29 abril 2025

Kystgaarden_Kurzfilm


Kystgaarden is a German short film written and directed by Tabea Maria Bartl, starring Jacob Heiss and Philipp Rieper, and shot in Føns and Hvide Sande, Denmark. (2025) [In German with English or German subtitles] 25 min.

Linus (25) und Anton (19) sind Brüder, die sich durch die langjährige Krebserkrankung der Mutter auseinander lebten. Nach dem Tod der Mutter, fahren sie in das alte, dänische Landhaus der Familie, nicht nur, um wieder eine Familie zu werden, sondern auch um zu sich mit dem Erbe auseinander zu setzen. Charakteristisch sind die beiden komplett gegenteilig und auch ihre Intentionen sind unterschiedlich. Linus möchte am liebsten seinen Anteil nehmen und sich wieder auf den Weg zu seinem spießigen Leben als Anwalt in Wien machen und Anton ist nicht nur sehr traurig und wütend auf seinen Bruder, sondern wünscht sich eigentlich nur seinen Bruder zurück. Der Aufenthalt in dem Haus, indem die beiden so viel Zeit ihrer Kindheit verbracht haben, bringt alte Erinnerungen auf. Positive, sowie auch negative. Jahrelanger aufgebauter Frust und unausgesprochene Worte kommen hoch, bis die brüderliche Beziehung an ihre Grenzen kommt.

Linus (25) and Anton (19) are brothers who have grown apart due to their mother's long-term illness with cancer. After their mother's death, they travel to the family's old Danish country house, not only to become a family again, but also to come to terms with their inheritance. Characteristically, the two are complete opposites and their intentions are also different. Linus would prefer to take his share and go back to his stuffy life as a lawyer in Vienna, while Anton is not only very sad and angry at his brother, but actually just wants his brother back. Staying in the house where they spent so much of their childhood brings back old memories. Both positive and negative ones. Years of built-up frustration and unspoken words come to the surface until the brotherly relationship reaches its limits.

26 abril 2025

Capitanes_cortometraje

Por DAVID IGLESIAS

La Nueva Crónica, 27.06.2024

Parece una satírica casualidad que los partidos de la Eurocopa y de la Copa América coincidan con la celebración del Orgullo. Es irónico también que por estas fechas sean varios los clubes de fútbol que colocan los colores LGTB en sus perfiles –como tantas empresas que lavan su fachada con detergente rosa– abriendo la veda, claro está, a miles de lamentos e insultos homófobos por parte de los hinchas del deporte rey. La falsedad de los clubes no puede ser más evidente, pues no escucharemos en ningún momento el apoyo directo de ningún futbolista al colectivo –que es lo que es– y una salida pública del armario resulta todavía inconcebible en un ámbito que palmea culos, sí, pero desde lo más macho. Realmente es fácil comprender que el 14% de los futbolistas que no son heterosexuales –tirando de estadísticas– prefieran mantenerlo en secreto, pues sólo hace falta recordar lo que ocurrió con Justin Fashanu en los 90 –que además era negro– o cómo han atacado hace unas semanas a Mbappé, simplemente por defender que la ultraderecha resulta un auténtico peligro para un migrante y para cualquiera.  

Con este caldo de cultivo que me trago todos estos días, entre información y fútbol –que a mí también me gusta como todo gran evento deportivo y de entretenimiento– me sorprendió ver que en el Festival de Cine de Valencia han presentado un cortometraje perfecto para remover la conciencia del hetero que pega al balón, que a veces deja de serlo en según qué vestuarios. El cortometraje Capitanes refleja con valor esa opresión del arcoíris vigente aún en el mundo del fútbol, en el que hay más insultos de ‘maricón’ que gritos de ‘guapa’ a la Virgen en Sevilla. El corto hace bailar a los protagonistas entre el estrés por el partido y su tensión sexual no resuelta y lo hace además a ritmo de pasodoble, porque sabido es que el gusto cañí abunda en el colectivo y en ese cine que impulsó el maestro manchego.  

Una vez más, la pantalla va más allá de lo que la sociedad es capaz de afrontar y sirvan estas líneas para agradecer a tantas empresas de comunicación que, aunque se lucren con ello, apuestan por dar voz a los guionistas y directores que quieren hacer ficciones y documentales que de verdad son motivo de orgullo. A las que nos enseñan cómo empezó la lucha en los 70, manteniendo la memoria de las movilizaciones pioneras, y a los que retratan las realidades, miedos y confusiones que disfrutan y padecen hoy las personas LGTB. No creo que sea difícil de entender que es necesario un espejo en el que mirarse para aprender, madurar y mirar hacia delante con seguridad, como tampoco lo es que un lugar valiente que hace visible la bandera del Orgullo aporta esa confianza que hace falta donde no la hay. Sea un estadio, una casa, un bar o una ciudad. 

El cortometraje Capitanes está disponible en Filmin. 15 min.



22 abril 2025

Dos más dos es cinco

La conmoción por la muerte del Papa no puede hacernos olvidar que se opuso a muchas conquistas sociales.

Por Leila Guerriero

El País, 22 de abril de 2025

Recortar, pulir lo incómodo para que la leyenda se mantenga en pie, lista para pasar a la historia como una apasionada hagiografía del intachable. Hay que suponer que esa operación se repetirá en miles de recordatorios que exalten el carácter transformador del Papa Francisco, que acaba de fallecer a los 88 años después de una última aparición el Domingo de Pascua.

Se habla de reformas profundas. Francisco decía querer “una Iglesia pobre para los pobres” pero por lo que se sabe, y hasta ahora, la Iglesia tiene un patrimonio de entre 10.000 y 15.000 millones de dólares. Se habla de cambios radicales y, si bien pretender que la Iglesia mantenga una postura a favor de cosas como el aborto parece insensato, en casos no tan extremos, como el debate sobre el diaconado femenino, el cardenal Víctor Fernández dijo que “el Santo Padre ha expresado que en este momento la cuestión del diaconado femenino no está madura, y ha pedido que no nos entretengamos ahora en esta posibilidad.” No nos entretengamos con asuntos menores: las mujeres, la igualdad de género y derechos.

