Por CARLOS COLÓN
Diario de Sevilla, 22 de diciembre de 2014
… el actual Ayuntamiento de Sevilla parece empeñado en
culminar la tematización del centro histórico iniciado por la anterior
corporación. Sevilla-velador, Sevilla-bar, Sevilla-monumento disecado,
Sevilla-tienda de camisetas, Sevilla-franquicia… Sevilla en venta,
turísticamente prostituida, torpemente explotada… Donde estuvo la librería Sanz
ha abierto otro bar. Se cumple lo que se decía de aquella población que era una
ciudad bravía con mil tabernas y una sola librería. ¡Y si por lo menos fueran buenas
tabernas antiguas! Pero ni eso: franquicias sin rostro, iguales unas a otras, o
negocios montados en dos días que se parecen a esos sórdidos bares que se
improvisan en Semana Santa metiendo un mostrador de publicidad y unas sillas
plegables en un local vacío. Cuando no aparece un arquitecto amigo que
"diseña" uno de esos bares fúnebres de brillante paredes negras,
brillante mostrador negro y brillante suelo negro sobre los que destellan unas
luces azul eléctrico o rosa rabioso, atendidos por camareros de luto riguroso.
Y lo peor es que esto parece imparable. Disecar una ciudad
es tan fácil como hacerlo con un animal muerto. Pero devolverle su vida,
activar su economía para que no tenga que venderse convirtiéndose en un parque
de atracciones arrasado por el tsunami turístico del que desesperadamente
depende, es tan difícil como resucitar al bicho muerto en la mesa del
taxidermista.¿Cosas de viejo pesimista? Tal vez. Pero no todos los
vecinos hartos y todos los transeúntes agobiados deben ser tan viejos y
pesimistas como yo. Que el centro es un casi ininterrumpido bar es una realidad
objetiva. Tanto como que donde estuvo la librería de Tomás y Fernando Sanz,
fundada en 1880 en Sierpes y después trasladada a la calle Granada en 1975, hay
un bar. Otro bar.
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