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12 julio 2025
05 julio 2025
Gracias, Portugal, por descansarnos de España
Por IGNACIO PEYRÓ
El País, 5 de julio de 2025
Quienes nacimos en el lado difícil de los Pirineos siempre hemos tenido Portugal para aliviarnos de ese trabajo suplementario que ser español aporta a la vida. Portugal nos da el mejor de los mundos: lo familiar con lo distinto. Algunos comentan: “En Portugal no me siento en otro país”. Por el contrario, es pasar la raya y —en cuestión de metros— han cambiado las huertas y los bares, cambia la sentimentalidad y cambian los horarios. Somos distintos: hace ocho siglos que nuestras fronteras son tenaces. Cuando Ramalho Ortigão sube al tren en Portugal, el revisor dice: “¿Los señores quieren quedar en tierra?”. Cuando sube en España, los revisores gritan: “¡Viajeros al tren!”. Somos distintos.
A Portugal no le hemos dado nuestro perfil bueno. Tenemos la inercia de quedarnos Iberia —como nos quedamos Hispania— para nosotros. A cada poco nos referimos a Portugal como “país mediterráneo”. Los mismos españoles que entran en Francia con la cabeza gacha parecen manejarse en Portugal como si entraran a caballo. Y es mejor no preguntarse cuántos entre nosotros saben que Aljubarrota es una batalla y no una sopa regional. Con todo, quizá ha sido peor nuestro afecto que nuestra arrogancia. Lisboa sobrevivió a un terremoto pero por poco no sobrevive a nuestros poetas: el amor a Portugal se ha resentido de tantas veces como hemos pronunciado la palabra saudade en vano. Así, igual que de cuando en cuando dejamos de pescar anchoa para que se recuperen los bancos, quizá estaría bien una moratoria pessoana y suspender por cinco años la venta del Libro del desasosiego. Entre apegos y desapegos, como fuere, el escepticismo del portugués es sólido: en otros siglos, algunos bajaban la persiana de la carroza hasta la frontera con Francia; en este, siempre ceñidos a los transportes, evitan el AVE Lisboa-Madrid.
Lo llamativo es lo bien que le ha ido de esta manera a Portugal. Siempre “alcanzó el favor del cielo sereno”, según Camoes, en sus pugnas con nosotros. España era un paria internacional mientras Portugal fundaba la OTAN. Magallanes fue el personaje más odioso del siglo de los conquistadores, pero ¿quién ha oído hablar mal de Magallanes? A ojos anglosajones, el imperio español consistió en saquear el oro mientras el portugués enseñaba al mundo comercio y ciencia: el hecho de mantener colonias hasta los años setenta no se ha explicado por rapiña imperialista, sino con el argumento de que algo bueno harían para durar tanto. Tuvieron la revolución más telegénica del siglo XX, mientras que Franco murió en un hospital adecuadamente llamado La Paz. Hoy manda un portugués en la UE, otro en la ONU, y hasta hace poco mandaba un tercero en la Champions.
Durante años he pensado que la lusofilia española era una manera de no estar donde tenemos que estar. A veces, una vanidad: el amor a un objeto que nos devuelve nuestro reflejo mejorado. Otras veces, una condescendencia: tenemos una molesta tendencia a que los portugueses nos parezcan muy monos. Y, en casi todos los casos, una trola. Por supuesto, en Portugal siempre había una redención estética: quizá la fraternidad nos deje fríos, pero por la fraternidade entran ganas de hacer una revolución. Como país, es un destino manifiesto para cuantos amamos la hiedra con la piedra. Permite la ensoñación estética de los palacios que se pierden entre la niebla —Buçaco— y de los que se encuentran —tanta arquitectura de veraneio— junto al mar. Portugal, en fin, ha sido reino del ocaso para tantos exiliados, que a nosotros al menos nos podrá ofrecer una rua da misericórdia, un sorbo de bucelas viejo, e incluso, si alguno fuma todavía, uno de los pitillos con el nombre más hermoso de la tierra: Português suave.
Durante años, sí, uno creyó que la lusofilia era una pasión que racionarse. Pero los años lo que hacen es pasar y al final uno se replantea las cosas. Quién tuvo más suerte. Quién lo hizo mejor. Quién cayó del lado bueno de la Península. En Portugal están preocupados: la política, el partido Chega!, etcétera. Pero, dada la situación de España, a veces tienta pensar que la solución no está en la unión sino —directamente— en la subordinación ibérica: ser un Estado títere de Portugal. Es la única solución que no probamos, cuando a saber si la clave para desbloquear el laberinto español no será una mente paternal en Lisboa que piense por nosotros y que llene de cilantro hasta nuestra vida pública. Es, claro, una broma. Pero por momentos uno quisiera que, al menos, fuera un sueño.
04 julio 2025
Lo que nos jugamos
Por Nicolás Sartorius
elDiario.es, 3 de julio de 2025
Claro que el asunto Cerdán, Ábalos, Koldo puede ser aberrante y exige que se tomen medidas rápidas y contundentes. Pero, ¿por qué creen ustedes que existe ese ansia, avidez o impaciencia por acabar como sea con este Gobierno y el odio enfermizo que suscita su presidente?
