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10 diciembre 2025
08 diciembre 2025
Hemos dejado de tocar
Con la tecnología, muchos de nuestros estímulos
son hoy distantes y lejanos, cuando no inexistentes.
| Obra 'Absorbed by Light' (Absorbidos por la luz) de la artista británica Gali May Lucas, presentada en el Festival de las Luces de Ámsterdam de 2023. Foto: J. van den Eijnden |
02 diciembre 2025
Me estoy quitando: la difícil desintoxicación del ‘smartphone’
Estamos intentando dejar el móvil en casa: a veces da ansiedad, pero otras veces paz. Dentro de unas décadas no quedará nadie que recuerde que se puede vivir sin el dichoso artefacto colonizando el cerebro.
Por Sergio C. Fanjul
EL PAÍS, 1 de diciembre de 2025
Algunos domingos Liliana y yo salimos sin el móvil, porque nos vendieron el móvil como la libertad pero en realidad es una cadena más larga. Ojo: en nombre de la libertad se cercena muchas veces la propia libertad, como sabemos muy bien los habitantes de Madrid, víctimas voluntarias y frecuentes de este engaño.
Entonces Liliana y yo, tratando de librarnos de la red mundial, al menos por un rato, tenemos que romper la inercia de la dependencia, salir de la lógica perversa del scroll infinito y afrontar la infinidad de la vida, unas horas de desconexión con lo que pasa muy lejos y de conexión con el aquí y ahora de la ciudad. Todo lo que sucede, sucede ahora a solo unos metros: el paso de cebra, el perrito simpático, la señora sin hogar, la nueva bakery clónica (está de moda merendar), el aroma fugaz que nos trae recuerdos de hace 15 años. A veces la desconexión genera un fondo de ansiedad, otras veces una profunda sensación de paz.
Somos adictos al smartphone y tratamos de ocultárselo a nuestra hija: queremos que nos vea más tiempo leyendo a Michel de Montaigne (el inventor del sentido común moderno, que tanta falta hace) que mirando Instagram, para que ella haga lo mismo, como mostraba esta viñeta genial de Flavita Banana. Pero ese empeño hace más evidente nuestra adicción, cuando sentimos nervios por no poder mirar el puto móvil o cuando nos descubrimos chequeando la pantalla en el baño o tras la puerta, ocultos en la penumbra, como toxicómanos furtivos.
A nosotros la Revolución Tecnológica en curso nos cogió en buen momento, la adolescencia, de modo que recordamos cómo era el mundo sin smartphones y nos damos cuenta del delirio contemporáneo. Aún recuerdo con asombro la primera vez que me comuniqué en tiempo real con mi amigo Álvaro mediante el Yahoo! Messenger, después de tomar unas cañas: parecía un milagro.
Vinieron poco a poco otros milagros: los blogs, las redes, YouTube, Spotify, estos teléfonos (¿por qué los seguimos llamando teléfonos?) que son más inteligentes que nosotros. Pero los que nacen ahora, como nuestra hija, no tienen con qué comparar, y dentro de unas décadas no quedará nadie que recuerde que se puede vivir sin el cerebro colonizado por el dichoso artefacto. Por eso a la pequeña Candela tratamos de mostrarle que móviles hay, pero no tanto.
La primera experiencia de desintoxicación digital que intentamos fue un viaje a Ávila, en 2019 (escribí una crónica). La elección del destino era impecable porque la Ávila hermosamente amurallada es la ciudad de la mística, donde vivieron Teresa de Jesús, Juan de la Cruz o Moisés de León, eminencia de la Cábala, y dejar el móvil en casa tenía que ayudar necesariamente a conectar con la divinidad: nadie habla con Dios por WhatsApp (sea Dios lo que sea).
Fue curioso comprobar cómo nos echábamos la mano al bolsillo sistemáticamente en busca del aparato ausente o sentir vibraciones imaginarias como si nos estuvieran telefoneando desde otra dimensión (¿Sería esa la llamada de la divinidad?) Nos vimos obligados a preguntar las direcciones a los transeúntes y a mirar la hora en los campanarios. Nos concentramos como nunca en la ingesta de patatas revolconas con torreznos. Toda la información del mundo no estaba a golpe de clic: qué alivio.
