23 diciembre 2018

Ejército de troles

Por MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN


¿Qué hacer cuando la competición por la disrupción lo justifica todo? ¿Quién gana la batalla por la atención? Sin saber cómo, nos hemos encontrado con un espacio público repleto de resentidos lamentándose de lo mal que está todo y hablando de… ¿Lo adivinan? ¡Su resentimiento! Luego están los amantes de la transgresión gratuita que, sintiéndose oprimidos (¡pobres!), se dicen preocupados por la libertad de expresión. Y proliferan los diletantes excéntricos y altivos, los encargados de señalar la vía esnob ante la odiada cultura dominante. Salirse del rebaño, de la presión moral que la paralizante tiranía de la mayoría ejerce sobre sus libres almas nutre su encarnizada lucha cotidiana. Paradójicamente, el temor por la violencia intelectual que pueda ejercer el dogmatismo grupal ha terminado por configurar una tribu particular: los nuevos trolls o, en su versión ibérica, el “cuñadismo”.

Como casi siempre, el impulso llega de EE UU, donde una manada antaño silenciosa que compartía un intenso amor secreto por el odio a lo políticamente correcto estalló, finalmente, en los márgenes de las redes digitales. De manera aparentemente inocua, surgía en el espacio público un enjambre de odiadores guiados por un objetivo común: mofarse de todo lo que oliera a progresismo. Y sucedió así que un ejército de troles capitaneados por la rana Pepe inoculó con su frivolidad el modelo antipolítico a la conversación pública. Todo fue maniqueísmo y polarización: el bien y el mal perfectamente separados. Lo curioso es que, motivados por el temor a estrechar la conversación pública a los rancios consensos de lo políticamente correcto, terminaron atrofiando el espacio público, convirtiéndolo en una caricatura de sí mismos.

Trump fue la abeja madre que mejor encarnó el runrún de fondo de esa cultura irreverente que explotó contra el establishment: la asfixiante moral de la izquierda, los “blanditos” de la derecha. Surgió así uno de nuestros grandes dilemas: ¿qué hacer cuando no hay diferencias entre un troll y un representante político? ¿Cómo combatir la apabullante presencia de la pura banalidad opinológica en nuestro Congreso de los Diputados, cuando la función representativa se reduce a polarizar el mundo en lugar de explicar su complejidad? Lo vemos cada vez más en algunos de nuestros jóvenes líderes: guiados por el nuevo estilo ultra y su aparente modernidad, son capaces de negar la violencia de género ante la apremiante y ficticia urgencia nacional de reivindicar la prisión permanente revisable. La línea que separa el delirante fanatismo de la convicción de la pura idiotez improvisada es muy fina. No sé ustedes, pero yo ya no sé dónde estamos. (El País, 23.12.18)

5 comentarios:

Gabriela Cañas dijo...

Del cambio climático no se puede culpar solo a dirigentes como Donald Trump. Tampoco las dificultades que sufre la prensa libre son solo responsabilidad de tiranos y gobernantes. Los ciudadanos y su perdido espíritu crítico son parte sustancial del problema.

Pedro Serrano dijo...

No me preocupa que haya líderes retrógrados y extremistas que aseguren arreglar los problemas del mundo con un simple chasquido de sus dedos. Lo que realmente me preocupa es la gente que se encandila con discursos que apelan a las emociones más primarias anulando cualquier atisbo de racionalidad. Puedo entender el cabreo monumental hacia la clase política que nos ha gobernado estos 40 años de democracia. Puedo entender que la gestión de la crisis económica haya creado legiones de escépticos. Pero lo que no puedo entender es que haya gente que dé coces contra el aguijón solo por despecho. Pienso que solo hay políticos malos y peores. Pero, ¿por qué optar por los peores habiéndolos malos? ¿Cómo es posible que, de pronto, aparezca un mesías en tu puerta anunciando la buena nueva y aceptes sin objeciones comulgar con ruedas de molino? La respuesta tal vez sea que el pensamiento racional y crítico retrocede y, si esto es así, ¿qué tiene de extraño que terminemos siendo gobernados por retrógrados?

Ana Carbajosa + Andrea Rizzi dijo...

Robert Habeck, colíder de los Verdes alemanes, ha anunciado que se da de baja de las redes sociales, motivado por una serie de errores propios en Twitter y como consecuencia también de la piratería masiva de datos de políticos alemanes. Habeck, estrella ascendente de la política alemana, ha llegado a la conclusión de que las redes, y sobre todo Twitter, limitan la reflexión y entorpecen la labor política, por su capacidad de modelar tanto el mensaje como al mensajero. Y lo ha hecho con un inusual ejercicio de autocrítica al reconocer que las redes le hacen más agresivo y más propenso a la polémica.

Habeck encabeza el partido ecologista, que atraviesa un momento de efervescencia política, gracias a un discurso marcadamente europeísta y multicultural. Es además el partido que en Alemania representa la modernidad y el contrapunto al modelo de sociedad nostálgico que propugnan los populistas de extrema derecha. Las redes sociales son precisamente la principal herramienta de propaganda con la que los extremistas difunden con machacona intensidad su ideario.

En su argumento, Habeck lamenta la agresividad propiciada por una red como Twitter. Lamenta la desconcentración, la falta de profundidad que estos formatos alientan involuntariamente. En definitiva, como muchos otros, Habeck se rebela ante un tiempo que privilegia la horizontalidad —rapidez, volatilidad, conectividad, picoteo aquí y allá— a la verticalidad que impulsó la humanidad durante siglos —concentración, especialización del trabajo, profundización como herramienta para trascender y alcanzar las alturas—. Estamos ante el dilema de la defensa de las ideas en el valle de fango de las redes digitales.

Laurent Cantet dijo...

Las redes sociales simplifican el pensamiento, y los extremos siempre se expresan en ideas muy simplistas, no se molestan con las complejidades. Tengo la impresión de que la forma de pensar que generan las redes sociales va hacia ese extremismo y eso es lo que más me asusta, más que la violencia de las propias frases que se escriben eu nun tuit. La simplificación del pensamiento se mete en todos los dominios, en cualquier parte de la sociedad.

Alberto García-Alix dijo...

Las redes sociales son el paraíso de los mediocres y de los canallas. El insulto a la espalda, que es el peor. Los odiadores de siempre, pero que con las redes se empoderan y ese empoderamiento mediocre y mezquino es terrorífico. Y hay gente que lo disfruta y le gusta. Y más en España que somos cainitas. Ese también es otro defecto de España junto con la envidia. Son dos defectos nacionales complejos