08 agosto 2023

El Show de Truman Trump

Ramón Lobo

Donald Trump está instalado en un mundo similar al del protagonista de la película El Show de Truman, que vive sin saberlo una existencia en directo ante el público de un programa de telerrealidad. La diferencia entre el actual presidente de EEUU y Truman Burbank (el personaje que interpreta Jim Carrey) es que Trump lo sabe, pero no le importa. Es más, se siente feliz. Es la vida que le gusta, un reality permanente en el que él es el único protagonista, guionista, director y palmero. Le encanta su papel de millonario triunfador que se niega a mostrar su declaración de la renta; y aún más el de tuitero y mandamás mundial sentado en el Despacho Oval. El problema con esta metáfora es que todos nosotros, los que aplauden y critican, formamos parte de la misma telerrealidad.

Este tipo de programas basura que buscan audiencia a cualquier precio, sin reparar en medios y códigos éticos, se ha ido infiltrando en un nuestra sociedad. Es un virus más destructivo que el covid-19 que afecta a algunos informativos y periódicos que buscan el infoentretenimiento vinculado a la publicidad. Lo hemos visto este verano con el caso de los okupas. No importa el contexto y los datos. Ni la verdad. Lo que se busca es la emoción, que la gente esté aterrada, que piense que si sale a la compra una turba de okupas anticapitalistas se meterá en su casa para siempre sin que le amparen las leyes del gobierno (socio-comunista, claro).

Además de beneficiar al sector privado que vende alarmas y puertas blindadas, y paga por la publicidad, se logra situar en el inconsciente colectivo que un gobierno del PP-VOX lo haría mejor (“ley y orden”, dice Trump, un presidente que es el desorden y el abuso de las leyes). También se consigue anclar en la sociedad la idea de que los críticos del sistema son unos delincuentes encapuchados. De momento, los mayores delincuentes son los que llevan corbata y tienen coche oficial.

Es una técnica que busca generar inseguridad y miedo, dos sentimientos que se alimentan de los mensajes más simples, los bulos y las teorías de la conspiración que rechazan la realidad científica del cambio climático (deberíamos hablar mejor de catástrofe climática) y su efecto en las pandemias.

No hay defensa posible si aceptamos que la ciencia quede reducida a una opinión enfrentada en un debate a un terraplanista. Uno de los grupos que apoya a Trump es la secta de QAnon, que asegura que se libra una guerra entre los buenos (ellos y Trump) con las fuerzas del demonio (los demócratas, Bill Gates, los científicos, las feministas, la prensa liberal, la CNN, Hollywood y todo aquel que no comulgue con sus ruedas de molino). Son la nueva Inquisición.

La técnica protagonizada por Trump consiste en la negación permanente de la realidad-real y la exaltación de una realidad-virtual simultánea en la que los problemas no existen, o son culpa de otros. El asunto central no es la mentira masiva como arma de comunicación política y empresarial, la clave es que se dirige a una ciudadanía a la que le dejó de interesar la verdad, que también se mudó a una telerrelidad personalizada a través de la manipulación de las redes sociales. Esa población no demanda información, solo ansía confirmar sus prejuicios a través de las emociones. No es fácil romper el círculo.

La pandemia ha matado a cerca de 200.000 estadounidenses, pero el foco del presidente se concentra en la economía. No en la necesidad de reparar el daño causado por el covid-19, sino en lo bien que va la Bolsa, donde sus empresas tienen intereses. Parece elitista, pero no lo es: los planes de pensiones de los estadounidenses cotizan en los mercados de valores. Es un asunto que afecta a millones de votantes. No sé si Trump es inteligente, pero es muy listo e intuitivo, y conoce la psicología de sus compatriotas mejor que la mayoría de los demócratas.

Si Trump ganara las elecciones en buena lid, como en 2016, o creara un caos mayúsculo que le permita seguir en la Casa Blanca con el apoyo de un Tribunal Supremo, llámenlo pucherazo o golpe de Estado, un segundo mandato de este presidente sería sumamente peligroso para la democracia, en EEUU y en el mundo. Ahora es un autócrata narcisista con límites legales. En enero sería un autócrata narcisista sin límites legales. Hay una segunda película que sirve para encuadrar el mundo al que vamos: El gran dictador de Charlie Chaplin. ¿Recuerdan la escena del globo terráqueo? Por si acaso vayan aprendiendo el discurso final. Lo necesitamos.

