24 octubre 2025

Ander

 


Un buen ejemplo de la diversidad lingüística del cine hecho en España es Ander. Hondura humana, ternura y mucha dignidad en esta cinta vasca (parcialmente bilingüe) de 2009, que recuerda a la británica God's Own Country (filme que permitió el lucimiento actoral de Josh O'Connor). ¡Cuán rico y diverso es nuestro cine en todas nuestras lenguas! Remasterizada por el décimo aniversario de su estreno, fue dirigida, escrita e imaginada por Roberto Castón, quien remata esta historia múltiple con un desenlace que es un alarde imaginativo. El actor Josean Bengoetxea nos regala una interpretación monumental. Las dos horas de metraje están plenamente justificadas. No se pierdan este clásico imprescindible de nuestro cine (premiado en su día en la Berlinale), una ficción memorable sobre un amor entre iguales entre montañas de ensueño. Disponible en Filmin. cmg2025



Se llama Festival DE CINE EUROPEO de Sevilla

Por CARLOS MARTÍN GAEBLER 

De la noche a la mañana, el Festival de Cine Europeo de Sevilla ha cambiado su nombre y ha pasado a llamarse simplemente Festival de Sevilla, para sorpresa de cinéfilos, ilustrados y europeístas de pro. Y no solo eso. El acrónimo SEFF, una marca ya incorporada a la nomenclatura cultural de la ciudad y al circuito internacional de festivales, ha desaparecido en esta vigésimo primera edición de toda la cartelería relativa al festival.

El mismo día de la inauguración tuve ocasión de toparme con Manuel Cristobal, director de la presente edición del certamen, en el vestíbulo del hotel Plaza de Armas y de preguntarle sobre esta cuestión, argumentándole que, el festival de cine europeo aporta cada año nueve días de cosmopolitismo y multilingüismo a una ciudad rancia y provinciana como es Sevilla. Le recordé que, mientras que el festival de Málaga está especializado en programar cine español, el de Sevilla tiene vocación de exhibir cine producido en Europa o por europeos, y que ambos festivales se complementan perfectamente. 

Aunque mi interlocutor, que insistía una y otra vez en que le tuteara, decía entender lo legítimo de mi razonamiento, me explicó, poniendo el dedo sobre la portada del programa de mano en la palabra Sevilla, que al nuevo equipo organizador del festival le interesaba, sobre todo, "promocionar la ciudad." Literal. ¿Pretende este Ayuntamiento utilizar el festival de cine para incrementar la turistificación que ya padece la ciudad? ¿Realmente necesita Sevilla más promoción aún? Saque el lector sus conclusiones.

En este punto debo reivindicar a tantos profesores y profesoras que en estos últimos veinte años hemos aprovechado la existencia del Seville European Film Festival (SEFF) y su carácter plurilingüe para promover la afición al cine en versión original entre nuestras alumnas y alumnos de lenguas extranjeras. Esta exposición al multilingüismo no debe caer en saco roto precisamente en una sociedad poco dada a hablar idiomas distintos del castellano. Demos la batalla por que nuestro festival siga mostrando sin complejos ficciones creadas por cineastas europeos o producidas por entidades europeas en cualquier lugar del mundo (el festival, además, está cofinanciado por la UE) para que las podamos visionar y escuchar en el próximo Festival de Cine Europeo de Sevilla 2025. cmg2024



Cine español y plurilingüismo


Por CARLOS MARTÍN GAEBLER

Las películas o series españolas bilingües me devuelven un poco la confianza en este raro y crispado país. La riqueza idiomática de nuestro cine, no siempre apreciada, ya forma parte de la marca España por todo el mundo. Un ejemplo: adentrarse en la excepcional serie “Merlí” y su secuela “Sapere Aude” (Atrévete a saber) nos regala la sensación de vivir y escuchar la Barcelona de nuestro tiempo, moderna, bilingüe y cosmopolita. Una ficción sobre la diversidad humana, escrita, dirigida e interpretada con inteligencia natural, que no artificial.