Durante un tiempo, apenas después de que asumiera en 2013, hubo un tsunami de elogios resaltando sus gestos sencillos: usaba los zapatos ortopédicos de siempre, llevaba un maletín negro gastado a todas partes, iba a una óptica de Roma y pagaba de su bolsillo unos anteojos. Actitudes que hubieran pasado desapercibidas en cualquier persona pero que, parece, en uno de los hombres más poderosos del mundo, cabeza de una de las instituciones más influyentes del planeta, eran garantía de honestidad y hasta sinónimo de revolución. Esos zapatos percudidos, esa forma de hablar ciertamente campechana, recibieron refuerzo a partir de declaraciones como las que hizo en julio de 2013, recién estrenado en el poder, durante una conversación que mantuvo con periodistas en un avión mientras regresaba de Brasil a Roma: “Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. La frase pasó a la historia debidamente recortada como: “Si una persona es gay, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. La partícula acerca de la “buena voluntad”, que implicaba la buena voluntad por parte de los homosexuales de no ejercer sus “impulsos”, fue mutilada y Francisco quedó poco menos que como el organizador de la marcha del orgullo gay.

Casi nulas menciones hubo, en ese y otros momentos, a la férrea oposición de quien entonces era arzobispo de Buenos Aires a la ley de matrimonio igualitario, sancionada en la Argentina en 2010, y acerca de la que Bergoglio se pronunció con claridad: “No se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios (...) Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano, privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre”.

En 2023 dijo en una entrevista con Associated Press que “ser homosexual no es un delito, es una condición humana”, y la sentencia se reprodujo, otra vez, mutilada y sin la frase con que la había terminado: “No es un delito, pero sí es un pecado”. Los pecados duran para siempre, excepto arrepentimiento y promesa de no volver a cometerlos, de modo que la única manera que tienen quienes comparten esa “condición humana” para ingresar al paraíso es arrepintiéndose de su pecado bajo la promesa de no volver a cometerlo.

En mayo de 2024, en una reunión privada durante la Conferencia Episcopal Italiana, dijo que a los hombres homosexuales no se les debería permitir ingresar a seminarios, puesto que allí ya había un aire de frociaggine: de mariconería. Después se disculpó y el Vaticano emitió un comunicado pidiendo perdón a quienes se hubieran sentido “heridos por el uso de una palabra”. No era una palabra: era toda una idea.

El Domingo de Pascua, un colaborador leyó un mensaje en su nombre: “No puede haber paz sin libertad de religión, libertad de pensamiento, libertad de expresión y respeto por las opiniones de los demás”. Sin embargo, en 2015, en otro avión que lo llevaba desde Sri Lanka a Filipinas, dijo, cuando se le preguntó por el atentado al semanario francés Charlie Hebdo: “En cuanto a la libertad de expresión: cada persona no solo tiene la libertad, sino la obligación de decir lo que piensa para apoyar el bien común (…). Pero sin ofender, porque es cierto que no se puede reaccionar con violencia, pero si el doctor Gasbarri (el organizador de los viajes papales), dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo (...). Hay mucha gente que habla mal, que se burla de la religión de los demás. Estas personas provocan y puede suceder lo que le sucedería al doctor Gasbarri si dijera algo contra mi mamá. Hay un límite, cada religión tiene dignidad (...) Yo no puedo burlarme de ella. Y este es límite”. El resultado de ese “límite” fueron 12 muertos y 11 heridos.

Los posicionamientos respecto del Papa en la Argentina son contradictorios. Cuando asumió, se respiraba en el país un clima tribunero, como si se hubiera ganado una final de fútbol. Hubo voces que recordaron un episodio añejo, su papel no demasiado claro en la desaparición, por parte de los militares, de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, que realizaban tareas en villas de emergencia. Ese episodio —por el que Francisco declaró ante la justicia unos años después— fue rápidamente asordinado y quien entonces presidía el país, Cristina Fernández de Kirchner, decidió enterrar los enfrentamientos con aquel arzobispo a quien su marido Néstor Kirchner, mientras fue presidente, tildó de “jefe espiritual de la oposición” (en sus homilías y documentos, Bergoglio criticaba entre otras cosas el “crecimiento escandaloso de la desigualdad”), y empezó a mantener con él relaciones afables: lo visitaba, le llevaba regalos, era bien recibida. Desde ese acercamiento, católicos antikirchneristas —expresión que incluye a la línea editorial de varios medios— empezaron a señalar al Papa como un populista sin remedio, un peronista imperdonable.

El actual presidente, Javier Milei, lo llamó durante la campaña “representante del maligno en la tierra”. Ahora decretó siete días de duelo y dijo que, a pesar de las diferencias, fue un honor conocerlo “en su bondad”. A lo mejor se dio cuenta de que las diferencias no eran tantas. Cuando cumplió diez años de gestión, el Papa dio entrevistas y, en una de ellas, dijo que “la ideología de género es de las colonizaciones ideológicas más peligrosas. Porque diluye las diferencias, y lo rico de los hombres y de las mujeres y de toda la humanidad es la tensión de las diferencias. La cuestión del género va diluyendo las diferencias y haciendo un mundo igual, todo romo, todo igual”. Esa “ideología de género”, forma despectiva en que se desestima el derecho a la diversidad, es la misma contra la que cargó Javier Milei en la última conferencia de Davos, cuando en su discurso dijo: “El gran yunque que aparece como denominador común en los países e instituciones que están fracasando es el virus mental de la ideología woke (...) es el cáncer que hay que extirpar”.

La muerte provoca una amnesia selectiva, un efecto parecido al que producía el Ministerio de la Verdad en la novela 1984, de George Orwell, un organismo todopoderoso que reescribía la historia dependiendo de lo que conviniera. Según los designios de ese ministerio, dos más dos podía ser cinco si así lo requerían las circunstancias.

