12 noviembre 2025

Por qué la cocaína favorece la violencia sexual

Por GUILLERMO LAHERA

El País, 8 de noviembre de 2024

La cocaína desata los instintos primarios, de la mano de la verborrea, la grandiosidad y el deseo de dominancia. Prevenir su consumo reduciría la exposición a experiencias traumáticas que son un factor de riesgo de graves trastornos mentales.


Es un clásico de las guardias hospitalarias de fin de semana: el paciente es llevado de madrugada por sus compañeros de farra, algunos asustados y otros infantilmente risueños. El chico presenta unas pupilas como dos agujeros negros, está sudoroso, taquicárdico y no para de moverse. Conductualmente, se muestra retador, desafiante, buscando pelea. En un momento dado, ante una mínima frustración —una leve espera en ser atendido, una petición de análisis de tóxicos en orina, por ejemplo—, eleva el tono de voz, insulta, denigra a todos los presentes y pega una brutal patada a un monitor de constantes vitales. Ni sabe su coste, ni le importa. Se le acerca algún enfermero para calmarle y entra en escalada, a veces haciéndose el ofendido: “¡Que no me toques!”, repite. Uno que recuerdo se fijó en la joven residente que me acompañaba y le dedicó varios comentarios soeces y machistas. A mí me dijo: “Te voy a arrancar la cabeza”.


Estas escenas nocturnas no son agradables y requieren del personal sanitario mucha paciencia, dedicación y templanza de espíritu. Pero lo más chocante es visitar al enfermo a la mañana siguiente y encontrar a un desvalido corderito. Envuelto en sábanas, aturdido por haber dormido poco, sollozante y arrepentido.


La cocaína es, de lejos, el psicoestimulante ilegal más usado en el mundo, con aproximadamente 23 millones de consumidores, cifra que va ascendiendo. Esta sustancia dispara en el cerebro las concentraciones extracelulares de dopamina, noradrenalina y serotonina, actuando especialmente sobre las vías de la recompensa. Por eso, inicialmente, produce aumento de la energía, las emociones positivas y la confianza. Es altamente adictiva y puede tener graves consecuencias médicas, psicosociales y psiquiátricas. Nada menos que la mitad de los consumidores desarrolla síntomas psicóticos a lo largo de su vida, incluyendo reacciones paranoides, delirios o aterradoras alucinaciones visuales o táctiles.


Se asocia también a crisis de pánico, depresión y desregulación emocional. Pero otro efecto de la cocaína es especialmente relevante para la convivencia y la salud de las víctimas: se asocia robustamente a irritabilidad, agresividad, conductas de dominación y delitos. En estado de intoxicación se desatan los instintos primarios, de la mano de la verborrea, la grandiosidad y el deseo de dominancia, y se pueden aplicar ferozmente contra la persona que está más cerca.


La violencia en el ámbito doméstico es aterradoramente frecuente: una de cada cinco mujeres estadounidenses la ha sufrido. Y algunos estudios indican que el 92% de los hombres que agredieron a su pareja femenina había consumido sustancias el día de la agresión, de los cuales el 67% había consumido la explosiva mezcla de cocaína y alcohol. Una deriva son las agresiones facilitadas por drogas administradas a la víctima, normalmente altas cantidades de alcohol.


En un estudio español entre 1.600 mujeres jóvenes, la mitad reportó haber sido víctimas de actos, comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, que van desde el acoso verbal hasta la penetración forzada, con sustancias tóxicas de por medio. El riesgo aumenta en mujeres extranjeras, de bajo nivel educativo y no heterosexuales. La foto del estudio nos muestra que el consumo de alcohol en la víctima y de alcohol y cocaína en el agresor suponen un caldo de cultivo propicio para la violencia sexual. Por supuesto, no se trata exclusivamente de un efecto químico. Los contextos asociados al tráfico de drogas, la pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades aumentan la probabilidad de violencia. Piensen en el estremecedor cóctel de cocaína y prostitución, donde las mujeres son consideradas objetos sexuales y donde la violencia contra ellas está normalizada.


El uso de alcohol, cannabis y cocaína está dramáticamente arraigado en nuestra sociedad. Alguien me tiene que dar muchos argumentos para aceptar que tolerar o fomentar las drogas es de izquierdas: arruina la vida de los más vulnerables. En los años ochenta el viejo profesor Tierno Galván —admirable, por lo que dicen, en todo lo demás— alentó a las masas con su “el que no esté colocado, que se coloque”. La devastadora epidemia de heroína y delincuencia ya había estallado en los barrios populares, para desgracia de las sufridoras madres. El boom de la cocaína iba a seguir a continuación, con el ilusorio marchamo de droga de ganadores, y porque generaba esa hiperactivación tan propicia para el ritmo frenético de nuestros días. Con el cannabis, aún tenemos partidos políticos que minimizan sus daños, contra la evidencia científica disponible, y es consumido por el 28% de los adolescentes españoles; todos ellos, con cerebros en desarrollo. Socialmente, tomar sustancias tóxicas parece un signo de ser enrollado, saber divertirse y sentirse parte de un grupo.

El discurso antidrogas, en cambio, suena puritano, retrógrado y punitivo. Pues que siga la fiesta, ¿no? Depende de lo que nos importen, por ejemplo, los problemas de salud mental, el fenómeno de la violencia machista o el maltrato infantil, en los que el alcohol y la cocaína parecen ser relevantes. Prevenir el consumo de estas sustancias reduciría la exposición a experiencias traumáticas, que son un factor de riesgo de desarrollar graves trastornos mentales. Si como sociedad apostamos realmente por la prevención, uno de los objetivos tiene que ser tratar de revertir esta distorsionada percepción social de las drogas, informar abiertamente a los ciudadanos sobre sus efectos neurobiológicos o las consecuencias a largo plazo de su consumo y ofrecer tratamiento y ayuda a las personas adictas.

02 noviembre 2025

Cómo la actual etapa asexual de Hollywood puede afectar nuestras fantasías eróticas

La caída de las escenas subidas de tono en el cine y las series puede dejar a las audiencias sin modelos eróticos de comportamiento. Entre las causas, el fácil acceso a la pornografía y el encarecimiento de los rodajes con la figura del coordinador de intimidad.

Por Rita Abundancia

El País,  28 de ocubre de 2025

La historia de Hollywood ha tenido todo tipo de relaciones y comportamientos en torno al sexo. La industria ha sido pudorosa, aventurera, picante, seductora, pacata, obsesiva, romántica, juguetona. Generaciones y generaciones de espectadores crecieron viendo esas escenas, más o menos explícitas, y es casi seguro que en algún momento de sus vidas adoptaron algunas de las actitudes erótico-sexuales que la gran pantalla proponía. Durante mucho tiempo, y antes de que la pornografía se popularizara, el cine era la única ventana de fácil acceso que se abría al mundo de la intimidad entre dos o más personas.

Es muy probable que el ya mítico beso en el coche, cuando una pareja que empieza a conocerse se separa tras pasar una velada juntos, y que da el pistoletazo de salida a una posible relación, se lo debamos a los guionistas y no a nuestra iniciativa en materia de seducción. Porque durante mucho tiempo, el cine sirvió para copiar modelos de comportamiento (también en el terreno erótico y sentimental), o para fantasear con las actrices y actores de Hollywood, que parecían haber sido fabricados con un control de calidad mucho más exigente que el del resto de la población.

Últimamente, sin embargo, el cine parece abrazar la asexualidad. Las escenas subidas de tono, herederas de los prometedores dos rombos de antaño, han desaparecido de los guiones bajo la nueva filosofía de que el sexo ya no vende; y los que ahora van al cine están más interesados en la acción, los efectos especiales, el gore o los superhéroes.

Un estudio realizado en 2024 para The Economist por Stephen Follows, productor audiovisual, analista y consultor de la industria cinematográfica, revela que el sexo y las escenas con desnudos han descendido notoriamente en la industria audiovisual. En concreto, hasta un 40% desde el inicio de siglo. El trabajo añade, además, que las películas que no contienen ningún tipo de desnudo o escena sexual han pasado a ser el 50%, en comparación con el 20% que había en el año 2000. Y recalca que en las cintas de acción o thrillers este porcentaje sube hasta el 70%.