Todo debió empezar con la elegancia donostiarra de Edurne Ormazabal presentando en tres lenguas el Festival Internacional de Cine de San Sebastián o Donostia Zinemaldia, hábito que se fue repitiendo después año tras año. Continuó la costumbre multilingüe la espléndida Sardá presentando los Goya desde Barcelona. Y debió ser a partir de entonces cuando empezamos a oír a presentadores y a artistas premiados utilizar las cuatro lenguas españolas para saludar o agradecer los galardones: Boas noites, bona nit, gabon, buenas noches, moltes gracies, eskerrik asko, grazas, muchas gracias. 

Los títulos de películas relevantes de nuestro cine (también los nombres propios) nos permiten aprender, casi sin darnos cuenta, sustantivos, adjetivos, artículos o fonemas de otras lenguas españolas, y generar lo que podríamos llamar multiespañol. Así, logramos incorporar a nuestro vocabulario las flores y la desinencia de plural en vasco (Loreak), el pan negro (Pa negre), el verano (Estiu 93), la luna y la conjunción “y” en catalán (La teta i la lluna), el hermano y el posesivo masculino catalán (Pau i el seu germà), un gigante (Handia), la luna roja (Lúa vermella), las bestias y el artículo femenino plural gallego (As bestas), el artículo masculino singular gallego (O que arde) del filme de Oliver Laxe, o la pronunciación de una consonante seguida de “s” en final de sílaba (Els dies que vindran), del sonido /ks/ al final de palabra (Unax), o el sonido fricativo /sh/ (kaixo, caixa, Xavi, Laxe), similar al del inglés (she), como lo es también el sonido de la “s” sonora /z/ en catalán (De nens). Y no se rompe España por ello, sino que se vertebra.

Reconforta observar que cada vez son más los españoles que gustan de oír películas o series en otras lenguas, y en su versión original subtitulada, lo que está contribuyendo a ampliar su reducido abanico fonético (el castellano apenas cuenta con 24 fonemas o sonidos) y a mejorar su pronunciación de otros idiomas. 

Como sentenció Javier Calvo en la ceremonia vallisoletana de los Goya: “Amar el cine español es una de las formas más bonitas de amar nuestro país porque habla de nuestra cultura, de nuestra gente, de nuestros problemas y en nuestros idiomas.” Los españoles deberíamos mirarnos en el espejo de nuestros vecinos franceses y entender nuestra industria del cine como un asunto de Estado. Agur a tothom. cmg2024


08 octubre 2025

Gracias, Portugal, por descansarnos de España

Por IGNACIO PEYRÓ

El País, 5 de julio de 2025


Quienes nacimos en el lado difícil de los Pirineos siempre hemos tenido Portugal para aliviarnos de ese trabajo suplementario que ser español aporta a la vida. Portugal nos da el mejor de los mundos: lo familiar con lo distinto. Algunos comentan: “En Portugal no me siento en otro país”. Por el contrario, es pasar la raya y —en cuestión de metros— han cambiado las huertas y los bares, cambia la sentimentalidad y cambian los horarios. Somos distintos: hace ocho siglos que nuestras fronteras son tenaces. Cuando Ramalho Ortigão sube al tren en Portugal, el revisor dice: “¿Los señores quieren quedar en tierra?”. Cuando sube en España, los revisores gritan: “¡Viajeros al tren!”. Somos distintos.

A Portugal no le hemos dado nuestro perfil bueno. Tenemos la inercia de quedarnos Iberia —como nos quedamos Hispania— para nosotros. A cada poco nos referimos a Portugal como “país mediterráneo”. Los mismos españoles que entran en Francia con la cabeza gacha parecen manejarse en Portugal como si entraran a caballo. Y es mejor no preguntarse cuántos entre nosotros saben que Aljubarrota es una batalla y no una sopa regional. Con todo, quizá ha sido peor nuestro afecto que nuestra arrogancia. Lisboa sobrevivió a un terremoto, pero por poco no sobrevive a nuestros poetas: el amor a Portugal se ha resentido de tantas veces como hemos pronunciado la palabra saudade en vano. Así, igual que de cuando en cuando dejamos de pescar anchoa para que se recuperen los bancos, quizá estaría bien una moratoria pessoana y suspender por cinco años la venta del Libro del desasosiego. Entre apegos y desapegos, como fuere, el escepticismo del portugués es sólido: en otros siglos, algunos bajaban la persiana de la carroza hasta la frontera con Francia; en este, siempre ceñidos a los transportes, evitan el AVE Lisboa-Madrid.

