. El chico presenta unas pupilas como dos agujeros negros, está sudoroso, taquicárdico y no para de moverse. Conductualmente, se muestra retador, desafiante, buscando pelea. En un momento dado, ante una mínima frustración —una leve espera en ser atendido, una petición de análisis de tóxicos en orina, por ejemplo—, eleva el tono de voz, insulta, denigra a todos los presentes y pega una brutal patada a un monitor de constantes vitales. Ni sabe su coste, ni le importa. Se le acerca algún enfermero para calmarle y entra en escalada, a veces haciéndose el ofendido: “¡Que no me toques!”, repite. Uno que recuerdo se fijó en la joven residente que me acompañaba y le dedicó varios comentarios soeces y machistas. A mí me dijo: “Te voy a arrancar la cabeza”.


Estas escenas nocturnas no son agradables y requieren del personal sanitario mucha paciencia, dedicación y templanza de espíritu. Pero lo más chocante es visitar al enfermo a la mañana siguiente y encontrar a un desvalido corderito. Envuelto en sábanas, aturdido por haber dormido poco, sollozante y arrepentido.


La cocaína es, de lejos, el psicoestimulante ilegal más usado en el mundo, con aproximadamente 23 millones de consumidores, cifra que va ascendiendo. Esta sustancia dispara en el cerebro las concentraciones extracelulares de dopamina, noradrenalina y serotonina, actuando especialmente sobre las vías de la recompensa. Por eso, inicialmente, produce aumento de la energía, las emociones positivas y la confianza. Es altamente adictiva y puede tener graves consecuencias médicas, psicosociales y psiquiátricas. Nada menos que la mitad de los consumidores desarrolla síntomas psicóticos a lo largo de su vida, incluyendo reacciones paranoides, delirios o aterradoras alucinaciones visuales o táctiles.


Se asocia también a crisis de pánico, depresión y desregulación emocional. Pero otro efecto de la cocaína es especialmente relevante para la convivencia y la salud de las víctimas: se asocia robustamente a irritabilidad, agresividad, conductas de dominación y delitos. En estado de intoxicación se desatan los instintos primarios, de la mano de la verborrea, la grandiosidad y el deseo de dominancia, y se pueden aplicar ferozmente contra la persona que está más cerca.


La violencia en el ámbito doméstico es aterradoramente frecuente: una de cada cinco mujeres estadounidenses la ha sufrido. Y algunos estudios indican que el 92% de los hombres que agredieron a su pareja femenina había consumido sustancias el día de la agresión, de los cuales el 67% había consumido la explosiva mezcla de cocaína y alcohol. Una deriva son las agresiones facilitadas por drogas administradas a la víctima, normalmente altas cantidades de alcohol.


En un estudio español entre 1.600 mujeres jóvenes, la mitad reportó haber sido víctimas de actos, comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, que van desde el acoso verbal hasta la penetración forzada, con sustancias tóxicas de por medio. El riesgo aumenta en mujeres extranjeras, de bajo nivel educativo y no heterosexuales. La foto del estudio nos muestra que el consumo de alcohol en la víctima y de alcohol y cocaína en el agresor suponen un caldo de cultivo propicio para la violencia sexual. Por supuesto, no se trata exclusivamente de un efecto químico. Los contextos asociados al tráfico de drogas, la pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades aumentan la probabilidad de violencia. Piensen en el estremecedor cóctel de cocaína y prostitución, donde las mujeres son consideradas objetos sexuales y donde la violencia contra ellas está normalizada.


El uso de alcohol, cannabis y cocaína está dramáticamente arraigado en nuestra sociedad. Alguien me tiene que dar muchos argumentos para aceptar que tolerar o fomentar las drogas es de izquierdas: arruina la vida de los más vulnerables. En los años ochenta el viejo profesor Tierno Galván —admirable, por lo que dicen, en todo lo demás— alentó a las masas con su “el que no esté colocado, que se coloque”. La devastadora epidemia de heroína y delincuencia ya había estallado en los barrios populares, para desgracia de las sufridoras madres. El boom de la cocaína iba a seguir a continuación, con el ilusorio marchamo de droga de ganadores, y porque generaba esa hiperactivación tan propicia para el ritmo frenético de nuestros días. Con el cannabis, aún tenemos partidos políticos que minimizan sus daños, contra la evidencia científica disponible, y es consumido por el 28% de los adolescentes españoles; todos ellos, con cerebros en desarrollo. Socialmente, tomar sustancias tóxicas parece un signo de ser enrollado, saber divertirse y sentirse parte de un grupo.

