Por Christian Rodríguez
28 octubre 2024
11 octubre 2024
¿Por qué los jóvenes españoles son de derechas?
Por JOSÉ NICOLÁS
El País, 11 de octubre de 2024
La encuesta monográfica sobre inmigración de 40dB., publicada este martes en EL PAÍS y la Cadena SER, sacó a la luz unos datos demoledores sobre la percepción de la inmigración. Si bien este sondeo no la mostraba como primer problema —lo hacía el barómetro de septiembre del CIS—, evidenciaba que es una de las principales preocupaciones de los españoles, pues el 41% de los encuestados afirmaba tener “mucha inquietud” por este asunto. El dato que más impactaba era el de la brecha sobre la percepción de la inmigración entre hombres y mujeres de la generación Z, entre 18 y 27 años. Frente al 44% de las mujeres, el 61% de los hombres dice que los inmigrantes hacen aumentar la delincuencia, y frente al 56% de las mujeres, el 75% de los hombres menores de 27 años cree que los inmigrantes reciben “demasiadas ayudas públicas”. “De nuevo, la brecha generacional entre los jóvenes Z y el resto de grupos. De nuevo, las mujeres Z más progresistas que cualquier otra generación”, tuiteó @X_Calafat.
Según los datos de 40dB., los jóvenes españoles son más conservadores que las mujeres de su misma edad —más de la mitad de ellos votaría a partidos de derecha o extrema derecha (el 26,7% a Vox, el 18,1% al PP y el 8% a Se Acabó la Fiesta) frente al 32% de ellas—. No solo ocurre en España: la brecha entre los miembros de la generación Z también se da en países como EE UU, Alemania o el Reino Unido, según datos recogidos por el Financial Times. De la encuesta se extrae también que el 52,7% de la generación Z recibe noticias sobre la inmigración a través de las redes sociales y un 10,3% consume este tipo de información de influencers o youtubers. ¿Y qué está pasando en estas plataformas?
Desde que Elon Musk manda en X, la verificación en la plataforma no se consigue por prestigio, sino pagando, y las publicaciones de los usuarios verificados tienen más alcance. A su vez, pueden obtener réditos económicos si sus tuits tienen muchas interacciones. El resultado es que buscan alcanzar gran impacto soltando la mayor burrada que se les ocurre: “Celebran crueldades, aplauden delitos, recomiendan tratamientos pseudocientíficos, insultan a las minorías, se ríen de los desfavorecidos... procederes que, por un lado, recibirán aplausos del nuevo sector malista que se considera rebelde por ser malote, pero, por otro, también conseguirán reprobaciones de personas indignadas que, quizás con buena voluntad, señalen los abusos”, como resume bien Mauro Entrialgo en su libro Malismo (Capitán Swing). “Ahora mismo, un gran porcentaje de las cuentas con simbolito azul de X se dedican a idear meadas fuera de tiesto que puedan indignar al mayor número de personas para poder recolectar la mayor cantidad de dinero mensual”, añade.
La consecuencia de esto es que muchos usuarios progresistas estén abandonando las redes cansados del escaso freno o moderación a los contenidos extremos e insultantes y, por tanto, que los jóvenes solo tengan acceso a publicaciones racistas, machistas y cargadas de odio. Esto desemboca en el inicio de esta columna: los menores de 27 años —sobre todo los varones— tienen una percepción atrofiada de la inmigración, pues solamente reciben la información negativa que se vierte en X, en canales racistas de Telegram como el de Alvise Pérez o en los de falsos gurús de internet con pódcast difundidos a cachos en TikTok.
En asuntos tan sensibles como la inmigración es importante saber valorar si la información que nos llega es verídica o no, y a esto ayuda tener acceso a diferentes puntos de vista. Algo aparentemente escaso entre los jóvenes.
01 octubre 2024
Futbolización
Nicolás Sartorius advirtió en su día que las programaciones de las televisiones están provocando el mayor proceso de desculturización de la historia de España. Hoy, una década después, Juan Goytisolo lo ha confirmado alto y claro: en lo cultural, vamos a menos. Gran Hermano, pobre país. Si antes era pan y circo, ahora el fútbol y la televisión, o mejor dicho, la telebasura, parecen ser los nuevos narcóticos sociales.
Durante nuestra transición a la democracia se perdió la oportunidad histórica de abrir la sociedad española a la curiosidad por conocer las culturas y lenguas periféricas. El creciente ombliguismo cultural es una de las herencias más perversas y empobrecedoras del Estado de las autonomías. Hoy constatamos tristemente que muchos españoles carecen de una cultura plural que les haga sentir como suyos tanto a Mª del Mar Bonet como a Enrique Morente, tanto a Chillida como a Barceló. Sin embargo, una canción de Lluis Llach puede contribuir más al entendimiento entre los pueblos que un Madrid-Barça.
Hay una mayoría de jóvenes españoles que llega a la universidad con muy escasa curiosidad intelectual y un pobre bagaje cultural, pero, eso sí, con el Marca bajo el brazo; apenas han leído libros y se expresan en un español de mil palabras. Sin embargo, mencione el profesor la palabra “fútbol” en un aula y a muchos varones se les dibujará un sonrisa de oreja a oreja pues habrán creído oír música celestial.
El Gobierno nos anuncia ahora su intención de invertir 23.000 millones de pesetas (138 millones de euros) para fomentar la lectura (el 43% de los españoles no lee o no ha leído nunca un libro). ¿Pero es que ya nadie se acuerda de que hace unos años un vicepresidente de ese mismo gobierno, y en plena batalla mediático-digital, declaró el fútbol asunto de interés general? Siembra vientos y recoge tempestades.
La omnipresente futbolización está desempolvando viejas rencillas localistas que creíamos ya desterradas en nuestro país. Se está animando a odiar al otro, al diferente. El contrario es ahora el enemigo y no el adversario. Cualquier fin justifica los medios menos escrupulosos. En una lúcida viñeta de El Roto, un jugador le espetaba a otro en pleno partido “pásame la pelota rápido que si no pierdo dinero”. Hay un enorme déficit democrático en nuestros estadios, que se han convertido en el caldo de cultivo de comportamientos racistas, machistas y homófobos, cuando no simplemente intransigentes.
En la España futbolizada ha desaparecido la ética deportiva, pues todo es negocio y lo que prima es el puñetazo, la zancadilla, la compra de partidos, el fraude en las fichas federativas, el dopaje, el lenguaje seudobelicista de ciertos medios, la obscenidad de sueldos multimillonarios, jugadores endiosados, y la total impunidad de unos directivos de empresas futbolísticas que parecen desconocer por completo las reglas básicas de la democracia y de la transparencia contable. El espíritu de la transición nunca llegó al mundo del fútbol. Y lo peor es que este viciado modus vivendi de payasos, corruptos y violentos es admirado e imitado por muchos jóvenes y adultos, que lo adoptan como modelo de comportamiento. Y así nos luce. Los niños españoles quieren ser futbolistas.
Esta columna puede parecerle políticamente incorrecta y ciertamente molesta a más de un progre futbolero, pero esto es lo que hay. La educación que laboriosa y pacientemente aporta un maestro la puede deshacer la telebasura en poco tiempo. A los educadores se nos pide que eduquemos en valores, como se dice ahora; pues manos a la obra. Iniciemos el contraataque, pero no con los pies sino con la palabra, para avanzar en la regeneración ética de la sociedad española. cmg2001
Tribu futbolera al calor del gol en un bar. |