No es fácil en los tumultuosos y oscurecidos tiempos que corren discernir lo que, en realidad, está en juego. El caos, el ruido y la furia se han convertido en el hábitat omnipresente que todo lo abarca, lo engulle y lo acaba expulsando, como el mar los detritus, hacia las aturdidas mentes del personal sufridor. No es nada sencillo que la realidad real o la verdad verdadera se abran camino ante tanta manipulación, ante el imperio de lo virtual, de la falsificación o, sencillamente, de la mentira. El mundo está inmerso en peligrosas guerras de momento locales en Ucrania, en Oriente Medio –el genocidio de Netanyahu en Gaza, la guerra contra Irán–, todo ello apoyado por los EEUU de Trump y aquí, por lo visto, lo que más interesa es hablar de Koldo, de Ábalos y de Cerdán.
¿Es que alguien se cree que la potencia americana, con el concurso de Europa, no podría acabar con estos conflictos si de verdad se lo propusiesen? ¿Por qué Netanyahu, al frente de un país de diez millones de habitantes, se permite cometer los crímenes de Gaza, bombardear Teherán y lo que se ponga por delante –sin una sola sanción–, si no es porque cuenta con el apoyo incondicional de Trump y de la pasividad de buena parte de los países europeos, que mientras han impuesto, con razón, multitud de sanciones a la Rusia de Putin, aquí están agarrotados por extraños complejos del pasado o intereses del presente?
Y ahora vienen el preboste de la OTAN y su fiel escudero Mark Rutte a ordenar que tenemos que gastar la estrambótica cifra del 5% del PIB –más de 80 mil millones de dólares en cifras de 2024–, lo que supondría un golpe durísimo a nuestros derechos sociales en sanidad, educación, etc. Un diktat o ukase escandaloso e inútil al que se ha opuesto, únicamente, ese presidente español al que hay que abatir por todos los medios. Sabemos lo que sucedería si gobernasen las derechas: pues que aceptarían sin rechistar como han hecho siempre ante los requerimientos del “amigo americano”.
Desde luego no es suficiente para mover voluntades con exclamar “que viene la ultraderecha”, sin embargo, lo que irrumpe no es sólo eso, sino la ola más reaccionaria, antisocial, antieuropea y antidemocrática desde la IIª Guerra Mundial. Con un presidente de los EEUU a la cabeza de la contrarreforma, atrabiliario e imprevisible; una Unión Europea en la que solo tres países tienen gobiernos progresistas, donde en grandes naciones como Alemania, Francia e Italia la derecha radical es la segunda fuerza o gobiernan partidos euro incrédulos o descreídos. En una palabra, lo que está en juego es la democracia social –el modelo europeo–, la propia integración de la UE, los derechos civiles de las minorías, aparte de la fumigación de los emigrantes. En el fondo un sistema más parecido al de Trump que al que conocemos los europeos.
¿Por qué creen ustedes que existe esa ansia, avidez o impaciencia por acabar como sea con este Gobierno y el odio enfermizo que suscita su presidente? Pues porque España es el único país relevante que cuenta con un ejecutivo de coalición de izquierda, que ha aliviado algo las faltriqueras de los pudientes –lo que llaman “el infierno fiscal”–; ha normalizado totalmente la situación en Cataluña con una amnistía plenamente constitucional, como defendí en el origen de los tiempos; se han producido avances en derechos sociales y civiles, la economía es la que mejor funciona de Europa y la política exterior es, por lo menos, la más decente de las que circulan, al reconocer, este Gobierno, al Estado palestino, oponerse al atraco del 5% del PIB en armas, aumentar la ayuda al desarrollo o avanzar en el tema de Gibraltar. Todo ello sostenido por una mayoría parlamentaria en la que hay, por lo visto, “comunistas”, “separatistas” y “terroristas”. Algo realmente insoportable para los poderes tradicionales y sus corifeos mediáticos, que se han dedicado toda su vida a esquilmar al personal sufridor.
Claro que el asunto Cerdán, Ábalos, Koldo puede ser aberrante y exige que se tomen medidas rápidas y contundentes de naturaleza orgánica y política, con el fin de acabar de una vez con el cáncer de la corrupción. Y claro es que si informaciones fehacientes involucrasen a la presidencia o a la financiación ilegal del partido socialista la situación se haría, prácticamente, insostenible. Pero, en todo caso, un gobierno democrático no puede caer, de ninguna manera, por informes de la Guardia Civil o de cualquier policía. Aceptar esto sería terriblemente peligroso, pues hay que recordar que la costalada del Gobierno de Rajoy, que estaba de corrupción hasta las cejas, se debió a una sentencia de la Audiencia Nacional y no a informes policiales. En el caso actual se pretende que salte todo por los aires, la presunción de inocencia y lo que haga falta. Y estas agónicas ansias por fulminar a Sánchez tienen varias causas: la cercanía de juicios durísimos contra el PP por los manejos de la llamada “policía patriótica” y otras trapacerías; porque piensan que de celebrarse de inmediato elecciones arrasarían, mientras que dentro de dos años ya veríamos y, tercero, porque, tal y como va de bien la economía y las posibilidades muy reales de llegar al pleno empleo, es una pera en dulce lo que esta izquierda de nuestros pecados les dejaríamos en herencia.
Así que en el caso de España nos jugamos que regrese la tensión en Cataluña, con una derecha que no entiende, ni ha entendido nunca, la naturaleza plural de nuestro Estado, con presidentas de CCAA que se ausentan cuando alguien se expresa en catalán o vasco, idiomas que hablan millones de españoles en diferentes nacionalidades.