Lo llamativo es lo bien que le ha ido de esta manera a Portugal. Siempre “alcanzó el favor del cielo sereno”, según Camoes, en sus pugnas con nosotros. España era un paria internacional mientras Portugal fundaba la OTAN. Magallanes fue el personaje más odioso del siglo de los conquistadores, pero ¿quién ha oído hablar mal de Magallanes? A ojos anglosajones, el imperio español consistió en saquear el oro mientras el portugués enseñaba al mundo comercio y ciencia: el hecho de mantener colonias hasta los años setenta no se ha explicado por rapiña imperialista, sino con el argumento de que algo bueno harían para durar tanto. Tuvieron la revolución más telegénica del siglo XX, mientras que Franco murió en un hospital adecuadamente llamado La Paz. Hoy manda un portugués en la UE, otro en la ONU, y hasta hace poco mandaba un tercero en la Champions.

Durante años he pensado que la lusofilia española era una manera de no estar donde tenemos que estar. A veces, una vanidad: el amor a un objeto que nos devuelve nuestro reflejo mejorado. Otras veces, una condescendencia: tenemos una molesta tendencia a que los portugueses nos parezcan muy monos. Y, en casi todos los casos, una trola. Por supuesto, en Portugal siempre había una redención estética: quizá la fraternidad nos deje fríos, pero por la fraternidade entran ganas de hacer una revolución. Como país, es un destino manifiesto para cuantos amamos la hiedra con la piedra. Permite la ensoñación estética de los palacios que se pierden entre la niebla —Buçaco— y de los que se encuentran —tanta arquitectura de veraneio— junto al mar. Portugal, en fin, ha sido reino del ocaso para tantos exiliados, que a nosotros al menos nos podrá ofrecer una rua da misericórdia, un sorbo de bucelas viejo, e incluso, si alguno fuma todavía, uno de los pitillos con el nombre más hermoso de la tierra: Português suave.

Durante años, sí, uno creyó que la lusofilia era una pasión que racionarse. Pero los años lo que hacen es pasar y al final uno se replantea las cosas. Quién tuvo más suerte. Quién lo hizo mejor. Quién cayó del lado bueno de la Península. En Portugal están preocupados: la política, el partido Chega!, etcétera. Pero, dada la situación de España, a veces tienta pensar que la solución no está en la unión sino —directamente— en la subordinación ibérica: ser un Estado títere de Portugal. Es la única solución que no probamos, cuando a saber si la clave para desbloquear el laberinto español no será una mente paternal en Lisboa que piense por nosotros y que llene de cilantro hasta nuestra vida pública. Es, claro, una broma. Pero por momentos uno quisiera que, al menos, fuera un sueño.

05 octubre 2025

“Escribir a mano sigue siendo insustituible”: por qué seguimos usando lápiz y papel en 2025




Leonard Cohen en 1967. Jack Robinson (Getty Images)


Por IANKO LÓPEZ
El País, 5 de octubre de 2025

Tecleamos más que nunca, pero el placer de tomar notas con libreta y bolígrafo no envejece. Varios escritores hablan sobre la magia de escribir a mano en un mundo atestado de ruido digital

Durante mucho tiempo escribí a mano. Al hacer entrevistas, además de usar la app de grabadora del móvil, tomaba notas a boli con una letra frenética, tan ilegible que ni a mí me habrían servido en caso de fallo del archivo de audio. Desde hace un par de años, sigo tomando notas en las entrevistas, pero lo hago con un ordenador portátil. A medida que habla la persona entrevistada, voy recogiendo en el documento solo la información relevante, descartando redundancias o titubeos. Lo que resulta una opción mucho más práctica, ya que estas notas ya no se limitan a constituir una alternativa a la grabación: al ahorrarme las tareas de transcripción y depurado, casi siempre acaban convirtiéndose en el plan A, la base de la que parto para elaborar la entrevista o el artículo definitivo.

