En el trágico verano español de 1936 Manuel Sánchez Librero (Aznalcóllar, Sevilla, 1904-1937) trabajaba como chófer del autocar de la Compañía Gaditana de Minas que cubría las rutas entre Aznalcóllar y Sevilla, Sanlúcar la Mayor y Gerena. Hasta nuestros días ha llegado su permiso de conducción de "vehículos mecánicos de cuarta categoría" número 1982, (era propietario de su propio camión de transporte, lo que le generó envidias entre algunos vecinos maliciosos), extendido por el Gobierno Civil de Sevilla, y en cuyo reverso se hacía constar que se había examinado en un camión "Wichita".
También se ha conservado el último taco de billetes de 2,50 pesetas que él mismo arrancaba y entregaba a cada pasajero. En su último trayecto entre Sanlúcar la Mayor y Gerena solo pudo utilizar los primeros 12 billetes de ese taco gris. Su vida se paró en el billete número 13. Igualmente, sus descendientes han conservado su pase gratuito para Tranvías de Sevilla correspondiente al año 1936, en el que aparece retratado sujetando un periódico en las manos. Una imagen que sugiere un joven lector.
Ya tenía los dichos tomados, como se decía por aquel entonces, con Marina, su prometida. Se lo llevaron cuando estaba a punto de casarse por lo civil (como hiciera su hermana Erodia, madre de su sobrina Manola) y de estrenar casa en Aznalcóllar, motivo de envidia entre los que lo arrestaron, que prendieron fuego a la misma. No estaba afiliado a ningún partido o sindicato. Se decía de él que no se metía en política.
Guapo, rubio y de ojos verdes, Manuel Sánchez Librero era hermano de Amelia Sánchez Librero, y tío de Manola Palomo Sánchez , quien ha cedido su ADN salivar para la identificación futura de sus restos cuando éstos aparezcan. Fue asesinado a los 33 años de edad dentro del término de Sanlúcar la Mayor, por demócrata, por agnóstico, y, seguramente también, por ser una persona decente. Residía en la casa de sus padres, ubicada en la Calle Alcalde Felipe Macías Caparrós. A día de hoy permanece desaparecido.
Tras el asesinato de Manuel, su hermana Amelia comenzó a enfrentarse a menudo con los falangistas, que la obligaban a poner la bandera franquista en el balcón de la casa familiar en Aznalcóllar. En una ocasión, Amelia se fue resuelta a la azotea, echó mano de una bata negra, la colgó de un escobón y la fijó al balcón en señal de luto por la muerte de su hermano. Al pronto, volvieron a presentarse los falangistas en el domicilio recordándole que esa no era la bandera que ellos le habían dado para que la colgara. Amelia desobedeció la orden y el escobón siguió colgado del balcón con la bata a modo de crespón negro. Amelia era una mujer echá p'alante, que no se callaba una. Cuando la obligaban a alzar el brazo para hacer el saludo fascista, ella no lo levantaba nunca. Los falangistas solían meterle por el costado la muleta que llevaban para hacerle levantar el brazo, pero ella se metía las manos en los bolsillos o se cruzaba de brazos.
Su sobrina Manola, de 84 años, que me refiere los hechos, conserva aún hoy (guardado en una bolsita hermética de plástico) el amuleto que su tío Manuel llevaba (imaginamos que colgado) en su camión, y que no era una estampita religiosa ni cualquier otro objeto supersticioso sino un pequeño rosquito de pan duro de apenas 6 x 3 centímetros, con el que ella aún pasea sintiéndole a su vera. No sale a la calle sin él.PD: Hoy, 31 de octubre de 2022, el Estado español ha celebrado en el Auditorio Nacional de Música, en Madrid, el primer acto conmemorativo con motivo del Día de Recuerdo y Homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra Civil y la dictadura franquista. ¡NUNCA MÁS!