Nos jugamos el creciente deterioro de los servicios públicos fundamentales como la sanidad, la educación, las universidades o la ciencia, con el aumento desaforado de las privatizaciones, como ya está sucediendo en las CCAA que gobierna la derecha. No olvidemos que el eje central del programa de las derechas es bajar impuestos, es decir, deteriorar el Estado de bienestar y acrecentar el de malestar de la mayoría. Con una advertencia: toda política ultraliberal de recortes sociales sólo es factible imponiendo formas de represión. La presidenta de la CCAA de Madrid ya lo ha advertido ante las movilizaciones en la Universidad. Tomemos nota de lo que está sucediendo en EEUU, Argentina, Hungría, etc.
Nos jugamos el que no se practique una política razonable con la emigración, que es una de las bases de nuestra prosperidad y de una convivencia humana digna, a diferencia de lo que se hace en Italia, Hungría o incluso Gran Bretaña.
Nos jugamos que se regrese a actitudes y decisiones restrictivas en materia de derechos civiles como el aborto, la eutanasia y todo lo que hace referencia a los movimientos LGTBIQ.
Nos jugamos el que se haga inviable la reducción de la jornada laboral, pues las derechas están en contra, como se ha visto en el Parlamento, en el tema de las 37,5 horas. Proponen sustituir dicha rebaja, deseada por la generalidad de la ciudadanía, por una mayor “flexibilidad”, es decir, por la realización de millones de horas extras no pagadas. En este sentido, nos jugamos que se recorten derechos sindicales, reduciendo la representación de los trabajadores en los comités de empresa y en el diálogo social, como ya sucedió en CCAA gobernadas por el PP/VOX.
En una palabra, nos jugamos la democracia social, con libertades y derechos, el modelo europeo que los Trump y Putin, desde fuera, y sus socios desde dentro quieren laminar a toda costa.
Nos jugamos a que regresemos a la pérdida de la Memoria Democrática, que nos ha costado tanto ir recobrando, pues lo primero que harán las derechas, como ya están haciendo donde pueden, es derogar la ley homónima, base de una cultura democrática digna.
Nos jugamos el retroceso a la jungla del pelotazo urbanístico del pasado ante la concepción propia de las derechas en el sentido de que la vivienda es un negocio goloso y no una necesidad vital del ser humano.
Nos jugamos que la justicia siga en manos de jueces y magistrados que se concentran y hacen huelga, sin cobertura legal, cuando las leyes del Parlamento no les gustan.
Nos jugamos la reculada a los tiempos de una especie de nacional-catolicismo, ante la insólita imagen de que una parte preponderante de la jerarquía de la Iglesia católica proponga la celebración inmediata de elecciones generales con el fin de terminar con el actual gobierno democrático, al que quedan dos años de la actual legislatura.
No olvidemos, por favor, todo lo que nos jugamos, porque si nos despistamos o nos lían, si no nos organizamos y movilizamos, nos arrepentiremos… pero ya será tarde.
“La puta cámara grabando el concierto todo el puto rato”
Bunbury para un concierto por el uso del móvil de un fan: “La puta cámara grabando todo el puto rato.”
El músico zaragozano abronca al público durante un concierto en Quito: “Dejan de participar por el hecho de tener un teléfono, incomodan y hacen que esto sea peor.”
El cantante Bunbury ha estallado, y no es la primera vez que pasa. En un concierto en Quito, capital de Ecuador, esta semana, el artista zaragozano detuvo su actuación porque un fan en primera fila no dejaba de grabar y le distraía. “Todo el puto concierto con la puta cámara grabando el puto concierto”, se quejó enfadado. “Si estás aquí en primera fila, seguro que hay mucha gente a la que le gustaría estar ahí, disfrutando, conectando y participando del concierto, cantando las canciones, utilizando las manos para algo más que tener un puto apéndice tecnológico”, le espetó.
Tratando de recomponerse y de dirigirse al resto del público, Bunbury dijo entender “la locura a la que estamos llegando con esto” –en referencia al uso del móvil–, pero pidió al público mantenerse presente para no estropear la concentración y el momento. “Ustedes dejan de participar por el hecho de tener un teléfono y ustedes incomodan y hacen que el concierto sea peor”, dijo Bunbury, mientras la gente le dedicaba aplausos y pitos, casi a partes iguales.
“De verdad siento que hayamos tenido que parar la canción, pero es una canción en la que tenemos que estar concentrados y tenemos que estar metidos, y a mí me ha quitado completamente la concentración”, prosiguió el cantante de Héroes del silencio. Acto seguido se descolgó la guitarra del cuello y paró.
Un esperado regreso tras un parón que se creía definitivo
La vuelta de Bunbury a los escenarios ya estaba siendo muy mediática de por sí, teniendo en cuenta que en febrero de 2022 el músico anunció que dejaría de dar conciertos por problemas respiratorios y de garganta, y unos meses después canceló toda su gira por Estados Unidos y España. Tuvo que pasar un año, hasta mayo de 2023, para que Bunbury cambiara de idea y anunciara que volvería a tocar en directo. Ya a finales de 2024, el artista maño desveló que estaba preparando una gira por España para septiembre de 2025. Bunbury actuará con los músicos de su antigua banda El Huracán Ambulante, los mismos con los que está haciendo ahora su gira por Latinoamérica.