Atrás ha quedado esa fe ciega que Hollywood tenía en ese erotismo para todos los públicos, en esas películas escándalo, tan propias de los ochenta y noventa, en las que la gente iba a contemplar el prometedor striptease de Kim Basinger en Nueve semanas y media (1986) o comprobar si, efectivamente, se le veía algo a Sharon Stone cuando cruzaba las piernas en Instinto básico (1992). Escenas que, generalmente, quedaban en un coitus interruptus, pero que servían para publicitar el filme a bombo y platillo y atraer a la audiencia.

“En Hollywood hay un antes y un después del movimiento Me Too”, cuenta Juan Luis Sánchez, periodista, escritor y crítico de cine en DeCine21.com, “porque concienció a la gente de cómo la industria se aprovechaba de las mujeres, de la profusión de desnudos femeninos (que no de masculinos) y del papel de muchos productores, que abusaban de las actrices, y no solo Weinstein. Y como consecuencia de este escándalo surgió la figura del coordinador de intimidad, un profesional que debe estar presente durante el rodaje de escenas tórridas para que todo se haga de manera correcta y con consentimiento. Todo esto encareció mucho las escenas de sexo, porque se tardan más en rodar". A lo que Sánchez añade: “Sin contar también con que los actores piden más garantías y cláusulas a la hora de filmarlas. Si a esto le sumamos el hecho de que el ansia por ver sexo puede ser saciada de inmediato con la pornografía, entenderemos por qué el cine comercial se ha vuelto tan casto”.

Sin sexo en el cine, en las series y en la literatura

En un primer momento, la sexualidad, al no verse ya bienvenida en la gran pantalla, emigró a las series, que se llenaron de momentos libidinosos y explícitos. Como apunta Sánchez, “la productora HBO se caracterizó por cargar las tintas en este asunto. Estaba Juego de tronos, que en sus primeras temporadas abusaba de las escenas de cama, aunque estas se fueron suprimiendo con el paso del tiempo. En Los Soprano había siempre que meter el local de striptease, aunque fuera con calzador, para que saliera una mujer desnuda. Sin embargo, ese destape también llegó a su fin en la mayoría de las series. Actualmente, Euphoria, de temática adolescente, y The Boys y Gen V, en torno a los superhéroes, son las series que contienen más escenas sexuales, pero es un tipo de sexo más marginal, con orgías y brutalidades”, aclara el crítico de cine.

Y, si en el universo audiovisual se echa de menos algo de lujuria y romanticismo, en el de las letras ocurre algo parecido, aunque 50 sombras de Grey haya logrado excitar las libidos más pedestres y sin muchas exigencias literarias.

Pedro Antonio Curto es periodista y escritor. También de novela erótica. Con Los amantes del hotel Tirana (Ediciones Irreverentes) ganó el IV Premio Ciudad Ducal de Loeches, y Los viajes de Eros y El tango de la ciudad herida son dos de sus obras eróticas que figuran en las mejores antologías de este género. “La pornografía se ha comido al erotismo en el cine y también en la literatura”, apunta. “El porno está asociado a la imagen, mientras el erotismo está más ligado a profundizar, a provocar sensaciones. Es algo más sutil que se está perdiendo. La sensualidad en el cine ha contribuido a crear el imaginario erótico, nos ha ayudado a fabricar nuestras fantasías, porque la imagen es siempre muy potente. Pero no debe ser demasiado explícita porque debe dejar su lugar para que la imaginación trabaje”, sentencia el también ganador de diversos premios literarios, entre ellos el Premio Internacional de Periodismo Miguel Hernández.

Curto reconoce que el cine le ha influenciado mucho en su labor de escritor erótico. “Recuerdo películas que me han marcado, como El imperio de los sentidos (1976) o El amante (1992); pero la literatura erótica es, a día de hoy, algo muy marginal. Ya no hay grandes colecciones de este género. Quizás ahora tiene más tirón el cómic erótico, pero porque es más visual y se acerca al porno”.

¿Ha cambiado la idea de lo que es erótico?

Los sexólogos suelen recomendar libros y películas eróticas a sus pacientes, por eso deben recurrir a ediciones como La Sonrisa Vertical o a cintas de veinte años atrás. “Lo que resulta más complicado aprender en sexualidad no son las prácticas sexuales, sino la parte erótico-sentimental, porque el erotismo es algo que tiene que ver con la intencionalidad de provocar excitación en el otro. Es algo sutil y creativo, donde el tiempo es determinante, porque no es cuestión de ir directamente al acto sexual sino recrearse en todo lo que hay alrededor, por eso se habla también de juego”, explica Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga clínica y terapeuta del Centro Máxima, en Barcelona. “Este aprendizaje lo hacemos sobre todo a través de modelos, de conductas que vemos en otras personas, o en artes, como el cine o la literatura”, sostiene quien además es directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y miembro de la Academia Internacional de Sexología Médica.

“Sin embargo, últimamente, el erotismo está cada vez menos presente en la sociedad, y parte del trabajo del cine es reflejar lo que está ocurriendo en el momento actual”, continúa Molero, también presidenta de honor de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). “Los jóvenes tienen menos relaciones sexuales que sus padres o abuelos, y no solo con otras personas sino consigo mismos. Les cuesta conectar, comunicarse, fantasear. Claro que también cabe preguntarse si el concepto de lo que es erótico ha cambiado. Tal vez lo que a nosotros nos parecía erótico cincuenta años atrás ya no lo sea para las nuevas generaciones, que lo encuentran en los bailes latinos (bachata o kizomba) o en el sexting. Lo que es seguro es que sin la dimensión erótica nos estamos perdiendo algo muy importante, yo diría que la esencia del placer”.

Mientras el deseo, empachado de fast food e imágenes explícitas, anhela bocados más gourmets, Juan Luís Sánchez responde sobre si la erótica volverá a la gran pantalla: “Seguramente. El wokismo está en franca recesión y cuando desaparezca volverá una nueva época de sexo, de imágenes libidinosas, no solo para un pequeño porcentaje de la población, sino para la gran mayoría”.

29 octubre 2025

Lagun mina (Amigo íntimo)_cortometraje

Ekaitz y Román se conocen en un albergue durante unas vacaciones, y se prometen amistad para toda la vida. Pero algo falla. O su vida es demasiado larga, o su promesa excesivamente débil. Ahora tendrán que asumirlo. 

Cortometraje dirigido por Jose Mari Goenaga, escrito por Aitor Arregi y producido por Moriarti Produkzioak y Pressure Filmak. Protagonizado por Eriz Alberdi y Diego Santos. Obtuvo el Premio al Mejor Actor en el Festival de Cortos de Paracuellos del Jarama, ex aequo para ambos protagonistas del corto. (Versión internacional en euskera y castellano con subtítulos en inglés.) 13 min. 

Por una Dehesa de Tablada verde y pública




La Mesa Ciudadana por Tablada, plataforma que agrupa a más de 40 entidades
cívicas, vecinales, ecologistas, culturales y sociales de Sevilla (ver Anexo II),
presenta el documento Tablada 2030. Nuestro objetivo fundamental e
irrenunciable es la recuperación de la Dehesa de Tablada como propiedad
pública, su preservación como un gran espacio verde prestador de servicios
ecosistémicos, destinado a la conservación del medio y al disfrute de la
ciudadanía.

La Dehesa de Tablada, con sus aproximadamente 360 hectáreas de llanura
aluvial junto al río Guadalquivir, representa un valioso tesoro para Sevilla y su
área metropolitana. El devenir histórico ha dado lugar a la afortunada
singularidad de que junto a una gran ciudad como de Sevilla, y en el centro de
un área metropolitana intensamente urbanizada, haya llegado hasta nuestros
días un enorme territorio libre contiguo al cauce histórico del río Guadalquivir.
Es una enorme oportunidad ambiental y social, en un contexto de emergencia
climática y creciente necesidad de espacios naturales accesibles. Tablada
emerge como un enclave estratégico para mejorar la calidad de vida y la salud,
proteger la biodiversidad y fortalecer la identidad cultural y paisajística de
nuestro territorio.

Este documento-propuesta Tablada 2030 se dirige públicamente a las
Administraciones competentes – Estado, Junta de Andalucía, Diputación
Provincial de Sevilla y Ayuntamiento de Sevilla – con una doble finalidad:
• Exponer de manera argumentada tanto a la ciudadanía como a las
autoridades responsables los incalculables valores históricos,
ambientales y sociales que atesora la Dehesa de Tablada, así como la
trayectoria de lucha ciudadana e intentos previos por asegurar su
protección y uso público.

