09 marzo 2018

La consulta del doctor Manuel Martín Parra

Mi padre tenía su consulta en el antiguo número 40 (hoy 56) de la calle Montecarmelo, en el barrio de Los Remedios de Sevilla. Médico de la infancia, como poéticamente figuraba en sus documentos, durante décadas procuró remedios certeros a niños y niñas aquejados de enfermedades. Tenía un gran ojo clínico para diagnosticar las dolencias más ocultas. A su consulta privada acudían tanto familias acomodadas de barrios burgueses como humildes de barriadas periféricas. A todos los recibía elegantemente uniformado de blanco y negro, como da fe la última foto con la que ilustro este homenaje. Mi padre, al que se le conocía como el pediatra de Los Remedios, tenía auténtica vocación por su profesión, y era enormemente reconocido y querido por sus pacientes y sus familias.


A la entrada del bloque donde se hallaba la consulta estaba colocado este hermoso mosaico con su nombre, que mi hermana Marta aún conserva, y que recuerda a la bandera de Andalucía. Fue un regalo del pintor Miguel Pérez Aguilera, catedrático de de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, que él mismo hizo y cuyos hijos eran pacientes suyos.


Mantuvo su consulta de pediatra abierta desde 1964 hasta 1988, cuando pasó a trabajar como médico del Sistema Nacional de Salud. En su última época, el doctor Alberto González de la Peña, quien se decantó por la pediatría tras conocer a mi padre, fue colaborador suyo en su consulta, que estaba atendida por dos magníficas enfermeras, Melli y Charito Chaparro, a quienes recuerdo como muy profesionales y eficientes (además de muy cariñosas conmigo). 

Mi padre tuvo el acierto de encargar la decoración integral de su consulta al pintor y diseñador Santiago del Campo, muy amigo de nuestra familia, quien pintó un enorme mural en la pared del fondo de la sala de espera, instaló dos filas verticales de bellísimos azulejos de tema geométrico que pintó in situ, eligió el mobiliario de las distintas estancias, hizo forrar con chapa de madera las paredes del despacho de mi padre y 
diseñó su escritorio.


Solía repetir el gran pintor sevillano que el retrato que le hizo a mi padre en los años 60 era uno de los mejores que había realizado nunca. Este retrato estaba colgado en la entrada de la consulta, junto a dos bodegones obra también de Santiago del Campo, el Bodegón de los limones y el Bodegón del violín negro 

El doctor Martín Parra también era muy suyo. La siguiente anécdota es buen ejemplo de su proverbial retranca: a una mujer que se quejaba de que su bebé no le mamaba la teta le espetó: "¡Señora, eso será porque tiene usted muy mala leche!" Como celebre era su expeditiva costumbre de tirar por la ventana los chupes con los que venían los niños y niñas a su consulta, ante la atónita mirada de la madre o el padre de turno.

Mi padre, hombre de espíritu campechano y con un innato don de gentes, tuvo un papel muy activo en la Sociedad de Pediatría Extrahospitalaria de Andalucía Occidental y Badajoz, fundada por una generación de brillantes médicos y compañeros suyos (como los doctores José del Pozo Machuca, Antonio Díaz Romero, Manuel Vidal Jiménez, o el catedrático de pediatría Alberto Valls) y que llegó a presidir durante ocho años. A menudo organizaban viajes para asistir a congresos internacionales de pediatría, como el celebrado en la ciudad mexicana de Mérida en diciembre de 1968. 



Tras su muerte en trágicas circunstancias, el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, reconoció la trayectoria profesional de mi padre, cuyo trabajo, dijo, contribuyó a prestigiar la pediatría en Andalucía, palabras que a mi familia y a mí nos llenaron de orgullo. Yo no seguí sus pasos en la medicina, lo que siempre encajó con deportividad, pero sí tuve la suerte, como él, de dar con mi verdadera vocación.  • cmg2018

Junto a mi padre, abril 1965

El doctor Martín Parra junto a sus dos enfermeras, 1965

Mi padre leyendo en su casa, enero 1971


2 comentarios:

Carlos Martín Gaebler, PhD dijo...

ANEXO El 1 de septiembre de 1964 mi padre escribió en su diario: Hoy se inauguró la consulta. Nerviosísimo. Todo fue my bien... No está totalmente terminada, y, aunque faltan algunos detalles, todos [los invitados] han salido muy satisfechos. ¡Qué emoción! Este día ha sido soñado y pensado tanto tiempo. He luchado tanto por él. Llegó al fin. Las enfermeras han funcionado muy bien... Quedó terminado el empapelado juvenil del cuarto de reconocimiento. El despacho entero con su aire acondicionado. Fantástico. Su mesa curva tapizada. Sus sillas de SAMO, su sillón giratorio, sus lámparas de mesa y techo, las fotos de mi familia... Llegó el gran sofá, genial, espléndido, de negro y capitoné, y el juego de mesas [para la sala de espera]. El arca [en la entrada], la nueva mesa de reconocimiento...

Unknown dijo...

Hace muchos años,quizás demasiados.Don Manuel,aunque el siempre quiso que le llamara Manolo,fue mi maestro.Porque la Mrdicina de verdad es un arte,y se necesitan maestros y aprendices.Y Manolo fue mi maestro. Hoy soy un pediatra viejo pero sigo hablando a mis residentes de mi "maestro",porque el fue el que me enseño el "oficio",me enseño a ver niños,y nunca podre agradecer todo lo que hizo por mi.Quiza este sea poco homenaje para lo que le deje a deber.Cada vez que me acerco a un chiquillo para explorarlo en mi mente esta el recuerdo de Manolo,sin el no hubiera sido posible
Allá donde estés ¡¡¡Gracias Manolo!!!