No Manscaping, Please! / Sin depilar, por favor

By MATT STOPERA
Posted on July 10, 2014 on BuzzFeed.com


Dear Men, Never Shave Your Chest

It has come to my attention after browsing the internet and (obviously) frequenting locations where men take off their shirts in public that we are in the midst of an epidemic. If I had a siren to play all over the world, I would. It's a goddamn plague out there, guys. A pandemic! The strange thing about this specific outbreak is that we know exactly the cause: fucking razors.

Here's what is happening:
1. Men are buying razors.
2. Men are putting razors to their chest.
3. Men are shaving their chests.
4. Men are transforming into smooth-shaven puffy tweens.


This is a problem. It is a problem for a multitude of reasons, many of which are sanitary, I think, but mostly it's just about the aesthetic.

In an age of organics, I am completely baffled that we, as human beings, are straying away from the natural, and by the natural, I'm talking about shaving the natural-born hair on chests. It doesn't get more organic than that!

As our forefathers said when they got off the Niña, the Pinta, and the Santa María, "WE ARE HERE TO LIVE NATURAL, PURE LIVES."
A modern-day interpretation of that quote would assume they meant, "DO NOT SHAVE YOUR GODDAMN CHEST."

Chest hair just enhances photos. It brings guys to that next level.
I mean, some guys would be beyond basic without that little bit of hair. As they say on television, "The hair makes the man!"

I just want to say one more thing: Chest hair is really awesome because it's a literal style accessory.

Dear Men, Stop Shaving Your Pubes

Let's end this once and for all. Manscaping spread rapidly, almost like a deadly contagious virus. It seemed like men everywhere were trimming, plucking, and, most unfortunately, de-pubing.

Scary thing is, it continues to this day. Earlier, I delved into the horrors of chest shaving. Now, let me take a deeper dive. And by deeper dive, I mean pubes. It's time to stand up for the little guys (pubes). Save the pubes.

My campaign for pubes begins with the most obvious reason to keep them: There is something inherently humanly hot about a man with a natural body. In layman's terms, pubes are fucking hot.

Aesthetically speaking, they're also charming. They add character. They are nice.

Another crucial role of pubes is that they accent the package. And by package, I'm talking dick. It just works.

There's also science to back this up. Ever heard of pheromones? Sweet, sweet pheromones. From my completely unscientific understanding, pheromones are like sexual napalm. Sweet, sweet, sexual napalm.

It must also be mentioned that we are in the midst of an "ORGANIC REVOLUTION." All of our beauty products are natural, our food is natural, we fucking love natural. This is why our bodies should remain intact.

Lastly, and most importantly, there is nothing creepier than a man with a completely shaved crotch. You look like a puffy tweenAnd I'll be damned if every man looked like a puffy tween. The injustice of it.

I also have to add that razor burn is real! Rawness DOES happen. This is not pleasant.

And I GET IT, some people trim. You can do whatever the fuck you want to do with your body. I'm just advocating for pubes. It's the right thing to do.

Value your pubes. Keep your pubes. Start a revolution and save your pubes.


Spanish top model Jon Kortajarena's raw beauty.

21 abril 2025

Cómo ser un buen español

Españolazo, viñeta de El Roto

Por JOSÉ ANTONIO PÉREZ LEDO

eldiario.es, 15 de junio de 2021

Si bien cualquiera puede ser español, ser un buen español no es tarea sencilla. Para empezar, uno debe ser políticamente independiente, esto es, de derechas.

El buen español puede ser de cualquier raza siempre y cuando piense como un blanco. También puede ser homosexual, a condición de que no exhiba públicamente su desviación, tal y como ejemplarmente han hecho y siguen haciendo tantos futbolistas.

Un buen español puede ser de sexo femenino, solo que, en ese caso, no será un buen español, sino la esposa de un buen español, la mujé (la jota es muda en algunas subculturas) o la parienta.

Un buen español deja de llorar tras el periodo de lactancia, porque sabe que el mercado no premia a los quejicas. Desde muy pequeño, asume que las cosas se consiguen con cojones, concepto tributario de la idea de voluntad de Schopenhauer aderezado con aportaciones teóricas de Jiménez Losantos y Hermann Tertsch (casi todas las consonantes son mudas).

Un buen español rechaza los marcos cognitivos impuestos por el totum revolutum de feministas, lesbianas, negros y rastafaris. No usa los contenedores de colores porque el cambio climático es un ciclo natural, y no paga Disney+ porque adoctrina (si bien se descarga ilegalmente las de Marvel).

Un buen español sabe que no existe brecha salarial entre hombres y mujeres. Hay diferencia, sí, porque las mujeres mueven menos peso y, además, prefieren trabajos sencillos para estar en casa más rato. Se llama libertad.

Un buen español sabe que la prensa está secuestrada por intereses políticos y financieros, mientras que los .JPG que pone el cuñado en Facebook son verdad.

Un buen español está orgulloso de toda la historia de nuestro Imperio, especialmente de la conquista de América. Los conquistadores, en un desinteresado esfuerzo pedagógico, mostraron a los indios la magnanimidad de Dios y, como prueba, los mandaron con Él. Ninguno volvió para quejarse.

Un buen español defiende la lidia porque sin ella los toros se extinguirían, forzando a Osborne a hacer un rediseño de su identidad corporativa que alteraría dramáticamente el skyline de nuestros más icónicos secarrales.

Un buen español no necesita saber idiomas porque con el español vas a cualquier parte. De todos modos y, como plan B, todo buen español domina la expresión corporal para, llegado el caso, poder imitar a un pollo en un restaurante de París. El desabrido carácter de los parisinos, sin embargo, no garantiza una comanda exitosa.

Pero, por encima de todo, el buen español ama España y todo lo que ha decidido que la representa. Asume que nuestro país es un crisol de identidades diversas, la madrileña, la de Castilla-La Mancha, la de Castilla y León y la andaluza, y celebra sin complejos sus diferencias. Y, por último, un buen español no se arrepiente de nada, salvo quizás de no serlo suficiente.

https://joseaperezledo.com/

La Movida madrileña de los años ochenta

Por CARLOS MARTÍN GAEBLER

La restauración de la democracia en España tras las elecciones generales de 1977 trajo consigo profundas transformaciones sociales. Las libertades reconquistadas se hicieron notar especialmente en el mundo artístico. Así, al comenzar la década de los 80, se iba a iniciar un auténtico renacimiento cultural que se extendería a lo largo y ancho de la geografía española, pero cuyo epicentro sería la ciudad de Madrid. Estaba naciendo lo que más tarde, y con el paso del tiempo, se conocería como la Movida madrileña (con M mayúscula). Artistas provenientes de diversas disciplinas coincidieron en el tiempo y en el espacio e hicieron de la capital del Reino una de las ciudades culturalmente más efervescentes de Europa.

Esta generación de creadores, que se caracterizó principalmente por un desenfadado espíritu hedonista y una actitud abiertamente contestataria, abarcó desde cineastas, rockeros y cantantes hasta pintores, fotógrafos y diseñadores. Sin quizás proponérselo conscientemente, estos jóvenes iban a cambiar profundamente la imagen típica y tópica que España, aún por esas fechas, proyectaba hacia el exterior para sustituirla por la de una sociedad emergente, enormemente creativa e innovadora, y con mucho que aportar al patrimonio cultural de la Europa de finales del siglo XX.


La Movida estuvo protagonizada, entre otros, por cineastas como Pedro Almodóvar, cuyas películas Laberinto de pasiones o La ley del deseo retratan el espíritu hedonista y libre de esos años; por grupos de pop-rock, como Radio Futura, Gabinete Caligari, Alaska y los Pegamoides, Los Secretos, Nacha Pop, los gallegos Golpes Bajos o los barceloneses Loquillo y los Trogloditas; por artistas plásticos, como Ceesepe, Oscar Mariné, o los gaditanos Costus; por fotógrafos, como Alberto García AlixOuka Leele o Miguel Trillo, quien plasmó las mejores instantáneas de los músicos de la Movida y de su público; por revistas, como La luna de Madrid; salas de conciertos como la mítica Rock-Ola; por ferias internacionales de arte contemporáneo, como la madrileña ARCO; o era difundida por programas de televisión, como el legendario La edad de oro de Paloma Chamorro en La 2, o de radio, como el Diario pop dirigido por Jesús Ordovás en Radio 3. 


Todos estos creadores y escenarios produjeron una generación cultural equiparable en importancia a la Generación de 1927. Si ésta fue primordialmente un movimiento poético y literario, la Movida fue eminentemente audiovisual y mediática. Los medios de comunicación propagaron el espíritu de la Movida por todo el país hasta hacerlo extensivo a toda una generación de jóvenes españoles que accedieron a las libertades bailando a sus ritmos, cantando sus letras, leyendo sus textos, luciendo su moda y sus peinados, o identificándose con sus películas. Para mi generación, los ochenta representaron, lisa y llanamente, la alegría de vivir.

Hoy en día, y con la obligada perspectiva histórica, se puede afirmar que la Movida madrileña de los 80 y la Generación poética del 27 representan los momentos de mayor lucidez creativa del siglo XX español, y son la gran aportación de la modernidad española a la cultura occidental. cmg1998

¿Qué es ser un hombre en el siglo XXI?

Es necesario que los poderes públicos de todos los países faciliten los debates sobre la masculinidad, para actuar de forma más concreta contra la violencia machista, esta plaga que arrasa nuestro mundo.

Por BOLEWA SABOURIN y WILLIAM NJABOUM
El País, 9 marzo de 2020


Mientras escribimos estas líneas, hombres deciden de forma deliberada asesinar a mujeres para reafirmar su dominación sobre ellas. Cada día, en el mundo, mueren asesinadas 137 mujeres a manos de un pariente, y un tercio a manos de su pareja o expareja, según el último informe de la ONU. ¿Cuántas mujeres tienen que ser asesinadas para que se ponga en marcha una verdadera política dirigida a erradicar esta lacra y se entienda por fin que no se trata de sucesos aislados sino de un sistema de dominación social de un sexo sobre otro?

De Harvey Weinstein a Dominique Strauss-Kahn, pasando por Roman Polanski y Jeffrey Epstein, la revolución #MeToo constituye el verdadero punto de inflexión de este siglo, la señal de que no va a ser como ningún otro y de que hemos entrado plenamente en el siglo XXI. Las mujeres siempre han intentado construir un modelo de sociedad justo y equilibrado, dando el ejemplo a través de sus palabras y su resistencia. Sus compromisos se renuevan en cada época para permitir a la humanidad aprovechar su potencial, a menudo a costa de sufrir la dominación y la explotación. Desde Anne Zinga hasta las sufragistas, desde Rosa Parks hasta las militantes del #MeToo, las mujeres no dejan de interpelarnos, concienciarnos y movilizarnos sobre la sociedad que queremos.

Pero, en esta lucha por elevar, mejorar a la humanidad, un silencio significativo y pesado nos impide avanzar: el de los hombres. ¿Qué significa ser un hombre en el siglo XXI? ¿Qué es (son) la o las masculinidades? La masculinidad está ligada a la conquista, al poder. Nosotros, los hombres, somos los que explotamos un sistema en el que siempre tenemos todas las ventajas y que, de hecho, hemos construido con ese fin. Las mujeres han teorizado el feminismo y las masculinidades para superar su condición e integrar a los hombres en su lucha.

Los hombres a los que oímos hablar de masculinidad (Trump, Bolsonaro, Putin y otros) están bloqueados en una posición defensiva y agresiva, incapaces de desarrollar una visión humanista, al servicio de todas y todos. Su concepción de la masculinidad tiene como objetivo defender el orden establecido y, sobre todo, no cambiar nada. Hay miedo a ver desaparecer un mundo, miedo a ver desvanecer nuestra hegemonía. Lo masculino es sinónimo de libertad a expensas de los demás. Para perpetuar ese dominio, hay “salvaguardias” que nos vigilan y nos recuerdan los “buenos principios” de la masculinidad, el mito de la virilidad. Estamos encerrados en una supuesta invulnerabilidad. Porque ser vulnerable es traicionar.