En vez de peli de Netflix, consultábamos la prensa en papel cada mañana en el lobby del hotel y a las 22 horas en punto estábamos frente a la tele para ver una película en un canal lineal, aprovechando las pausas publicitarias para ir al baño como en los good old times. Lo cierto es que la cosa tenía su gracia. Nos dijimos de repetir aquella experiencia en otros viajes, pero nunca lo hicimos. “¿Y si pasa algo?”, nos fuimos convenciendo, como si antes del smartphone nunca hubiera pasado nada.
Hubo un momento en que la vida era esto (el aquí y ahora, etcétera) e internet estaba presa en los ordenadores, una red domesticada: uno tenía que acudir a un terminal para conectarse y navegar un rato y después de ese rato la vida real seguía su curso. Ahora es más real la vida que sucede entre pantallas, vivimos en internet e internet nos atraviesa y descuartiza: mi capacidad de atención ha disminuido tanto que, cuando intento leer (y mi trabajo consiste en gran parte en leer), cada tres frases mi cerebro exige con desesperación un estímulo nuevo, como los que dan las redes a cada instante. La pequeña inyección de dopamina: un like, un reel cachondo, una irresistible receta de smash burger, Amadeo Lladós haciendo burpees.
Pero venceremos.
L'origine du monde
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| L'origine du monde (Gustave Courbet, 1866) |
28 noviembre 2025
¿Futuros machistas? ¿futuros fascistas? ¿futuros maltratadores?
Niños de 12 años de un equipo de fútbol cántabro mandan “a fregar” a sus rivales femeninas tras golearlas en un partido
El Velarde F.C. abre un expediente sancionador y obligará a todos los jugadores a asistir a una charla informativa sobre igualdad y respeto en el deporte y el uso responsable de las redes sociales.
Por Olga Agüero, elDiario.es 27 de noviembre de 2025
La Asociación Española para la Paridad y la Igualdad en el Deporte (ASESPAI) ha denunciado a través de sus redes sociales que unos niños de 12 años, jugadores de Tercera infantil del Velarde F.C. de Muriedas (Cantabria) han mandado “a fregar” a sus rivales femeninas del equipo de Monte Soccer Féminas después de meterles 8 goles en el partido que jugaron el sábado 22 de noviembre.
En el contenido difundido en las redes personales de algún jugador se difunde una foto en el vestuario de los nueve integrantes del equipo de fútbol con la equipación del Velarde tras el final del encuentro, que se jugó en el campo del Monte en Santander. La imagen incluye el resultado 0-8 y un hashtag: #afregar exaltando la victoria del equipo masculino.
Los denunciantes de la imagen explican, también a través de su red social de Instagram, que en Cantabria los equipos de niñas juegan contra los niños en estas categorías. “Los chicos no solo no respetaron al rival al margen de su sexo, algo de por sí reprobable” -critica públicamente la asociación- “lo más grave es que las denostaron, vejaron y humillaron mandándolas a fregar”.
Al hilo de esta circunstancia, desde ASESPAI se preguntan quién tiene la culpa de que ese comentario “siga impune”, si el Club, las familias, los educadores “o la herencia cultural y la sociedad en su conjunto”. “no somos jueces, ni pretendemos serlos”, advierte el mensaje al tiempo que espera que sea un hecho “puntual”.
Por último, explican que por su parte lo han puesto en conocimiento público “con la esperanza de que cada uno asuma su parte de responsabilidad”.
Por su parte, tras conocer el asunto, la directiva del Velarde Club de Fútbol ha asegurado a elDiario.es que ha reaccionado con rapidez activando el protocolo interno. Así, las consecuencias disciplinarias que puede tener una conducta de este tipo suelen derivar en sanciones como dejar en el banquillo al jugador durante algunos partidos. El Club, en el que actualmente juegan 470 niños, va a llevar todo el proceso internamente sin publicidad alguna dado que el caso afecta a un menor de edad.
En paralelo, se está preparando una charla informativa dirigida a todos los futbolistas del Club -con asistencia obligatoria- sobre igualdad y respeto en el deporte y el impacto de las redes sociales “para un uso responsable y consciente en una etapa clave de crecimiento”, explican.
24 noviembre 2025
Contar el franquismo
19 noviembre 2025
¿50 años no es nada?
