Por CARLOS MARTÍN GAEBLER
El País, 11 de diciembre de 1983
Escribo estas líneas un 6 de diciembre, Día de la Constitución y, en teoría, fiesta nacional de todos los españoles. Pero, irónicamente, y mientras nuestros representantes celebran dignamente en el Parlamento la promulgación de nuestra carta magna, el calendario oficial parece haberse quedado anclado en los tiempos en los que Iglesia y Estado eran una misma cosa. ¿Cuándo le llegará el cambio al calendario? ¿Cómo se puede comprender, en una sociedad que consagra la separación entre Iglesia y Estado, y que reconoce la libertad de credo, que una festividad como la que, por ejemplo, en este caso celebran los católicos en torno a su Inmaculada llegue a suplantar, en la práctica, a un día de exaltación de la convivencia y la tolerancia entre los españoles, como el representado por cada 6-D? Resulta que no todos los ciudadanos de este país practican la religión católica; unos son agnósticos y otros profesan otros credos. Y, sin embargo, resultamos paradójicamente beneficiados (varios días de vacaciones pagados a lo largo del año) gracias a ese rosario de celebraciones católicas ancestrales que poco o nada nos dicen. ¿Cuándo se eliminarán estas fiestas que solo atañen a una parte de los ciudadanos? cmg1983
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