Existe un mal vinculado a la relación con el poder, la invulnerabilidad y el control de nuestras emociones. Necesitamos replantearnos, reconstruirnos, revolucionarnos, individual y colectivamente. Dejar de hacer de la frialdad una virtud, dejar de aislarnos de nuestras emociones, en otras palabras, integrar todos los aspectos de lo que somos para vivir en paz. Queremos apropiarnos y poner en práctica una idea de Edward Said sobre las identidades. En su libro El orientalismo, dice que “la identidad humana no solo no es ni natural ni estable sino que deriva de una construcción intelectual, cuando no es completamente inventada”. Said propone como modo de actuación “la construcción de una identidad [...] ligada al ejercicio del poder en cada sociedad”. Para salir de las “ideologías deshumanizadoras” sería necesario que cada ser humano y cada sistema tuvieran la voluntad de “desaprender el espíritu espontáneo de dominación”.

Lo que proponemos es volver a imaginarnos y volver a curarnos, también individual y colectivamente. A partir de nosotros, de cada individuo, ¿podemos ayudar a dejar de construir o alimentar unos sistemas que legitiman las diferencias mediante la separación, la segregación, la manipulación, el dominio y la muerte?

Queremos contribuir a la conceptualización de un modo de vida, una forma de relacionarnos, compartir y colaborar, con un sistema basado en la complementariedad, la igualdad, la benevolencia, la seguridad física, emocional y afectiva de los individuos. ¿Cómo? Hablando entre nosotros. Hablando de nuestras vulnerabilidades. Porque hablar ya es una transgresión. Es atreverse a lo prohibido y matar el mito. Ese mito de la invulnerabilidad que hace sufrir a la humanidad y, por tanto, al planeta. Esto nos invita a cuestionar la relación del hombre con la dominación, con el sentimiento de invulnerabilidad e irresponsabilidad. ¿Quiénes somos nosotros y qué papel desempeñamos frente a las grandes crisis de nuestro mundo?

Este mundo en el que reinan los atributos de la masculinidad ha favorecido una cultura de la irresponsabilidad y los privilegios que está en el origen del desastre económico y social global. Lo paradójico es que la respuesta dada a los males contemporáneos de la sociedad se interpreta a través de la mutación del paisaje político internacional. El ascenso al poder de los extremos, empezando por unos líderes divisivos que personifican el mito de la virilidad y alimentan “ideologías deshumanizadoras”, nos alejan un poco más de los principios morales fundamentales. Quizá sea la moral, precisamente, lo que nos permita salir del mito. Atrevernos, correr el riesgo de exponernos tal como somos, superar el miedo a reconsiderarnos y poner en peligro todo lo que damos por sentado.

Es necesario que los poderes públicos de todos los países faciliten los debates sobre la masculinidad, para actuar de forma más concreta contra esta plaga que arrasa nuestro mundo. Sabemos muy bien que no será el elemento decisivo, pero sí es una piedra más que falta en el arsenal de las iniciativas para fomentar la igualdad entre mujeres y hombres.

Bolewa Sabourin es bailarín y coreógrafo, cofundador de la asociación LOBA. William Njaboum, miembro del colectivo, es economista.

La era del narcisismo


Los rasgos narcisistas se extienden como una plaga en la sociedad contemporánea. Las redes sociales son un escaparate de exhibicionismo permanente, donde lo mundano se convierte en extraordinario. Los autorretratos fotográficos se multiplican como la literatura autorreferencial. Los psicólogos alertan de una educación parental que engendra pequeños narcisos. Y el yo prolifera en el discurso político, donde se diluyen las viejas cosmovisiones para dar paso a líderes más personalistas. ¿Estamos, como aseguran algunos expertos, ante una epidemia preocupante?

El fútbol y la fratría

Por OLATZ GONZÁLEZ ABRISKETA
El País, 27.01.17

De vez en cuando ciertos elementos revelan cuáles son los impulsos o fuerzas latentes que hay detrás de lo que Enrique Tierno Galván denominaba “acontecimientos sociales” y que no serían otra cosa que “la realización en espectáculo de una concepción del mundo”. Para Tierno Galván los toros eran el acontecimiento nacional español, del mismo modo que lo era la ópera en Italia. En este momento en que la exaltación nacional-nacionalista estaría quizás (esperemos) mostrando el inicio de su propia decadencia, parece pertinente preguntarse qué concepción del mundo impera detrás del fútbol, de qué colectividad es el fútbol, deporte globalizado por excelencia, acontecimiento. 

Lo sucedido en la liga este fin de semana nos da algunas pistas. Al parecer, unos hinchas del Sevilla han aprovechado su viaje a Pamplona para saludar desde la grada de El Sadar a su amigo, encarcelado en la capital navarra por haber participado en una violación en grupo en los últimos sanfermines. Una bandera con los colores del Sevilla tenía inscrita la palabra "Gordo", apodo de José Ángel Prenda, miembro de la peña Biris Norte y uno de los integrantes del grupo de whatsapp autodenominado "La Manada", porque “el poder del lobo reside en la manada”. 

Varias lecturas podrían derivarse de la pancarta, algunas incluso políticas. En el artículo ¿Tiene sexo la nación” la antropóloga Begoña Aretxaga enfatizaba que la retórica política está plagada de metáforas sexuales, siendo habitual que los imperios traten a las naciones colonizadas como mujeres violadas. Por ellos, claro. Aretxaga analiza cómo Irlanda tuvo que masculinizarse, construir héroes nacionales, para poder creerse su propio proceso de independencia, para empoderarse dirían hoy algunas. El exhibir el nombre del "Gordo" en el estadio de la ciudad donde perpetró la violación puede constituir un gesto imperialista, del que por otro lado tanto gusta el fútbol y que está más relacionado de lo que pensamos con la cuestión que quiero poner sobre la mesa, la de la relación entre sexos. 

