04 julio 2025

Lo que nos jugamos

Por Nicolás Sartorius 

elDiario.es, 3 de julio de 2025

No es fácil en los tumultuosos y oscurecidos tiempos que corren discernir lo que, en realidad, está en juego. El caos, el ruido y la furia se han convertido en el hábitat omnipresente que todo lo abarca, lo engulle y lo acaba expulsando, como el mar los detritus, hacia las aturdidas mentes del personal sufridor. No es nada sencillo que la realidad real o la verdad verdadera se abran camino ante tanta manipulación, ante el imperio de lo virtual, de la falsificación o, sencillamente, de la mentira. El mundo está inmerso en peligrosas guerras de momento locales en Ucrania, en Oriente Medio –el genocidio de Netanyahu en Gaza, la guerra contra Irán–, todo ello apoyado por los EEUU de Trump y aquí, por lo visto, lo que más interesa es hablar de Koldo, de Ábalos y de Cerdán.

¿Es que alguien se cree que la potencia americana, con el concurso de Europa, no podría acabar con estos conflictos si de verdad se lo propusiesen? ¿Por qué Netanyahu, al frente de un país de diez millones de habitantes, se permite cometer los crímenes de Gaza, bombardear Teherán y lo que se ponga por delante –sin una sola sanción–, si no es porque cuenta con el apoyo incondicional de Trump y de la pasividad de buena parte de los países europeos, que mientras han impuesto, con razón, multitud de sanciones a la Rusia de Putin, aquí están agarrotados por extraños complejos del pasado o intereses del presente?

Y ahora vienen el preboste de la OTAN y su fiel escudero Mark Rutte a ordenar que tenemos que gastar la estrambótica cifra del 5% del PIB –más de 80 mil millones de dólares en cifras de 2024–, lo que supondría un golpe durísimo a nuestros derechos sociales en sanidad, educación, etc. Un diktat o ukase escandaloso e inútil al que se ha opuesto, únicamente, ese presidente español al que hay que abatir por todos los medios. Sabemos lo que sucedería si gobernasen las derechas: pues que aceptarían sin rechistar como han hecho siempre ante los requerimientos del “amigo americano”.

Desde luego no es suficiente para mover voluntades con exclamar “que viene la ultraderecha”, sin embargo, lo que irrumpe no es sólo eso, sino la ola más reaccionaria, antisocial, antieuropea y antidemocrática desde la IIª Guerra Mundial. Con un presidente de los EEUU a la cabeza de la contrarreforma, atrabiliario e imprevisible; una Unión Europea en la que solo tres países tienen gobiernos progresistas, donde en grandes naciones como Alemania, Francia e Italia la derecha radical es la segunda fuerza o gobiernan partidos euro incrédulos o descreídos. En una palabra, lo que está en juego es la democracia social –el modelo europeo–, la propia integración de la UE, los derechos civiles de las minorías, aparte de la fumigación de los emigrantes. En el fondo un sistema más parecido al de Trump que al que conocemos los europeos.

¿Por qué creen ustedes que existe esa ansia, avidez o impaciencia por acabar como sea con este Gobierno y el odio enfermizo que suscita su presidente? Pues porque España es el único país relevante que cuenta con un ejecutivo de coalición de izquierda, que ha aliviado algo las faltriqueras de los pudientes –lo que llaman “el infierno fiscal”–; ha normalizado totalmente la situación en Cataluña con una amnistía plenamente constitucional, como defendí en el origen de los tiempos; se han producido avances en derechos sociales y civiles, la economía es la que mejor funciona de Europa y la política exterior es, por lo menos, la más decente de las que circulan, al reconocer, este Gobierno, al Estado palestino, oponerse al atraco del 5% del PIB en armas, aumentar la ayuda al desarrollo o avanzar en el tema de Gibraltar. Todo ello sostenido por una mayoría parlamentaria en la que hay, por lo visto, “comunistas”, “separatistas” y “terroristas”. Algo realmente insoportable para los poderes tradicionales y sus corifeos mediáticos, que se han dedicado toda su vida a esquilmar al personal sufridor.

Claro que el asunto Cerdán, Ábalos, Koldo puede ser aberrante y exige que se tomen medidas rápidas y contundentes de naturaleza orgánica y política, con el fin de acabar de una vez con el cáncer de la corrupción. Y claro es que si informaciones fehacientes involucrasen a la presidencia o a la financiación ilegal del partido socialista la situación se haría, prácticamente, insostenible. Pero, en todo caso, un gobierno democrático no puede caer, de ninguna manera, por informes de la Guardia Civil o de cualquier policía. Aceptar esto sería terriblemente peligroso, pues hay que recordar que la costalada del Gobierno de Rajoy, que estaba de corrupción hasta las cejas, se debió a una sentencia de la Audiencia Nacional y no a informes policiales. En el caso actual se pretende que salte todo por los aires, la presunción de inocencia y lo que haga falta. Y estas agónicas ansias por fulminar a Sánchez tienen varias causas: la cercanía de juicios durísimos contra el PP por los manejos de la llamada “policía patriótica” y otras trapacerías; porque piensan que de celebrarse de inmediato elecciones arrasarían, mientras que dentro de dos años ya veríamos y, tercero, porque, tal y como va de bien la economía y las posibilidades muy reales de llegar al pleno empleo, es una pera en dulce lo que esta izquierda de nuestros pecados les dejaríamos en herencia.

