Por INMA BENEDITO
elDiario.es 25 de septiembre de 2025
Para cuando Ana se quiso dar cuenta, llevaba siete años usando Tinder y jamás había ligado en persona con un tío. Ana González tiene 29 años y, hasta hace un par, todos sus rollos procedían de un match en pantalla. “Me di cuenta de que solo había tenido encuentros sexuales con chicos que salían de Tinder, Bumble, Adopta un tío, Hinge… Lo iba probando todo”. Fue entonces cuando decidió que no podía seguir así y, literalmente, hizo clic. Adiós, Tinder.
Aunque en los últimos años cada vez más personas se manifiestan desencantadas con esta forma de ligar, las aplicaciones de citas han colonizado el ecosistema del flirteo, expandiéndose más allá de su propia interfaz, hasta el punto de que ya hay gente de toda una generación que nunca ha conocido el amor en persona.
A finales de los años 70, la mayoría de parejas se conocían entre amigos y amigas: un 26,4%, según el estudio "How couples meet and stay together," de la Universidad de Stanford. Otro 15,5% lo hacía a través de familiares, el 14,4% en bares o restaurantes y un 13,9% en el trabajo. Por aquel entonces, John Paul Young cantaba Love is in the air, y la friolera de cero parejas surgían de Internet (entre otras cosas, porque los router ni siquiera se habían popularizado). Hoy, el 39% de las parejas heterosexuales y el 60% de las homosexuales se conocen en línea. En 2025, el amor ya no está en el aire. A lo sumo… en el algoritmo.
“La costumbre ha cambiado. Hoy es más probable que pienses ‘qué aplicación me descargo’ que ‘adónde voy’ para conocer a gente nueva”, explica Montse Cazcarra, psicóloga sanitaria y autora de Amor sano, amor del bueno (Grijalbo, 2023). El éxito de los bares como celestina, por ejemplo, ya había caído hasta el 4,9% en 2017, según el mismo informe de Stanford.
“Prefiero ligar en persona y flirtear. Pero hoy en día es muy complicado”, comenta Laura, que empezó a usar aplicaciones de citas con 21 años. Hoy, tiene 33 y ha conocido a todas sus parejas, chicas y chicos, en la red: “Al final, Tinder o Bumble son como entrar a un bar o discoteca y tener treinta opciones para elegir”.
Aunque insiste en la magia de conocer a alguien en persona, para Laura, la forma de encontrar pareja en la actualidad es a través de aplicaciones: “Ya no creo en eso de encontrar al amor de tu vida en el vagón del metro porque compartís el mismo libro, ni tampoco en el supermercado”. Guarden las piñas.
En España, un estudio de la empresa de ciberseguridad Kaspersky realizada en 2022 revelaba que el 40% de la población utiliza aplicaciones para ligar, y un 18,6% ha conocido a su pareja por Internet.
“Esa cosa de ‘voy a salir a tomar algo con amigos y a ver si conozco a alguien’ ha quedado descartada para muchas personas”, coincide Carlos González Tardón, psicólogo, diseñador de videojuegos y profesor especializado en gamificación y aplicaciones, que ha asesorado a varias de estas aplicaciones de citas en su implantación en España. “En la Universidad mis alumnos ni se lo plantean. Solo ligan así y, en los círculos en los que me muevo yo, ocurre lo mismo; las nuevas parejas nacen de aplicaciones de citas. No conozco a casi ninguna reciente que no se haya encontrado de esa forma”, dice.
Es cierto que buena parte de la gente joven se declara quemada con este tipo de aplicaciones; el 79% de la generación Z y el 80% de los millennials, según una encuesta de Forbes de 2025. Pero eso no significa que hayan regresado al método tradicional.
El uso de estas aplicaciones de citas está descendiendo porque la generación que las empezó a usar ha encontrado pareja, y las nuevas están usando Instagram para ligar, afirma Carlos González Tardón — psicólogo y profesor especializado en gamificación y aplicaciones.
