Por LUIS GARCÍA MONTERO
El País, 4 de julio de 2022
El orgullo que tomará las calles de Madrid el próximo sábado 9 de julio no tiene que ver con la prepotencia, sino con la reivindicación de que el bien común sólo es posible con el respeto a la diversidad.
La diferencia es un bien común. Lo que nos reúne para convivir no es la prepotencia sino la vulnerabilidad. Una conversación, un abrazo, un contrato social logran su mejor sentido cuando nacen de la conciencia de que necesitamos cuidar y ser cuidados. En estos días calurosos de verano, cuando el dios Marte ha subido los termómetros con su fuego y su virilidad, es una alegría llegar a casa, abrir las ventanas y dejar que el aire más compasivo del final de la tarde o de la noche entre en nosotros. Las calles de España también han abierto sus ventanas desde que se celebró el 28 de junio pasado el Día Internacional del Orgullo, una cumbre de libertad que culminará el próximo sábado en la manifestación convocada en Madrid.
Este orgullo tiene más que ver con la resistencia y la solidaridad que con la soberbia. Entre los objetos legados por Eduardo Mendicutti en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, está el original de su primera novela, Tatuaje. Nunca llegó a publicarse. Primero fue la censura franquista, pero después el propio Eduardo decidió no editarla. Comprobó que en sus páginas se había colado una homofobia interiorizada, una factura íntima de mala conciencia impuesta por la sociedad en la que había vivido. Vencer esa represión íntima resultó necesario para que brotasen la alegría, el humor, la libertad y el activismo colectivo que caracterizan la literatura de Eduardo Mendicutti desde Una mala noche la tiene cualquiera (1982).
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