No sé si será predicar en el desierto, o si ya llegamos tarde, pero estimo que ver y escuchar en catalán subtitulado en castellano la formidable serie televisiva Merlí por parte de espectadores castellano-parlantes contribuiría a asentar en todos los territorios del Estado español el respeto a nuestro rico plurilingüismo, y ayudaría a construir una España mejor y en concordia consigo misma.
La ficción creada por Héctor Lozano para TV3 en torno a un heterodoxo profesor de filosofía y sus alumnos en un instituto de Barcelona (una Barcelona que luce ufana sin caer en el postalismo) atesora valores democráticos, hace pensar a nuestros jóvenes alejándoles del ruido tóxico de las redes, y siembra la empatía donde tantos hoy se empeñan en sembrar el odio. Atrévanse a verla. cmg2021
Entré en una sala del Museo de Bellas Artes de Sevilla y el tiempo se detuvo. Se detuvo de golpe, sin aviso, cancelando el estado de ánimo que había tenido hasta ese momento, la distracción de una mañana de trabajo, hasta el propósito que me había llevado al museo, que era el de ver la exposición de Valdés Leal. Traía conmigo la modesta felicidad de encontrarme esa mañana soleada de diciembre en Sevilla, y de haberme recreado en la plaza que hay delante del museo, con la fantástica feracidad de una vegetación que parece de Lisboa, de un clima así de templado, con el grado ligero de humedad que da ese esplendor a los árboles, los ficus de tronco de paquidermo, las palmeras vertiginosas en lo alto del aire, el verde reluciente de las hojas diminutas de las jacarandas, los naranjos que parecen árboles del paraíso terrenal pintados por Fra Angelico. Era pronto y quedaba un frío de primera hora de la mañana en el aire. El frío era más intenso y más húmedo en los patios del antiguo convento, que aún no empezaba a caldear el sol, los patios de arrayán y de arcos de columnas esbeltas que están entre Florencia y la Granada nazarí. El museo fue durante siglos un convento de frailes mercedarios, y en los patios y en algunos corredores se intuye todavía un frío de baldosas desnudas y penitencia monacal. Las órdenes religiosas formaban la clientela principal de los pintores en el siglo XVII en Sevilla y en cualquier ciudad española, todas ellas sombríamente ocupadas por bloques de conventos, por iglesias con retablos barrocos, cuadros ennegrecidos de vírgenes y martirios, escalinatas pobladas por pedigüeños y tullidos.
En Holanda, en esa misma época, los pintores retrataban interiores burgueses tranquilos y aseados y caras joviales encendidas por la buena comida y la prosperidad del comercio. El repertorio de los pintores de Sevilla incluía milagros, martirios, mortificaciones, calaveras, ropajes de esparto, ásperas telas de hábitos de frailes. También la casquería espiritual de las dos postrimerías que Valdés Leal pintó para la entrada de la iglesia en el Hospital de la Caridad, “el horrendo / dictamen de que todo es del gusano”, según los versos de Borges. Una de ellas, Finis gloriae mundi, está ahora en el Bellas Artes, y es de lo mejor de la exposición. En ese género tan específico de las “vanidades” del Barroco, las facultades de Valdés Leal, a mi juicio limitadas, encuentran su mejor expresión: los negros de hollín, la truculencia de la pincelada, la complejidad compositiva.
Valme Muñoz Rubio, la directora del museo, se quejaba tristemente, y sin duda con justicia, de la resonancia escasa que tienen muchas veces en España grandes exposiciones que no se hacen en Madrid: “Es muy difícil traspasar Despeñaperros”. Valdés Leal es un pintor desigual, con frecuencia apresurado, con una propensión a las rutinas formales que serían favorecidas por el trabajo de taller y la monotonía temática de los encargos. Alguna vez tiene aciertos fulgurantes: un Sacrificio de Isaac de composición dislocada, en el que el cuerpo del joven recuerda el dramatismo de los desnudos masculinos de Caravaggio; y sobre todo algunos dibujos, de extraordinaria libertad expresiva, un Cristo con la cruz visto de frente y resuelto con unos pocos trazos ondulados, un retrato de hombre joven que mira con un estupor y una naturalidad como de fotomatón. Pintar cuadros no es ni mucho menos el trabajo único de un pintor en esa época: Valdés Leal era un especialista en escenografías de retablos, en arquitecturas efímeras, en policromía de tallas, con algo de productor teatral y empresario de un taller capacitado para cumplir encargos diversos. Las expresiones y los gestos de sus figuras pocas veces dejan de ser formularias. La pintura tiene ese empasto sombrío del que se libró Velázquez nada más irse de Sevilla, y más aún cuando vio la luz de Italia. Valdés Leal es ese artista que promete y que se queda empantanado en el espesor de su provincia.
Zurbarán también trabajó sobre todo para una desoladora clientela clerical, y también tuvo un taller que producía casi en serie dignas mediocridades destinadas al polvo de los retablos y a las estancias lóbregas de los conventos. Pero era mucho mejor pintor que Valdés Leal, y cuando ponía en un encargo los cinco sentidos podía lograr ese efecto supremo de la pintura que es el del tiempo detenido en un instante eterno: detenido en el interior del cuadro, pero también en la mirada y en la conciencia del espectador, en su presencia física.
