FRANÇES MIRALLES
El País Semanal, 29 de julio 2012
Retornar
a la sabiduría ancestral que ha pasado de una generación a otra es una
brújula fiable para encontrar nuestro rumbo en tiempos revueltos. Lo
que sucede en la actualidad es consecuencia de una cultura de lo
inmediato, que no ha contemplado los riesgos a medio y largo plazo.
Gran
parte de los problemas que estamos sufriendo actualmente tienen su
origen en el abandono del sentido común. Una vez superada la economía de
subsistencia y conquistadas las comodidades básicas, en nuestro primer
mundo muchos pensaron que el crecimiento era ilimitado y que la mejor
manera de impulsar la economía, incluyendo la propia, era vivir a
crédito. Ese mismo que ahora nos niegan y que ha puesto a España bajo la
picota de especuladores. Los resultados de tanto desbarajuste -de
consecuencias aún inciertas- saltan a la vista.
Ahora
que el país trata de corregir el rumbo, merece la pena que recuperemos
la sabiduría que nos había guiado antes de que los nuevos ricos
creyeran que habían descubierto la sopa de ajo.
EN LA ECONOMÍA
"Algún dinero evita las preocupaciones. Mucho, en cambio, las atrae" (proverbio chino)
Uno
de los ámbitos en los que incide de forma recurrente la sabiduría
popular es el uso que hacemos del dinero. Al escritor Josep Pla, un
maestro del sentido común, le preguntaron una vez cuál era el secreto
de una buena economía. Su respuesta fue apabullante: "Si tienes dos y gastas dos, vas bien. Si tienes dos y gastas tres, entonces no vas bien".
En
el mismo sentido se pronunciaba Clint Eastwood, un clásico moderno del
cine, al ser interrogado sobre la crisis. Respondió que en su juventud
la gente gastaba solo cuando tenía dinero, y que hoy las tarjetas de
crédito lo han complicado todo, ya que nadie sabe lo que tiene en
realidad ni lo que deja a deber. Ni siquiera los bancos parecen saberlo.
¿Cuál es entonces el sentido común en las finanzas? Emplear el dinero
de forma lógica, comedida e incluso aburrida, sin correr riesgos.
EN LA VIDA COTIDIANA
"Durante la estación seca hay que hacerse amigo del dueño de la piragua" (proverbio africano)
"Las
ideas simples tienden a ser obvias porque tienen un toque de realidad.
Pero, en general, la gente no se fía de sus instintos. Normalmente se
cree que suele haber una respuesta oculta más compleja. Es un error. Lo
que es obvio para usted es, generalmente, obvio para los demás", afirman los investigadores sociales Jack Trout y Steve Rivkin. En su libro El poder de lo simple establecen cuatro pautas para mantener el sentido común en nuestra vida cotidiana:
NO JUZGAR A TRAVÉS DEL EGO.
Si contemplamos los acontecimientos a través de nuestros prejuicios,
opiniones e ideas preconcebidas, nos equivocaremos. Cuanto más objetiva
sea nuestra visión, más realistas seremos.
HUIR DE LAS ILUSIONES.
Es inevitable desear que las cosas sucedan según nuestra conveniencia,
pero la experiencia demuestra que muchos acontecimientos no están
bajo nuestro control. La persona con sentido común "sintoniza con el
rumbo que siguen las cosas", es decir, fluye con ellas.
SABER ESCUCHAR.
La mayoría de acciones absurdas son las que se ejecutan de manera
caprichosa y unilateral, sin contrastarlas. Para ello, puesto que el
sentido común es la visión compartida por muchos, escuchar a los demás
nos dará la justa medida de las cosas.
SER PRUDENTE.
Hay personas, acciones y situaciones que resultan engañosas a primera
vista. Por eso el sentido común aconseja no precipitarnos. Un poco de
tiempo puede ayudarnos a entender.
EN EL AMOR
"El amor es como la cerámica. Cuando se rompe, aunque se reconstruya, se reconocen las cicatrices" (proverbio griego)
Probablemente
las relaciones sentimentales son el ámbito en el que menos aplicamos
el sentido común. Elegimos un compañero o compañera de vida según los
misteriosos dictados del corazón, que hacen que veamos a alguien único y
distinto a otros miles de parejas posibles. Pero sin renunciar a esa
magia, el sentido común nos da unas pautas para una vida en pareja
armoniosa.
En su ensayo El amor inteligente, el psiquiatra y escritor Enrique Rojas identifica tres ingredientes para una larga andadura: "Una
buena relación sexual, que se irá consiguiendo con el tiempo; Ja
compenetración psicológica, que implica aunar corazón y cabeza,
sentimientos y razones, y la compenetración espiritual, es decir,
aspirar a elevarse y superar los vaivenes propios de la vida". Traducido en medidas prácticas:
Cuidar los detalles. Más que grandes declaraciones de amor, una relación se sostiene a través de pequeñas acciones cotidianas.
Vigilar el lenguaje. Muchas peleas conyugales tienen su origen en una verbalización poco adecuada de las diferencias de opinión.
Dar y darse libertad. La solidez de una pareja no depende del apego, que puede ser enfermizo, sino de la autonomía de cada uno de los miembros.
Respeto y admiración mutua.
Solo podemos amar a aquellas personas que admiramos por sus cualidades
humanas. Por eso es importante elegir una pareja que despierte en
nosotros ese sentimiento de respeto y aprecio.
Armonizar el sexo. Las relaciones íntimas no lo son todo en una pareja, pero es importante hallar un equilibrio entre las necesidades de cada uno.
Evitar daños irreparables.
Una vez se hiere profundamente a la pareja, por ejemplo a través de una
infidelidad, aunque la relación se reconstruya nunca volverá a ser lo
mismo.
EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
"Enseña al niño el camino en el que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él" (proverbio hebreo)
En
las décadas de 1960 y 1970, en algunos países del primer mundo se pasó
de una educación rígida y tradicional a dar libertad absoluta a los
hijos. Esto resultó ser contraproducente, ya que, sin unos límites
claros entre los que transitar, el niño se siente inseguro y
desorientado, tomando decisiones equivocadas.
El pedagogo y doctor en psicología Javier Urra, que trabajó como defensor del menor, señala en su ensayo Educar con sentido común dos momentos clave en los que se necesita la guía de los padres: "Hay
una edad esencial, que es de los seis a los siete años, donde se da un
cambio muy significativo porque el niño comienza a entender el tú y el
nosotros. Y luego otra etapa de interés es la preadolescencia (12 a
14), que es donde el chico empieza a volar, a ver que hay otros grupos,
que no toda la verdad la tienen los padres".
Si
observamos a muchos padres estresados, veremos que en la educación de
sus hijos aplican toda clase de estrategias excepto el sentido común.
Intentan compensar el tiempo que no dedican a su familia con caros
regalos que transmiten a los pequeños el mensaje equivocado -puedes
tener todo lo que quieras-, en lugar de inculcarles la cultura del
esfuerzo, el ahorro y la espera.
Al
final, lo que estamos viviendo en la actualidad es consecuencia de una
cultura de lo inmediato que no ha sabido contemplar los riesgos a medio
y largo plazo. Ojalá tengamos ahora el sentido común de rectificar y
construir el futuro inmediato sobre los valores de la paciencia, el buen
juicio y la responsabilidad.