El discurso antidrogas, en cambio, suena puritano, retrógrado y punitivo. Pues que siga la fiesta, ¿no? Depende de lo que nos importen, por ejemplo, los problemas de salud mental, el fenómeno de la violencia machista o el maltrato infantil, en los que el alcohol y la cocaína parecen ser relevantes. Prevenir el consumo de estas sustancias reduciría la exposición a experiencias traumáticas, que son un factor de riesgo de desarrollar graves trastornos mentales. Si como sociedad apostamos realmente por la prevención, uno de los objetivos tiene que ser tratar de revertir esta distorsionada percepción social de las drogas, informar abiertamente a los ciudadanos sobre sus efectos neurobiológicos o las consecuencias a largo plazo de su consumo y ofrecer tratamiento y ayuda a las personas adictas.

02 noviembre 2025

Cómo la actual etapa asexual de Hollywood puede afectar nuestras fantasías eróticas

La caída de las escenas subidas de tono en el cine y las series puede dejar a las audiencias sin modelos eróticos de comportamiento. Entre las causas, el fácil acceso a la pornografía y el encarecimiento de los rodajes con la figura del coordinador de intimidad.

Por Rita Abundancia

El País,  28 de ocubre de 2025

La historia de Hollywood ha tenido todo tipo de relaciones y comportamientos en torno al sexo. La industria ha sido pudorosa, aventurera, picante, seductora, pacata, obsesiva, romántica, juguetona. Generaciones y generaciones de espectadores crecieron viendo esas escenas, más o menos explícitas, y es casi seguro que en algún momento de sus vidas adoptaron algunas de las actitudes erótico-sexuales que la gran pantalla proponía. Durante mucho tiempo, y antes de que la pornografía se popularizara, el cine era la única ventana de fácil acceso que se abría al mundo de la intimidad entre dos o más personas.

Es muy probable que el ya mítico beso en el coche, cuando una pareja que empieza a conocerse se separa tras pasar una velada juntos, y que da el pistoletazo de salida a una posible relación, se lo debamos a los guionistas y no a nuestra iniciativa en materia de seducción. Porque durante mucho tiempo, el cine sirvió para copiar modelos de comportamiento (también en el terreno erótico y sentimental), o para fantasear con las actrices y actores de Hollywood, que parecían haber sido fabricados con un control de calidad mucho más exigente que el del resto de la población.

Últimamente, sin embargo, el cine parece abrazar la asexualidad. Las escenas subidas de tono, herederas de los prometedores dos rombos de antaño, han desaparecido de los guiones bajo la nueva filosofía de que el sexo ya no vende; y los que ahora van al cine están más interesados en la acción, los efectos especiales, el gore o los superhéroes.

Un estudio realizado en 2024 para The Economist por Stephen Follows, productor audiovisual, analista y consultor de la industria cinematográfica, revela que el sexo y las escenas con desnudos han descendido notoriamente en la industria audiovisual. En concreto, hasta un 40% desde el inicio de siglo. El trabajo añade, además, que las películas que no contienen ningún tipo de desnudo o escena sexual han pasado a ser el 50%, en comparación con el 20% que había en el año 2000. Y recalca que en las cintas de acción o thrillers este porcentaje sube hasta el 70%.

Atrás ha quedado esa fe ciega que Hollywood tenía en ese erotismo para todos los públicos, en esas películas escándalo, tan propias de los ochenta y noventa, en las que la gente iba a contemplar el prometedor striptease de Kim Basinger en Nueve semanas y media (1986) o comprobar si, efectivamente, se le veía algo a Sharon Stone cuando cruzaba las piernas en Instinto básico (1992). Escenas que, generalmente, quedaban en un coitus interruptus, pero que servían para publicitar el filme a bombo y platillo y atraer a la audiencia.

“En Hollywood hay un antes y un después del movimiento Me Too”, cuenta Juan Luis Sánchez, periodista, escritor y crítico de cine en DeCine21.com, “porque concienció a la gente de cómo la industria se aprovechaba de las mujeres, de la profusión de desnudos femeninos (que no de masculinos) y del papel de muchos productores, que abusaban de las actrices, y no solo Weinstein. Y como consecuencia de este escándalo surgió la figura del coordinador de intimidad, un profesional que debe estar presente durante el rodaje de escenas tórridas para que todo se haga de manera correcta y con consentimiento. Todo esto encareció mucho las escenas de sexo, porque se tardan más en rodar". A lo que Sánchez añade: “Sin contar también con que los actores piden más garantías y cláusulas a la hora de filmarlas. Si a esto le sumamos el hecho de que el ansia por ver sexo puede ser saciada de inmediato con la pornografía, entenderemos por qué el cine comercial se ha vuelto tan casto”.