Este cambio ilustra bien la diferencia entre la escritura manual y la que realizamos ante una pantalla. La segunda se acomoda mejor al paradigma utilitarista de la sociedad contemporánea, en el que la información escrita, inserta desde su nacimiento en el entorno digital, debe estar siempre lista para transformarse y ser difundida. Lo que convierte la antigua escritura manual en un teórico anacronismo, o en un ejercicio íntimo que no prolonga su alcance más allá de la propia persona que está escribiendo. Y, sin embargo, el bolígrafo y los cuadernos siguen perviviendo, como si los medios digitales a nuestro alcance –teléfonos móviles, tabletas, ordenadores portátiles o de sobremesa-, que cada día utilizamos de forma intensiva para generar información escrita, no fueran capaces de desplazar por completo ese otro acto cotidiano y al parecer necesario. Cabe preguntarse por qué.

Entre quienes se dedican a escribir como actividad profesional –que, al igual que el resto, suelen utilizar el ordenador como herramienta profesional de escritura–, no es raro que lo manual intervenga en algunas partes del proceso. Es el caso del escritor, articulista y académico Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 69 años), que responde a ICON por escrito con un e-mail (“no a mano”, especifica socarrón) sobre sus costumbres en cuanto a escritura. “Los artículos los escribo directamente en el ordenador, por la contabilidad exacta de palabras que requieren, y por supuesto el trabajo de escritura definitiva (por así decirlo) de un libro es en el ordenador”, explica. Y, sin embargo, lo complementa escribiendo “continuamente” a mano: “Notas y borradores completos de novelas, un diario, apuntes sueltos de cosas que se me ocurren, postales”. De este ejercicio valora sobre todo la sensación de libertad: “Puedo tirar p’alante sin pararme a pensar, como un músico que tiene un atisbo de algo y se pone a explorar a ver qué sale”.

Como él, su pareja, la también escritora y columnista Elvira Lindo (Cádiz 63 años) acostumbra a escribir a mano. En su caso, como parte de un proyecto que posee una dimensión funcional y otra estética: “Siempre tomo notas cuando estoy escribiendo una novela. Dedico un cuaderno especial a cada proyecto. También pego recortes sugerentes para embellecer mis apuntes. En mi última novela, En la boca del lobo, como la acción se situaba en un pueblo, pegaba los envoltorios de las magdalenas, las servilletas de los bares, alguna foto, dibujos de pájaros, incluso alguna receta del lugar. Luego se queda como recuerdo. También uso cuadernos para mis intervenciones en la radio o para los artículos, pero esos ya no los guardo”.

Cristóbal Polo (Cádiz, 42 años), que ha publicado un ensayo sobre la escritura en cuadernos titulado Cuadernística (Ed. WunderKammer), por el que desfilan desde poetas (Emily Dickinson) hasta novelistas (Franz Kafka) y cineastas (Jonas Mekas), también emplea un ordenador, pero parte del soporte material antes de ponerse al teclado. “Cuando escribo con una finalidad literaria, me cuesta teclear un texto que no haya pasado antes por el papel”, asegura. “¿Una simple manía adquirida en la infancia? Puede ser. Lo cierto es que cuando lo hago a mano, escribir me resulta más sencillo, más natural: la imperfección no me pesa y el error no me termina inmovilizando. Puedo seguir avanzando para tantear nuevas combinaciones hasta palpar la estructura y el ritmo del texto. En mis cuadernos hay de todo: instantáneas, conversaciones imaginarias, gérmenes de ideas o historias, notas de lectura, ocurrencias bizarras, dibujos y bocetos de poemas o narraciones. Y luego no quedan arrumbados en un rincón. Vuelvo a ellos con frecuencia y marco aquellas anotaciones que puedan serme útiles en el futuro. Cuando regreso a un cuaderno terminado, no soy ya la misma persona que lo escribió, y siempre me sorprende algo nuevo”.