Por MARTA NEBOT
Diario Público, 12 de enero de 2025
¿Qué estabas haciendo el 20 de noviembre de 1975? ¿Dónde te pilló la noticia? Si eras demasiado niño para recordarlo o ni siquiera estabas en proyecto, pregunta a tus cercanos cómo lo vivieron, qué significó para ellos, qué pasó en España.
No he encontrado el dato que confirme que ese día se descorcharon más botellas que en fin de año, pero muchos me han contado la que guardaban para la ocasión; los brindis, el gozo y la emoción desbordantes porque la dictadura por fin había terminado, porque, con la muerte de Franco, la llegada de la democracia había empezado. Yo no me enteré pero me contaron que fue como si nos hubiese tocado el Gordo a casi todos, en secreto. Mi amiga Luisa, que recibió la noticia trabajando en su quiosco de la calle Embajadores, en pleno corazón de Madrid, me contó el relato que mejor refleja qué pasó aquella jornada, cuando ella tenía 20 años. Vendió más periódicos que nunca. No pudo ni comer, ni echarse un cigarrito, ni ir al baño. La cola no paró en todo el día. No les daba tiempo –a ella y a su madre, con quién llevaba el puesto– a meter los fardos bajo techo. Les quitaban los ejemplares de las manos en la acera y las caras y los gestos lo decían todo. Unos les sonreían, entre guiños, apretaban el puño escondido en señal de victoria, disimulaban como podían la alegría incontenible; otros se mostraban abiertamente compungidos, algunos incluso lloraban.
50 años después, cuando ha quedado demostrado que la democracia ha sido buena para todos –incluso para los que ese día lloraban–, los que lloraron siguen sin querer conmemorar aquel cambio que nos hizo libres y prósperos. PP y Vox, cumpliendo las órdenes de Ayuso –que fue la primera que pió– ya han dicho que no van a participar en ninguno de los 100 actos previstos este año para conmemorar el medio siglo en libertad y avances que llevamos.
Porque, además de las libertades y derechos conquistados (de pensar, de expresar, de amar, de dejar de hacerlo, de creer o no, de votar, de denunciar, de igualdad de oportunidades, de igualdad sin más, de no estar bajo la bota de un patrón, de un maltratador, de un policía, de un cura o de una monja), la democracia ha duplicado la renta per cápita, aunque falte mucho por hacer en el terreno de la desigualdad y el camino de los derechos y la justicia social nunca se pueda dar por concluido.
50 años después de que se les perdonase hasta lo imperdonable por facilitar el cambio, los que aquel día lloraron siguen sin querer reconocer que esto es mejor que aquello y se niegan a colaborar para preservarlo.
Su revisionismo justificador del franquismo, que ya empezó en los 90 con Aznar, después del silencio histórico generalizado impuesto por la transición, llega en 2025 a su cima y se suma a la Internacional Facha de Italia, Alemania, Polonia, Hungría, Francia, Rusia, Chile, Brasil, Argentina, Estados Unidos... En todos esos países la derecha ultra promueve la dulcificación o incluso la defensa de sus dictaduras y de sus nacionalismos expansionistas.
La internacional de izquierdas, la idea de la unión de los pueblos obreros, murió con el comunismo. La internacional de derechas renació más fuerte que nunca con los ultras del siglo XXI copiándose los modos, los gestos, las estrategias y los iconos.
Por eso es tan importante ahora dar la batalla de la memoria, que siempre habla del presente más que del pasado. Por eso es fundamental apelar a la Internacional Demócrata. Igual que los demócratas de izquierdas deben condenar a Maduro, los de derechas deben hacer lo mismo con Orbán y, por supuesto, con Franco, Pinochet y toda la pandilla.
En España, en 2025 y bajo el lema "50 años de libertad", se van a organizar homenajes a los movimientos sociales que entonces empujaron en esta dirección (estudiantiles, vecinales, sindicalistas...), exposiciones, coloquios, encuentros, charlas y hasta un escape room ambulante. El propósito es capilarizar el reconocimiento, el respeto y el amor -sí, el amor- y el cuidado por lo que construimos y logramos juntos, sin enfocar solo a los grandes nombres tantas veces ensalzados. Fue la gente en las calles, la presión social, la modernidad en Europa y el trabajo de quienes entendieron y capitalizaron ese momento crucial -todo junto- lo que hizo de este país otro.
