Por CARLOS MARTÍN GAEBLER
El canon de belleza masculina ha cambiado sustancialmente desde finales del siglo XX hasta nuestros días. En la actualidad, imperan los cuerpos masculinos depilados, tatuados o perforados (cuando no hipermusculados), las cejas delineadas, la piel sobrebronceada. La lengua inglesa, tan capaz para denominar lo novedoso, ha acuñado el híbrido manscaping. Hay, además, un trasfondo exhibicionista/narcisista innegable (algunos se miran y remiran en espejos varios). En playas, gimnasios, saunas o en perfiles de contactos ya apenas se observa la belleza cruda de antaño: hombres naturales de la cabeza a los pies, sin cosmetizar, en armonía con sus atributos. En los años 80 y 90 los varones lucían sus axilas sin afeitar, sus piernas y brazos peludos, la mata del pubis intacta, su vello corporal tal cual. Hoy en día, el modelo de belleza se ha visto transformado/manipulado por la presión grupal y por la homogeneizante insistencia publicitaria, que ha creado cuerpos feminizados, desprovistos de rasgos varoniles. Los depilados parecen zombis de la moda. La única excepción a este desierto piloso son las sensuales barbas recortadas que algunos se dejan crecer. Alguien, con acierto y con retranca, ha llamado a este fenómeno la venganza del travesti. Aunque, a juzgar por lo que muestra el hombre del autorretrato, no todo está perdido. ¡Ojalá pase pronto esta moda tan globalizada como absurda y los hombres vuelvan a parecer hombres! Donde hay pelo hay alegría, y mariconadas, las justas. Saludos peludos. cmg2017
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Hombre anónimo autorretratándose en bañador |