Con una simple ojeada al Twitter desde el que se dedicó la victoria del Sevilla al tal “Gordo” podemos saber de qué estoy hablando. Como escribiera Simone De Beauvoir en su diario, precisamente describiendo Pamplona: “Hombres, nada más que hombres, cantando y bailando pesadamente, encantados de estar entre hombres”. Ella, que pasó la mayor parte de su vida social y profesional entre hombres, sintió en Pamplona una fuerza centrífuga que le expulsaba, la fuerza de la fratría. 

Precisamente uno de los seguidores de los amigos del Gordo, curiosamente del Betis, adorna su perfil con una foto en la que alrededor de cien varones de entre 20 y 40 años posan detrás de una enorme pancarta que dice: “Brotherhood” (hermandad o fraternidad). De eso habla el fútbol, de la celebración de pertenecer a la fraternidad de los varones y de demostrar su superioridad. En todas las épocas y en distintas sociedades se han encontrado instituciones parecidas: las sociedades secretas de las denominadas sociedades “primitivas”, las fraternidades universitarias estadounidenses, las Männerbund alemanas e infinitas más. Todas tienen en común tres características, aunque refiera de momento dos: una estricta segregación sexual y que el grupo se convierte en el referente normativo por excelencia. El grupo auxiliará y protegerá a todos sus miembros independientemente de lo que hagan y mientras sean fieles al mismo. Sólo la traición al grupo se castiga. Sólo ante él se rinden cuentas. 

Es comprensible entonces que los “hermanos” del “Gordo” le apoyen, y con más lógica aún si de lo que se le acusa es de una violación en grupo. Las violaciones en grupo son la tercera característica de estas asociaciones, ya sea como castigo por haber osado espiar o poner en cuestión la autoridad masculina, ya sea como modo de sellar la fraternidad. El macho alfa, patriarcal, mostraba su dominio y potencia sexual follando con cuantas mujeres pudiera, a poder ser con todas las del grupo. El macho fratriarcal folla con sus “hermanos” por mediación del cuerpo de una mujer, víctima o no. Eso es lo que en los últimos años nos ofrece el fútbol en materia sexual. 

No se me malinterprete. Con esto no quiero decir que todo aficionado al fútbol sea proclive a tener relaciones en grupo. Y mucho menos a ser un violador. Lo que de verdad preocupa es la indulgencia, el que entrenadores, padres, jueces, políticos y varones en general se comporten como “hermanos”. Porque hay muy pocos violadores, pero demasiada tolerancia. Y es que nuestras sociedades invierten miles de millones en que los varones “se hermanen”. El fútbol es hoy el acontecimiento mundial de la fratría. 
Olatz González Abrisketa es antropóloga y profesora de la UPV/EHU

Zygmunt Bauman dijo


El sociólogo y filósofo polaco-británico Zygmunt Bauman falleció en 2017 a los 91 años de edad en la ciudad inglesa de Leeds. Era el creador del concepto de "modernidad líquida" y fue uno de los intelectuales clave del siglo XX. Cuestionó los cimientos del consumismo y definió la inestabilidad del mundo contemporáneo. Se mantuvo activo y trabajando hasta sus últimos momentos de vida. Sus pensamientos son un valioso legado para entender nuestro tiempo. He aquí algunos de los más lúcidos:

"Las redes sociales son una trampa."

“El viejo límite sagrado entre el horario laboral y el tiempo personal ha desaparecido. Estamos permanentemente disponibles, siempre en el puesto de trabajo.”

“Todo es más fácil en la vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad.”

"Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra son solo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos.”

“El 15-M es emocional, le falta pensamiento.”

"Las pandillas de amigos o las comunidades de vecinos no te aceptan porque sí, pero ser miembro de un grupo en Facebook es facilísimo. Puedes tener más de 500 contactos sin moverte de casa, le das a un botón y ya.”

"Ha sido una catástrofe arrastrar la clase media al precariado. El conflicto ya no es entre clases, sino de cada uno con la sociedad.”

"Las desigualdades siempre han existido, pero desde hace varios siglos se cree que la educación podía restablecer la igualdad de oportunidades. Ahora, el 51% de los jóvenes titulados universitarios están en el paro y los que tienen trabajo, tienen un empleo muy por debajo de su cualificación. Los grandes cambios de la historia nunca llegaron de los pobres de solemnidad, sino de la frustración de gentes con grandes expectativas que nunca llegaron."

“En el mundo actual, todas las ideas de felicidad acaban en una tienda.”


“La posibilidad de que el Reino Unido funcione sin Europa es mínima,” dijo en 2011.

Antes de fallecer, el maestro Bauman ("Somos solitarios en contacto permanente") fue entrevistado por Jordi Évole para la parte final del episodio "Conectados" de Salvados, emitido por La Sexta el domingo 19 de febrero de 2017.

Troles célibes a su pesar

En su reciente columna Te cortaré en trocitos, Paula Bonet describe a grupos de hombres que, cual troles sexuales, han construido espacios peligrosos para las mujeres gracias al anonimato de las redes. Los inceles (neologismo generado a partir del acrónimo inglés incels, derivado de la expresión involuntarily celibate, o célibe involuntario) son hombres que aseguran que el mundo les ha sido arrebatado por las feministas (“feminazis” las llaman), redactan manifiestos y pasan a la acción para recuperar un espacio que piensan que les pertenece. “Solo si redescubrimos nuestra masculinidad”, afirma uno de ellos, “seremos viriles. Y solo cuando seamos viriles seremos capaces de defendernos”. 

Algo muy similar defiende el autor estadounidense Jack Donovan: éste quiere destruir una sociedad feminizada que, según él, se burla de los hombres. A quienquiera que lea sus manifiestos le pueden parecer ridículos, pero de inmediato aparece el terror, porque después de colgarlos en redes o grabarse defendiéndolos, son capaces de torturar y matar a mujeres por el simple hecho de haberse sentido rechazados por ellas. “No sé por qué no os atraigo a vosotras, chicas, pero os voy a castigar por ello… Finalmente, veréis quién soy de verdad, el ser superior, el auténtico macho alfa”, dijo Elliot Rodger antes de asesinar a seis personas en el campus universitario de Isla Vista, California. Siempre se ha dicho que el cerebro es el órgano erótico por antonomasia, pero estos individuos de escasa materia gris parecen ignorarlo.