Los gays y los homosexuales
24 junio 2025
La vigorexia, un trastorno disfrazado de salud y éxito
El auge de los influencers de 'fitness' que idealizan el cuerpo musculoso ha hecho aumentar los trastornos de dismorfia muscular, una conducta obsesiva por lograr un aspecto perfecto mediante el deporte y que afecta sobre todo a hombres jóvenes.
Por MARIONA JEREZ
elDiario.es, 23 de junio de 2025
“Empecé a hacer 25 kilómetros diarios en bicicleta, menos un día a la semana que hacía 50”, explica Mars, estudiante de auxiliar de veterinaria. “Era completamente una obsesión, pensaba que, si no terminaba la rutina, me iba a convertir en una bola”. Mars, que se define como persona no binaria, explica que por el acoso que recibió en el instituto, empezó a hacer ejercicio de manera compulsiva.
Desde maratones en bicicleta estática hasta retos de redes sociales como “30 días de sentadillas” que acababan con más de un centenar de repeticiones diarias. No le puso nombre a lo que le pasaba hasta que en un hospital de día, en el que ingresó por sintomatología depresiva e ideación suicida, una enfermera sugirió que podría padecer vigorexia.
Este trastorno, también conocido como complejo de Adonis, es una dolencia que en España podría afectar a 700.000 personas y que provoca una alteración de la autopercepción física, como la anorexia o la bulimia. Pero, al contrario que estas, la vigorexia -que principalmente afecta a hombres jóvenes- deriva en la obsesión por desarrollar mucha musculatura.
Mars, con tiempo, y gracias a ponerle un nombre, consiguió salir de la obsesión con el ejercicio. “Antes me veía asquerosamente mal, miraba al espejo y lloraba”, recuerda. “Ahora peso lo mismo, o incluso más, pero me veo divino”. Actualmente, sigue haciendo deporte y quiere probar disciplinas nuevas que tengan un componente más lúdico y vayan más allá del gimnasio. Todo para enfocar el ejercicio desde una perspectiva diferente porque es consciente de que una recaída en la vigorexia es fácil para quienes ya la han padecido.
Este trastorno es difícil de detectar porque a primera vista puede parecer una práctica sana, pero el deporte en exceso y de forma obsesiva puede conllevar efectos perjudiciales. “Dedicar muchísimo tiempo al deporte, hacer dietas muy restrictivas o incluso ingerir esteroides es algo que va aislando socialmente de la familia, amigos y de otras actividades gratificantes, haciendo que, a la larga, se puedan tener problemas relacionados con sintomatologías depresivas”, explica el psicólogo sanitario Álex Melic.
La diferencia entre la práctica deportiva común y la que obsesiona al que padece un trastorno de dismorfia muscular es la autoexigencia, normalmente derivada de una baja autoestima. Por ello, este experto explica que se ponen objetivos poco realistas y que se encuentran con que su autoestima no mejora con la adquisición de masa muscular.
Los nuevos modelos: los influencers de fitness
“La vigorexia suele empezar a partir de la comparación con personas del entorno de las redes sociales o de los medios de comunicación”, explica Melic, que apunta al riesgo de querer parecerse a los modelos estéticos y de conducta en los que se han convertido los influencers que relacionan el hecho de tener una apariencia considerada como “ideal” con conseguir más aceptación social.
Un ejemplo de esto se encuentra en las cuentas de influencers como Llados, quien se autodefine como “profesional del fitness” y se hizo viral por un vídeo en el que criticaba a “mileuristas” con sus “fucking panzas”, frase que le hizo famoso y con la cual se han llegado a comercializar camisetas.
Llados vende la imagen de hombre millonario y exitoso a través de sus redes sociales, donde aparece rodeado de mujeres, casas y coches de lujo y llega a relacionar el éxito con su apariencia física. De hecho, es conocido por promover los burpees, una rutina de ejercicio para desarrollar un cuerpo musculado, lo que según él es clave para alejarse de una estética de “perdedor” y “mileurista”.
El peso de los influencers, sobre todo entre las personas más jóvenes, va en aumento. En 2024 se llegó a la cifra total de 207.000 en España. Entre ellos destacan los que se dedican al fitness, que es la cuarta categoría con más visualizaciones en Tiktok, cuyo contenido se centra en la práctica deportiva con videos de ejercicios, retos y tutoriales.
Su alcance se cuenta en millones de personas y su contenido se puede encontrar en plataformas de vídeo como YouTube, pero también en redes sociales como Instagram o Tiktok. Dentro de esta categoría hay dos tipos de creadores de contenidos: por un lado, gente como Patry Jordán o Sergio Peinado, influencers que despegaron durante la pandemia y que se basan en su experiencia como entrenadores o atletas para promover la práctica deportiva.
Pero, por otro lado, hay usuarios como Amadeo Llados o Rafa Martín, que alaban una imagen musculosa como muestra del éxito social. El contenido de estos creadores, que abogan por la imagen del hombre proveedor, dominante y conquistador, es compartido entre la manosfera (sitios de Internet en los que se promueve la masculinidad enfatizada y en los que proliferan tesis misóginas, homófobas y xenófobas).
En los foros de la manosfera se idolatra cada vez más el cuerpo hipermusculado y se llegan a promover tendencias como el lookmaxxing, que consiste en prácticas para conseguir una imagen más masculina. Sus contenidos van desde ejercicios para desarrollar la mandíbula (mewing), a consejos de cuidado e higiene personal o rutinas de gimnasio, pasando por la cirugía estética, el uso de anabolizantes o prácticas desaconsejables como el starvemaxxing, que consiste en no comer para conseguir una imagen más definida.
“Yo me he obsesionado con los entrenos. Me paso el día mirando el reloj para ver cuánto he dormido y las calorías que he quemado, si soy capaz de aumentar la frecuencia cardíaca en los entrenos... Es como competir con uno mismo”, dice un usuario de redes sociales en la sección de comentarios de un vídeo sobre ejercicios. “Tanto ver [publicaciones sobre] abdomen plano, glúteos perfectos... Tanto mensaje te hace quererlo y se mete en tu subconsciente”, añade.
“Entre los hombres se dan luchas de poder conscientes o inconscientes”, explica Melic, “cuanto más fuerte eres, cuanto mejor cuerpo tienes, más subes dentro del ámbito grupal y más te acercas al liderazgo”. Este experto añade que todos estos estímulos son los que pueden llevar a que las personas con baja autoestima se pongan unas metas muy exigentes para poder destacar en el grupo y acaben cayendo en las garras de la vigorexia.
Charlie, entrenador personal y técnico de sala del Club Natació Rubí, alerta de los peligros que pueden tener los vídeos y contenidos de los influencers de fitness. “Nosotros, los entrenadores oficiales, estamos preparados, hemos estudiado”, afirma. “Muchos clientes vienen queriendo replicar vídeos de Instagram y puede que al influencer esa rutina le vaya bien porque tiene una buena condición física, pero para alguien que acaba de empezar no es la mejor opción”.
Débora Doña, jefa del departamento físico del mismo club y encargada de la sala de fitness, explica que este perfil se ve sobre todo en adolescentes. Destaca que hay una tendencia en estas edades a ir al gimnasio durante más horas de las necesarias. “Quieren una inmediatez, pero eso no se puede conseguir en el deporte. Se tiene que ir progresivamente”, afirma.
“Es positivo que la gente joven comience a hacer ejercicio, pero hay un envenenamiento. Un niño de 15 años no debería estar en un gimnasio”, cuenta Doña, que asegura que deberían hacer otro tipo de prácticas de equipo o al aire libre, más centradas en el bienestar y la activación física que no en el cultivo de la musculatura. “Hay una línea muy fina que, si no se controla, es fácil cruzar y acabar padeciendo un trastorno”, asegura.
Dificultades para la detección y el tratamiento
La vigorexia es un trastorno que puede pasar desapercibido y es más desconocido que los trastornos de conducta alimentaria (TCA), tal como apuntan los expertos. De hecho, la vigorexia suele acabar derivando en alteraciones en las pautas a la hora de comer y es entonces cuando se hace visible a las personas del entorno. Pero si se ha llegado a este punto, es que el trastorno ha llegado ya muy lejos.
“Los pacientes o sus familias suelen pedir ayuda por el trastorno de conducta alimentaria y no por la vigorexia en sí. Es ahí cuando el profesional, si está formado, puede percatarse de que existe un trastorno dismórfico corporal”, asegura Melic.
“Si iba a comer a un restaurante, antes de ojear la carta, me dirigía al cuarto de baño, me quitaba la camiseta y, en función de mi aspecto físico (distorsionado, por supuesto), me disponía a pedir un tipo u otro de comida”, sostiene un usuario de redes sociales en un post que alerta sobre los riesgos de la vigorexia.
“Compensaba los excesos para lucir un cuerpo de playa los 365 días del año. Mi valía era mi aspecto físico porque reflejaba una serie de hábitos supuestamente valiosos. Y cómo no normalizarlo si las personas que conforman tu círculo social más cercano refuerzan este tipo de comportamientos con un: qué bien te veo, estás más fuerte”, añade.
Ante este tipo de mensajes, el psicólogo Álex Melic destaca que la vigorexia está vinculada al perfeccionismo y debe abordarse desde esa perspectiva. El problema es que, aunque el tratamiento es posible y efectivo, es difícil encontrar profesionales que conozcan este trastorno.
“Tengo una psicóloga y podría pedirle ayuda, pero no sé si sabe exactamente como tratar ese tema”, explica Mars. Muchos pacientes se encuentran en situaciones similares, pues la vigorexia raramente se estudia durante la formación de los profesionales. “Los pacientes tienen que buscar especialistas muy concretos, no es un trastorno estudiado generalmente en las universidades, lo cual es una pena porque afecta cada vez a más personas”, añade Melic.
“Es como una secta, te pilla vulnerable”: los fans arrepentidos de Llados que desmontan el discurso del pseudogurú financiero
La falta de profesionales supone un riesgo añadido a la hora de dejar este trastorno sin resolver. Melic explica que su sintomatología puede acabar coincidiendo con la de un trastorno depresivo y que, aunque se trate ese trastorno, sin abordar la causa e incidir en el perfeccionismo del ámbito deportivo y físico de las personas que sufren vigorexia, a la larga, se repite la sintomatología. “Es un trastorno que se puede confundir con una salud física un tanto restrictiva y que el profesional no vea el diagnóstico”, declara el psicólogo.
22 junio 2025
La Iglesia católica española toma partido por las Derechas
Carta íntegra enviada por Félix Bolaños, ministro de Justicia del Gobierno de España, al Presidente de la Conferencia Episcopal Española:
"Su Excelencia Reverendísima:
He escuchado con atención y sorpresa las declaraciones que ha realizado, en su nombre y en el del resto de obispos españoles, el portavoz de la Conferencia Episcopal. En esas declaraciones piden la convocatoria de elecciones anticipadas y afirman que esta petición la realizan "por encima de intereses de partido".
Vaya por delante, estimado presidente, el máximo respeto a sus preferencias políticas personales, así como a las del resto de los obispos españoles. No obstante, sí quiero transmitirle mi extrañeza por la afirmación de que esta petición la realizan al margen de intereses partidistas mientras reproducen de forma exacta las peticiones y argumentos de los dos principales partidos de la oposición.
Entiendo que no es en absoluto ajeno a esta circunstancia, ya que recientemente participó en un acto con el líder político de la ultraderecha española en el que ambos formularon idénticas críticas al Gobierno de España a la vez que coincidieron en promulgar una agenda que promueve la supresión de derechos de las mujeres, de los artistas o del colectivo LGTBI.
Es cierto que no es la primera vez en nuestra historia reciente en la que se produce una comunión espiritual y política entre la organización que preside y los partidos políticos de la derecha y la ultraderecha. Basta recordar el papel preponderante de algunos de sus predecesores, junto a estos partidos, en la organización de manifestaciones contra la aprobación de derechos como el matrimonio igualitario o la interrupción voluntaria del embarazo.
Esta comunión fue tan intensa que imagino que a la Conferencia Episcopal le resultó imposible pronunciarse de algún modo sobre los casos de corrupción que afectaron al partido junto al que se manifestaron. En todo caso, quiero transmitirle un elemento de tranquilidad: en el caso sobre el que sí se han pronunciado se han asumido responsabilidades políticas desde el principio, se ha apartado a las personas sobre las que recaen graves indicios y estamos trabajando para evitar que se reproduzcan estos hechos en lugar de en intentar ocultarlos a la sociedad o a la Justicia.
Puedo entender también que la Conferencia Episcopal desee un cambio de Gobierno con el fin de que los debates sobre la reparación a las víctimas de abusos en el seno de la Iglesia o la tipificación como delito de las llamadas "terapias de conversión" sean más fáciles de abordar para ustedes o no se aborden en absoluto. Le transmito otro elemento de tranquilidad: aunque hayan decidido apartarse de la neutralidad política y partidista e incluso del más elemental respeto institucional, el Gobierno seguirá abordando la relación entre Iglesia y Estado con pleno respeto, aunque, lógicamente, defendiendo nuestras posiciones y, sobre todo, el interés general y el de las personas más vulnerables, sobre todo en lo referente a las víctimas de abusos dentro de la Iglesia.
Sin otro particular, le envío un cordial saludo, le agradecería que se comprometieran con la neutralidad política y partidista y le reitero nuestra más firme voluntad de diálogo sobre los asuntos que tenemos pendientes y que abordaremos a lo largo de los dos años que quedan de esta legislatura.
Un cordial saludo,
Félix Bolaños".
18 junio 2025
Bésale, bésale mucho
Dicen que los españoles nos besamos y tocamos tanto en público que es una alegría. Debe ser el lado tierno de la marca España. Recuerdo que, ya en el añorado 1992 del olímpico Amics per sempre, lo resaltaba la escritora Rosa Montero en un artículo titulado Besos y otras cosas. Hasta nuestros waterpolistas se besan en los morros cuando conquistan un título de relumbrón. Pero no todos los hombres se sienten libres para besar o acariciar a sus novios, maridos o amigos en público. Un original anuncio publicitario australiano anima a las parejas del mismo sexo a cogerse de la mano, estén donde estén.
Para que los heteros aprendan a mirarnos con naturalidad debemos comportarnos con la naturalidad que proporciona la ternura, también en la vía pública, en las playas, en un restaurante, en el cine, en la universidad, en el metro. Muchos gays y lesbianas deben aún guardarse la mano en el bolsillo cuando pasean junto a su pareja por la calle. No nos reprimamos nunca cuando queramos acariciar o besar a nuestro chico o chica, o nos apetezca ir cogidos de la mano, por miedo a fascistas homófobos. Mostrando nuestro amor podemos parar su odio. Pásalo. cmg2019
08 junio 2025
La internacional grosera
Cuando Donald y Elon comenzaron su apasionado romance a la vista de todo el planeta algunos escribimos que tan gigantescos egos no tenían cabida en la misma jaula. Ya lo decía la canción de Cole Porter, todo calentón tiene el peligro de enfriarse. Pero aun habiendo estado en boca de todos la certeza de que aquella desatada calentura estaba condenada al fracaso no dejan de sorprendernos las formas. A pesar de haber asistido a sus grotescas demostraciones de complicidad (Elon con el pequeño X Æ A-Xii en el despacho oval, Donald promocionando coches de Elon, Elon siendo llamando tío Elon) su ruptura encarnizada asombra.
