29 noviembre 2017
24 noviembre 2017
Daniel Canogar, el artista tecnológico
Del 29 de noviembre 2017 al 28 de febrero 2018 la
Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid presenta la exposición Fluctuaciones
de Daniel Canogar, una reflexión sobre los paradigmas de la sociedad de datos y
las transiciones entre el mundo virtual y el mundo real.
La exposición, comisariada por Sabine Himmelsbach, se articula en
torno al cambio tecnológico, presentando gráficamente la complejidad del mundo
digital de hoy. Canogar (Madrid, 1964) utiliza medios tecnológicos, poniéndolos al servicio de
una experiencia artística novedosa y entablando, al mismo tiempo, un diálogo
estético con los entornos digitales.
“Fluctuaciones” muestra un mundo en tránsito, de memorias pasajeras y fugaces, de cambios tecnológicos y de flujo de datos en constante crecimiento, evidenciando las inevitables transformaciones que las tecnologías continúan aportándonos.
"Fluctuations" explores the paradigm of our data society and reflects a world of changing media. Technological artist Canogar creates large-scale installations and generative video animations to investigate the interfaces and transitions between virtual and real worlds. Fluctuations stands for a world in flux -a world of transient, fleeting memories, shifting media and continuously increasing data streams- and searches for the individual person's impact and position in this hyperconnectivity.
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arte,
ilustración,
tecnología
Hay otros mundos, pero están en éste
Por JOSÉ ANDRÉS ROJO
La peste de
las identidades está a la orden del día. Es necesario y urgente pertenecer a
algo, vestir las mismas camisetas, levantar las mismas banderas, aspirar a una
pureza intachable, ser auténticamente de izquierdas, tener raíces, no cometer
traición. De lo que se trata, antes que nada, es de compartir unas señas de
identidad y de tener localizado al enemigo. Cuando reflexiona sobre los afanes
de tantos por legitimar la propia causa en su último libro, La flecha (sin
blanco) de la historia, el filósofo Manuel Cruz cita unas
observaciones de un artículo de Tzvetan Todorov publicado en estas páginas:
“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable,
está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo,
adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir
también descubrir en qué nos parecemos a él”.
Nada más
alejado de la corriente que hoy se impone, donde lo que sobre todo importa es
ser de la manada, de la tribu, de la nación, del pueblo. Hay, sin embargo,
otros mundos y, por extraño que parezca, están en este.
Por ejemplo,
William Morris. Vivió en la Inglaterra victoriana y tuvo tiempo para hacer de
todo. Fue diseñador, artesano, empresario, poeta, ensayista traductor,
bordador, tejedor, impresor, tipógrafo, editor, agitador político, etcétera.
Una exposición recoge una amplia muestra de su obra en la Fundación Juan March
de Madrid, y en su sala de conferencias recordó el escritor Ignacio Peyró hace
unos días que uno de los caminos que exploró para forjar sus derroteros
espirituales fue el de regresar al medievo. En la Inglaterra cargada de humo y
manchada con el hollín de las fábricas de la era industrial, Morris eligió el
lustre de los ideales caballerescos y el esplendor de las catedrales góticas.
Procedía de
una buena familia, jamás tuvo dificultades económicas, tenía las antenas
puestas para atrapar cuanto contribuyera a conquistar más belleza. Pero las
injusticias lo exasperaban. Así que se metió en política, entregado a difundir
la causa socialista. Hay otros mundos, sí, pero están en este. Y frente a
cuantos reclaman las identidades sin mácula, confirman que las cosas son más
complejas, que somos mestizos y que, ay, también llevamos al enemigo dentro.
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arte,
diseño,
ilustración
14 noviembre 2017
Las manadas de animales son más humanas
Por BERNA GONZÁLEZ HARBOUR
Visto con ojos humanos, los delfines machos violan a las hembras en manada, cierto, pero, en general, la palabra “manada” sirve para definir un rebaño de ganado que está al cuidado de un pastor o un conjunto de animales de la misma especie que andan por ahí reunidos. En ganadería resulta práctico para el dueño y, en la naturaleza salvaje, para los animales, porque se agrupan para cazar, jugar, convivir y organizarse ante los depredadores. Es natural.
Visto con ojos humanos, los delfines machos violan a las hembras en manada, cierto, pero, en general, la palabra “manada” sirve para definir un rebaño de ganado que está al cuidado de un pastor o un conjunto de animales de la misma especie que andan por ahí reunidos. En ganadería resulta práctico para el dueño y, en la naturaleza salvaje, para los animales, porque se agrupan para cazar, jugar, convivir y organizarse ante los depredadores. Es natural.
Cualquier parecido de todo esto con los violadores de San Fermín podría ser pura coincidencia, pues se diría que en la mayoría de las especies animales los machos respetan a las hembras más que estos cinco amiguetes —uno de ellos soldado y otro guardia civil— que ya se sientan ante la justicia en Pamplona. Pero ellos se hacían llamar “la manada” y si nos paramos aquí a analizarlos es porque pueden ser ejemplares representativos de una subespecie humana de gran recorrido: los hombres que ejercen la violencia contra las mujeres. Se caracterizan por considerar a la hembra parte de su propiedad, por castigarla si no se somete a ellos e incluso matarla a ella o a sus propios cachorros si son contrariados. Documentemos algunos casos: Los cinco acusados de violación, robo con intimidación y delito contra la intimidad en Pamplona hicieron supuestamente algo aún peor que violar a una mujer indefensa. Y fue hacerlo colectivamente, grabarlo, compartir los vídeos y jactarse de ello en WhatsApp. “Follándonos a una los cinco”, “puta pasada de viaje”, relataba uno de ellos en su chat La Manada. “Cabrones, os envidio. Esos son los viajes guapos”, jaleaba un amigo desde Sevilla en el grupo Disfrutones SFC. Los cinco ejemplares analizados podrían haber reflexionado en el largo año que llevan en la cárcel para presentarse al juicio con algún resquicio de decencia. Pero además alegan que la chica de 18 años que solo pasaba por allí había dado su consentimiento, aunque quienes la encontraron llorando desconsoladamente, tumbada en posición fetal y con lesiones relataron una versión diferente. Aún sufre estrés postraumático.
En esta improvisada definición aparecen otros machos curiosos de los que no nos olvidamos: David Oubel mató a sus hijas, Amaia y Candela, de 4 y 9 años, con una sierra radial. Fue en Moraña (Pontevedra) en 2015 y él mismo reconoció los hechos. Al día siguiente tenía que devolvérselas a su madre, de la que se había separado, y claro. Un hombre degolló este fin de semana a su hija de dos años en Alzira (Valencia) tras una pelea con la madre. Otro asesinó a su expareja Jessica Bravo la semana pasada en presencia de su hijo de tres años ante su colegio en Elda. Después de suicidó. Ya son 23 los menores huérfanos por la violencia de género en lo que va de año en España.
Violadores, asesinos de mujeres, de sus hijos o de ambos. Hombres incapaces de afrontar la frustración, de aceptar la libertad de la mujer y que se creen sus dueños. En manada o en solitario. Es la triste definición nada científica de la subespecie humana que hoy nos ocupa, mucho más cavernaria que la animal.
El País, 14 de noviembre de 2017
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