28 abril 2019

La postal coloreada / Das farbige Postkarte


Nada más cumplir siete años, mis padres empezaron a enviarme cada verano a mi hermana Marta (que sólo tenía entonces cinco años) y a mí a pasar dos meses (que se nos hacían interminables) al Deutsches Kinderheim, un internado de inmersión en la lengua alemana situado en la localidad costera de Castelldefels, Barcelona. Al poco de llegar, en julio de 1965, nos dieron unas postales impresas en Alemania para colorear a mano, que luego la directora enviaba a nuestros padres tras consignar, en el anverso, la dirección y añadir un breve texto en mi nombre: "Muchos recuerdos y besos, Carlos". Llevaban el tampón del colegio con la dirección (Paseo Marítimo s/n), e iban franqueadas con un sello anaranjado de 1 peseta con la cara rancia y cansina del dictador. Mi padre conservó esta postal, fechada el 6 de julio, guardada en su diario. cmg2018

Kurz nach meinem 7. Lebensjahr, haben uns meine Eltern meine Schwester Marta (sie war damals nur 5) und mich jeden Sommer für zwei unendlichen Monaten zum Deutsches Kinderheim geschickt. Es handelte sich um einen deutschsprachigen Internat in Castelldefels, an der Küste von Barcelona. Gleich nach dem Ankunf in Juli 1965, haben wir abgedrückte Postkarten aus Deutschland bekommen, um sie bunt zu bemahlen und 'Viele Grüsse und Küsse, Carlos' drauf zu schreiben. Anschliessend hat die Leiterin mit dem Schulstempel und Adresse (Paseo Marítimo, s/n), einer orangen Briefmarke von 1 Peseta mit dem ranzigen und übermüdeten Gesichts des Diktators unseren Eltern geschickt. Mein Vater hat diese Postkarte vom 6. Juli in seinem Tagebuch aufbewahrt.cmg2018

06 abril 2019

Las monedas de Judas

Por ROCÍO RUIZ DOMÍNGUEZ
El Periódico de Huelva, 11 de abril de 2014

¿La comprensión, la clemencia, la comprensión... no forman parte de la médula espinal del católico? ¿Cómo es posible que gente que se autocalifica de "cofrade" y de "católica" siga rezumando odio por los cuatro costados? Demasiadas veces los estatutos de las hermandades son letra muerta que no les dice nada. Por eso abundan los cofrades que sólo acuden para vestirse de nazarenos un día o dos al año y, todo el tiempo restante, pasan de Dios, de la Iglesia y hasta de los cultos de su propia cofradía. Se debe empezar por el ejemplo de uno mismo, no dar la sensación de que somos "sepulcros blanqueados". No basta con encenderle a Dios una vela en Semana Santa y cien al diablo en los restantes días del año.

Me quedo, sin más pretensiones, con la fiesta pagana que favorece el turismo y llena la caja de los bares y tabernas, la música escandalosa y bullanguera, el espectáculo frívolo y algún que otro espíritu puro. Pero ya está. No me vendáis la burra de la religiosidad profunda, de los llantos sentidos por el prójimo que sufre, que rellenan la boca con vivas y olé vacuos. No nos engañemos, las procesiones de Semana Santa son desfiles de vanidad rancio populismo cultural, rescatadas de la historia medieval como espectáculo incluso tenebroso. Nada tienen que ver con lo que dicen representar. Son una exitosa puesta en escena turística y una penosa demostración de la necesidad que tiene la gente de "pan y circo".  Un entretenimiento de la plebe, devotos que confunden la religión con el protagonismo. Tribuna, escaparate, hoguera de las vanidades. Gente que se autoinflige castigos y se destroza la columna por cargar a cuestas enormes trozos de madera decorada con costosos vestidos, ofreciendo un inútil sufrimiento propio, como si con ese absurdo acto se eximieran de sus pecados y se convirtieran, de la noche a la mañana, en mejores personas. 

La semana de los sueños de la virtud, de la familia cristiana ideal, con todos bien avenidos, la semana en la que se venden en oferta los grandes cristianos, los hermanos en Cristo. Cuando lleguen a casa y se despojen de sus exquisitas vestiduras, volverán al lado oscuro. Cada mentira es conveniente y necesaria, hace más llevadera la espantosa imagen que nos devuelve el espejo cada día. Esos que empuñan la luz como un cuchillo, o la paz como un fusil. Esos que van por el mundo sumando ofensas, en guerra fría y sucia con los otros. Siempre a la defensiva, con hostilidad. Transformando cualquier hecho en una tensa batalla. Inseguros, insatisfechos, acaparadores, iracundos, celosos y maltratadores. En crispación permanente. La culpa siempre es del otro. Mejor la venganza que la reconciliación o el perdón.

Me quedo con los que quisieron dar todos sus versos por un hombre en paz. Porque la paz de cada día la construimos cada uno, descubriendo todo lo que nos une a los demás por encima de lo que nos separa, respetando todas las vidas y la dignidad sin prejuicios, rechazando la violencia, con generosidad, aceptando, escuchando, disfrutando.

El hombre sagrado para el hombre. Esa es mi religión. Lo sagrado, la espiritualidad íntima auténtica de un amanecer tranquilo y hermoso, o tal vez contemplando los ojos aterradores del dolor, o lo incomprensible del amor. La mirada perdida de tu ser más preciado en largas tardes de caricias, besos y canciones; cuando el tiempo, la voz, y la memoria no existen porque se perdieron irremediablemente. Ya qué importa, si todo se ilumina como su nombre. Es ese instante en el que todo parece encajar y te sientes formar parte del mundo, de todo. No cuando me intentan imponer un dios público, único y verdadero, conveniente social y políticamente, con madre virgen o vírgenes, según el gusto o el color de cada ocasión. No puedo luchar contra los civilizados e iluminados con mi pobre espiritualidad. Con los grandes hombres inflados de autoestima piadosa a punto de reventar, especialistas en maquillar sus sombras ocultas tras una máscara o un capirote. 

Por ello, para sobrevivir a cada semana fantástica de la virtud y la doble moral, suelo escaparme a otros mundos donde no haya ni un rastro de olor a incienso. Cruzando el mar hacia las tierras impías y herejes del otro lado del Atlántico, para no convertirme en una más de esos cínicos desmemoriados, para no olvidar que todos somos mestizos, que fuimos, afortunadamente, parte de esa espléndida, avanzada y culta civilización árabe.

O, como este año, a Madrid, para disfrutar de teatro, arte y amistad. De los de verdad, de los buenos. Del auténtico teatro, no de la farsa de la hipócrita representación en palcos e iglesias. Del arte de las calles y de los museos. De siglos de cultura, creatividad e ingenio. De la amistad que no conoce de tiempos ni distancias, perdurable, sin favores ni intereses ocultos, la de las almas gemelas que se encuentran y siguen conectadas. 

En mi deslumbrada ignorancia, mi palabra es de interrogación y de prueba, para no obedecer lo correcto o predestinado. Desconfío de los que se erigen en nombre de dios, de los que actúan por algo que "está por encima", porque siempre estarán dispuestos a traicionarte y sacrificarte en cualquier momento. Las monedas de Judas pasando de mano en mano hasta el fin de los tiempos. Amén.

Rocío Ruiz Domínguez es profesora de instituto en excedencia y actual Consejera de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía.