Solo hay que salir a pasear por el campo o la playa para comprobar hasta qué punto llega el desdén de esa gente (de la mayoría de la gente, dejemos las cosas claras) que en su analfabetismo, su menosprecio o su mala leche medioambiental, arrasa con todo echando mano de todo tipo de excusa.
Por JOSE LUIS GALLEGO
eldiario.es, 12 de septiembre de 2020
Para ayudar al medio ambiente, mucho más importante que plantar árboles es plantar cultura: cultura ambiental, algo de lo que en este país adolecemos en masa.
Porque, aunque a muchos esto les pueda parecer provocativo, lo cierto es que, más que los desmanes de las empresas que siempre han entendido (y siguen entendiendo en muchos casos) el medio ambiente como un obstáculo a salvar y no como el deber a respetar; más que los políticos que por mezquindad, ineptitud y/o falta de compromiso han despreciado (y siguen despreciando en muchos casos) todo lo relacionado con la ecología; más que las instituciones, que a menudo se han puesto de perfil (y siguen poniéndose en muchos casos) cuando se trata de proteger y defender la naturaleza; más que todo eso en su conjunto, lo que ha causado y sigue causando más daño al medio ambiente en España es la barbarie ciudadana.
Solo hay que salir a pasear por el campo o la playa para comprobar hasta qué punto llega el desdén de esa gente (de la mayoría de la gente, dejemos las cosas claras) que en su analfabetismo, su menosprecio o su mala leche medioambiental, arrasa con todo echando mano de todo tipo de excusas.
A quienes defienden, por ejemplo, que quien tiene la culpa de que esa lata vacía esté tirada en mitad del bosque es el fabricante de la lata, yo les diría: y lo de las mascarillas que aparecen ahora tiradas por todas partes ¿la culpa es también del fabricante? Los miles de millones de colillas, bastoncillos y pajitas que hemos visto este verano en la arena de nuestras playas, o las compresas, los tampones y las toallitas que flotaban en la orilla ¿también es culpa de los fabricantes?
En el caso de las toallitas, ¿durante cuántos años vamos a seguir tirándolas por el váter "porque lo pone en el paquete"? Después de todas las campañas, todos los reportajes y todas las imágenes que corren por las redes sociale, ¿a quién no le ha quedado claro que LAS TOALLITAS NO VAN AL VÁTER NI AUNQUE LO DIGA MERCADONA?
No, amigos, quien tiene la culpa de todo ello, en primera y en última instancia, es la incultura ambiental que domina este país. Las decenas de millones de españoles que no les importa un bledo lo que le pase al planeta, que no tienen la mínima idea ni el mínimo interés en saber de qué va lo de la emergencia climática ni mucho menos qué demonios es eso de la biodiversidad. Y no quieren saberlo porque así, parapetados en esa ignorancia, la vida es más cómoda y pueden seguir actuando contra el medio ambiente sin sentir el más mínimo remordimiento.
Aunque lo peor de todo es que esa incultura ambiental tan arraigada en nuestra sociedad no solo es tolerada sino celebrada por los dirigentes políticos, los empresarios y los responsables de los medios de comunicación, que no hacen nada para evitarlo. Porque de ese modo, sin una masa social ecológicamente cultivada y comprometida con la acción climática y el cuidado de la naturaleza, no tienen que rendir cuentas sobre las escasas medidas legislativas, la poca responsabilidad empresarial o la falta de información relacionada con la protección del medio ambiente que nos llega a los ciudadanos.
Pero, a pesar de todo ello, muchos seguiremos intentándolo. Porque como decía Saramago “llega un punto en el que solo nos queda la esperanza, y entonces descubrimos que lo tenemos todo”. Y la esperanza del medio ambiente y la naturaleza en este país está en las nuevas generaciones.
En esos jóvenes que, como los de Juventud por el clima (@JuventudXClima), han decidido rebelarse contra la incultura ambiental y exigir a nuestros gobernantes, a las empresas y las instituciones, y a los medios de comunicación que demuestren más compromiso con el planeta y más interés por el medio ambiente y contribuyan a sacar a España del atraso ecológico que sufre. Un retraso que mantiene a nuestra sociedad adormecida e indolente frente a amenazas tan graves como la crisis climática.
Y, por supuesto, la esperanza reside también en la gente buena, la buena gente que, de toda edad y condición social (incluidos políticos y empresarios) se interesa cada vez más por estos asuntos y que, como el lector (si ha llegado hasta aquí está claro que somos de los nuestros), está dispuesta a adquirir y compartir conocimiento sobre el deterioro del medio ambiente y qué hay que hacer para evitarlo. Después de todo, eso mismo, adquirir y transmitir cultura, es lo que nos hizo humanos, y eso es que logrará rescatar a la humanidad de la debacle ecológica hacia la que nos está llevando a empujones la incultura ambiental.
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