Siempre he pensado que hay algo en la devoción ciega que algunos machos sienten por otros que hace sospechar que su relación con las mujeres es puramente funcionarial, porque la auténtica pasión testosterónica la experimentan con sus pares. Hay hombres embriagados por otros hombres y les encanta que las mujeres presencien ese cortejo: la manera en que se escuchan, comparan su potencial, por decirlo finamente, y muestran una camaradería tan arrebatada que si de pronto interrumpiéramos el embeleso y preguntáramos, “vosotros, ¿estáis enamorados?”, responderían con asombro e indignación.
Hay hoy en el mundo hombres que se sienten inspirados por la hombría gorilesca de otros, a veces se dan palmadotas amistosas en la espalda, otras, como varones pasionales que son, enfurecen, embisten al homólogo por rencor o celos y se llevan por delante, sin mala conciencia alguna, a pueblos enteros. Si algo les llena de orgullo es carecer de modales, gustan de hacer alarde de grosería, y no les importa provocar situaciones incómodas. Las buscan. No es que carezcan de habilidad diplomática, es que piensan que la violencia es el motor que hace girar el mundo. El espectáculo que más les excita es el de la humillación, por eso quieren representarlo ante los ojos de una audiencia planetaria. Tienen afán por demostrar que carecen de escrúpulos, y ajustan su grosería al historial del invitado: si es alemán se le recuerda el pasado nazi, si se enfrentan a un negro sudafricano se le cuenta el bulo del linchamiento a los blancos, si de un ucraniano bajo la zarpa rusa se trata lo ridiculizan como al mugriento que va a pedir limosna.
En este sistema de individualismo extremo los groseros juegan con ventaja. Libres de remordimientos, palabra absurdamente denostada por considerarse religiosa, pero esencial para el reconocimiento del daño causado, los líderes celebrados por haber hecho de la grosería un estilo político actúan sin reparar en daños y no les pesa enturbiar la convivencia, muy al contrario, son conscientes de que su éxito depende de la confrontación. Su falta de modales es contagiosa y esa parte del pueblo que los apoya se siente invitada a actuar con agresividad.
El día del apagón contemplé una escena desagradable en la calle: pasaba un periodista, Jesús Maraña, delante de mi portal, seguramente camino del Pirulí. Un joven trajeado le gritó algo que yo no entendí. Maraña se volvió y dijo, “¿qué, has dicho que te doy asco?”, y el tipo le contestó, “he dicho que me estoy poniendo los cascos”. Cuando quise acercarme a Maraña éste ya corría calle abajo. Es obvio que el insulto estaba calcado del ya mítico “hijo de puta” de Ayuso.
La mala educación es contagiosa, y gracias a la inmediatez de la comunicación se respira hoy una grosería sin fronteras. De momento, funciona. Ayuso consiguió que algo tan naturalizado como el uso de lenguas cooficiales en un acto institucional se convirtiera en una afrenta. ¿Conseguirá gobernar esta España con semejante rechazo? El aturdido Feijóo la sigue sin resuello en la actual carrera de malotes. Dirán ustedes que Ayuso es mujer y que yo sostengo que la internacional de la mala educación es masculina. No se contradice: se trata de un sistema testosterónico y a veces algunas mujeres quieren ser una más entre los chicos, the first guy in the pool.
01 junio 2025
Curtis Yarvin, el profeta de la nueva reacción
29 mayo 2025
El ascenso de la ultraderecha explicado
Algo hemos hecho mal para que ascienda la ultraderecha
El extremismo no habría llegado a una posición tan relevante si la forma en que se hace política no le fuera tan favorable


En la política se producen a veces constelaciones que favorecen a un actor que no ha hecho nada para merecerlo. No es posible que la ultraderecha haya conquistado una posición tan relevante si no fuera porque las condiciones en las que se practica hoy la política le han resultado muy favorables. Algo hemos tenido que hacer los demás para que los autoritarios hayan alcanzado una posición política que ellos mismos eran incapaces de conseguir. Si en buena parte del espacio público ha terminado por imponerse el marco de la extrema derecha, su modo de concebir los asuntos políticos, sus disposiciones emocionales, no es por su capacidad estratégica, ni porque hayan formulado unas ideas especialmente atractivas sino por desidia o torpeza de los demás.
El ruido en torno a las extremas derechas les ha favorecido y puede seguir haciéndolo si no actuamos con inteligencia. Nuestro griterío coincide con su silencio porque mientras callan no hacemos otra cosa que hablar de ellos. Se ha producido la paradoja de que cuando mejor les va es cuando callan, y que obtienen su peor valoración cuando tienen que hacer explícito su programa de gobierno, por ejemplo, tras la esperpéntica moción de censura de Tamames. Les viene bien el silencio y el modo incógnito, esa supuesta novedad que aparentan representar. El hecho de que se hayan colocado en el centro del debate sin que se les interrogue sobre sus propuestas concretas es debido, sobre todo, a errores ajenos. Tal vez yo contribuya a alimentar esa contradicción, pero lo hago para hablar de nosotros y no tanto de ellos.
