Por Zuberoa Marcos | 02-10-2016
Una inscripción en el frontispicio del edificio que albergaba la academia fundada por Platón en Atenas advertía: “Aquí no entra nadie que no sepa geometría”. Así de en serio se tomaba el filósofo griego las matemáticas, aunque en su academia, además, se enseñase también medicina, retórica y astronomía. La influencia de aquel centro de pensamiento nacido hace casi 2.500 años puede rastrearse en la cultura occidental hasta hoy, a pesar de la precariedad de las fuentes documentales que han sobrevivido. Un problema que no tendrán seguramente quienes, dentro de un par de milenios, quieran acceder al saber de estos inicios del siglo XXI. Bastará con que repasen de forma exhaustiva la colección de charlas TED Talks para tener ante sus ojos un compendio de algunos de los pensadores y pensadoras más brillantes -y originales- de nuestros días.
TED nació como una idea del arquitecto Richard Saul Wurman en 1984 para mostrar la convergencia entre la tecnología, el entretenimiento y el diseño (iniciales que conforman el acrónimo TED). La primera conferencia incluyó la presentación del por entonces revolucionario disco compacto de Sony y una demostración del primer Macintosh, el polémico ordenador que provocaría el despido de Steve Jobs de Apple, la compañía que él mismo había fundado. Aquella primera charla conserva su valor histórico, pero resultó un fracaso económico. Tanto que hasta seis años después nadie se animó a resucitarla. La década de los noventa fue la del despegue y consolidación de las conferencias TED, pero su influencia a nivel mundial no era todavía relevante: sólo podían asistir unos pocos socios, quienes pagaban un precio muy alto por escuchar a los grandes gurús de la tecnología.
El cambio definitivo llegó con Chris Anderson, figura clave de los medios de comunicación digitales (fundó Future Publishing y la web IGN), quien adquirió TED Conference en 2001 con el objetivo de convertirla en un fenómeno global. En una entrevista publicada en 2012, Anderson describía así el cambio: “Eran 800 personas juntándose una vez al año; ahora son un millón de personas viendo las charlas TED online cada día”. La tecnología, el entretenimiento y el diseño dejaron de ser los únicos temas y el repertorio se amplió a tantos quehaceres humanos como fuera posible imaginar: medicina, robótica, astrofísica, biología, música, computación… Si es una idea que merece la pena ser difundida, como asegura el lema de TED, puede encontrar su hueco.
El formato de las conferencias es siempre el mismo: duran un máximo de 18 minutos (esta duración fue elegida porque el famoso discurso de Martin Luther King “I have a dream” duraba 17 minutos y 30 segundos), están apoyadas por medios audiovisuales, son grabadas con varias cámaras y los ponentes -de pie y solos en el escenario- no utilizan notas. Las charlas son difundidas de forma gratuita a través de Internet, tanto en la web de TED como en YouTube (en 2016 superan los dos mil millones de visualizaciones en ambas plataformas), así como en NetFlix o i-Tunes. Y la organización ha crecido con franquicias TEDx que se realizan de forma independiente con pensadores locales por medio mundo.
TED puede continuar creciendo porque la imaginación y la inteligencia humanas también lo seguirán haciendo, y su forma de difundirlas se adaptará a las nuevas tecnologías como la realidad virtual. Anderson es optimista respecto a lo que nos espera: “El futuro no es un destino que ya está escrito y al que nos veremos empujados. Es una página en blanco que estamos escribiendo colectivamente”. Algunos, como él, se preocupan de que juntos hagamos buena letra.
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