La escritora madrileña Mercedes Cebrián (54 años), que además de publicar ensayos (el último, Estimada clientela, sobre la actividad de ir de compras, en la editorial Siruela) escribe artículos en medios de comunicación como EL PAÍS, también acostumbra a tomar notas preparatorias de sus trabajos, que termina mezclando con otro tipo de apuntes, también manuales. “Todas las listas de tareas y la agenda, los quehaceres, los levo a mano, porque si no, no los visualizo. Es como si en formato digital esas tareas no existieran o se las llevara el viento. Una vez hechas, las tacho, lo que es muy placentero para ciertas mentes. Llevo siempre un cuadernito para anotar lo que sea: desde este 2025 llevo un solo cuaderno que me dure todo el año y donde quepa todo, en lugar de llevar distintos cuadernos o agendas según el tipo de contenido”.

Podría pensarse que la costumbre de escribir a mano va desvaneciéndose a medida que disminuye la edad de los autores. Al fin y al cabo, los procesadores de textos ya estaban más que implantados cuando nacieron quienes conforman las nuevas generaciones de escritores. Pero el poeta, editor y crítico de arte Juan Gallego Benot (Sevilla, 27 años), también acostumbra a tomar apuntes manuales, según cuenta: “Tomo notas a mano y voy con mil cuadernos, aunque luego siempre escribo el texto a ordenador, o bien con el móvil. Los poemas tienen una cosa visual, y la tipografía de la máquina aporta claridad. Pero luego siempre corrijo a mano sobre lo impreso. Con el ordenador veo muy bien la estructura y la forma que tienen los poemas, y a mano pienso más en el ritmo, y también en cómo funciona de forma individual cada palabra”.

Conviene apuntar que, cuando llegó el ordenador, no fue al bolígrafo y la libreta a lo que reemplazó, sino a la máquina de escribir, que se había popularizado a finales del siglo XIX y que fue el instrumento mayoritariamente asociado con la escritura profesional durante gran parte del XX. Es célebre, por ejemplo, que Javier Marías (1951-2022) siguió utilizando hasta el final una máquina de escribir (una Olympia Carrera de Luxe eléctrica), lo que posiblemente constituía un anacronismo mayor que el que hoy pueda suponer escribir a mano.

La escritura manual favorece las manías y rituales, que por lo general adoptan la forma de un tipo específico de papel, de cuaderno o, con más frecuencia, de dispositivo de escritura. Cristóbal Polo utiliza unos cuadernos artesanales y personalizados, “pero en realidad vale cualquier cuaderno que decidamos convertir en un objeto con entidad propia que reclama ser completado. Por eso me parece tan importante que tenga un nombre, porque cada cuaderno es un mundo”. Por su parte, para Antonio Muñoz Molina los tarjetones de invitaciones a eventos sociales –menos habituales desde el advenimiento del email- presentan un reverso en el que ha escrito particularmente bien: “guardaba todas las tarjetas para eso”, asegura.

Mercedes Cebrián admite haber desarrollado “una filia o, mejor dicho, una parafilia hacia las papelerías y ciertas marcas de rotuladores finos, porque encuentro mucho placer en escribir a mano cuando el material responde bien”. Lo compara con el patinaje sobre hielo, por las “filigranas fluidas” que hacen los patinadores. También le gusta escribir con pluma, lo que acaso sí introduzca cierto elemento anacrónico en el asunto. Las plumas estilográficas de cartuchos, cuyo uso se extendió y consolidó en el último tercio del siglo XIX (antes de eso se escribía con plumas de ave o con plumillas metálicas, mojadas en un tintero), fueron sustituidas a gran velocidad por los bolígrafos desde su patente por el húngaro-argentino László Bíró en 1938.

