Por CARLOS MARTÍN GAEBLER
La restauración de la democracia en España tras las elecciones generales de 1977 trajo consigo profundas transformaciones sociales. Las libertades reconquistadas se hicieron notar especialmente en el mundo artístico. Así, al comenzar la década de los 80, se iba a iniciar un auténtico renacimiento cultural que se extendería a lo largo y ancho de la geografía hispana, pero cuyo epicentro sería la ciudad de Madrid. Estaba naciendo lo que más tarde, y con el paso del tiempo, se conocería como la Movida madrileña. Artistas provenientes de diversas disciplinas coincidieron en el tiempo y en el espacio e hicieron de la capital del Reino una de las ciudades culturalmente más efervescentes de Europa.
Esta generación de creadores, que se caracterizó principalmente por un desenfadado espíritu hedonista y una actitud abiertamente contestataria, abarcó desde cineastas, rockeros y cantantes hasta pintores, fotógrafos y diseñadores. Sin quizás proponérselo conscientemente, estos jóvenes españoles iban a cambiar profundamente la imagen típica y tópica que España, aún por esas fechas, proyectaba hacia el exterior para sustituirla por la de una sociedad emergente, enormemente creativa e innovadora, y con mucho que aportar al patrimonio cultural de la Europa de finales del siglo XX.
La Movida estuvo protagonizada, entre otros, por cineastas como Pedro Almodóvar, cuyas películas Laberinto de pasiones o La ley del deseo retratan el espíritu hedonista de esos años; por grupos de pop-rock, como Radio Futura, Gabinete Caligari, Alaska y los Pegamoides, Los Secretos, Nacha Pop, los gallegos Golpes Bajos o el barcelonés Loquillo y los Trogloditas; por artistas plásticos, como Ceesepe, Oscar Mariné, o los gaditanos Costus; por fotógrafos, como Alberto García Alix, Ouka Leele o Miguel Trillo, quien plasmó las mejores instantáneas de los músicos de la Movida y de su público; por revistas, como La luna de Madrid; salas de conciertos como la mítica Rock-Ola; por ferias de arte contemporáneo, como la madrileña ARCO; o era difundida por programas de televisión, como el legendario La edad de oro de Paloma Chamorro en La 2, o de radio, como el Diario pop dirigido por Jesús Ordovás en Radio 3.
Todos estos creadores y escenarios produjeron una generación cultural equiparable en importancia a la Generación de 1927. Si ésta fue primordialmente un movimiento poético y literario, la Movida fue eminentemente audiovisual y mediática. Los medios de comunicación propagaron el espíritu de la Movida por todo el país hasta hacerlo extensivo a toda una generación de jóvenes españoles que accedieron a las libertades bailando a sus ritmos, cantando sus letras, leyendo sus textos, luciendo su moda y sus peinados, o identificándose con sus películas. Para mi generación, los ochenta fueron, lisa y llanamente, la alegría de vivir.
Hoy en día, y con la obligada perspectiva histórica, se puede afirmar que la Movida madrileña de los 80 y la Generación poética del 27 representan los momentos de mayor lucidez creativa del siglo XX español, y son la gran aportación de la modernidad española a la cultura occidental. cmg1998
Related sites/Sitios relacionados:
Related sites/Sitios relacionados:
8 comentarios:
¡Qué suerte tuvimos de ser jóvenes durante los ochenta!
Estuve en la Movida, sí. Todos estuvimos y la vimos pasar o la sentimos. Veíamos a gente con cresta, a gente con cazadoras negras, pelos de colores, ropas raras, tribus urbanas que retrataron Miguel Trillo, Pablo Pérez-Mínguez, Ouka Lele, o Alberto García-Alix. Estuvimos en los conciertos de Aviador Dro y fuimos a las fiestas del Palace o del Círculo de Bellas Artes. El país entero necesitaba una movida, un removerlo todo, un agitarlo para darle la vuelta a tanta grisura, a tanta tristeza, a tanto aburrimiento, a tanto de lo mismo durante tantos años de gobierno de ese señor que vino de Ferrol para jodernos a todos y que lo logró con creces. Por eso, cuando se fue, todo el país se hizo una fiesta y había una libertad nueva, una sexualidad nueva, nuevas modas, nuevos estilos en la pintura, en la música; había necesidad de hacer borrón y cuenta nueva, y vaya si se hizo. Nos movimos, bailamos, bebimos, se drogaron, viajamos, hicimos política y también hicimos cultura, hetero eso sí, porque la cultura gay no existía entonces reconocida como tal, aunque estaba bien presente en el cine de Eloy de la Iglesia, de Pedro Olea, en la pintura de Guillermo Pérez-Villalta o de Roberto González Fernández o de Ocaña y Nazario, o del outsider Rodrigo, el autor del comic Manuel, que dibujó un sueño de amor imposible. La Movida éramos todos.