06 agosto 2023

La España vil y beoda de Miguel Angel Rodríguez

Por RAFAEL NARBONA

@Rafael_Narbona

Sumidos en una “era de vileza”, según la expresión de Antonio Muñoz Molina, un nuevo fascismo se propaga por España, pero bajo la máscara del ultraliberalismo y el tradicionalismo. La derecha se ha hecho fuerte en los ayuntamientos y las autonomías. PP y VOX acaban de firmar un acuerdo para gobernar en Aragón. Una de sus primeras medidas será derogar la ley de memoria histórica, lo cual corrobora lo que siempre he sospechado: el PP, fundado por antiguos ministros de la dictadura, nunca ha sido un partido democrático. Solo es nostalgia del franquismo. VOX no podría llevar adelante su programa involucionista sin el PP, que le ha abierto la puerta de las instituciones. A diferencia de la CDU de Angela Merkel, que siempre se ha negado a pactar con Alternativa por Alemania, el PP se ha aliado con VOX, lo cual no es sorprendente, pues cuenta entre sus filas con antiguos falangistas, como el expresidente Aznar, lector de José Antonio desde su juventud, y Díaz Ayuso, que mantuvo un estrecho contacto con Eduardo García Serrano y al que solicitó asesoramiento para conocer mejor la doctrina de Ledesma Ramos.

Isabel Díaz Ayuso es una mujer hueca. Detrás de ella, se encuentra el periodista Miguel Ángel Rodríguez, condenado por injurias contra el doctor Luis Montes, al que acusó de causar la muerte de centenares de ancianos en el Hospital Severo Ochoa de Leganés por una praxis abusiva de las sedaciones terminales. Los tribunales absolvieron a Montes de todos los cargos e impusieron a Miguel Ángel Rodríguez una multa de 30.000 euros por un "delito continuado de injuria grave realizado con publicidad". Rodríguez también fue condenado por conducir en estado de embriaguez y chocar con varios coches aparcados. Su tasa de alcoholemia cuadriplicaba el nivel permitido. Miguel Ángel Rodríguez fue nombrado director de gabinete de la Comunidad de Madrid durante la crisis del coronavirus, lo cual le sitúa en el centro de la política adoptada de dejar morir a 7.291 ancianos en las residencias y no medicalizarlas, tal como solicitó la justicia en seis ocasiones.

¿Cuál es la ideología del tándem Ayuso-Rodríguez? En España no hay pobreza, sino personas que no quieren trabajar y a las cuales no conviene ayudar, pues las “paguitas” solo desincentivan la búsqueda activa de empleo. Los salarios no deben ser demasiado altos, pues eso solo contribuye a dificultar la creación de empresas. Los costes de los despidos deberían ser casi anecdóticos y la jubilación debería retrasarse a los 70 años. El mercado se regula por sí mismo y el Estado no debe inmiscuirse en su funcionamiento. Ligar la revalorización de las pensiones al IPC solo pone en peligro el sistema de pensiones. La sanidad debe privatizarse progresivamente y hay rebajar los impuestos, especialmente a los más ricos, pues son el sector más dinámico y emprendedor y una excesiva presión fiscal frustra sus actividades, una fuente de riqueza colectiva. Hay que promocionar la enseñanza privada y concertada, aunque practique la segregación por sexos. Combatir la ideología de género y al "lobby" LGTBI es una prioridad para revertir el invierno demográfico. La eutanasia atenta contra el derecho a la vida. Debe ser derogada o neutralizada. El aborto no es un derecho, sino una desgracia. No hay que limitar el precio de los alquileres, pues eso atenta contra el derecho a la propiedad. La ley del bienestar animal pone en peligro la naturaleza y los centros de acogida de refugiados solo sirven de reclamo a la inmigración ilegal. Las políticas de igualdad son esencialmente machistas, pues presuponen que la mujer es débil y menos capaz que los hombres. Son innecesarias y alimentan la violencia machista.

Esta es la ideología de Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez. Una ideología ultraliberal en lo económico y abiertamente involucionista en el terreno de los derechos y libertades. Es el nuevo rostro del fascismo. Primo Levi, superviviente de Auschwitz, ya advirtió que el fascismo mutaría. Su esencia no son los correajes, las botas altas y las banderas, sino el odio al diferente. Cada época tiene un estilo distinto y el expansionismo bélico ya no es una opción razonable. Ahora el objetivo del fascismo es preservar sociedades homogéneas, es decir, blancas, heterosexuales y cristianas. El enemigo ya no es el judío, sino el inmigrante, el pobre, las feministas, las personas LGTBI, los sindicalistas, los intelectuales de izquierdas y los defensores de los derechos de los animales. El método para reducir su influencia es acosarlos en todos los terrenos (redes sociales incluidas), derogando leyes y derechos, y aplicando una censura cultural cada vez más agresiva.

La España vil y beoda de Miguel Ángel Rodríguez trabaja para asaltar el Estado. No sé si algún día lo conseguirá, pero ya controla ayuntamientos y autonomías. No es cierto que Churchill afirmara que los fascistas del futuro se llamarían a sí mismo antifascistas. Churchill no dijo nada semejante y los fascistas del siglo XXI no alardean de antifascistas. Simplemente presumen de saber gobernar y cancelan a los poetas antifascistas, como hizo Almeida, alcalde de Madrid, ordenando retirar los versos de Miguel Hernández que homenajeaban en el cementerio de la Almudena a las víctimas del bando franquista. Los fascistas ya están aquí, pero no llevan camisas pardas o azules, sino una hombrera de torero o una sonrisa estúpida y beoda.