Caracterizado por la pequeña bola en la punta que dispensa la tinta, el bolígrafo es hoy el instrumento de escritura manual más común. Antonio Muñoz Molina también emplea la estilográfica, por preocupaciones mediambientales: “Antes usaba rotuladores Pilot, pero volví a la pluma por no usar cosas desechables, que pueden acabar tristemente en el estómago de un delfín o de una tortuga marina”. Y aporta más detalles sobre su relación con los materiales: “Me gusta usar buenos cuadernos, de hoja en blanco o raya fina, y unas veces escribo con pluma y otras con lápiz. Me gustan casi todos los lápices, pero tengo debilidad por los amarillos y pequeños que hay en las bibliotecas de Estados Unidos. El lápiz te da más libertad todavía, y tiene también algo de sentido estético. El cuaderno mismo puede ser una incitación a escribir algo: un impulso nacido no de una inspiración previa, sino del atractivo del papel en blanco”.

La escritura es una actividad al mismo tiempo manual e intelectual, como recuerda Cristóbal Polo: “Bachelard escribió que la mano, que tiene sus propios sueños, nos permite imaginar nuevas formas de materia. No es solo un medio o un vehículo; de algún modo, la mano también nos ayuda a pensar. En esa misma línea, se han publicado recientemente algunos estudios científicos que sugieren que escribir a mano implica una mayor actividad cerebral que teclear, lo que favorecería la memoria, la atención y el aprendizaje”. Así lo expresa también Mercedes Cebrián: “Siento que la conexión mano-cerebro es muy importante. Además, creo que la escritura manual se acerca más a la lectura en voz alta que la escritura en ordenador. No solo se te queda mejor el contenido, sino que paladeas más el sonido de las palabras”.

De modo que el factor de disfrute sensorial debe también entrar en la ecuación. En su texto Variaciones sobre la escritura, el filósofo estructuralista y semiólogo francés Roland Barthes escribía que “hay quien siente (¿sentía) una voluptuosidad al escribir, al deslizar la pluma, al trazar el arabesco de las palabras sin ninguna consideración a lo que quieren decir”, lo que vuelve a llevarnos a la figura del patinador de hielo, para el que la ejecución de la pirueta que dibuja su rastro efímero sobre el hielo o en el aire es fin en sí mismo. De hecho, la caligrafía, la tradicional “buena letra”, habilidad cada vez menos valorada debido a los condicionantes del mundo contemporáneo, puede constituir un hilo invisible que enlace distintas generaciones, como le ocurre a Elvira Lindo: “Procuro esmerarme en la letra, que sea armoniosa. Mi madre tenía una letra muy bonita. Mi hermana mayor se la copió, yo copié a mi hermana, y mi hijo copió mi estilo escribiendo. Nuestras letras se parecen, y es bonito que hayamos heredado no ya un rasgo genético, sino algo aprendido en la escuela”.


El manual es también, en su caso, el medio escrito de preferencia para recoger y transmitir el afecto familiar: “En casa siempre nos escribimos postales para los cumpleaños o por Navidad. Tengo una caja con todas esas notas manuscritas que están llenas de amor y de anécdotas del momento. En Nueva York teníamos una pizarra en la cocina y ahí nos dejábamos recados con mucho humor”.

Los afectos intervienen en el elemento fetichista que también puede desplegarse ante la escritura manual, y explican el interés que siempre despiertan los manuscritos de los grandes autores de la historia de la literatura. Un aficionado a la obra de Marcel Proust, por ejemplo, puede permanecer como hipnotizado ante las páginas garabateadas de los folios que contienen los originales de En busca del tiempo perdido, con sus expansivas notas al margen, o de otros textos del autor, como pudo apreciarse en las exposiciones que se le dedicaron con motivo del centenario de su muerte en París, en 2022. Naturalmente, sería imposible reproducir esa aura en un conjunto de ficheros de Word.