Mercedes conoció a su primera novia, una novia de infancia, cuando tenía cinco años. Todo presencial, muy a la vieja escuela. Después, se perdieron la pista. Pasaron los años, hoy tiene 20 y no ha vuelto a ligar en persona. Hace dos años, se reencontraron por Instagram: “Empezamos a hablar por DM y acabamos saliendo juntas”.
Cuando Tinder nació en 2012, la cohorte más mayor de la generación Z cumplía 15 años y entraba en el ecuador de la adolescencia. Nueve años más tarde, en 2021, la empresa matriz de Tinder, Match Group, tocaba techo con su máximo histórico en Bolsa. Pero los años de vino y rosas habían terminado, y Tinder empezó a presentar pérdidas poco después.
El augurio, de hecho, había llegado en 2019, cuando varios medios se hicieron eco del titular: Instagram es el nuevo Tinder. Luego vinieron las referencias musicales, como Yonaguni, donde Bad Bunny canta “Vi que viste mi story, y subiste una pa’ mí…”, y la hegemonía social de Instagram terminó de sedimentar en el imaginario colectivo.
“Para qué van a querer estar en Tinder cuando Instagram ya se ha convertido en un mercado de carne”, responde González Tardón. “En las aplicaciones de citas la gente pone fotos casi de cuando hicieron la primera comunión. Instagram es mucho más fiable: en tres minutos puedes ver crecer a una persona haciendo deslizando el dedo por su feed, ver si fuma, con quién queda, predecir su comportamiento…”.
El cruce de miradas ha sido sustituido por el intercambio de megustas; la sonrisa chispeante, por el fueguito; y la conversación intrascendente amortiguada por el electro latino de la discoteca se ha convertido en una conversación que puede durar meses, antes de un primer encuentro.
Isabel, de 27 años, y Julia, de 28, estuvieron dos meses enviándose mensajes por Instagram antes de tener una primera cita. “A mí me salió un vídeo de ella paseando a su perro por Madrid, y me pareció guapísima”, cuenta Julia. “La seguí, a los cinco minutos me siguió de vuelta, y dije: mira, no pierdo nada, le voy a hablar. A la semana siguiente contestó a una de mis historias, luego empezamos a enviarnos audios… y así hasta que quedamos”.
Para Cazcarra, son dos las generaciones nativas del flirteo en línea. Por un lado, están aquellas personas de entre 20 y 25 años, acostumbradas a la mediación social de las pantallas, que han desarrollado cierta urticaria a las llamadas telefónicas: “No han tenido la oportunidad de desarrollar ciertas habilidades y es natural que prefieran el medio cibernético”, aclara.
Sin embargo, los grupos de edad más activos en aplicaciones de citas tienen entre 28 y 43 años, según el informe de EAE Business School Dating Apps: ¿apogeo o declive? Esta es la otra generación que menciona Cazcarra, compuesta por quienes, en una etapa más tardía de la adultez, “necesitan ampliar el abanico de posibilidades porque sienten que su red social no logra ofrecerles aquello que buscan”.
“Yo entré en el mundo de las aplicaciones porque quería conocer chicos y personas más afines a mí, no solo a nivel sexo-afectivo”, explica Pitu Marín, de 32 años, que lamenta que “también he intentado ligar en persona, pero no me ha funcionado”.
Matías tiene 27 años y creció con el algoritmo: “Yo con 15 años ya estaba en Badoo para conocer chicos. Es lo peor que puedes hacer siendo menor de edad, pero al ser de un pueblo de Murcia, donde no tienes referentes, ni amigos LGTB, ni nada, terminas buscando contacto de esa forma”.
Las aplicaciones de citas, de hecho, constituyen un facilitador de vínculos para el colectivo LGTB. En primer lugar, porque aumentan la visibilidad, acentuando la sensación de que ‘no estás solo/a’. “A mí me resulta más cómodo ligar por internet. Como bisexual, me ayuda a entender mejor qué busca la gente. A veces, uno sufre bifobia, no sabes si la otra persona está dispuesta a estar con un chico bisexual”, comenta José, de 34 años, que empezó entrando en foros de Internet y ha tenido parejas tanto de OkCupid como de Tinder.