He dejado atrás la obra extensa de Valdés Leal, que tiene más de aprendizaje histórico que de emoción estética, y cuando ya me disponía a marcharme, porque se me acababa este par de horas de respiro en la jornada de trabajo, he mirado de soslayo a una sala y he sido atraído de inmediato hacia ella. Es entonces cuando el tiempo se ha detenido, abriendo un paréntesis en el curso del día, en la secuencia de las tareas y las distracciones. El impacto es mayor porque no recordaba que este cuadro, San Hugo en el refectorio de los cartujos, estuviera aquí. Ahora que lo pienso, es probable que sea la primera vez que estoy viéndolo en mi vida: viéndolo en la realidad, no en las reproducciones, que nos dan una familiaridad útil, y también engañosa.
Las figuras inmóviles de Zurbarán tienen esa solemnidad maciza y sin embargo sin peso de Piero della Francesca. Es la inmovilidad del tiempo en el milagro que se cuenta en el cuadro: san Bruno y sus primeros seis cartujos están despertando de un sueño que ha durado 45 días, y que les sobrevino en el refectorio cuando debatían si sería lícito para ellos comer carne. Abren los ojos 45 días después y la respuesta es evidente a sus ojos porque la carne se ha convertido en ceniza. San Hugo, su criado, los siete monjes, observan maravillados y sobrecogidos la evidencia del milagro, pero da la impresión de que lo que de verdad los maravilla, lo milagroso de verdad, es la epifanía de los hábitos y los manteles blancos, del gris delicadísimo del muro del fondo, de las jarras de cerámica de Talavera, de los panes de corteza morena, cada pan tan austero y tan expresivo como la cara de un monje, cada monje igual a los otros en la monotonía de los hábitos y retratado en su plena singularidad humana. No hay muchos cuadros así: el tiempo se detiene en ellos porque no se terminan nunca de mirar.
En el evocador ambiente de las bibliotecas comienzan aventuras inimaginables, tantas como libros reposan en sus estantes. Por YOLANDA CARDO
Para nuestra menteel confinamiento es como“poner puertas al campo”. Nada hay que nos impida viajar a cualquier lugar gracias a la literatura.
Mucho antes de que la tecnología se convirtiera en algo tan cotidiano en nuestras vidas, hasta el punto de no concebir nuestro día a día sin las luminosas pantallas, los libros nos transportaban alrededor del mundo sin levantarnos del sofá. Viajes épicos por todo el planeta. Es tanta la libertad que incluso podemos viajar a lugares inventados, abstractos, mágicos, explorar el futuro o trasladarnos al pasado.
No hay mejor plataforma de embarque que las bibliotecas. Maravillosas estancias, algunas con mucha historia, repletas de destinos. Son por sí solas un codiciado reclamo para bibliófilos empedernidos. Largas hileras de tentadoras estanterías sobre las que descansan millones de historias.
Biblioteca clementina en Praga
La ciudad de Praga, omnipresente en la literatura checa / DAGMAR VESELKOVA
En el corazón de Praga, a escasos metros del Puente de Carlos, se encuentra un complejo de edificios conocido como el Klementinum. Un histórico y espectacular conjunto que posee varias estancias atractivas como son la Torre Astronómica y la Capilla de los Espejos, pero la más hermosa es la biblioteca barroca. Una bella sala abarrotada de libros cuya cubierta está decorada con frescos de motivos alegóricos de Jan Hiebl y el centro de la habitación luce una hilera de antiguos globos terráqueos. Sus muros albergan más de seis millones de libros entre los que se encuentran valiosas colecciones y manuscritos. Un sinfín de lomos con sugerentes títulos que, a veces sin pretenderlo, nos guían por la historia y los paisajes de República Checa.
La biblioteca Clementina en la capital de la República Checa
La capital es el telón de fondo de muchos de ellos y en cada obra descubrimos una cara diferente de esta polifacética ciudad. La compleja en La metamorfosis o El proceso de Kafka, la misteriosa en El Gólem de Gustav Meyrink,El cementerio de Praga de Umberto Eco,El molino de las momias de Petr Stancík o El Violinista de Praga de Michael Crane. Su tumultuosa historia está en el trasfondo de muchas otras como La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, El dinero de Hitler de Radka Denemarková, Misiones nocturnas de Jáchym Topol o El espíritu de Praga de Ivan Klíma. O la costumbrista, vieja y poética de la mano de Jan Neruda en Cuentos de Malá Strana.
Trinity college en Dublín
Detalle de la Long Room Library, Trinity College
Viajamos hasta Dublín, concretamente a la biblioteca del Trinity College. Visita casi obligada para todo viajero a la capital irlandesa. Un impresionante edificio construido entre 1712 y 1732 que alberga más de tres millones de libros e innumerables manuscritos, de todos ellos, los más antiguos reposan en la llamada “Long Room”, la sala principal con 65 metros de longitud. Entre tanto tesoro destaca uno en particular: el Libro de Kells, un bello manuscrito del siglo IX atribuido a los monjes de la isla de Iona. Por sus regias estancias han paseado algunos de sus grandes escritores: Samuel Beckett, Oscar Wilde o Bram Stoker.