Las últimas encuestas dicen que la mayoría de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años están entre la abstención y el voto a Vox. Entre ellos la antipolítica gana. Un 26% de los jóvenes varones, además, prefiere "en algunas circunstancias" el autoritarismo a la democracia. Es decir, S.O.S. La democracia por primera vez está seriamente en duda.
Los estudios sobre el lugar dónde se informan y se entretienen casi todos ellos y los menores, las redes, concluyen que más del 90% de los youtubers consumidos en España son entre muy de derechas y ultras. S.O.S (bis).
Por eso, con esta iniciativa, pretenden llegar a los colegios, a los institutos, a las universidades, a los ayuntamientos, a las asociaciones de vecinos, a las redes sociales. Y no puede ser más oportuno.
Toca recuperar el terreno perdido en pedagogía y en historia por las concesiones de la transición con los que el 20N lloraban y siguen llorando.
Esta vez, el éxito también dependerá sobre todo de la sociedad civil, porque las competencias de educación son autonómicas.
Las intenciones parecen buenas y fuentes del Gobierno se sacuden las acusaciones de maniobra de distracción ante tanto caso en su contra en los juzgados, argumentando que esta conmemoración viene de lejos y que en febrero se estrenará una serie en RTVE titulada España en libertad, coordinada por Nicolás Sartorius, firmada en 2022, que lo prueba.
La ejecución está abierta a propuestas a través del portal www.espanaenlibertad.gob.es con un presupuesto de 20 millones de euros. El objetivo es concienciar sin "fracturar" ni "montar líos", según las mismas fuentes del Gobierno.
El primer acto se celebró el miércoles pasado en el Museo Reina Sofía y el rey no estuvo. No invitaron a las asociaciones implicadas en la Memoria. Sí a toda la prensa, incluida una servidora, y a una cantante, compositora y lesbiana de 23 años llamada Jimena Amarillo, que tiene más de 500.000 oyentes mensuales en Spotify, que interpretó su versión de Libertad sin ir. Y a Albanta San Román, una veinteañera actriz, escritora y podcaster de keep it cutre, que hizo una encuesta en la calle que nos mostraron en un vídeo. Pedro Sánchez en su intervención no dijo ciertas palabras: Franco, Rey, República.
Y ahí es dónde veo el peligro. En que, por atraer a los jóvenes, por evitar choques generacionales, por no entrar en si monarquía o república, por hacerlo lo más mainstream posible, sin polémicas ni escozores, la historia no se cuente, las celebraciones sean gaseosas, insulsas, sin contenido nutritivo. Si no se llama a las cosas y a las personas por su nombre, si no se muestran carne, experiencias y vida, si no se pone pasión en lo que se defiende, si no se relatan los peligros que nos acechan si cae la democracia, la celebración quedará meliflua y el discurso, que podría ser épico, se convierte en uno de tantos.
Entiendo el intento de modernizar, de no contar lo de siempre con palabras, rostros e iconos que pueden sonar a viejo a los que están en edad de comerse el mundo y buscan uno propio, pero eso no puede significar ocultar lo trascendental y básico.
No sé cuáles han sido los discursos en las conmemoraciones en Portugal, Italia, Alemania o Grecia, que han celebrado fastos parecidos hace poco. Las informaciones que me llegan dicen que han celebrado el mismo hito, la fecha en que lo anterior terminó y no las aprobaciones de sus constituciones, como el PP reclama. En todos estos casos los jefes del Estado y los principales partidos de la oposición participaron. Allí la unión de los demócratas ha primado sobre las disputas partidistas.
Y sí, cada uno celebra su suerte: un golpe de Estado con claveles en los fusiles en vez de disparos, el linchamiento del Duce, el suicido grupal de Hitler con muchos de sus allegados y sus niños en un bunker, la muerte de Franco en su cama...
El 20 de noviembre de 1975 yo era un bebé de pocos meses. Mis cumpleaños coinciden con sus años de muerto y con los años de vida de esta democracia. La vida y la muerte se van dando el testigo. Lo suyo tuvo que morir para que naciera lo nuestro. Sigamos brindando y peleando por lo conseguido y por lo que podemos seguir consiguiendo. Decía José Luis Sampedro que las batallas hay que darlas siempre, se ganen o se pierdan, por el mismo hecho de darlas. Tal vez por eso no pueda resistirme a terminar esta columna pidiendo a la derecha democrática que brinde con nosotros por estas cinco décadas de convivencia. Felicidades, demócratas.