En esta línea de lo ridículo, Donovan apunta que el clásico rapto de las sabinas, “mito fundacional por excelencia del hombre y la civilización” (Bonet recomienda leer a Susanne Kaiser), es su escenario ideal: exige que se acepte la masculinidad tóxica/violenta. Mary Beard nos alerte sobre lo peligroso que es la aceptación de algunos de los legados del mundo antiguo, como la violencia sexual o el poder del hombre por ser hombre. Estos hombres ven en las sabinas un cúmulo de carne que les pertenece pero que únicamente pueden poseer con violencia: la carne de las mujeres es el blanco de su ira más profunda. ¿Quiénes son aquí los nazis? ¿Las feministas o los odiadores? 

Y concluye Bonet: La misoginia nos devuelve a las sabinas. Muchas de nosotras despertamos en el feminismo al observar la cara de terror de una de ellas que intentaba huir de su violador. Aquella mujer esculpida en Florencia por Juan de Bolonia nos salvó la vida.

Un mundo distraído, o el efecto Internet

Un mundo distraído

BÁRBARA CELIS
29/01/2011

La tercera parte de la población mundial ya es 'internauta'. La revolución digital crece veloz. Uno de sus grandes pensadores, Nicholas Carr, da claves de su existencia en el libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestra mente? El experto advierte de que se "está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma."

El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: "Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!". Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se ríe al escuchar la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón de correo. "Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracción es enorme". Y esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestra mente? (Taurus).

"Aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro"
Cuando Carr (1959) se percató, hace unos años, de que su capacidad de concentración había disminuido, de que leer artículos largos y libros se había convertido en una ardua tarea precisamente para alguien licenciado en Literatura que se había dejado mecer toda su vida por ella, comenzó a preguntarse si la causa no sería precisamente su entrega diaria a las multitareas digitales: pasar muchas horas frente a la computadora, saltando sin cesar de uno a otro programa, de una página de Internet a otra, mientras hablamos por Skype, contestamos a un correo electrónico y ponemos un link en Facebook. Su búsqueda de respuestas le llevó a escribir Superficiales... (antes publicó los polémicos El gran interruptor. El mundo en red, de Edison a Google y Las tecnologías de la información. ¿Son realmente una ventaja competitiva?), "una oda al tipo de pensamiento que encarna el libro y una llamada de atención respecto a lo que está en juego: el pensamiento lineal, profundo, que incita al pensamiento creativo y que no necesariamente tiene un fin utilitario. La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan". Apoyándose en múltiples estudios científicos que avalan su teoría y remontándose a la célebre frase de Marshall McLuhan "el medio es el mensaje", Carr ahonda en cómo las tecnologías han ido transformando las formas de pensamiento de la sociedad: la creación de la cartografía, del reloj y la más definitiva, la imprenta. Ahora, más de quinientos años después, le ha llegado el turno al efecto Internet.

Pero no hay que equivocarse: Carr no defiende el conservadurismo cultural. Él mismo es un usuario compulsivo de la web y prueba de ello es que no puede evitar despertar a su ordenador durante una breve pausa en la entrevista. Descubierto in fraganti por la periodista, esboza una tímida sonrisa, "¡lo confieso, me has cazado!". Su oficina está en su residencia, una casa sobre las Montañas Rocosas, en las afueras de Boulder (Colorado), rodeada de pinares y silencio, con ciervos que atraviesan las sinuosas carreteras y la portentosa naturaleza estadounidense como principal acompañante.

PREGUNTA. Su libro ha levantado críticas entre periodistas como Nick Bilton, responsable del blog de tecnología Bits de The New York Times, quien defiende que es mucho más natural para el ser humano diversificar la atención que concentrarla en una sola cosa.

RESPUESTA. Más primitivo o más natural no significa mejor. Leer libros probablemente sea menos natural, pero ¿por qué va a ser peor? Hemos tenido que entrenarnos para conseguirlo, pero a cambio alcanzamos una valiosa capacidad de utilización de nuestra mente que no existía cuando teníamos que estar constantemente alerta ante el exterior muchos siglos atrás. Quizás no debamos volver a ese estado primitivo si eso nos hace perder formas de pensamiento más profundo.

P. Internet invita a moverse constantemente entre contenidos, pero precisamente por eso ofrece una cantidad de información inmensa. Hace apenas dos décadas hubiera sido impensable.

R. Es cierto y eso es muy valioso, pero Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa. Lo que yo defiendo en mi libro es que las diferentes formas de tecnología incentivan diferentes formas de pensamiento y por diferentes razones Internet alienta la multitarea y fomenta muy poco la concentración. Cuando abres un libro te aíslas de todo porque no hay nada más que sus páginas. Cuando enciendes el ordenador te llegan mensajes por todas partes, es una máquina de interrupciones constantes.

P. ¿Pero, en última instancia, cómo utilizamos la web no es una elección personal?

R. Lo es y no lo es. Tú puedes elegir tus tiempos y formas de uso, pero la tecnología te incita a comportarte de una determinada manera. Si en tu trabajo tus colegas te envían treinta e-mails al día y tú decides no mirar el correo, tu carrera sufrirá. La tecnología, como ocurrió con el reloj o la cartografía, no es neutral, cambia las normas sociales e influye en nuestras elecciones.

P. En su libro habla de lo que perdemos y aunque mencione lo que ganamos apenas toca el tema de las redes sociales y cómo gracias a ellas tenemos una herramienta valiosísima para compartir información.

