11.35h. Un día lectivo. A través del pequeño ventanal circular de la puerta del aula se podía contemplar la siguiente escena: unos quince o veinte alumnos están sentados en las filas traseras mientras la profesora imparte su docencia. Dos parejas de chicas charlan animadamente entre risitas; unos seis o siete alumnos, con el cuello inclinado hacia abajo, wasapean compulsivamente; otro estudiante se divierte con un videojuego de fútbol que tiene abierto en la pantalla de su portátil. Evasión en el aula. El tiempo de ocio se superpone al tiempo de formación sin solución de continuidad. El espacio académico es ahora, para algunos estudiantes universitarios, la prolongación del espacio de diversión. Las omnipresentes pantallas actúan como elementos de distracción. Parece que la predicción de Einstein ha terminado por cumplirse.
En la actualidad, si entra usted en una biblioteca universitaria, comprobará que aproximadamente la mitad de los estudiantes allí sentados están mirando la pantalla de su teléfono. Unos leen prensa deportiva, otros se entretienen con un juego online, algunos arrastran las actualizaciones de su facebook con el dedo, y la mayoría wasapea animadamente con amigos y familiares. La distracción es una tentación irresistible en estos tiempos en los que tanto cuesta mantener la concentración ante tanto estímulo exterior. ¿Salones recreativos 2.0? Muchos estudiantes se ven incapaces de desconectarse del mundo virtual y aplicarse a una tarea intelectual única. (Esta dificultad para la concentración también la observo en las salas de cine donde algunos espectadores ya no pueden mantener la atención para seguir una historia visual durante 90 minutos y chequean su móvil luminoso cada dos por tres.) cmg2016
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