No éramos una generación; éramos un movimiento artístico; no éramos un grupo con una ideología concreta. Éramos simplemente un puñado de gente que coincidió en uno de los momentos más explosivos del país.
El tiempo voló hasta 1986, cuando los músicos y cantantes que representaban esta época dorada alcanzaron el éxito comercial. En ese momento el cine de Pedro Almodóvar ya era un icono para la nueva cultura de España. Así que dejó de tener sentido como fenómeno y se convirtió en una marca común. Con un legado a sus espaldas incuestionable, la Movida fue pieza clave del cambio radical en la forma de ser de los españoles.
Cuando tocó a su fin, pocos grupos musicales o artistas han continuado desarrollando ese espíritu. E incluso, en los años 90, la Movida fue ignorada y rechazada por las nuevas generaciones. Pero la marea siempre vuelve, y a partir de los 2000, volvió a través de libros, documentales, reediciones y películas. A día de hoy es un momento de la historia muy seguido y admirado.
A principios de los años 80, un puñado de grupos sin complejo alguno comenzó a hacerse un hueco en el panorama musical madrileño. Mamá, Los Secretos, Nacha Pop, Pistones y Glutamato Ye-Ye, entre otros, hicieron las delicias de toda una generación. Su música aún perdura, y canciones como “La chica de ayer” de Antonio Vega, o “Déjame”, del malogrado Enrique Urquijo, son ya por derecho propio himnos inmortales de la música española. Todo este talento se congregaba en un puñado de locales bien definidos: Argüelles, y sobre todo Malasaña, le pusieron altavoz en garitos de la talla de La Vía Láctea, Penta o el mítico Rock Ola, cuyo lugar ocupa hoy un supermercado. El progreso necesita víctimas.
Sin el Rastro de Madrid, en el barrio de La Latina, quizás no hubiese existido nunca la Movida. El mercadillo municipal de los domingos —cuyo origen se remonta al siglo XVIII— fue su verdadero epicentro, el lugar en el que conocer a gente, adquirir discos y fanzines o enterarse de los conciertos que acogía la ciudad durante la semana.
Los años de la Movida fueron totalmente apolíticos y hedonistas: lo importante era la frivolidad y la diversión. También es cierto que nos llegó de pronto todo tipo de libertades y éramos gente muy joven, alguna increíblemente joven. Y no tenían fantasmas franquistas. Se trataba de hacer lo que quisieras, del modo más inmediato y, por supuesto, con la menor cantidad de dinero posible. Pepi, Luci, Bom la hice con un crowdfunding de gente que nos daba de 50 a 1.000 pesetas. Y conseguimos 300.000 pesetas.
Pero no había conciencia política porque no había fantasmas del pasado. Yo siento que fui un privilegiado por ser joven en un momento en que teníamos todo tipo de libertades ante nuestras narices, y las queríamos todas. Hubo muchos muertos en el camino, porque naturalmente aparecen las drogas y todo lo demás, pero formaba parte de esa libertad también. Yo me siento contento de haber vivido esa época y de haberla vivido así: haciendo todo lo que me apetecía hacer.
Se puede decir que la Movida fue creciendo alrededor de los Costus [pareja compuesta por los artistas gaditanos Juan Carrero y Enrique Naya] de una forma orgánica e imperceptible. Al estar allí junto a esos personajes y con ese ambiente, notabas que algo muy especial estaba pasando: te sentías parte de una historia única y diferente.
Pedro Almodóvar era uno de los habituales en la casa-convento de la calle Palma 14 [donde vivían los Costus]. Su creatividad era desbordante, y su primera película estaba a punto de nacer, pero no tenía suficientes fondos para alquilar un plató, así que le pidió a los Costus si podía rodar parte de la misma en su casa. En julio ya tenían todo preparado y montado, y comenzó el rodaje de Pepi, Luci y Bom... y otras chicas del montón.
Siempre digo que los adolescentes españoles de hoy deberían estudiar la Generación de la Movida como estudian la del 98 o la del 27.
Publicar un comentario