Por PEDRO SÁNCHEZ CASTEJÓN
Hemos perdido muy temprano a una de nuestras mejores escritoras. Almudena Grandes ha sido una autora fundamental para nuestras letras, pero también para comprendernos como país y para atender a su cicatriz más compleja. Una narradora tenaz y muy valiente, una lectora insaciable y una ciudadana comprometida.
Comprometida con la historia. Su empeño por no olvidar a los caídos, a los que resistieron, a todas aquellas y aquellos a los que el relato dejó atrás. Almudena, con el rigor de la historiadora y la libertad de la creadora, escribió sobre quiénes fuimos para contarnos quiénes somos ahora. Un esfuerzo literario titánico, titulado Episodios de una guerra interminable, por recordarnos que la memoria no tiene que ver únicamente con el pasado, sino con nuestro presente y, más aún, con nuestro futuro. La literatura de Almudena Grandes ha hecho la memoria de España más digna.
Comprometida con la izquierda. Desde unos ideales con los que se enfrentó al mundo y desde los que siempre tuvo una mirada crítica, valiosa y combativa. Una mirada, muchas veces, incómoda, que atravesaba nuestra vida cotidiana buscando siempre la justicia y desvelando lo falso, lo inservible. Comprometida, sobre todo, con la vida. Y con la alegría.
Porque Almudena hizo de la literatura algo más que un oficio, algo más que una pasión, algo más que un compromiso. Escribió sus libros junto a los pucheros de la cocina, escribió junto a los atardeceres de Rota, escribió desde el corazón de su ciudad, Madrid. Escribió a través de las hemerotecas, de los libros de historia, escribió nuestro país a través de los corazones de los desaparecidos, de sus vidas invisibles y únicas. Escribió a través de los ojos de varias generaciones de mujeres. Descifró las derrotas de nuestros vivos y las de nuestros muertos. Escribió con alegría y con belleza, puso en pie una guerra, una posguerra, un país herido y levantado.
Una voz que nunca podremos olvidar, leyéndonos de mañana sus columnas en la Cadena Ser, retratando a la gente de la calle, a la gente de verdad, a las mujeres y a los hombres que habitan nuestro país, retratándonos a todos, en su empeño por hacer de lo cotidiano la gran batalla de la vida. Almudena Grandes le va a faltar a España. Nos va a faltar a todos y a todas en las páginas de este periódico, en su Escalera interior y en sus columnas de los lunes. Y nos va a faltar a los lectores de sus novelas.
Pero en todas las librerías y en nuestras casas sus libros seguirán vivos. Nuestras hijas e hijos y las siguientes generaciones sabrán cómo fue la historia de los vencidos y de las vencidas, las pequeñas historias que sucedieron en los márgenes, las grandes preguntas que sostienen todavía esos nombres anónimos derrotados por una historia implacable.
Decía Almudena en una de sus últimas columnas que los lectores y lectoras éramos su libertad. Y que la escritura era su vida. Tenemos la suerte de que sus palabras nos seguirán hablando. Igual que sigue narrando España su admirado Galdós. Igual que volvemos una y otra vez, como ella volvía, a la Odisea para encontrar el camino. Y todos tendremos que aprender a recordarla, como escribía Luis García Montero en aquel libro que el poeta tituló con su nombre: Almudena. (El País, 29 de noviembre de 2021)
Lectores de Almudena Grandes despidiéndola en el Cementerio Civil de Madrid con un libro suyo en la mano. |