Así que en el caso de España nos jugamos que regrese la tensión en Cataluña, con una derecha que no entiende, ni ha entendido nunca, la naturaleza plural de nuestro Estado, con presidentas de CCAA que se ausentan cuando alguien se expresa en catalán o vasco, idiomas que hablan millones de españoles en diferentes nacionalidades.

Nos jugamos el creciente deterioro de los servicios públicos fundamentales como la sanidad, la educación, las universidades o la ciencia, con el aumento desaforado de las privatizaciones, como ya está sucediendo en las CCAA que gobierna la derecha. No olvidemos que el eje central del programa de las derechas es bajar impuestos, es decir, deteriorar el Estado de bienestar y acrecentar el de malestar de la mayoría. Con una advertencia: toda política ultraliberal de recortes sociales sólo es factible imponiendo formas de represión. La presidenta de la CCAA de Madrid ya lo ha advertido ante las movilizaciones en la Universidad. Tomemos nota de lo que está sucediendo en EEUU, Argentina, Hungría, etc.

Nos jugamos el que no se practique una política razonable con la emigración, que es una de las bases de nuestra prosperidad y de una convivencia humana digna, a diferencia de lo que se hace en Italia, Hungría o incluso Gran Bretaña.

Nos jugamos que se regrese a actitudes y decisiones restrictivas en materia de derechos civiles como el aborto, la eutanasia y todo lo que hace referencia a los movimientos LGTBIQ.

Nos jugamos el que se haga inviable la reducción de la jornada laboral, pues las derechas están en contra, como se ha visto en el Parlamento, en el tema de las 37,5 horas. Proponen sustituir dicha rebaja, deseada por la generalidad de la ciudadanía, por una mayor “flexibilidad”, es decir, por la realización de millones de horas extras no pagadas. En este sentido, nos jugamos que se recorten derechos sindicales, reduciendo la representación de los trabajadores en los comités de empresa y en el diálogo social, como ya sucedió en CCAA gobernadas por el PP/VOX.

En una palabra, nos jugamos la democracia social, con libertades y derechos, el modelo europeo que los Trump y Putin, desde fuera, y sus socios desde dentro quieren laminar a toda costa.

Nos jugamos a que regresemos a la pérdida de la Memoria Democrática, que nos ha costado tanto ir recobrando, pues lo primero que harán las derechas, como ya están haciendo donde pueden, es derogar la ley homónima, base de una cultura democrática digna.

Nos jugamos el retroceso a la jungla del pelotazo urbanístico del pasado ante la concepción propia de las derechas en el sentido de que la vivienda es un negocio goloso y no una necesidad vital del ser humano.

Nos jugamos que la justicia siga en manos de jueces y magistrados que se concentran y hacen huelga, sin cobertura legal, cuando las leyes del Parlamento no les gustan.

Nos jugamos la reculada a los tiempos de una especie de nacional-catolicismo, ante la insólita imagen de que una parte preponderante de la jerarquía de la Iglesia católica proponga la celebración inmediata de elecciones generales con el fin de terminar con el actual gobierno democrático, al que quedan dos años de la actual legislatura.

No olvidemos, por favor, todo lo que nos jugamos, porque si nos despistamos o nos lían, si no nos organizamos y movilizamos, nos arrepentiremos… pero ya será tarde.

“La puta cámara grabando el concierto todo el puto rato”

Bunbury para un concierto por el uso del móvil de un fan: “La puta cámara grabando todo el puto rato.”

El cantante Bunbury ha estallado, y no es la primera vez que pasa. En un concierto en Quito, capital de Ecuador, esta semana, el artista zaragozano detuvo su actuación porque un fan en primera fila no dejaba de grabar y le distraía. “Todo el puto concierto con la puta cámara grabando el puto concierto”, se quejó enfadado. “Si estás aquí en primera fila, seguro que hay mucha gente a la que le gustaría estar ahí, disfrutando, conectando y participando del concierto, cantando las canciones, utilizando las manos para algo más que tener un puto apéndice tecnológico”, le espetó.

Tratando de recomponerse y de dirigirse al resto del público, Bunbury dijo entender “la locura a la que estamos llegando con esto” –en referencia al uso del móvil–, pero pidió al público mantenerse presente para no estropear la concentración y el momento.Ustedes dejan de participar por el hecho de tener un teléfono y ustedes incomodan y hacen que el concierto sea peor”, dijo Bunbury, mientras la gente le dedicaba aplausos y pitos, casi a partes iguales.