• Proponer una hoja de ruta clara y viable para la adquisición pública de
los terrenos y la creación de un gran parque metropolitano, gestionado
a través de un Consorcio Público que garantice su conservación,
disfrute y legado para las futuras generaciones.

Creemos firmemente que la colaboración interadministrativa y la implicación
y participación de la ciudadanía son la clave para convertir el anhelo de una
"Tablada Verde y Pública" en una realidad tangible antes del final de esta
década. Este documento es una invitación al diálogo, al compromiso y a la
acción conjunta por un futuro más sostenible y saludable para Sevilla.

La presente propuesta ha sido aprobada en la asamblea de la Mesa Ciudadana
por Tablada celebrada el día 16 de Julio de 2025 en Sevilla.



24 octubre 2025

Ander

 


Un buen ejemplo de la diversidad lingüística del cine hecho en España es Ander. Hondura humana, ternura y mucha dignidad en esta cinta vasca (parcialmente bilingüe) de 2009, que recuerda a la británica God's Own Country (filme que permitió el lucimiento actoral de Josh O'Connor). ¡Cuán rico y diverso es nuestro cine en todas nuestras lenguas! Remasterizada por el décimo aniversario de su estreno, fue dirigida, escrita e imaginada por Roberto Castón, quien remata esta historia múltiple con un desenlace que es un alarde imaginativo. El actor Josean Bengoetxea nos regala una interpretación monumental. Las dos horas de metraje están plenamente justificadas. No se pierdan este clásico imprescindible de nuestro cine (premiado en su día en la Berlinale), una ficción memorable sobre un amor entre iguales entre montañas de ensueño. Disponible en Filmin. cmg2025



Se llama Festival DE CINE EUROPEO de Sevilla

Por CARLOS MARTÍN GAEBLER 

De la noche a la mañana, el Festival de Cine Europeo de Sevilla ha cambiado su nombre y ha pasado a llamarse simplemente Festival de Sevilla, para sorpresa de cinéfilos, ilustrados y europeístas de pro. Y no solo eso. El acrónimo SEFF, una marca ya incorporada a la nomenclatura cultural de la ciudad y al circuito internacional de festivales, ha desaparecido en esta vigésimo primera edición de toda la cartelería relativa al festival.

El mismo día de la inauguración tuve ocasión de toparme con Manuel Cristobal, director de la presente edición del certamen, en el vestíbulo del hotel Plaza de Armas y de preguntarle sobre esta cuestión, argumentándole que, el festival de cine europeo aporta cada año nueve días de cosmopolitismo y multilingüismo a una ciudad rancia y provinciana como es Sevilla. Le recordé que, mientras que el festival de Málaga está especializado en programar cine español, el de Sevilla tiene vocación de exhibir cine producido en Europa o por europeos, y que ambos festivales se complementan perfectamente. 

Aunque mi interlocutor, que insistía una y otra vez en que le tuteara, decía entender lo legítimo de mi razonamiento, me explicó, poniendo el dedo sobre la portada del programa de mano en la palabra Sevilla, que al nuevo equipo organizador del festival le interesaba, sobre todo, "promocionar la ciudad." Literal. ¿Pretende este Ayuntamiento utilizar el festival de cine para incrementar la turistificación que ya padece la ciudad? ¿Realmente necesita Sevilla más promoción aún? Saque el lector sus conclusiones.

En este punto debo reivindicar a tantos profesores y profesoras que en estos últimos veinte años hemos aprovechado la existencia del Seville European Film Festival (SEFF) y su carácter plurilingüe para promover la afición al cine en versión original entre nuestras alumnas y alumnos de lenguas extranjeras. Esta exposición al multilingüismo no debe caer en saco roto precisamente en una sociedad poco dada a hablar idiomas distintos del castellano. Demos la batalla por que nuestro festival siga mostrando sin complejos ficciones creadas por cineastas europeos o producidas por entidades europeas en cualquier lugar del mundo (el festival, además, está cofinanciado por la UE) para que las podamos visionar y escuchar en el próximo Festival de Cine Europeo de Sevilla 2025. cmg2024



Cine español y plurilingüismo


Por CARLOS MARTÍN GAEBLER

Las películas o series españolas bilingües me devuelven un poco la confianza en este raro y crispado país. La riqueza idiomática de nuestro cine, no siempre apreciada, ya forma parte de la marca España por todo el mundo. Un ejemplo: adentrarse en la excepcional serie “Merlí” y su secuela “Sapere Aude” (Atrévete a saber) nos regala la sensación de vivir y escuchar la Barcelona de nuestro tiempo, moderna, bilingüe y cosmopolita. Una ficción sobre la diversidad humana, escrita, dirigida e interpretada con inteligencia natural, que no artificial.

Todo debió empezar con la elegancia donostiarra de Edurne Ormazabal presentando en tres lenguas el Festival Internacional de Cine de San Sebastián o Donostia Zinemaldia, hábito que se fue repitiendo después año tras año. Continuó la costumbre multilingüe la espléndida Sardá presentando los Goya desde Barcelona. Y debió ser a partir de entonces cuando empezamos a oír a presentadores y a artistas premiados utilizar las cuatro lenguas españolas para saludar o agradecer los galardones: Boas noites, bona nit, gabon, buenas noches, moltes gracies, eskerrik asko, grazas, muchas gracias. 

Los títulos de películas relevantes de nuestro cine (también los nombres propios) nos permiten aprender, casi sin darnos cuenta, sustantivos, adjetivos, artículos o fonemas de otras lenguas españolas, y generar lo que podríamos llamar multiespañol. Así, logramos incorporar a nuestro vocabulario las flores y la desinencia de plural en vasco (Loreak), el pan negro (Pa negre), el verano (Estiu 93), la luna y la conjunción “y” en catalán (La teta i la lluna), el hermano y el posesivo masculino catalán (Pau i el seu germà), un gigante (Handia), la luna roja (Lúa vermella), las bestias y el artículo femenino plural gallego (As bestas), el artículo masculino singular gallego (O que arde) del filme de Oliver Laxe, o la pronunciación de una consonante seguida de “s” en final de sílaba (Els dies que vindran), del sonido /ks/ al final de palabra (Unax), o el sonido fricativo /sh/ (kaixo, caixa, Xavi, Laxe), similar al del inglés (she), como lo es también el sonido de la “s” sonora /z/ en catalán (De nens). Y no se rompe España por ello, sino que se vertebra.

Reconforta observar que cada vez son más los españoles que gustan de oír películas o series en otras lenguas, y en su versión original subtitulada, lo que está contribuyendo a ampliar su reducido abanico fonético (el castellano apenas cuenta con 24 fonemas o sonidos) y a mejorar su pronunciación de otros idiomas. 

Como sentenció Javier Calvo en la ceremonia vallisoletana de los Goya: “Amar el cine español es una de las formas más bonitas de amar nuestro país porque habla de nuestra cultura, de nuestra gente, de nuestros problemas y en nuestros idiomas.” Los españoles deberíamos mirarnos en el espejo de nuestros vecinos franceses y entender nuestra industria del cine como un asunto de Estado. Agur a tothom. cmg2024


08 octubre 2025

Gracias, Portugal, por descansarnos de España

Por IGNACIO PEYRÓ

El País, 5 de julio de 2025


Quienes nacimos en el lado difícil de los Pirineos siempre hemos tenido Portugal para aliviarnos de ese trabajo suplementario que ser español aporta a la vida. Portugal nos da el mejor de los mundos: lo familiar con lo distinto. Algunos comentan: “En Portugal no me siento en otro país”. Por el contrario, es pasar la raya y —en cuestión de metros— han cambiado las huertas y los bares, cambia la sentimentalidad y cambian los horarios. Somos distintos: hace ocho siglos que nuestras fronteras son tenaces. Cuando Ramalho Ortigão sube al tren en Portugal, el revisor dice: “¿Los señores quieren quedar en tierra?”. Cuando sube en España, los revisores gritan: “¡Viajeros al tren!”. Somos distintos.