R. Es verdad, la capacidad de compartir se ha multiplicado aunque antes también lo hacíamos. Lo que ocurre con Internet es que la escala, a todos los niveles, se dispara. Y sin duda hay cosas muy positivas. La Red nos permite mostrar nuestras creaciones, compartir nuestros pensamientos, estar en contacto con los amigos y hasta nos ofrece oportunidades laborales. No hay que olvidar que la única razón por la que Internet y las nuevas tecnologías están teniendo tanto efecto en nuestra forma de pensar es porque son útiles, entretenidas y divertidas. Si no lo fueran no nos sentiríamos tan atraídos por ellas y no tendrían efecto sobre nuestra forma de pensar. En el fondo, nadie nos obliga a utilizarlas.

P. Sin embargo, a través de su libro usted parece sugerir que las nuevas tecnologías merman nuestra libertad como individuos...

R. La esencia de la libertad es poder escoger a qué quieres dedicarle tu atención. La tecnología está determinando esas elecciones y por lo tanto está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma. Google es una base de datos inmensa en la que voluntariamente introducimos información sobre nosotros y a cambio recibimos información cada vez más personalizada y adaptada a nuestros gustos y necesidades. Eso tiene ventajas para el consumidor. Pero todos los pasos que damos online se convierten en información para empresas y Gobiernos. Y la gran pregunta a la que tendremos que contestar en la próxima década es qué valor le damos a la privacidad y cuánta estamos dispuestos a ceder a cambio de comodidad y beneficios comerciales. Mi sensación es que a la gente le importa poco su privacidad, al menos esa parece ser la tendencia, y si continúa siendo así la gente asumirá y aceptará que siempre están siendo observados y dejándose empujar más y más aún hacia la sociedad de consumo en detrimento de beneficios menos mensurables que van unidos a la privacidad.

P. Entonces... ¿nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano?

R. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en Un mundo feliz que a lo que describió Orwell en 1984. Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y
alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensión entre la libertad que nos ofrece Internet y su utilización como herramienta de control nunca se va a resolver. Podemos hablar con libertad total, organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan más control sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir en nuestras decisiones.

P. Wikipedia es un buen ejemplo de colaboración a gran escala impensable antes de Internet. Acaba de cumplir diez años...

R. Wikipedia encierra una contradicción muy clara que reproduce esa tensión inherente a Internet. Comenzó siendo una web completamente abierta pero con el tiempo, para ganar calidad, ha tenido que cerrarse un poco, se han creado jerarquías y formas de control. De ahí que una de sus lecciones sea que la libertad total no funciona demasiado bien. Aparte, no hay duda de su utilidad y creo que ha ganado en calidad y fiabilidad en los últimos años.

P. ¿Y qué opina de proyectos como Google Books? En su libro no parece muy optimista al respecto...

R. Las ventajas de disponer de todos los libros online son innegables. Pero mi preocupación es cómo la tecnología nos incita a leer esos libros. Es diferente el acceso que la forma de uso. Google piensa en función de snippets, pequeños fragmentos de información. No le interesa que permanezcamos horas en la misma página porque pierde toda esa información que le damos sobre nosotros cuando navegamos. Cuando vas a Google Books aparecen iconos y links sobre los que pinchar, el libro deja de serlo para convertirse en otra web. Creo que es ingenuo pensar que los libros no van a cambiar en sus versiones digitales. Ya lo estamos viendo con la aparición de vídeos y otros tipos de media en las propias páginas de Google Books. Y eso ejercerá presión también sobre los escritores. Ya les ocurre a los periodistas con los titulares de las informaciones, sus noticias tienen que ser buscables, atractivas. Internet ha influido en su forma de titular y también podría cambiar la forma de escribir de los escritores. Yo creo que aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro.

P. ¿Cuánto falta para eso?
R. Creo que tardará entre cinco y diez años.

P. Pero aparatos como el Kindle permiten leer muy a gusto y sin distracciones...

R. Es cierto, pero sabemos que en el mundo de las nuevas tecnologías los fabricantes compiten entre ellos y siempre aspiran a ofrecer más que el otro, así que no creo que tarden mucho en hacerlos más y más sofisticados, y por tanto con mayores distracciones.

P. El economista Max Otte afirma que pese a la cantidad de información disponible, estamos más desinformados que nunca y eso está contribuyendo a acercarnos a una forma de neofeudalismo que está destruyendo las clases medias. ¿Está de acuerdo?

R. Hasta cierto punto, sí. Cuando observas cómo el mundo del software ha afectado a la creación de empleo y a la distribución de la riqueza, sin duda las clases medias están sufriendo y la concentración de la riqueza en pocas manos se está acentuando. Es un tema que toqué en mi libro El gran interruptor. El crecimiento que experimentó la clase media tras la II Guerra Mundial se está revirtiendo claramente.

P. Internet también ha creado un nuevo fenómeno, el de las microcelebridades. Todos podemos hacer publicidad de nosotros mismos y hay quien lo persigue con ahínco. ¿Qué le parece esa nueva obsesión por el yo instigado por las nuevas tecnologías?

R. Siempre nos hemos preocupado de la mirada del otro, pero cuando te conviertes en una creación mediática -porque lo que construimos a través de nuestra persona pública es un personaje-, cada vez pensamos más como actores que interpretan un papel frente a una audiencia y encapsulamos emociones en pequeños mensajes. ¿Estamos perdiendo por ello riqueza emocional e intelectual? No lo sé. Me da miedo que poco a poco nos vayamos haciendo más y más uniformes y perdamos rasgos distintivos de nuestras personalidades.

P. ¿Hay alguna receta para 'salvarnos'?

R. Mi interés como escritor es describir un fenómeno complejo, no hacer libros de autoayuda. En mi opinión, nos estamos dirigiendo hacia un ideal muy utilitario, donde lo importante es lo eficiente que uno es procesando información y donde deja de apreciarse el pensamiento contemplativo, abierto, que no necesariamente tiene un fin práctico y que, sin embargo, estimula la creatividad. La ciencia habla claro en ese sentido: la habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más. Yo simplemente me limito a alertar sobre la dirección que estamos tomando y sobre lo que estamos sacrificando al sumergirnos en el mundo digital. Un primer paso para escapar es ser conscientes de ello. Como individuos, quizás aún estemos a tiempo, pero como sociedad creo que no hay marcha atrás.