Sin sexo en el cine, en las series y en la literatura

En un primer momento, la sexualidad, al no verse ya bienvenida en la gran pantalla, emigró a las series, que se llenaron de momentos libidinosos y explícitos. Como apunta Sánchez, “la productora HBO se caracterizó por cargar las tintas en este asunto. Estaba Juego de tronos, que en sus primeras temporadas abusaba de las escenas de cama, aunque estas se fueron suprimiendo con el paso del tiempo. En Los Soprano había siempre que meter el local de striptease, aunque fuera con calzador, para que saliera una mujer desnuda. Sin embargo, ese destape también llegó a su fin en la mayoría de las series. Actualmente, Euphoria, de temática adolescente, y The Boys y Gen V, en torno a los superhéroes, son las series que contienen más escenas sexuales, pero es un tipo de sexo más marginal, con orgías y brutalidades”, aclara el crítico de cine.

Y, si en el universo audiovisual se echa de menos algo de lujuria y romanticismo, en el de las letras ocurre algo parecido, aunque 50 sombras de Grey haya logrado excitar las libidos más pedestres y sin muchas exigencias literarias.

Pedro Antonio Curto es periodista y escritor. También de novela erótica. Con Los amantes del hotel Tirana (Ediciones Irreverentes) ganó el IV Premio Ciudad Ducal de Loeches, y Los viajes de Eros y El tango de la ciudad herida son dos de sus obras eróticas que figuran en las mejores antologías de este género. “La pornografía se ha comido al erotismo en el cine y también en la literatura”, apunta. “El porno está asociado a la imagen, mientras el erotismo está más ligado a profundizar, a provocar sensaciones. Es algo más sutil que se está perdiendo. La sensualidad en el cine ha contribuido a crear el imaginario erótico, nos ha ayudado a fabricar nuestras fantasías, porque la imagen es siempre muy potente. Pero no debe ser demasiado explícita porque debe dejar su lugar para que la imaginación trabaje”, sentencia el también ganador de diversos premios literarios, entre ellos el Premio Internacional de Periodismo Miguel Hernández.

Curto reconoce que el cine le ha influenciado mucho en su labor de escritor erótico. “Recuerdo películas que me han marcado, como El imperio de los sentidos (1976) o El amante (1992); pero la literatura erótica es, a día de hoy, algo muy marginal. Ya no hay grandes colecciones de este género. Quizás ahora tiene más tirón el cómic erótico, pero porque es más visual y se acerca al porno”.

¿Ha cambiado la idea de lo que es erótico?

Los sexólogos suelen recomendar libros y películas eróticas a sus pacientes, por eso deben recurrir a ediciones como La Sonrisa Vertical o a cintas de veinte años atrás. “Lo que resulta más complicado aprender en sexualidad no son las prácticas sexuales, sino la parte erótico-sentimental, porque el erotismo es algo que tiene que ver con la intencionalidad de provocar excitación en el otro. Es algo sutil y creativo, donde el tiempo es determinante, porque no es cuestión de ir directamente al acto sexual sino recrearse en todo lo que hay alrededor, por eso se habla también de juego”, explica Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga clínica y terapeuta del Centro Máxima, en Barcelona. “Este aprendizaje lo hacemos sobre todo a través de modelos, de conductas que vemos en otras personas, o en artes, como el cine o la literatura”, sostiene quien además es directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y miembro de la Academia Internacional de Sexología Médica.

“Sin embargo, últimamente, el erotismo está cada vez menos presente en la sociedad, y parte del trabajo del cine es reflejar lo que está ocurriendo en el momento actual”, continúa Molero, también presidenta de honor de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). “Los jóvenes tienen menos relaciones sexuales que sus padres o abuelos, y no solo con otras personas sino consigo mismos. Les cuesta conectar, comunicarse, fantasear. Claro que también cabe preguntarse si el concepto de lo que es erótico ha cambiado. Tal vez lo que a nosotros nos parecía erótico cincuenta años atrás ya no lo sea para las nuevas generaciones, que lo encuentran en los bailes latinos (bachata o kizomba) o en el sexting. Lo que es seguro es que sin la dimensión erótica nos estamos perdiendo algo muy importante, yo diría que la esencia del placer”.

Mientras el deseo, empachado de fast food e imágenes explícitas, anhela bocados más gourmets, Juan Luís Sánchez responde sobre si la erótica volverá a la gran pantalla: “Seguramente. El wokismo está en franca recesión y cuando desaparezca volverá una nueva época de sexo, de imágenes libidinosas, no solo para un pequeño porcentaje de la población, sino para la gran mayoría”.