Long Room, Trinity College, Dublin
Irlanda es tierra de escritores. Gracias a ellos nos adentramos en su historia, sus costumbres y sus paisajes, leyendo obras como Dublineses, Ulises o Retrato delartista adolescente de James Joyce. Otro de los grandes de las letras irlandesas, William Butler Yeats en El Crepúsculo celta y El niño robado nos trasladan hasta el condado de Sligo. No puede faltar todo un clásico llevado al cine por el director Alan Parker en 1999: Las cenizas de Ángela de Frank McCourt.
Biblioteca pública de Évora
Portugal es uno de los destinos más cercanos y queridos por los españoles. Situada en la región del Alentejo se encuentra la ciudad de Évora. Su biblioteca es una auténtica joya. Inaugurada en 1666 como sede del Colegio de Mozos de la Catedral, guarda en sus estantes hasta 664 incunables, multitud de manuscritos y documentos además de numerosos libros impresos durante el siglo XVI. Está considerada como una de las más antiguas y notables del país. Un lugar que invita a sumergirse entre las páginas escritas por alguno de sus más ilustres escritores: António Lobo Antunes, José Saramago, Fernando Pessoa, Eça de Queirós, José Luís Peixoto, Ana Luisa Amaral, João de Melo…
Existen muchos más templos consagrados a la literatura. La Biblioteca Pública de Nueva York, la Bodleiana en la universidad de Oxford, la de Alejandría, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. También en España encontramos muy bellos ejemplos: La Biblioteca Nacional en Madrid, la Biblioteca General Histórica de la universidad de Salamanca, la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, la del Monasterio de Yuso en La Rioja, el Archivo General de Simancas en Valladolid o la Biblioteca Arús en Barcelona.
Mágicos espacios en los que habitan millones de universos esperando ser descubiertos. Hermosos ecosistemas de conocimiento en estado puro.
Aparte de su valor como músico, el cantautor esparció la conciencia sobre las lenguas de España, pero sin sucumbir a las trampas del independentismo.
Joan Manuel Serrat siempre estuvo en el lado correcto de la historia. Esto del lado correcto es una opinión, claro. Pero la historia ya viene hablando sobre lo que ha ocurrido en el mundo desde queSerrat canta.
Con 24 años, fue seleccionado en 1968 para representar a España en Eurovisión. Él quiso hacerlo en catalán y el régimen decidió sustituirle por Massiel, que acabaría ganando el concurso. Ese gesto de oposición al franquismo le valió ser vetado en la televisión única de entonces. Y también para esparcir la conciencia sobre las lenguas de España.
Respondió a aquel veto con discos imprescindibles que reivindicaban el republicanismo español víctima del golpe de Estado de Franco, a la vez que defendían a los grandes poetas del castellano: Antonio Machado (1969), Miguel Hernández (1972).
Apoyó después sin reservas la Constitución y el cambio que representó el PSOE, con su participación (junto a Miguel Ríos y Georges Moustaki) en el gran mitin de cierre de la campaña socialistade 1982 en una explanada de la Ciudad Universitaria de Madrid. Era una opción partidista, sí; pero también una forma de entender Cataluña en España.
Y en los tiempos convulsos supo defender sus dos lenguas propias como vehículos de entendimiento entre culturas hermanas. Hizo que cientos de miles de castellanohablantes cantaran en catalán Paraules d’amor y que todos los catalanes hicieran suya la letra de Mediterráneo.
Esa unión entre los dos idiomas quedó plasmada en uno de los momentos más emocionantes de la gira El gusto es nuestro (1996), cuando Ana Belén y él interpretaron juntos precisamente las Paraules, pero ella con una estrofa en catalán y él con la otra en castellano.
No sucumbió Serrat a las trampas del independentismo, y hasta paró el comienzo de una canción, en medio de un recital en la capital catalana, para reprender a un espectador que le voceó: “¡Canta en catalán, que estamos en Barcelona!”. Serrat respondió, enfadado: “Siempre hay alguien que viene despistado. Sé perfectamente que estoy en Barcelona, seguramente lo sepa antes que usted. Y desde antes que usted, estoy trabajando por hacer cosas en esta ciudad, así que le pido que me deje hacer mi espectáculo”. En aquella oportunidad, en diciembre de 2018, había dedicado la actuación a recorrer el discoMediterráneo.
Si se hubieran de elegir democráticamente las 100 mejores canciones compuestas en España, Serrat colocaría en esa lista no menos de 30. Todas muy distintas entre sí, lo que da idea de un talento y una creatividad sin parangón. Pero no se debe olvidar tampoco que, si hubiera que decidir democráticamente cuál es el lado correcto de la historia, quizás se acordaría que durante sus 65 años de carrera, que ya es tiempo, Serrat siempre ha tomado las decisiones acertadas. (El País, 3 de diciembre de 2021)
Hemos perdido muy temprano a una de nuestras mejores escritoras. Almudena Grandes ha sido una autora fundamental para nuestras letras, pero también para comprendernos como país y para atender a su cicatriz más compleja. Una narradora tenaz y muy valiente, una lectora insaciable y una ciudadana comprometida.
Comprometida con la historia. Su empeño por no olvidar a los caídos, a los que resistieron, a todas aquellas y aquellos a los que el relato dejó atrás. Almudena, con el rigor de la historiadora y la libertad de la creadora, escribió sobre quiénes fuimos para contarnos quiénes somos ahora. Un esfuerzo literario titánico, titulado Episodios de una guerra interminable, por recordarnos que la memoria no tiene que ver únicamente con el pasado, sino con nuestro presente y, más aún, con nuestro futuro. La literatura de Almudena Grandes ha hecho la memoria de España más digna.
Comprometida con la izquierda. Desde unos ideales con los que se enfrentó al mundo y desde los que siempre tuvo una mirada crítica, valiosa y combativa. Una mirada, muchas veces, incómoda, que atravesaba nuestra vida cotidiana buscando siempre la justicia y desvelando lo falso, lo inservible. Comprometida, sobre todo, con la vida. Y con la alegría.
Porque Almudena hizo de la literatura algo más que un oficio, algo más que una pasión, algo más que un compromiso. Escribió sus libros junto a los pucheros de la cocina, escribió junto a los atardeceres de Rota, escribió desde el corazón de su ciudad, Madrid. Escribió a través de las hemerotecas, de los libros de historia, escribió nuestro país a través de los corazones de los desaparecidos, de sus vidas invisibles y únicas. Escribió a través de los ojos de varias generaciones de mujeres. Descifró las derrotas de nuestros vivos y las de nuestros muertos. Escribió con alegría y con belleza, puso en pie una guerra, una posguerra, un país herido y levantado.
Una voz que nunca podremos olvidar, leyéndonos de mañana sus columnas en la Cadena Ser, retratando a la gente de la calle, a la gente de verdad, a las mujeres y a los hombres que habitan nuestro país, retratándonos a todos, en su empeño por hacer de lo cotidiano la gran batalla de la vida. Almudena Grandes le va a faltar a España. Nos va a faltar a todos y a todas en las páginas de este periódico, en su Escalera interior y en sus columnas de los lunes. Y nos va a faltar a los lectores de sus novelas.
Pero en todas las librerías y en nuestras casas sus libros seguirán vivos. Nuestras hijas e hijos y las siguientes generaciones sabrán cómo fue la historia de los vencidos y de las vencidas, las pequeñas historias que sucedieron en los márgenes, las grandes preguntas que sostienen todavía esos nombres anónimos derrotados por una historia implacable.
Decía Almudena en una de sus últimas columnas que los lectores y lectoras éramos su libertad. Y que la escritura era su vida. Tenemos la suerte de que sus palabras nos seguirán hablando. Igual que sigue narrando España su admirado Galdós. Igual que volvemos una y otra vez, como ella volvía, a la Odisea para encontrar el camino. Y todos tendremos que aprender a recordarla, como escribía Luis García Montero en aquel libro que el poeta tituló con su nombre: Almudena. (El País, 29 de noviembre de 2021)
Lectores de Almudena Grandes despidiéndola en el Cementerio Civil de Madrid con un libro suyo en la mano.
Nadie como Almudena Grandes, la escritora madrileña fallecida este sábado a los 61 años por un cáncer, ha tenido la fuerza y la constancia para darle a los derrotados del siglo XX español la épica literaria que les faltaba. A partir de 2007, cuando publicó El corazón helado, la carrera de Grandes encontró un sentido que trascendía lo literario. Ella ya era una autora de éxito y de prosa sólida (algunas de sus novelas anteriores como Los aires difíciles o Atlas de geografía humana fueron celebradas por la crítica especialmente), pero cuando acabó El corazón helado, donde por primera vez se detenía en las vidas de aquellos exiliados republicanos y sus generaciones de inadaptados posteriores, vio el agujero negro por el que se perdían una buena parte de los españoles del siglo XX.
Sensibilizada y conectada con el movimiento de memoria histórica, Grandes comenzó en 2010 uno de los proyectos literarios de más largo alcance de la narrativa en español contemporánea: los Episodios de una guerra interminable, una saga de seis novelas que atravesaban lo peor de la historia del siglo XX. Antes de sacar el primer título a la calle, Inés y la alegría, Grandes ya sabía qué iba a contar en los cinco siguientes. Era ese tipo de escritores que monta los andamios y delinea planos antes de empezar el edificio. Su objetivo era lograr un fresco histórico, al estilo de Galdós con el XIX, que permitiese retratar lo micro y lo macro, la atmósfera de un país cuarteado por una guerra y las historias reales que habían sido ocultadas. Si gracias al primer título los lectores descubrieron aquella tentativa fracasada de los comunistas exiliados en Francia, que invadieron el Valle de Arán en el Pirineo de Lérida en octubre de 1944, en el que le valió el premio Nacional de Narrativa, Los pacientes del doctor García (2017), saca a la luz la red montada por Clara Stauffer en Madrid para refugiar a nazis en una dictadura que tanta simpatía había mostrado hacia Hitler.En el último publicado hasta ahora, La madre de Frankenstein, indagó en la biografía de Aurora Rodríguez Carballeira, acaso la parricida más famosa del siglo XX español, que tiroteó a su hija Hildegart Rodríguez Carballeira para evitar perder su control sobre ella, a la que había moldeado para convertirla en un modelo de mujer ideal. Aurora, que acabaría ingresada en el manicomio de Ciempozuelos, atrapó a la escritora, que la eligió para novelar de su mano los crudos años cincuenta. “Yo comprendo que hay que odiarla, que es fácil que a la gente le parezca odiosa, pero a mí me parece más fascinante que odiosa”, explicaba la novelista a EL PAÍS en enero de 2020, durante una visita por las instalaciones de Ciempozuelos donde transcurría la obra.
