Por NATALIA MARCOS
Qué mérito tienen los ministéricos. Los que están detrás de la
pantalla haciendo El Ministerio del Tiempo y los que están delante siguiendo la
serie a pesar de todo. Pero antes de lamentarnos, celebremos su regreso, que es
una gran noticia.
Y otra noticia todavía mejor: ha vuelto en muy buena forma. La
serie de TVE nunca ha dudado en tirarse a la piscina y salirse del camino
sencillo. Si hay que despedir a un personaje, se hace contando la Batalla de
Teruel en primera persona. Si se quiere hacer un homenaje a Hitchcock, se hace
una película de espías ex profeso. Y si incluyes como personaje al mítico
director, pues lo conviertes en el macguffin de tu historia en una divertida
vuelta de tuerca al elemento que él mismo acuñó, ese que en realidad solo sirve
para que la trama avance.
El Ministerio del Tiempo ha arrancado su tercera temporada
cambiando los guiños humorísticos (los hay, pero menos que en otros inicios)
por referencias cinéfilas. Y la cosa funciona tanto para quien sea capaz de
reconocerlas como para quien no lo haga. La dirección, el tono, el estilo... es
El Ministerio y es Hitchcock. Y una gozada para el espectador. Un gustazo muy
entretenido, por cierto. Que, al fin y al cabo, es a lo que hemos venido.
El reto que tiene ahora por delante no es sencillo. Sabe que
contará con esa importante base de fans cuyo entusiasmo no decae aunque pase el
tiempo, se vayan actores o caigan chuzos de punta. Pero la cadena pública ha
decidido estrenar los nuevos capítulos cuando el verano está casi encima y
tendrá un parón (que ya estaba previsto) en medio. Y, sobre todo, se ve
condenada a arrancar a una hora cercana a las 11 de la noche por la todavía
incomprensible presencia de Hora punta. Qué mérito el de aquellos que lo vemos
religiosamente en directo para poder participar de su visionado como un evento
televisivo compartiendo comentarios en redes sociales. Qué mérito el de los
ministéricos. El País, 2.6.17
No hay comentarios:
Publicar un comentario