Así pues, ¿es escribir a mano y en el ordenador esencialmente lo mismo, o se distinguen lo suficiente como para que podamos considerarlas actividades diferenciadas? Para Muñoz Molina la diferencia está en la libertad y la ligereza, mucho mayores en el caso de la escritura manual. “El cuaderno me permite escribir en cualquier parte, sin miedo a que se acabe la batería, y escribir aquello mismo que estoy viendo. Tiene algo de cámara de fotos”. Y Cristóbal Polo reivindica su carácter único e irremplazable en tiempos en los que nos bombardea un exceso de estímulos: “Creo que, más allá de la nostalgia, hay algo en el ritmo de la escritura a mano, en esa fusión entre palabra, pensamiento y trazo, que sigue siendo insustituible. Reivindicar esta forma de expresión es la mejor manera de proteger algo tan elemental como escaso en nuestros días: la atención. De hecho, podría decirse que experimenta un cierto renacimiento, más como un camino paralelo que como una oposición a lo digital”.

A lo que añade Antonio Muñoz Molina: “También disfruto mucho del ordenador, igual que en su momento disfruté de las máquinas de escribir portátiles. Con las herramientas me pasa como con los medios de transporte: me gusta caminar, correr, montar en bicicleta, conducir, ir en autobús, en metro... Se trata de disfrutar y de lograr no ya eficiencia, sino puro sentido común”.

Por una Dehesa de Tablada verde y pública


La Mesa Ciudadana por Tablada, plataforma que agrupa a más de 40 entidades
cívicas, vecinales, ecologistas, culturales y sociales de Sevilla (ver Anexo II),
presenta el documento Tablada 2030. Nuestro objetivo fundamental e
irrenunciable es la recuperación de la Dehesa de Tablada como propiedad
pública, su preservación como un gran espacio verde prestador de servicios
ecosistémicos, destinado a la conservación del medio y al disfrute de la
ciudadanía.

La Dehesa de Tablada, con sus aproximadamente 360 hectáreas de llanura
aluvial junto al río Guadalquivir, representa un valioso tesoro para Sevilla y su
área metropolitana. El devenir histórico ha dado lugar a la afortunada
singularidad de que junto a una gran ciudad como de Sevilla, y en el centro de
un área metropolitana intensamente urbanizada, haya llegado hasta nuestros
días un enorme territorio libre contiguo al cauce histórico del río Guadalquivir.
Es una enorme oportunidad ambiental y social, en un contexto de emergencia
climática y creciente necesidad de espacios naturales accesibles. Tablada
emerge como un enclave estratégico para mejorar la calidad de vida y la salud,
proteger la biodiversidad y fortalecer la identidad cultural y paisajística de
nuestro territorio.

Este documento-propuesta Tablada 2030 se dirige públicamente a las
Administraciones competentes – Estado, Junta de Andalucía, Diputación
Provincial de Sevilla y Ayuntamiento de Sevilla – con una doble finalidad:
• Exponer de manera argumentada tanto a la ciudadanía como a las
autoridades responsables los incalculables valores históricos,
ambientales y sociales que atesora la Dehesa de Tablada, así como la
trayectoria de lucha ciudadana e intentos previos por asegurar su
protección y uso público.

• Proponer una hoja de ruta clara y viable para la adquisición pública de
los terrenos y la creación de un gran parque metropolitano, gestionado
a través de un Consorcio Público que garantice su conservación,
disfrute y legado para las futuras generaciones.

Creemos firmemente que la colaboración interadministrativa y la implicación
y participación de la ciudadanía son la clave para convertir el anhelo de una
"Tablada Verde y Pública" en una realidad tangible antes del final de esta
década. Este documento es una invitación al diálogo, al compromiso y a la
acción conjunta por un futuro más sostenible y saludable para Sevilla.

La presente propuesta ha sido aprobada en la asamblea de la Mesa Ciudadana
por Tablada celebrada el día 16 de Julio de 2025 en Sevilla.