Grandes tenía la curiosidad de la historiadora y la potencia de la novelista. Ambas cualidades le permitían construir unos artefactos redondos, donde el rigor científico y la documentación estaban al servicio de una trama pensada para emocionar y remover. La literatura nació para eso, para vivir otras vidas y llorar otras penas. La historia lo hizo para acreditar que otras vidas y otras penas existieron. Almudena Grandes, desde luego, no inventó la novela histórica, pero sí una manera de hacer novela histórica singular, marcada por su propia formación como historiadora, que la empujaba a acreditar cada detalle real (no hay más que ver las notas finales de libros, donde expone cuáles fueron los hechos y cuáles las elucubraciones literarias), sin que nada de esto empañase su pulso narrativo.
El pulso estaba ahí desde siempre, desde que protagonizó uno de los estrenos más exitosos de la joven literatura de la joven democracia. Con Las edades de Lulú (1990), su primer libro, se convirtió en un fenómeno. El erotismo, narrado desde una óptica femenina, arrasó en ventas. Pero fue uno de esos libros que no solo medían su impacto en cifras, de alguna manera conectó y retrató el espíritu de una época, donde el deseo y la sexualidad de las mujeres estaban en plena transformación. (El País, 27 de noviembre de 2021)
El poder y la alegría de Almudena Grandes
Un cáncer se lleva a los 61 años a una novelista fundamental de la literatura de la democracia
Las conmociones son egoístas pero este periódico quiere contar a sus lectores por qué Almudena Grandes ha sido una pieza esencial de su arquitectura íntima desde hace más de 20 años. Tanto en el pequeño espacio que ocupaba físicamente su columna en la contraportada como en su artículo en El País Semanal, la escritora y novelista ha proyectado una visión del mundo incapaz de ser neutral, esquiva o cobarde. Su concepción de la literatura ha crecido en el arraigo social y la sensibilidad hacia el sufrimiento de los más débiles, los derrotados por las guerras o por la vida misma. No solo por la envergadura es relevante su último ciclo de seis novelas en torno a la posguerra española, titulado Episodios de una guerra interminable (la quinta entrega aparecida en 2020, La madre de Frankenstein). Lo es también por la voluntad de rescatar entre la ficción y la realidad la peripecia íntima de un país plagado de derrotados en silencio. Ese compromiso estuvo de forma todavía muy leve en Los aires difíciles, donde exploraba los vericuetos emocionales del pasado enredados en una pareja que los vive en el presente y en Cádiz. Pero conEl corazón helado sancionaba un nuevo horizonte literario que la emparentaba con la alta tradición de Pérez Galdós y un realismo omniabarcador. Nada escapaba del empuje hacia la exploración de una historia de España vivida por dentro y desde dentro, con emociones recreadas con la delicadeza del médico experto, y adelanto de la aventura que tantos lectores han disfrutado desde entonces con su ciclo más reciente.
Pero sería un error sucumbir a la tristeza y dejar de ver a Almudena Grandes como la mujer expansiva, alegre, hedonista, solidaria y combativa con aquellas causas que la sublevaban como persona y también como mujer. Fue valiente en la discrepancia y nunca se refugió en la arrogancia de un éxito de lectores que disfrutó desde muy joven. Su primera novela en 1989, Las edades de Lulú, se publicó ya en la editorial del resto de su obra, Tusquets, y le ofreció las condiciones para seguir haciendo lo que nunca creyó que podría hacer: dedicar la vida a los demás a través de la ficción y antes que sobre nadie, sobre sí misma, como en Malena es un nombre de tango. Sus artículos fueron muchas veces pequeños relatos o ficciones de proximidad con un lector que sabía de la interlocución directa que Almudena Grandes ofrecía y buscaba. Lo que más echará de menos la cultura española es el empuje moral de una narradora dispuesta a sumergirse en la pluralidad ingobernable de las peripecias de una sociedad compleja. Hoy quedan un puñado de poderosas novelas donde la virtud de la emoción y la inmersión irresistible en las vidas ajenas, inventadas o reales, acaba hablando de la vida posible de cada uno de nosotros.