De verdad siento que hayamos tenido que parar la canción, pero es una canción en la que tenemos que estar concentrados y tenemos que estar metidos, y a mí me ha quitado completamente la concentración”, prosiguió el cantante de Héroes del silencio. Acto seguido se descolgó la guitarra del cuello y paró.

Un esperado regreso tras un parón que se creía definitivo

La vuelta de Bunbury a los escenarios ya estaba siendo muy mediática de por sí, teniendo en cuenta que en febrero de 2022 el músico anunció que dejaría de dar conciertos por problemas respiratorios y de garganta, y unos meses después canceló toda su gira por Estados Unidos y España. Tuvo que pasar un año, hasta mayo de 2023, para que Bunbury cambiara de idea y anunciara que volvería a tocar en directo. Ya a finales de 2024, el artista maño desveló que estaba preparando una gira por España para septiembre de 2025. Bunbury actuará con los músicos de su antigua banda El Huracán Ambulante, los mismos con los que está haciendo ahora su gira por Latinoamérica.

Los gays y los homosexuales

Por CARLOS MARTÍN GAEBLER

¿Son los términos “gay” y “homosexual” realmente sinónimos? Todos los gays son homosexuales, pero no todos los homosexuales pueden también definirse como gays. La homosexual es simplemente una orientación sexual, lo gay es un hecho cultural, es decir, la opción de vivir, en libertad y sin miedo, una sexualidad no mayoritaria. El homosexual nace, mientras que el gay se hace. O, dicho en términos más coloquiales, la tendencia homosexual viene de serie, pero ser gay hay que currárselo.

El hombre homosexual se conforma con vivir su sexualidad con mucha discreción (palabra predominante en su vocabulario), sin que “se le note”, y conservando el status quo de su invisibilidad (suele confundir la visibilidad con “ir predicándolo a los cuatro vientos”); por contra, el hombre gay reivindica su derecho a mostrarse tal como es, a visibilizarse, y a no reprimir, por ejemplo, sus muestras de afecto hacia su pareja o sus amigos en público. Si al homosexual le preocupa que le puedan percibir como tal (por la vergüenza que le produce su propia homofobia interiorizada), al gay no le importa. El hombre gay, por tanto, ha debido recorrer un duro camino para aprender a convivir con la homofobia circundante de miradas, insultos y agresiones, y es feliz actuando con naturalidad y sintiéndose libre. (Conviene señalar que precisamente el vocablo “gay” significaba originariamente en inglés y en el antiguo provenzal “alegre/feliz”.)

Aquí reside la motivación del denominado orgullo gay: lo que los gays celebramos cada 28 de junio en todo el mundo no es el ser gays, sino el haber conquistado la libertad para poder serlo, y este importante matiz parecen ignorarlo quienes se preguntan por qué no celebrar también un día del orgullo heterosexual o del macho ibérico. El orgullo gay es totalmente ajeno a muchos hombres, que son simplemente homosexuales y prefieren permanecer semiarmarizados (o armarizados del todo y con doble vida) pues no se sienten identificados con esta celebración, ya que sencillamente no han hecho nada de lo que sentirse orgullosos, y uno sólo puede sentirse orgulloso de aquello de lo que es responsable. Se podría decir que solo están orgullosos de su propia ignorancia. Pero los festejos callejeros del orgullo gay no surgen, en ningún caso, por un afán exhibicionista, sino que pretenden ser una celebración de la diversidad afectivo-sexual. Hacemos de la reivindicación una fiesta, y de la fiesta una reivindicación. Como dijo Ruth Toledano en cierta ocasión, el Orgullo es una manifiesta.

Aunque para algunos hablantes parezcan sinónimos, estos adjetivos son semánticamente diferentes, además de que uno incluya al otro, como señalé al inicio de esta reflexión filológica. Varios prototipos de la ficción contemporánea ilustran la diferencia. Brokeback Mountain es, en puridad, una oscura historia de amor homosexual: Ennis del Mar y Jack Twist, vaqueros de la América profunda de los años 60, personifican a unos homosexuales atormentados por su diferencia biológica. Sin embargo, en la ficción televisiva Física o química, el personaje de Fer vive con naturalidad, y a la vista de todos, una historia de amor y desamor gay con su novio David en los pasillos de su instituto de bachillerato.

Cuarenta años “distancian” a unos personajes de otros, cuarenta años desde que una noche de junio de 1969, en el bar Stonewall de Nueva York, un grupo de “locazas” con muchos redaños dejaran de poner la otra mejilla y comenzara así la liberación gay para generaciones posteriores de hombres y mujeres homosexuales, un hito histórico magníficamente retratado en la película Stonewall. Siglos de vergüenza necesitan ser contrarrestados con años de visibilidad. ¿Puede alguien a estas alturas poner en duda que ese momento fundacional no sea motivo de orgullo y celebración? cmg2009