A Portugal no le hemos dado nuestro perfil bueno. Tenemos la inercia de quedarnos Iberia —como nos quedamos Hispania— para nosotros. A cada poco nos referimos a Portugal como “país mediterráneo”. Los mismos españoles que entran en Francia con la cabeza gacha parecen manejarse en Portugal como si entraran a caballo. Y es mejor no preguntarse cuántos entre nosotros saben que Aljubarrota es una batalla y no una sopa regional. Con todo, quizá ha sido peor nuestro afecto que nuestra arrogancia. Lisboa sobrevivió a un terremoto, pero por poco no sobrevive a nuestros poetas: el amor a Portugal se ha resentido de tantas veces como hemos pronunciado la palabra saudade en vano. Así, igual que de cuando en cuando dejamos de pescar anchoa para que se recuperen los bancos, quizá estaría bien una moratoria pessoana y suspender por cinco años la venta del Libro del desasosiego. Entre apegos y desapegos, como fuere, el escepticismo del portugués es sólido: en otros siglos, algunos bajaban la persiana de la carroza hasta la frontera con Francia; en este, siempre ceñidos a los transportes, evitan el AVE Lisboa-Madrid.

Lo llamativo es lo bien que le ha ido de esta manera a Portugal. Siempre “alcanzó el favor del cielo sereno”, según Camoes, en sus pugnas con nosotros. España era un paria internacional mientras Portugal fundaba la OTAN. Magallanes fue el personaje más odioso del siglo de los conquistadores, pero ¿quién ha oído hablar mal de Magallanes? A ojos anglosajones, el imperio español consistió en saquear el oro mientras el portugués enseñaba al mundo comercio y ciencia: el hecho de mantener colonias hasta los años setenta no se ha explicado por rapiña imperialista, sino con el argumento de que algo bueno harían para durar tanto. Tuvieron la revolución más telegénica del siglo XX, mientras que Franco murió en un hospital adecuadamente llamado La Paz. Hoy manda un portugués en la UE, otro en la ONU, y hasta hace poco mandaba un tercero en la Champions.

Durante años he pensado que la lusofilia española era una manera de no estar donde tenemos que estar. A veces, una vanidad: el amor a un objeto que nos devuelve nuestro reflejo mejorado. Otras veces, una condescendencia: tenemos una molesta tendencia a que los portugueses nos parezcan muy monos. Y, en casi todos los casos, una trola. Por supuesto, en Portugal siempre había una redención estética: quizá la fraternidad nos deje fríos, pero por la fraternidade entran ganas de hacer una revolución. Como país, es un destino manifiesto para cuantos amamos la hiedra con la piedra. Permite la ensoñación estética de los palacios que se pierden entre la niebla —Buçaco— y de los que se encuentran —tanta arquitectura de veraneio— junto al mar. Portugal, en fin, ha sido reino del ocaso para tantos exiliados, que a nosotros al menos nos podrá ofrecer una rua da misericórdia, un sorbo de bucelas viejo, e incluso, si alguno fuma todavía, uno de los pitillos con el nombre más hermoso de la tierra: Português suave.

Durante años, sí, uno creyó que la lusofilia era una pasión que racionarse. Pero los años lo que hacen es pasar y al final uno se replantea las cosas. Quién tuvo más suerte. Quién lo hizo mejor. Quién cayó del lado bueno de la Península. En Portugal están preocupados: la política, el partido Chega!, etcétera. Pero, dada la situación de España, a veces tienta pensar que la solución no está en la unión sino —directamente— en la subordinación ibérica: ser un Estado títere de Portugal. Es la única solución que no probamos, cuando a saber si la clave para desbloquear el laberinto español no será una mente paternal en Lisboa que piense por nosotros y que llene de cilantro hasta nuestra vida pública. Es, claro, una broma. Pero por momentos uno quisiera que, al menos, fuera un sueño.

05 octubre 2025

“Escribir a mano sigue siendo insustituible”: por qué seguimos usando lápiz y papel en 2025




Leonard Cohen en 1967. Jack Robinson (Getty Images)


Por IANKO LÓPEZ
El País, 5 de octubre de 2025

Tecleamos más que nunca, pero el placer de tomar notas con libreta y bolígrafo no envejece. Varios escritores hablan sobre la magia de escribir a mano en un mundo atestado de ruido digital

Durante mucho tiempo escribí a mano. Al hacer entrevistas, además de usar la app de grabadora del móvil, tomaba notas a boli con una letra frenética, tan ilegible que ni a mí me habrían servido en caso de fallo del archivo de audio. Desde hace un par de años, sigo tomando notas en las entrevistas, pero lo hago con un ordenador portátil. A medida que habla la persona entrevistada, voy recogiendo en el documento solo la información relevante, descartando redundancias o titubeos. Lo que resulta una opción mucho más práctica, ya que estas notas ya no se limitan a constituir una alternativa a la grabación: al ahorrarme las tareas de transcripción y depurado, casi siempre acaban convirtiéndose en el plan A, la base de la que parto para elaborar la entrevista o el artículo definitivo.

Este cambio ilustra bien la diferencia entre la escritura manual y la que realizamos ante una pantalla. La segunda se acomoda mejor al paradigma utilitarista de la sociedad contemporánea, en el que la información escrita, inserta desde su nacimiento en el entorno digital, debe estar siempre lista para transformarse y ser difundida. Lo que convierte la antigua escritura manual en un teórico anacronismo, o en un ejercicio íntimo que no prolonga su alcance más allá de la propia persona que está escribiendo. Y, sin embargo, el bolígrafo y los cuadernos siguen perviviendo, como si los medios digitales a nuestro alcance –teléfonos móviles, tabletas, ordenadores portátiles o de sobremesa-, que cada día utilizamos de forma intensiva para generar información escrita, no fueran capaces de desplazar por completo ese otro acto cotidiano y al parecer necesario. Cabe preguntarse por qué.

Entre quienes se dedican a escribir como actividad profesional –que, al igual que el resto, suelen utilizar el ordenador como herramienta profesional de escritura–, no es raro que lo manual intervenga en algunas partes del proceso. Es el caso del escritor, articulista y académico Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 69 años), que responde a ICON por escrito con un e-mail (“no a mano”, especifica socarrón) sobre sus costumbres en cuanto a escritura. “Los artículos los escribo directamente en el ordenador, por la contabilidad exacta de palabras que requieren, y por supuesto el trabajo de escritura definitiva (por así decirlo) de un libro es en el ordenador”, explica. Y, sin embargo, lo complementa escribiendo “continuamente” a mano: “Notas y borradores completos de novelas, un diario, apuntes sueltos de cosas que se me ocurren, postales”. De este ejercicio valora sobre todo la sensación de libertad: “Puedo tirar p’alante sin pararme a pensar, como un músico que tiene un atisbo de algo y se pone a explorar a ver qué sale”.

Como él, su pareja, la también escritora y columnista Elvira Lindo (Cádiz 63 años) acostumbra a escribir a mano. En su caso, como parte de un proyecto que posee una dimensión funcional y otra estética: “Siempre tomo notas cuando estoy escribiendo una novela. Dedico un cuaderno especial a cada proyecto. También pego recortes sugerentes para embellecer mis apuntes. En mi última novela, En la boca del lobo, como la acción se situaba en un pueblo, pegaba los envoltorios de las magdalenas, las servilletas de los bares, alguna foto, dibujos de pájaros, incluso alguna receta del lugar. Luego se queda como recuerdo. También uso cuadernos para mis intervenciones en la radio o para los artículos, pero esos ya no los guardo”.

Cristóbal Polo (Cádiz, 42 años), que ha publicado un ensayo sobre la escritura en cuadernos titulado Cuadernística (Ed. WunderKammer), por el que desfilan desde poetas (Emily Dickinson) hasta novelistas (Franz Kafka) y cineastas (Jonas Mekas), también emplea un ordenador, pero parte del soporte material antes de ponerse al teclado. “Cuando escribo con una finalidad literaria, me cuesta teclear un texto que no haya pasado antes por el papel”, asegura. “¿Una simple manía adquirida en la infancia? Puede ser. Lo cierto es que cuando lo hago a mano, escribir me resulta más sencillo, más natural: la imperfección no me pesa y el error no me termina inmovilizando. Puedo seguir avanzando para tantear nuevas combinaciones hasta palpar la estructura y el ritmo del texto. En mis cuadernos hay de todo: instantáneas, conversaciones imaginarias, gérmenes de ideas o historias, notas de lectura, ocurrencias bizarras, dibujos y bocetos de poemas o narraciones. Y luego no quedan arrumbados en un rincón. Vuelvo a ellos con frecuencia y marco aquellas anotaciones que puedan serme útiles en el futuro. Cuando regreso a un cuaderno terminado, no soy ya la misma persona que lo escribió, y siempre me sorprende algo nuevo”.

La escritora madrileña Mercedes Cebrián (54 años), que además de publicar ensayos (el último, Estimada clientela, sobre la actividad de ir de compras, en la editorial Siruela) escribe artículos en medios de comunicación como EL PAÍS, también acostumbra a tomar notas preparatorias de sus trabajos, que termina mezclando con otro tipo de apuntes, también manuales. “Todas las listas de tareas y la agenda, los quehaceres, los levo a mano, porque si no, no los visualizo. Es como si en formato digital esas tareas no existieran o se las llevara el viento. Una vez hechas, las tacho, lo que es muy placentero para ciertas mentes. Llevo siempre un cuadernito para anotar lo que sea: desde este 2025 llevo un solo cuaderno que me dure todo el año y donde quepa todo, en lugar de llevar distintos cuadernos o agendas según el tipo de contenido”.

Podría pensarse que la costumbre de escribir a mano va desvaneciéndose a medida que disminuye la edad de los autores. Al fin y al cabo, los procesadores de textos ya estaban más que implantados cuando nacieron quienes conforman las nuevas generaciones de escritores. Pero el poeta, editor y crítico de arte Juan Gallego Benot (Sevilla, 27 años), también acostumbra a tomar apuntes manuales, según cuenta: “Tomo notas a mano y voy con mil cuadernos, aunque luego siempre escribo el texto a ordenador, o bien con el móvil. Los poemas tienen una cosa visual, y la tipografía de la máquina aporta claridad. Pero luego siempre corrijo a mano sobre lo impreso. Con el ordenador veo muy bien la estructura y la forma que tienen los poemas, y a mano pienso más en el ritmo, y también en cómo funciona de forma individual cada palabra”.

Conviene apuntar que, cuando llegó el ordenador, no fue al bolígrafo y la libreta a lo que reemplazó, sino a la máquina de escribir, que se había popularizado a finales del siglo XIX y que fue el instrumento mayoritariamente asociado con la escritura profesional durante gran parte del XX. Es célebre, por ejemplo, que Javier Marías (1951-2022) siguió utilizando hasta el final una máquina de escribir (una Olympia Carrera de Luxe eléctrica), lo que posiblemente constituía un anacronismo mayor que el que hoy pueda suponer escribir a mano.

La escritura manual favorece las manías y rituales, que por lo general adoptan la forma de un tipo específico de papel, de cuaderno o, con más frecuencia, de dispositivo de escritura. Cristóbal Polo utiliza unos cuadernos artesanales y personalizados, “pero en realidad vale cualquier cuaderno que decidamos convertir en un objeto con entidad propia que reclama ser completado. Por eso me parece tan importante que tenga un nombre, porque cada cuaderno es un mundo”. Por su parte, para Antonio Muñoz Molina los tarjetones de invitaciones a eventos sociales –menos habituales desde el advenimiento del email- presentan un reverso en el que ha escrito particularmente bien: “guardaba todas las tarjetas para eso”, asegura.

Mercedes Cebrián admite haber desarrollado “una filia o, mejor dicho, una parafilia hacia las papelerías y ciertas marcas de rotuladores finos, porque encuentro mucho placer en escribir a mano cuando el material responde bien”. Lo compara con el patinaje sobre hielo, por las “filigranas fluidas” que hacen los patinadores. También le gusta escribir con pluma, lo que acaso sí introduzca cierto elemento anacrónico en el asunto. Las plumas estilográficas de cartuchos, cuyo uso se extendió y consolidó en el último tercio del siglo XIX (antes de eso se escribía con plumas de ave o con plumillas metálicas, mojadas en un tintero), fueron sustituidas a gran velocidad por los bolígrafos desde su patente por el húngaro-argentino László Bíró en 1938.

Caracterizado por la pequeña bola en la punta que dispensa la tinta, el bolígrafo es hoy el instrumento de escritura manual más común. Antonio Muñoz Molina también emplea la estilográfica, por preocupaciones mediambientales: “Antes usaba rotuladores Pilot, pero volví a la pluma por no usar cosas desechables, que pueden acabar tristemente en el estómago de un delfín o de una tortuga marina”. Y aporta más detalles sobre su relación con los materiales: “Me gusta usar buenos cuadernos, de hoja en blanco o raya fina, y unas veces escribo con pluma y otras con lápiz. Me gustan casi todos los lápices, pero tengo debilidad por los amarillos y pequeños que hay en las bibliotecas de Estados Unidos. El lápiz te da más libertad todavía, y tiene también algo de sentido estético. El cuaderno mismo puede ser una incitación a escribir algo: un impulso nacido no de una inspiración previa, sino del atractivo del papel en blanco”.

La escritura es una actividad al mismo tiempo manual e intelectual, como recuerda Cristóbal Polo: “Bachelard escribió que la mano, que tiene sus propios sueños, nos permite imaginar nuevas formas de materia. No es solo un medio o un vehículo; de algún modo, la mano también nos ayuda a pensar. En esa misma línea, se han publicado recientemente algunos estudios científicos que sugieren que escribir a mano implica una mayor actividad cerebral que teclear, lo que favorecería la memoria, la atención y el aprendizaje”. Así lo expresa también Mercedes Cebrián: “Siento que la conexión mano-cerebro es muy importante. Además, creo que la escritura manual se acerca más a la lectura en voz alta que la escritura en ordenador. No solo se te queda mejor el contenido, sino que paladeas más el sonido de las palabras”.

De modo que el factor de disfrute sensorial debe también entrar en la ecuación. En su texto Variaciones sobre la escritura, el filósofo estructuralista y semiólogo francés Roland Barthes escribía que “hay quien siente (¿sentía) una voluptuosidad al escribir, al deslizar la pluma, al trazar el arabesco de las palabras sin ninguna consideración a lo que quieren decir”, lo que vuelve a llevarnos a la figura del patinador de hielo, para el que la ejecución de la pirueta que dibuja su rastro efímero sobre el hielo o en el aire es fin en sí mismo. De hecho, la caligrafía, la tradicional “buena letra”, habilidad cada vez menos valorada debido a los condicionantes del mundo contemporáneo, puede constituir un hilo invisible que enlace distintas generaciones, como le ocurre a Elvira Lindo: “Procuro esmerarme en la letra, que sea armoniosa. Mi madre tenía una letra muy bonita. Mi hermana mayor se la copió, yo copié a mi hermana, y mi hijo copió mi estilo escribiendo. Nuestras letras se parecen, y es bonito que hayamos heredado no ya un rasgo genético, sino algo aprendido en la escuela”.


El manual es también, en su caso, el medio escrito de preferencia para recoger y transmitir el afecto familiar: “En casa siempre nos escribimos postales para los cumpleaños o por Navidad. Tengo una caja con todas esas notas manuscritas que están llenas de amor y de anécdotas del momento. En Nueva York teníamos una pizarra en la cocina y ahí nos dejábamos recados con mucho humor”.

Los afectos intervienen en el elemento fetichista que también puede desplegarse ante la escritura manual, y explican el interés que siempre despiertan los manuscritos de los grandes autores de la historia de la literatura. Un aficionado a la obra de Marcel Proust, por ejemplo, puede permanecer como hipnotizado ante las páginas garabateadas de los folios que contienen los originales de En busca del tiempo perdido, con sus expansivas notas al margen, o de otros textos del autor, como pudo apreciarse en las exposiciones que se le dedicaron con motivo del centenario de su muerte en París, en 2022. Naturalmente, sería imposible reproducir esa aura en un conjunto de ficheros de Word.

Así pues, ¿es escribir a mano y en el ordenador esencialmente lo mismo, o se distinguen lo suficiente como para que podamos considerarlas actividades diferenciadas? Para Muñoz Molina la diferencia está en la libertad y la ligereza, mucho mayores en el caso de la escritura manual. “El cuaderno me permite escribir en cualquier parte, sin miedo a que se acabe la batería, y escribir aquello mismo que estoy viendo. Tiene algo de cámara de fotos”. Y Cristóbal Polo reivindica su carácter único e irremplazable en tiempos en los que nos bombardea un exceso de estímulos: “Creo que, más allá de la nostalgia, hay algo en el ritmo de la escritura a mano, en esa fusión entre palabra, pensamiento y trazo, que sigue siendo insustituible. Reivindicar esta forma de expresión es la mejor manera de proteger algo tan elemental como escaso en nuestros días: la atención. De hecho, podría decirse que experimenta un cierto renacimiento, más como un camino paralelo que como una oposición a lo digital”.

A lo que añade Antonio Muñoz Molina: “También disfruto mucho del ordenador, igual que en su momento disfruté de las máquinas de escribir portátiles. Con las herramientas me pasa como con los medios de transporte: me gusta caminar, correr, montar en bicicleta, conducir, ir en autobús, en metro... Se trata de disfrutar y de lograr no ya eficiencia, sino puro sentido común”.

26 septiembre 2025

El amor ya no está en el aire, está en nuestros teléfonos

Por INMA BENEDITO

elDiario.es 25 de septiembre de 2025

Para cuando Ana se quiso dar cuenta, llevaba siete años usando Tinder y jamás había ligado en persona con un tío. Ana González tiene 29 años y, hasta hace un par, todos sus rollos procedían de un match en pantalla. “Me di cuenta de que solo había tenido encuentros sexuales con chicos que salían de Tinder, Bumble, Adopta un tío, Hinge… Lo iba probando todo”. Fue entonces cuando decidió que no podía seguir así y, literalmente, hizo clic. Adiós, Tinder.

Aunque en los últimos años cada vez más personas se manifiestan desencantadas con esta forma de ligar, las aplicaciones de citas han colonizado el ecosistema del flirteo, expandiéndose más allá de su propia interfaz, hasta el punto de que ya hay gente de toda una generación que nunca ha conocido el amor en persona.

A finales de los años 70, la mayoría de parejas se conocían entre amigos y amigas: un 26,4%, según el estudio "How couples meet and stay together," de la Universidad de Stanford. Otro 15,5% lo hacía a través de familiares, el 14,4% en bares o restaurantes y un 13,9% en el trabajo. Por aquel entonces, John Paul Young cantaba Love is in the air, y la friolera de cero parejas surgían de Internet (entre otras cosas, porque los router ni siquiera se habían popularizado). Hoy, el 39% de las parejas heterosexuales y el 60% de las homosexuales se conocen en línea. En 2025, el amor ya no está en el aire. A lo sumo… en el algoritmo.

“La costumbre ha cambiado. Hoy es más probable que pienses ‘qué aplicación me descargo’ que ‘adónde voy’ para conocer a gente nueva”, explica Montse Cazcarra, psicóloga sanitaria y autora de Amor sano, amor del bueno (Grijalbo, 2023). El éxito de los bares como celestina, por ejemplo, ya había caído hasta el 4,9% en 2017, según el mismo informe de Stanford.

“Prefiero ligar en persona y flirtear. Pero hoy en día es muy complicado”, comenta Laura, que empezó a usar aplicaciones de citas con 21 años. Hoy, tiene 33 y ha conocido a todas sus parejas, chicas y chicos, en la red: “Al final, Tinder o Bumble son como entrar a un bar o discoteca y tener treinta opciones para elegir”.

Aunque insiste en la magia de conocer a alguien en persona, para Laura, la forma de encontrar pareja en la actualidad es a través de aplicaciones: “Ya no creo en eso de encontrar al amor de tu vida en el vagón del metro porque compartís el mismo libro, ni tampoco en el supermercado”. Guarden las piñas.

En España, un estudio de la empresa de ciberseguridad Kaspersky realizada en 2022 revelaba que el 40% de la población utiliza aplicaciones para ligar, y un 18,6% ha conocido a su pareja por Internet.

“Esa cosa de ‘voy a salir a tomar algo con amigos y a ver si conozco a alguien’ ha quedado descartada para muchas personas”, coincide Carlos González Tardón, psicólogo, diseñador de videojuegos y profesor especializado en gamificación y aplicaciones, que ha asesorado a varias de estas aplicaciones de citas en su implantación en España. “En la Universidad mis alumnos ni se lo plantean. Solo ligan así y, en los círculos en los que me muevo yo, ocurre lo mismo; las nuevas parejas nacen de aplicaciones de citas. No conozco a casi ninguna reciente que no se haya encontrado de esa forma”, dice.

Es cierto que buena parte de la gente joven se declara quemada con este tipo de aplicaciones; el 79% de la generación Z y el 80% de los millennials, según una encuesta de Forbes de 2025. Pero eso no significa que hayan regresado al método tradicional.

El uso de estas aplicaciones de citas está descendiendo porque la generación que las empezó a usar ha encontrado pareja, y las nuevas están usando Instagram para ligar, afirma Carlos González Tardón — psicólogo y profesor especializado en gamificación y aplicaciones.

Mercedes conoció a su primera novia, una novia de infancia, cuando tenía cinco años. Todo presencial, muy a la vieja escuela. Después, se perdieron la pista. Pasaron los años, hoy tiene 20 y no ha vuelto a ligar en persona. Hace dos años, se reencontraron por Instagram: “Empezamos a hablar por DM y acabamos saliendo juntas”.

Cuando Tinder nació en 2012, la cohorte más mayor de la generación Z cumplía 15 años y entraba en el ecuador de la adolescencia. Nueve años más tarde, en 2021, la empresa matriz de Tinder, Match Group, tocaba techo con su máximo histórico en Bolsa. Pero los años de vino y rosas habían terminado, y Tinder empezó a presentar pérdidas poco después.

El augurio, de hecho, había llegado en 2019, cuando varios medios se hicieron eco del titular: Instagram es el nuevo Tinder. Luego vinieron las referencias musicales, como Yonaguni, donde Bad Bunny canta “Vi que viste mi story, y subiste una pa’ mí…”, y la hegemonía social de Instagram terminó de sedimentar en el imaginario colectivo.

“Para qué van a querer estar en Tinder cuando Instagram ya se ha convertido en un mercado de carne”, responde González Tardón. “En las aplicaciones de citas la gente pone fotos casi de cuando hicieron la primera comunión. Instagram es mucho más fiable: en tres minutos puedes ver crecer a una persona haciendo deslizando el dedo por su feed, ver si fuma, con quién queda, predecir su comportamiento…”.

El cruce de miradas ha sido sustituido por el intercambio de megustas; la sonrisa chispeante, por el fueguito; y la conversación intrascendente  amortiguada por el electro latino de la discoteca se ha convertido en una conversación que puede durar meses, antes de un primer encuentro.

Isabel, de 27 años, y Julia, de 28, estuvieron dos meses enviándose mensajes por Instagram antes de tener una primera cita. “A mí me salió un vídeo de ella paseando a su perro por Madrid, y me pareció guapísima”, cuenta Julia. “La seguí, a los cinco minutos me siguió de vuelta, y dije: mira, no pierdo nada, le voy a hablar. A la semana siguiente contestó a una de mis historias, luego empezamos a enviarnos audios… y así hasta que quedamos”.

Para Cazcarra, son dos las generaciones nativas del flirteo en línea. Por un lado, están aquellas personas de entre 20 y 25 años, acostumbradas a la mediación social de las pantallas, que han desarrollado cierta urticaria a las llamadas telefónicas: “No han tenido la oportunidad de desarrollar ciertas habilidades y es natural que prefieran el medio cibernético”, aclara.

Sin embargo, los grupos de edad más activos en aplicaciones de citas tienen entre 28 y 43 años, según el informe de EAE Business School Dating Apps: ¿apogeo o declive? Esta es la otra generación que menciona Cazcarra, compuesta por quienes, en una etapa más tardía de la adultez, “necesitan ampliar el abanico de posibilidades porque sienten que su red social no logra ofrecerles aquello que buscan”.

“Yo entré en el mundo de las aplicaciones porque quería conocer chicos y personas más afines a mí, no solo a nivel sexo-afectivo”, explica Pitu Marín, de 32 años, que lamenta que “también he intentado ligar en persona, pero no me ha funcionado”.

Matías tiene 27 años y creció con el algoritmo: “Yo con 15 años ya estaba en Badoo para conocer chicos. Es lo peor que puedes hacer siendo menor de edad, pero al ser de un pueblo de Murcia, donde no tienes referentes, ni amigos LGTB, ni nada, terminas buscando contacto de esa forma”.

Las aplicaciones de citas, de hecho, constituyen un facilitador de vínculos para el colectivo LGTB. En primer lugar, porque aumentan la visibilidad, acentuando la sensación de que ‘no estás solo/a’. “A mí me resulta más cómodo ligar por internet. Como bisexual, me ayuda a entender mejor qué busca la gente. A veces, uno sufre bifobia, no sabes si la otra persona está dispuesta a estar con un chico bisexual”, comenta José, de 34 años, que empezó entrando en foros de Internet y ha tenido parejas tanto de OkCupid como de Tinder.

“Hay gente a la que le molesta y que ve las aplicaciones de ligoteo, como Amazon, como un mercado donde consumir personas. Pero para quienes no tenemos esa facilidad para relacionarnos con mucha gente en espacios públicos, es algo que ayuda. Más que encasillarme, diría que me ha ayudado a aprender habilidades para conocer a gente cara a cara”, matiza José.

Para María, que tiene 32 años y lleva 12 conociendo a otras mujeres por la red, ligar en línea te permite conocer a alguien ‘a fuego lento’: “Relacionarse en entornos sin alcohol y sin estar de fiesta dice mucho de la gente… Es verdad que hablando por una aplicación puedes ver muchas cosas, pero yo me fijo en sus respuestas, sus pensamientos e ideas, sus ambiciones, en su forma de escribir…”.

Pero eso de poder ligar las 24 horas del día en cualquier lugar, incluso desde la comodidad del sofá o el baño, refugiados detrás de una pantalla, puede tener un impacto en la calidad de las relaciones.

“Para la gente acostumbrada a estas aplicaciones resulta muy insatisfactorio ligar como lo hacíamos antes. Las relaciones no mediadas por la tecnología les cuestan horrores, hay menos tolerancia a la incomodidad… Cuesta entender que esa perfección de que, si te enfadas, dejas de seguirlo, deshaces el match o bloqueas el móvil y ya está, en el mundo real no funciona así”, comenta González Tardón.

Cazcarra coincide en que, aunque anhelamos la magia de los encuentros en persona, “estamos perdiendo habilidades sociales que nos ayudarían a desenvolvernos mejor, y hemos podido desconectar de la sensación de ‘ser capaces de’ interactuar de forma presencial”.

No en vano, Instagram se ha llenado de anuncios de empresas que publicitan cenas entre desconocidos y desconocidas como una innovadora forma de volver a lo mismo, aquello a lo que parecemos habernos vuelto incapaces de retomar, como si necesitáramos pagar por algún tipo de intermediación para hacer realidad la primitiva experiencia de conocerse en un bar.

La paradójica sensación de que no hace falta conocer gente en persona para, de hecho, conocer a gente, hace que nos sintamos menos motivados/as a apuntarnos a ciertos planes sociales: “En una aplicación de citas sé que las personas que hay buscan lo mismo o tengo la posibilidad de saber qué buscan. Nos ofrecen un primer filtro. En cambio, sentimos que conocer en persona es más arriesgado”, aclara Cazcarra.

Una se siente menos expuesta cuando puede ocultarse detrás de una pantalla. “El rechazo sigue existiendo, pero queda amortiguado. No significa que no duela, pero no hay una exposición social; esa posibilidad de que los demás nos vean, y eso hace que la vergüenza y el ridículo se vean mitigados”, añade la psicóloga.

Podemos revolvernos, podemos sentarnos a demonizar las aplicaciones de ligoteo y repetir con melancolía que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero lo cierto es que, más que una herramienta para ligar, el universo digital se ha confeccionado su propio escenario de acción para el flirteo. Un tablero de juego donde todas y todos, queramos o no, tenemos fichas.

Según el estudio de EAE Business School citado, un 33% de la población española considera que las parejas del futuro serán predominantemente digitales frente a un 16% que confía en una vuelta a las formas tradicionales de ligar. “Esto supone un cambio radical en el modelo de las relaciones humanas”, asegura González Tardón.

Una mutación a la hora de concebir el amor e, incluso, el deseo, donde la intermediación del alcohol y del lenguaje no verbal se ven desbancadas por un algoritmo y la cognición racional. Un cambio que, comparado con antaño, podría parecer antinatural: “No es natural, es cierto, pero es que el ser humano no es natural”, matiza. Hace tiempo que dejamos de serlo.

24 septiembre 2025

El lujo nos hará pobres

Por Lucía Lijtmaer

El País, 24 de septiembre de 2025

En España se está acelerando la oferta de consumo para multimillonarios, y eso tiene consecuencias para toda la ciudadanía.

Bocadillo de salmón ahumado y copita de champán. Colas en las boutiques por un luisvi. Manicura con oro y caviar. Algunos barrios de las metrópolis más importantes del mundo ofrecen prácticamente lo mismo y a los mismos desorbitados precios. Y las ciudades españolas —especialmente Barcelona y Madrid— se han apuntado al tren del lujo, ya sea ostentoso o silencioso.

No es una novedad: el posicionamiento de España ofertando opciones para la élite que consume lujo no es nuevo, pero hay señales que demuestran su aceleración. En 2014, el aeropuerto Adolfo Suarez Madrid-Barajas abrió la mayor tienda de Europa de artículos de lujo en aeropuertos, y la quinta del mundo. En 2021 reabrió el hotel Ritz, ahora Mandarin Oriental Ritz, uno de los pocos hoteles del mundo que podría entrar en la categoría de superlujo. ¿Y eso qué es? El superlujo es una categoría social relativamente nueva en España: exclusividad, privacidad y estatus, algo supuestamente imposible de replicar y que parece ser que no se compra solo con dinero. Al mismo tiempo, en Barcelona y según el sector, la capital se ha posicionado como un destino de compras a escala internacional a la altura de ciudades como Milán, Londres o París.

Las ciudades mutan a esta nueva realidad, algunos la disfrutan y todos la contemplamos. En algunos casos esta nueva existencia parece deudora de la estética bling bling de Dubai —bien lo sabe Georgina, que nos muestra un diamante del tamaño de una nuez en su Instagram— y otras veces lo es del monocromático y sobrio color café con leche de Park Avenue. Pero lo cierto es que el lujo o el super lujo traen consecuencias para toda la ciudadanía. Aunque no nos importe lo más mínimo, el lujo nos afecta.

Como explica el economista Thomas Pikkety, tras la Segunda Guerra Mundial, la desigualdad se redujo gracias a impuestos altos a las grandes fortunas, las políticas de bienestar y crecimiento económico compartido. Pero desde los años 80, con la desregulación y la globalización financiera, los ingresos del capital, ya sea en acciones, rentas o herencias, han vuelto a crecer mucho más rápido que los salarios. Esto ha provocado que una minoría —el 1% más rico— concentre cada vez más riqueza.

El fenómeno se entiende como plutocracia, una oligarquía de los ricos. En Plutocrats, la académica y política canadiense Chrystia Freeland analiza el auge de una nueva élite global: los multimillonarios que concentran poder económico y político sin precedentes. A diferencia de las viejas aristocracias, estos plutócratas no dependen de títulos nobiliarios ni de herencias tradicionales, sino de la globalización financiera, la tecnología y la capacidad de aprovechar redes internacionales. Freeland muestra cómo esta élite comparte más intereses entre sí que con las clases medias de sus propios países, configurando un mundo donde las fronteras importan menos que el acceso a capital y a círculos exclusivos.

La cultura pop reconoce a esta élite como un nuevo fenómeno y retrata sus internas vitales. El auge de los superricos nos llega en la ficción a través de las cascadas noruegas y los mega yates en Succession, en la telerrealidad a través de la franquicia The Real Housewives, una interminable saga de esposas ricas, o incluso en su faceta más existencial en estrenos cinematográficos como The Materialists: ¿debe Dakota Johnson casarse con el chico al que ama y es pobre o con el multimillonario (bautizado como “unicornio”) Pedro Pascal?

Esa es la consecuencia más anecdótica del lujo. Hay, por supuesto,consecuencias sociales y políticas de esta concentración de riqueza. La creciente brecha entre los ultrarricos y el resto, como demuestran los datos, alimenta tensiones democráticas, debilita las instituciones públicas y erosiona la convivencia ciudadana. El capitalismo contemporáneo ha mutado: los beneficios están cada vez más concentrados en esa plutocracia, mientras el resto de la sociedad enfrenta cada vez más precariedad y pobreza. El ejemplo más claro es el de la ciudad de Nueva York, la que acumula más ricos del mundo y que en 2013 una de cada cuatro familias vivía en albergues incluyendo a adultos con empleo. Diez años después, un millón y medio de personas en la ciudad vive por debajo del nivel oficial de pobreza federal.

Lo cierto es que la política de incentivar a las grandes fortunas a gastar en nuestras ciudades no implica necesariamente que la riqueza milagrosamente riegue nuestras aceras. Pese a venderse como imán para el turismo “de calidad”, un eufemismo común para hablar de lujo, con grandes construcciones hoteleras y promocionar la milla de oro o grandes regatas internacionales, Madrid y Barcelona sobresalen como las ciudades más desiguales en términos de brecha económica urbana. El índice Gini, que cuantifica la desigualdad de ingresos en una población, en la ciudad de Madrid alcanza aproximadamente el 31%, el más alto de España, mientras que más de 1,3 millones de madrileños están en riesgo de pobreza, y uno de cada cinco gana menos de 500 euros al mes. En Barcelona, la tasa de riesgo de pobreza infantil es del 28%, y si se descuentan los gastos de vivienda de los ingresos de las familias con niños, la pobreza infantil se dispara, ya que alcanzaría el 45%.

Sí, el gasto en vivienda. Si las ciudades optan por un lujo desorbitado y son cada vez más desiguales, nadie puede habitarlas. Cada vez es más común que aquellos con rentas más bajas tarden una entre una y dos horas en llegar a su puesto de trabajo, ya que no pueden residir en zona urbana. El tiempo y el techo han pasado de ser un derecho a un lujo.

Conocemos de sobra los principales problemas de acceso a la vivienda de la población en España: los precios elevadísimos tanto en compra como en alquiler, la falta de vivienda pública y la especulación con el suelo, entre otros. Pero no se habla tanto de este pez que se muerde la cola: la desigualdad estructural genera desigualdad entre generaciones, y una nueva estirpe, la del rentista por herencia y el pobre por falta de suelo heredado. Ante eso, las nuevas ciudades del lujo solo son habitables para los primeros.

Frente a estos fenómenos, resulta impactante la actitud de algunos políticos que no parecen gobernar para todos sino solo para algunos. Recientemente, la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, atacó a la Agencia Tributaria, tildando a la institución como “máquina de expulsar fortunas, inversiones y propiedad”. Ese relato, construido para desviar la atención sobre los escándalos financieros que persiguen a su pareja, deja de lado que la manera de atraer capital de la Comunidad de Madrid en la última década ha pasado por perdonar más de 10.000 millones de euros a las grandes fortunas. Tal es así que el Instituto de Estudios Fiscales alertaba de que casi la mitad de los más ricos de nuestro país que se mudan decide irse a vivir a la Comunidad de Madrid por sus ventajas fiscales. El cuento de la derecha de que España representa un “infierno fiscal”, por tanto, no se sostiene.

Aún así, pervive la narración de que ante la pobreza y el lujo desorbitado existe un método de inclusión: la del mago criptobro, especulador y libertario, que te ofrece rentabilidad rápida a ti, solo a ti. La cultura del esfuerzo y el logro se sustituye por la volatilidad tecnológica. Ahora ves la bolita, ahora no la ves. Por supuesto, hay otras salidas. Habrá que ir desgranándolas antes de que el lodazal nos ahogue y el brillo de oropeles nos ciegue.

08 septiembre 2025

Ansiedad, insomnio o aislamiento: los síntomas del acoso escolar reaparecen en las víctimas tras el verano


Las líneas telefónicas de ayuda a niños y adolescentes reciben un pico de llamadas en septiembre, cuando hay un reencuentro físico.

Por DOMITILA DÍEZ

El País, 8 de septiembre de 2025

Para algunos niños y adolescentes, los días previos a empezar las clases están marcados por la incertidumbre de cómo serán los nuevos profesores, sus nuevos compañeros de pupitre o la nostalgia del verano. Para aquellos que sufren acoso escolar, estas fechas despiertan el temor de volver a sufrir agresión y maltrato. El dolor de estómago, el insomnio o la ansiedad son señales que hay que atender, según asociaciones de prevención del bullying. La Fundación ANAR, dedicada a la defensa de los derechos de la infancia y la adolescencia, registra en septiembre el pico anual de llamadas a su línea gratuita de apoyo. La tendencia también se repite en el número contra el acoso del Ministerio de Educación, gestionado por la misma ONG.

Los síntomas ya aparecen al final de las vacaciones. La psicóloga especializada en trauma y apego Gala Secchi ha observado que entre sus pacientes “empiezan a subir muchísimo los picos de ansiedad, porque hay una huella de memoria de lo que pasó el año anterior”. Los afectados se aíslan, tienen problemas para dormir, cambios abruptos de conducta o ánimo. No quieren volver. Además, en algunos casos, la hostilidad se ha mantenido activa durante el verano a través de las redes sociales. Secchi resalta que “muchas familias entienden que no quieren ir al colegio porque no les gusta estudiar, pero no quieren ir porque les están pasando cosas”. La terapeuta anima a crear espacios confianza para que los chicos cuenten cómo se sienten e intentar detectar esos malestares a los que les cuesta poner en palabras.

La directora de la línea de atención permanente de ANAR, Diana Díaz, confirma: “Sabemos que en el momento que se inicie el curso, como todos los años, va a haber un repunte de llamadas”. Quienes vivieron cierto alivio durante las vacaciones vuelven a sentir la indefensión aprendida: la sensación de que, hagan lo que hagan, no podrán escapar del acoso. El año pasado, la fundación acompañó a 4.786 niños y adolescentes en este tipo de casos, un 26% del total de atendidos. El equipo brinda asistencia psicológica, social o jurídica a los menores y a sus familias.

Insultos, motes y hacer el vacío son las formas más frecuentes del hostigamiento, que afecta a uno de cada diez alumnos en España, según el último estudio de ANAR. Diana Díaz resalta que “el acoso escolar es una situación de estrés sostenido y por eso es tan importante actuar desde el primer indicio, para que no se cronifique”. El último informe de Save The Children recoge que los menores que son víctimas de bullying tienen 2,5 veces más riesgo de intentos de suicidio.

Carmen Cabestany, presidenta de Asociación no al acoso escolar (NACE), que trata unos 500 casos al año, compara la experiencia con atravesar un túnel oscuro: “Al principio, sienten desconcierto; a medida que se adentran en ese pasaje viene el miedo, la impotencia, la rabia y hay un punto en el que traspasan una línea roja”. Las consecuencias emocionales se agravan con el tiempo y pueden derivar en estrés postraumático, autolesiones o ideación suicida. También puede desencadenar fobia escolar (un terror irracional al colegio). “No es que no quieran ir; no pueden ir. Se desesperan porque saben que tienen que volver al lugar del martirio”, incide Cabestany. En estos casos se debe contar con una orden médica para no asistir a clases y recibir un profesor a domicilio.

María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación, señala que “los centros educativos deben extremar la atención las primeras semanas”. La experta insiste en que deben “transmitir a las víctimas que va a ser un lugar seguro, y a los matones que la escuela no va a tolerar el abuso”. Eso exige que haya figuras de autoridad presentes en espacios como el patio o la entrada del colegio, donde con más frecuencia se puede producir.

Según un estudio de la Unidad de Psicología Preventiva en la Universidad Complutense en colaboración con la Fundación ColaCao —que ha dirigido Díaz-Aguado—, casi 4 de cada 10 víctimas no le ha contado a nadie lo que vive y el 66% de los matones no ha tenido ninguna conversación con el profesorado sobre su comportamiento. “No es la víctima quien tiene que renunciar a ir a la escuela, es la escuela la que tiene que cambiar para que la víctima se sienta segura”, enfatiza la especialista.

La Asociación española de prevención de acoso escolar (AEPAE) también ha recibido consultas de familias preocupadas por la vuelta al colegio. Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva, su presidente, explica que la decisión de cambiar al alumno de centro educativo “puede ser una solución de emergencia, pero no lo protege”. Según el experto, el cambio “le revictimiza, porque percibe que el problema es él”. Advierte de que, si ingresa al nuevo con una actitud inhibida, fruto de su experiencia anterior, puede volver a ser agredido.

Para preparar el regreso a clase, los expertos coinciden en que se puede trabajar con los menores la autoestima y la seguridad, así la indefensión aprendida se va diluyendo. Carmen Cabestany recomienda “enseñar a la víctima a decir que no con la mano, con la voz y con la mirada; es decir, utilizar el lenguaje verbal y no verbal para expresarse frente a sus agresores”. Sin embargo, la también docente advierte de que “en ningún caso, los adultos deben presionar a la víctima para que haga eso. Si no se siente segura, los padres no deberían decirle: ‘Oye, que no me entere de que tú te dejas pegar’. Es absolutamente contraproducente”. Por más de que la víctima requiera herramientas, los especialistas insisten en no focalizar el trabajo únicamente en ella, sino en el victimario y los compañeros testigos, claves para intervenir.