Diversas circunstancias han provocado una perturbación de las coordinadas políticas que ha favorecido a la extrema derecha. Se han producido algunos cambios asombrosos que confieren una cierta credibilidad, por ejemplo, que ultrarricos resulten fiables cuando hablan en nombre de los trabajadores, que una parte de la casta lidere el combate contra la casta, que el reproche a las élites improductivas haya pasado de la izquierda a la derecha y ahora sea esta quien parece representar mejor la crítica a los parásitos. Especialmente inaudita es la apelación a la democracia por parte de la ultraderecha, hasta el punto de presentarse a sí mismos como el partido de la evidencia democrática. Que la extrema derecha hable en nombre de la democracia no es algo nuevo, pero sí que esa apropiación sea tan ampliamente aceptada. Podemos interpretarlo como pura demagogia, pero también como el resultado de haberse beneficiado de la desnaturalización del concepto y la práctica democrática. Más allá de la capacidad de la extrema derecha para hacerse con la lengua del adversario, habría que interrogarse sobre la manera como ha evolucionado la política contemporánea y hasta qué punto esa evolución desvela nuestra propia inconsistencia. La atención de los medios (no solo de las redes o los pseudomedios) a la polémica y el choque es el espacio que requieren provocadores como Donald Trump, cuyo histrionismo gozaría de mucha menos atención si la información no tuviera ese carácter de confrontación adictiva. La extrema derecha es una ideología que se alimenta del desprecio hacia la política, de manera que no solo el hecho de que la política se haga mal sino la descripción dramatizada de sus deficiencias favorece a quienes viven de su descrédito.
Para explicar por qué sobre ciertos temas la extrema derecha ha impuesto su manera de concebirlos es inevitable hablar sobre nuestra involuntaria colaboración, tanto en la derecha como en la izquierda. Este favor no pretendido puede realizarse adoptando el marco de los extremistas con la intención de neutralizar su empleo y lo que se consigue es que el marco se imponga sin perjudicar a quienes viven de él. Lo paradójico es que también sus más encarnizados antagonistas les presten inestimables servicios cuando plantean una forma de combate que corresponde exactamente con lo que más les conviene, extremista, sin transacciones posibles, de tosca contraposición.
La cuestión de la migración es el terreno que les proporciona las mayores ventajas, sobre todo cuando lo presentamos como un “problema” o aceptamos el discurso de “una inmigración ordenada” y damos así a entender que el interior de nuestras sociedades está perfectamente ordenado y solo se perturba por lo que proviene del exterior; quien habla de “integración” suele tener una idea demasiado homogénea de la sociedad e infravalora el pluralismo interior. El modo de hablar de la inmigración (también el de quienes no son abiertamente xenófobos) tiene un efecto sobre los miedos y la hostilidad que se despliegan en la sociedad. La categoría de “extranjeros” beatifica a quienes no lo son, que quedan así eximidos de responsabilidad en materia de inseguridad. La fijación en los delitos pequeños cometidos por los inmigrantes invisibiliza los más grandes, que suelen ser cometidos por los de aquí. Con todo ese campo de cultivo no era difícil que la extrema derecha consiguiera convencer a buena parte de las clases medias de que las evoluciones del capitalismo contemporáneo no son las causas determinantes de su empobrecimiento ni de su malestar identitario, sino los migrantes.
El actual feudalismo tecnológico ha sido preparado por el culto a la eficacia, el pragmatismo despolitizado y la asepsia ideológica, que se ofrecen como soluciones a los fracasos burocráticos. Al prestigio del tecnosolucionismo contribuye un espacio público cuyas narrativas catastrofistas preparan el terreno para la justificación de formas de gobierno autoritarias, de urgencia sin deliberación, y confieren una atención inmerecida a quienes dramatizan el malestar, se ofrecen para proteger a cualquier precio, anuncian soluciones al margen de los procedimientos democráticos y sin respetar las instituciones. Este es el terreno en el que resulta creíble el autoritarismo tecnológico.
El viejo combate entre la izquierda y la derecha ha adoptado hoy un giro inesperado y lo que ahora se confronta es la prisa y la lentitud, el cohete contra la conversación, la rapidez contra la deliberación, el descontrol frente a la regulación. El Estado, los procedimientos y la misma democracia se presentan como instituciones de la lentitud. Se ha extendido aquella convicción de Peter Thiel, el libertario que fundó PayPal con Elon Musk, de que los problemas del mundo contemporáneo no se pueden resolver en el marco de los valores y los procedimientos democráticos. Los autoritarios ya no aparecen como los defensores del pasado sino como quienes prometen un futuro transhumano y posdemocrático. Impera en algunos países un exhibicionismo tecnológico que dice querer superar la pereza burocrática, pero en realidad desprecia los procedimientos democráticos. Si se presenta como democrático es porque considera que la gente quiere eficacia, rendimiento y soluciones inmediatas, algo que la política democrática parece haber dejado de proporcionar. El tecnosolucionismo desafía la reflexión y la rendición de cuentas; configura un entorno político sin un debate significativo ni oportunidades de impugnación. Ha impuesto un ritmo a la política tan rápido porque no pierde el tiempo en tomar en consideración sus efectos sociales y medioambientales. El mantra de que la regulación impide la creatividad es el discurso que necesita para una explotación oportunista de los vacíos legislativos; esa supuesta innovación actúa en el tiempo que discurre entre el descubrimiento de un método para hacer dinero y el momento en el que el Estado consigue elaborar una ley al respecto. Si el aceleracionismo ofrece resultados inmediatos es porque, a diferencia de la deliberación democrática, no pierde el tiempo en recabar la opinión de los afectados por sus decisiones; sin reflexión, debates e inclusión, podemos llegar muy rápido a un sitio despolitizado en el que es seguro que no estaremos todos, especialmente aquellos cuyos intereses no tienen otro medio de hacerse valer.