“Durante
los próximos cuatro días solo estaremos nosotros y los árboles”. Este cartel,
en medio de un bosque en Mendocino, California (EE UU), delimita la frontera de
Camp Grounded, un campamento para adultos adictos a la tecnología. Nada más
llegar los participantes depositan sus móviles, tabletas y ordenadores en una
cabaña. Sólo se permiten cámaras analógicas o Polaroids. Para entretenerse
practican yoga, tiro con arco, hacen pan o participan en un taller de
escritura… con máquinas de escribir. Desde 2013 han celebrado 17 que atraen a
unas 300 personas por edición. Su lema: “Desconectar para reconectar”.
Tras
la aparición de los smart phones, en 2007, se acuñó el término phubbing (al
juntar phone y snubbing), ignorar a alguien por mirar el móvil. Otra palabra de
nuevo cuño es nomofobia, el miedo a estar sin el móvil. En promedio revisamos
el smartphone unas 150 veces al día. El 87% de los españoles lo tiene al lado
las 24 horas y un 80% confiesa que lo primero que hace al despertar es mirar el
teléfono, según el informe de la Sociedad de la Información en España de
Telefónica. “Los americanos ya han descrito un síndrome de abstinencia para el
móvil”, explica Sergi Vilardell, director terapéutico de la Clínica Cita. “La
reacción fisiológica del cuerpo de un adicto cuando no tiene el móvil es
similar a la de quien necesita droga o ir al casino: Nervios, taquicardia,
sudor”, añade Viladrell, quien considera que iniciativas como Camp Grounded
“sirven para descansar un poco, pero no resuelve el problema de fondo”.
“Si
tienes necesidad de subir una foto a Instagram, haz un dibujo. Si quieres
tuitear, compártelo con quienes están a tu alrededor”, son algunos de los
consejos que brinda Camp Grounded a los participantes que duermen en tiendas de
campaña o en cabañas separados por sexos, como en un campamento infantil. El
fundador de Camp Grounded, Levi Felix, era vicepresidente de una startup
californiana hasta que terminó en el hospital por extenuación. Se tomó un
sabático, sin portátiles ni móviles, para recorrer el mundo con su pareja.
Durante dos años y medio visitaron 15 países y montaron casas de huéspedes en
una isla de Camboya donde les quitaba el móvil a los visitantes. De vuelta a
California, montaron Digital Detox. Actualmente asisten unas 300 que pagan
entre 500 y 650 dólares.
España
está a la cabeza de la Unión Europea en número de smartphones (23 millones).
Solo el 24% de los españoles prefiere comunicarse en persona; el 35% opta por
la mensajería instantánea; y el 33,5% llama por teléfono. A pesar de ello, el
movimiento de desintoxicación digital ha encontrado poco eco. En Mallorca,
Melissa del Cerro y Miguel Lluis Mestre pusieron en marcha
desintoxicación-digital.com en 2014. “Hoy en día, cuando llega el fin de semana
o las vacaciones, muchos de nosotros seguimos hiperconectados. La
desintoxicación implica apagar unos días, recargar las pilas y hacer más
productiva la vuelta al mundo digital”, explican.
Dos
cadenas de hoteles españolas ofrecen packs de desintoxicación digital en los
que se deja el teléfono móvil bajo llave en recepción. En el Barceló Santi
Petri de Chiclana (Cádiz) proponen una estancia de 7 noches “El 90% culmina su
estancia sin revisar el móvil, pero un 10% no aguanta y termina pidiendo la
llave que resguarda sus gadgets”, explica María Casado, empleada del hotel.
Mientras que la cadena Vincci, tiene dos opciones de desintoxicación digital en
Marbella (tres noches, 359 euros) y Tenerife (120 euros por noche).
ANDRÉS AGUAYO, El País, 24 de junio de 2015
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