Cuáles son y de qué tratan los 30 libros LGTB retirados por una jueza de las escuelas en Castellón
Novelas juveniles, narrativa donde se expone la LGTBIfobia y los conflictos en el descubrimiento personal, ensayos sobre lo trans, lo 'queer' o los avances políticos de las últimas décadas, y también Historia sobre los movimientos civiles; esta es la biblioteca esencial de títulos que la ultraderecha no quiere que se lea en los colegios
La lectura y la educación es una de la mejores armas contra la LGTBIfobia EFE/EPA/ERDEM
El Ayuntamiento de Castelló de la Plana había preparado un reparto a centros educativos de ejemplares de una lista de 31 libros que promueven la inclusión y el respeto por la diversidad sexoafectiva. Pero la organización ultraconservadora Abogados cristianos lanzó una recogida de firmas contra ello e interpuso una demanda en un juzgado. La jueza la admitió eimpuso la medida cautelarísima de retirar esta serie de librosde temática LGTBI. En Les Corts valencianas, el portavoz de Compromís, Fran Ferri,mostró un ejemplar de su propiedad de uno de los libros de la lista,Gay sex,el cual recibió un mensaje de burla por parte de un diputado del PP cuando Ferri recalcó que eran libros que cuidaban "la autoestima". "Es un derecho de los menores tener la formación adecuada", han dicho algunos de los editores y autores de los libros secuestrados.
Esta es la treintena de lecturas recomendadas para luchar contra la homofobia y fomentar el respeto por los derechos del colectivo LGTBI.
1. Corcel de fuego, de Lucía Sánchez Saornil (Torremozas)
Saornil es una autora libertaria y lesbiana, poeta del movimiento literario ultraísta y comprometida con la causa feminista y anarquista, como demuestra su afiliación a la CNT desde el 1931. Falleció de cáncer a la edad de 74 años, pero durante toda su vida participó activamente en la lucha antifascista. De hecho, creó la organización Mujeres Libres que llegó a alcanzar 20.000 afiliadas. Corcel de fuego es, precisamente, una obra que sirve para ahondar en sus pensamientos a través de su evolución como poeta.
2. Leia, Rihanna & Trump, de Proyecto Una (Descontrol)
El feminismo ha llegado a la cultura pop y su rastro puede encontrarse incluso en obras pensadas para el consumo masivo, como es el caso de Star Wars. Sin embargo, cada vez que existe una muestra de estos, las redes sociales reaccionan contra el terror. ¿Quiénes son? La batalla de la alt-right y el conservadurismo, que ven cuestionados los principios culturales de los que hasta ahora se habían servido.
3. No vine a ser carne, de Gata Cattana (Aguilar)
Es un compendio de poemas y textos inéditos publicados tres años después del fallecimiento de Gata Cattana, que murió de un choque anafiláctico en marzo de 2017, a punto de cumplir los 26 años. "Me ha costado, es algo que atesoras y no puedo saber si a ella le interesaría sacarlo", explicaba a elDiario.es Ana Llorente, madre de la artista.
4. Lesbianas, así somos, de Marta Fernández Herraíz y Kika Fumero (Lo que no existe)
Intenta descubrir una realidad que, incluso hoy día, sigue silenciada. De ahí que las dos autoras, referentes del colectivo feminista y lésbico, hayan decidido hacer una radiografía de cómo es el mundo de las lesbianas a partir del resultado de una encuesta en la que participaron más de 5.000 mujeres de España y Latinoamérica. Cuándo descubren que aman a otras mujeres, cómo son las relaciones de pareja, cómo forman familias… son solo algunas de las cuestiones abordadas para, precisamente, dejar de lado la ‘otredad’ en pos de la normalidad.
5. Después de lo trans, de Elisabeth Duval (La caja books)
"He aquí un ensayo sobre necesidades, contingencias, errores en la delimitación, gilipolleces ajenas y propias... y un sentimiento generalizado de estar hasta el coño", es como Elizabeth Duval, escritora y filósofo, definió su propio libro al ser preguntada por este periódico. Se trata de una panorámica sobre lo trans con vocación académica que, además, pone en cuestión algunos postulados de la teoría queer.
6. ¿Y si fuéramos nosotros?, de Becky Albertalli y Adam Silvera (Puck)
Es la historia de Arthur y Ben, dos jóvenes que después de conocerse y tener un encuentro fugaz acaban perdiendo el contacto. No es una novela densa, sino más bien un relato sencillo cuya única pretensión es la de contar cómo puede ser el comienzo de una relación, en este caso homosexual.
7. Transfeminismo o barbarie, de Aingeru Mayor e Alii (Kaótica libros)
Una obra compuesta por 15 voces diversas que pretenden acercarse a las luchas transfeministas realizadas desde diferentes voces. También pretende poner el acento en los ataques tránsfobos que están surgiendo desde diferentes sectores, incluidos algunos realizados desde grupos autodeterminados feministas.
8. Libérate, de Valeria Vegas (Dos Bigotes)
Es como una enciclopedia de la liberación del colectivo LGTBIQ en España. Vegas recopila más de 100 artículos, dispuestos a modo de diccionario, que arranca a principio de los 60 y llega hasta principios del siglo XXI apuntando las adversidades que tuvieron que pasar sus protagonistas en función de la época que les ha tocado vivir. También es un recordatorio de que, aunque se han dado pasos, todavía queda camino por recorrer.
9. We too, de Octavio Salazar (Planeta)
Salazar pretende extender la filosofía del movimiento #MeToo a los niños para, de esta manera, transformar a los hombres desde un punto de vista feminista. Para ello propone alcanzar la igualdad sin mordazas, desde la educación temprana y abriendo espacios de reflexión que ayuden a abandonar la lógica de una sociedad patriarcal.
10. A la conquista del cuerpo equivocado, de Miquel Missé (Eagles)
Missé, sociólogo y activista, aborda en un relato diferentes cuestiones derivadas de la transexualidad. El libro es un realidad un debate que pone sobre la mesa cuestiones tan complejas como la sensación de malestar de algunas personas trans con su cuerpo y dónde está el origen de esto.
11. Orgullo, de Josema Busto (Bruguera)
Para la celebración de los 50 años de lucha LGTBI, desde el origen de las primeras marcha en Stonewall, Busto creó este libro ilustrado con 50 "héroes" de la visibilidad del colectivo, publicado en junio de 2019. Entre ellos está Carlos Berlanga, Ellen DeGeneres o Divine, con dibujos de cada uno de ellos así como un breve perfil biográfico.
12. Orgullo, de Matthew Todd (Anaya)
Para conocer mejor qué es lo que celebra 50 años el libro anterior, este ensayo explica cómo se origina en la redada en el bar neoyorquino Stonewall Inn, donde se reunía la disidencia sexual en 1969. Aquella noche nación el movimiento conocido como "Orgullo" y este libro transporta a ese momento y lugar, así como a las protestas que se produjeron los días posteriores.
13. Con amor, Simón, de Becky Albertalli (Puck)
Una novela juvenil sobre amor, diversidad e identidad que plantea los conflictos amorosos entre un grupo de amigos, así como el mal comportamiento de los intransigentes, escrita por una conocida autora de ficción para jóvenes adultos. El libro tiene una adaptación al cine en 2018.
14. ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, de Jeanette Winterson (Lumen)
Con este extraordinario título que por sí mismo es una novela, arranca la trama cuando la madre de una chica de 16 años le hace esta pregunta, después de que ella le anuncia que está enamorada de otra chica. Una madre controladora y religiosa y una hija que se rebela contra ella.
15. El amor del revés, de Luisgé Martín (Anagrama)
Una de las voces más interesantes de la narrativa actual escribe esta novela valiente como autobiografía sentimental de un adolescente homosexual durante la Transición. "La vida de un raro, de un monstruo", dijo el propio autor. Un gran libro sobre el amor y la soledad del que se siente diferente.
16. La cultura de la homofobia y cómo acabar con ella, de Ramón Martínez (Egales)
Una reflexión sobre la violencia, la intolerancia y la LGTFBIfobia que sigue existiendo a pesar de los avances políticos de las últimas décadas. Escrito por un filólogo y profesor de Secundaria, esta llamada de atención para no bajar la guardia está prologada por el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero.
17. Cuando muera Chueca, de Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz (Egales)
Con el barrio madrileño de Chueca como partida, este ensayo explora como ese espacio de libertad, que ha acabado gentrificado, se expande hacia otros espacios. Por tanto es una reflexión sobre la lucha LGTBI desde el urbanismo y sus procesos económicos.
18. Un año sin nombre, de Cyrus Dunham (Egales)
Una novela autobiográfica de una persona que se siente "visitante en su propio cuerpo", a caballo entre dos identidades, por lo que inicia una transición de género a la vez que da el paso a la edad adulta.
19. Familias modernas, de Susan Golombok (Siglo XXI)
Un ensayo desde la psicología para abordar la crianza en familias diversas después de dos décadas de investigación en todo tipo de estructuras y orígenes familiares. El libro refuta los mitos sobre las teorías basadas en el desarrollo infantil en familias tradicionales.
20. Chicas que entienden in-visibilidad lesbiana, de María Ángeles Goicoechea, María José Clavo Sebastián, Olaya Fernández Guerrero y Remedios Álvarez Terán (Egales)
Testimonios reales en primera persona de mujeres de todas las edades que se sienten sexualmente atraídas por otras mujeres. Un estudio realizado por cuatro investigadoras de la Universidad de La Rioja donde se ahonda en la lesbofobia.
21. Gay Sex, Manual sobre sexualidad y autoestima erótica para hombres homosexuales, de Gabriel J. Martín
Consejos prácticos, información al grano, desmontaje de prejuicios. Un libro realmente útil sobre las relaciones sexuales entre hombres tanto la parte física como la emocional.
22. De nombre y hueso (Egales)
Muerte, monstruos, identidad y amor tóxico se reúnen en esta antología de relatos creada e ilustrada completamente por personas trans. "¿Qué sucede si a aquellas personas que se les dicen son ‘lo extraño, el otro’ les dices que escriban terror? Que salen relatos muy diversos, que versan desde historias de ángeles y seminarios, a duelos de varios tipos, comienzos en nuevas ciudades y manos manchadas de sangre para poder sobrevivir", escribe David Orión Peña, impulsor del compendio editado por Egales.
23. No estamos tan bien, de Rubén Serrano (Temas de Hoy)
Mientras todavía duele la muerte de Samuel, el joven de 27 años asesinado de una paliza al grito de "maricón", Ruben Serrano recupera otras historias por las que No estamos tan bien. La editorial lo califica de gran reportaje porque en el fondo se trata de una investigación sobre cómo es crecer y vivir en España siendo queer. Los protagonistas no comparten barrio, ni ciudad, ni orígenes ni empleos. Solo el dolor de saber que hay violencias que llegan a todos los rincones.
24. Jo sòc així i aixó no és un problema, de Fani Grande (Editorial Vincle)
El libro de Grande nos transporta con sensibilidad mediante una protagonista principal por varias historias de transexualidad, intersexualidad o sexualidad sentida. El libro, según su autora, está pensado para leerse con adolescentes en centros de secundaria y bachillerato, justo donde los ha censurado Castellón. En él se abordan lacras tan actuales u cruciales de de nuestra sociedad como la transfobia, el bullying, la depresión y hasta el suicidio entre la gente joven.
25. El fin del armario, de Bruno Bimbi (Editorial Anaconda)
Bimbi abandonó Brasil en 2019 por culpa del ambiente y las políticas homófobas de Jair Bolsonaro. Entonces reeditó su libro sobre los avances y luchas que han llevado a cabo los colectivos LGTBI en el mundo y las que aún quedan pendientes. Como novedad incluyó el capítulo República de Gilead, donde alerta sobre los discursos peligrosos de los políticos actuales y del auge de la extrema derecha en España y en Estados Unidos.
26. Transexualidades, de Miquel Missé (Egales)
Históricamente, la transexualidad ha despertado un gran interés en el campo de las ciencias de la salud y de las ciencias sociales. "Todavía hoy surgen teorías que, de manera casi obsesiva, quieren explicar por qué las personas trans existimos. Podríamos cambiar el enfoque por una vez y plantear que el conflicto y el debate que genera en nuestra cultura es la transfobia", expresa Missé, sociólogo y activista trans, en el prólogo de su ensayo.
27. Cómo superar un bollodrama, de Paula Alcaide (Egales)
La psicóloga desglosa la vida afectiva de las mujeres que mantienen relaciones con otras mujeres. Explora la falta de deseo sexual, las relaciones tóxicas, las rupturas, la situación de enamorarse de una heterosexual, los celos, los malentendidos y las crisis de pareja. Es decir, los altibajos de todas las relaciones sexoafectivas pero atravesados por la perspectiva lésbica y LGTBI. "Cuando más perdemos es cuando aprendemos a ganarnos a nosotras mismas".
28. Ahora que ya lo sabes, de Oriol Pamies (Libros Cúpula)
Pamies es fundador de una empresa especializada en turismo LGTBI y después de recibir toneladas de mensajes sobre el descubrimiento de su sexualidad, decidió narrar lo que a él le hubiera gustado leer. A través de su experiencia y sus vivencias personales, el autor toca temas como la orientación, la identidad o expresión de género, los prejuicios y la homofobia, la aceptación y el proceso de salir del armario.
29. Queer, una historia gráfica, de Meg-John Barker y Julia Scheele (Melusina)
Esta historia ilustrada tiene cinco objetivos: abrir el apetito para que te apetezca descubrir más cosas; explicar cómo la teoría queer se hizo necesaria como manera de cuestionar ciertas suposiciones populares sobre sexo, género e identidad; presentar algunas de las ideas clave de la teoría queer y sus pensadores, así como algunas de las tensiones internas, además de las diferentes direcciones que ha tomado estos últimos años; extraer de la teoría queer aquello que sea más útil para nuestras vidas diarias, nuestras relaciones y nuestras comunidades; e invitar a conocer la teoría queer y animar a pensar de forma queer.
30. LGTB para principiantes, de Daniel Valero (Mueve tu lengua)
Este libro pretende ser una guía básica para desmontar estereotipos y prejuicios hacia el colectivo. "No me gusta la palabra manual porque somos mariquitas, no lavadoras", expresa el autor. No obstante, Daniel ha mantenido el punto de humor negro para crear una lectura amena y didáctica. El libro se dirige a dos públicos diferenciados. Por un lado, a personas LGTB que quieren formarse sobre activismo o en la historia del colectivo y, por el otro, a las que no forman parte del colectivo pero quieren informarse porque "vivimos en comunidad".
31. Transeducar: arte, docencia y derechos LGTB, de Ricard Huerta (Egales)
Huerta plantea el transeducar desde dos vías: las aulas y el arte. "La importancia de revisar los estereotipos existentes sobre sexualidad, género y orientación sexual se evidencia de tal modo en la reflexión sobre los usos cotidianos que debería estar presente, de manera transversal, en todas las asignaturas del currículo. Si bien conviene organizar periódicamente jornadas y conferencias específicas al respecto, no debemos reducir el ámbito de nuestras acciones para trabajar la diversidad a gestos puntuales, sino que debemos impregnar nuestras tareas diarias de actitudes que sirvan también para luchar contra la homofobia y la transfobia", resume en el décimo capítulo. (Fuente: eldiario.es)