El
tiempo parece parado en esta fuente octogonal de cerámica antigua con
tenue lámina de agua inmóvil situada en los jardines del sevillano Palacio
de las Dueñas. La magia
minimalista del diseño de esos azulejos repetidos casi hasta el infinito y
de esa sinfonía de verdes fue lo que más me emocionó de la visita, pues
las salas del propio palacio me parecieron sobrecargadas y rancias a más no
poder. Había tal saturación de objetos que no podías fijar la mirada en ninguno
en particular. Puro horror vacui. Todo tan rancio y maloliente como la propia
aristocracia. Además, parecía que la mayoría de visitantes acudían como
fervorosos peregrinos a un altar kitsch de la España más casposa y anacrónica.
Sus conversaciones y comentarios remitían a revistas de papel cuché. La fascinación sumisa por lo aristocrático y por el boato de la realeza y la devoción por la lectura del Hola son síntomas inequívocos del escaso espíritu republicano de la actual sociedad española. cmg2017
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