“Hay gente a la que le molesta y que ve las aplicaciones de ligoteo, como Amazon, como un mercado donde consumir personas. Pero para quienes no tenemos esa facilidad para relacionarnos con mucha gente en espacios públicos, es algo que ayuda. Más que encasillarme, diría que me ha ayudado a aprender habilidades para conocer a gente cara a cara”, matiza José.
Para María, que tiene 32 años y lleva 12 conociendo a otras mujeres por la red, ligar en línea te permite conocer a alguien ‘a fuego lento’: “Relacionarse en entornos sin alcohol y sin estar de fiesta dice mucho de la gente… Es verdad que hablando por una aplicación puedes ver muchas cosas, pero yo me fijo en sus respuestas, sus pensamientos e ideas, sus ambiciones, en su forma de escribir…”.
Pero eso de poder ligar las 24 horas del día en cualquier lugar, incluso desde la comodidad del sofá o el baño, refugiados detrás de una pantalla, puede tener un impacto en la calidad de las relaciones.
“Para la gente acostumbrada a estas aplicaciones resulta muy insatisfactorio ligar como lo hacíamos antes. Las relaciones no mediadas por la tecnología les cuestan horrores, hay menos tolerancia a la incomodidad… Cuesta entender que esa perfección de que, si te enfadas, dejas de seguirlo, deshaces el match o bloqueas el móvil y ya está, en el mundo real no funciona así”, comenta González Tardón.
Cazcarra coincide en que, aunque anhelamos la magia de los encuentros en persona, “estamos perdiendo habilidades sociales que nos ayudarían a desenvolvernos mejor, y hemos podido desconectar de la sensación de ‘ser capaces de’ interactuar de forma presencial”.
No en vano, Instagram se ha llenado de anuncios de empresas que publicitan cenas entre desconocidos y desconocidas como una innovadora forma de volver a lo mismo, aquello a lo que parecemos habernos vuelto incapaces de retomar, como si necesitáramos pagar por algún tipo de intermediación para hacer realidad la primitiva experiencia de conocerse en un bar.
La paradójica sensación de que no hace falta conocer gente en persona para, de hecho, conocer a gente, hace que nos sintamos menos motivados/as a apuntarnos a ciertos planes sociales: “En una aplicación de citas sé que las personas que hay buscan lo mismo o tengo la posibilidad de saber qué buscan. Nos ofrecen un primer filtro. En cambio, sentimos que conocer en persona es más arriesgado”, aclara Cazcarra.
Una se siente menos expuesta cuando puede ocultarse detrás de una pantalla. “El rechazo sigue existiendo, pero queda amortiguado. No significa que no duela, pero no hay una exposición social; esa posibilidad de que los demás nos vean, y eso hace que la vergüenza y el ridículo se vean mitigados”, añade la psicóloga.
Podemos revolvernos, podemos sentarnos a demonizar las aplicaciones de ligoteo y repetir con melancolía que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero lo cierto es que, más que una herramienta para ligar, el universo digital se ha confeccionado su propio escenario de acción para el flirteo. Un tablero de juego donde todas y todos, queramos o no, tenemos fichas.
Según el estudio de EAE Business School citado, un 33% de la población española considera que las parejas del futuro serán predominantemente digitales frente a un 16% que confía en una vuelta a las formas tradicionales de ligar. “Esto supone un cambio radical en el modelo de las relaciones humanas”, asegura González Tardón.
Una mutación a la hora de concebir el amor e, incluso, el deseo, donde la intermediación del alcohol y del lenguaje no verbal se ven desbancadas por un algoritmo y la cognición racional. Un cambio que, comparado con antaño, podría parecer antinatural: “No es natural, es cierto, pero es que el ser humano no es natural”, matiza. Hace tiempo que dejamos de serlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario